COMENTARIO
Que Jesús comience su predicación cuando cesó la del Bautista está indicando que la etapa de las promesas ha finalizado ya, y que con Él y sus palabras comienza el Reino de Dios y, por tanto, la salvación. También sugiere, como más tarde se hace explícito con el martirio del Bautista, que la proclamación del Evangelio no se hará sin dificultades.
«Evangelio de Dios» (v. 14). Esta expresión la encontramos en San Pablo (Rm 1,1; 2 Co 11,7; etc.) como equivalente a la de «Evangelio de Cristo» (Flp 1,27; 2 Co 2,12; 2 Ts 1,8; etc.). Indica, sobre todo, la novedad gozosa que adviene con Jesús, el Reino de Dios: «En lo que puedo recordar, del Reino de los Cielos no he oído hablar nunca leyendo la Ley, los Profetas o el Salterio; sólo leyendo el Evangelio. El Reino de Dios ha quedado abierto sólo después de que haya venido aquél que dijo: el Reino de Dios está dentro de vosotros» (S. Jerónimo, Commentarium in Marcum 2).
Participar de este Reino exige de los hombres una conversión interior, estar dispuestos a recibir un nuevo don de Dios: «Jesús anuncia la llegada del Reino de Dios e invita a la conversión (cfr Mc 1,15), perdonando los pecados de quien se acerca a Él con humilde fe (cfr Mc 2,3-13; Lc 7,47-48), iniciando así el ministerio de misericordia que Él continuará ejerciendo hasta el fin del mundo, especialmente a través del sacramento de la Reconciliación confiado a la Iglesia» (S. Juan Pablo II, Rosarium Virginis Mariae, n. 13).