COMENTARIO
Al acusar a los discípulos de relajamiento en las prácticas penitenciales, están acusando también a su Maestro. La respuesta del Señor, bajo la imagen del esposo, insinúa que Él es más que un maestro: es el Mesías (cfr Jn 3,29), pues una de las figuras con las que el Antiguo Testamento caracterizaba al Mesías era precisamente la del esposo (cfr Os 2,18-22; Is 54,5s.). Con esa imagen Jesús resalta sobre todo la alegría que supone su venida. No significa que las prácticas penitenciales hayan de cesar, sino que ante la presencia del Mesías quedan en un segundo plano. La respuesta de Cristo también declara las relaciones entre la Antigua y la Nueva Alianza. Cristo muestra la diferencia entre el espíritu que Él trae y el del judaísmo de su época. El espíritu nuevo no será una pieza añadida a lo viejo, sino un principio vivificante de las enseñanzas perennes de la antigua revelación: «Lo que había permanecido de antes debía ser cambiado, como la circuncisión, o completado, como el resto de la Ley, o cumplido, como la profecía, o perfeccionado, como la misma fe. Con la venida del Evangelio, la nueva gracia de Dios renovó todo lo carnal en espiritual, limpiando completamente todo lo antiguo» (Tertuliano, De oratione 1,1).
En el v. 20, Jesucristo anuncia que el esposo les será arrebatado: es la primera alusión a su pasión y muerte. La visión contrastada de alegría y dolor nos ayuda a entender también la condición humana mientras caminamos en la tierra.