COMENTARIO
La parábola de la lámpara contiene una doble enseñanza. Por una parte, enseña que la doctrina de Cristo es luz para todo el mundo y por eso debe ser predicada (cfr 16,15; Mt 10,27). Por otra, muestra que el Reino que Cristo anuncia tiene tal fuerza de penetración en todos los corazones que, al final de la historia, cuando venga de nuevo Jesús, no quedará una sola acción del hombre, en favor o en contra de Cristo, que no pase a ser pública y manifiesta (cfr Mt 25,31-46).
Después, el Señor pide a los Apóstoles, germen de la Iglesia, que presten atención a la doctrina que oyen: están recibiendo un tesoro del cual deberán dar cuenta. «Al que tiene se le dará…» (v. 25): a quien corresponde a la gracia se le dará más gracia todavía y abundará cada vez más; pero el que no hace fructificar la gracia divina recibida, quedará cada vez más empobrecido (cfr Mt 25,14-30). Por esto, la medida de las virtudes teologales es no tener medida: «Si dices: basta, ya has muerto» (S. Agustín, Sermones 51).