COMENTARIO
Jesús parte de nuevo hacia tierra de paganos. Una mujer gentil —el evangelista lo señala expresamente: «La mujer era griega, sirofenicia de origen» (v. 26)— le pide la curación de su hija. Con la descripción pormenorizada de las acciones y las palabras de los dos —de Jesús y de la mujer— se deja notar que, aunque Jesús predicara sólo a judíos, dirige la salvación a todas las personas, judíos o gentiles. El diálogo, vivo y audaz, nos enseña que la fe en Jesucristo debe vencer todos los obstáculos, incluso la indignidad personal. «No desmayes: por indigna que sea la persona, por imperfecta que resulte la oración, si ésta se alza humilde y perseverante, Dios la escucha siempre» (S. Josemaría Escrivá, Surco, n. 468).
El Señor emplea el diminutivo «perrillo» (v. 27), dulcificando así una expresión despectiva que se utilizaba para referirse a los gentiles.