COMENTARIO
Marcos y Mateo narran una nueva multiplicación de los panes. En algunos detalles, el milagro es muy semejante al anterior (cfr 6,32-44). Sin embargo, hay ciertos rasgos propios de este pasaje: la indicación de que venían de «lejos» (v. 3), frecuente en el Nuevo Testamento para designar a los gentiles (Hch 2,39; 22,21; Ef 2,13.17), los siete panes y las siete espuertas sobrantes (vv. 5.8) frente a los doce cestos de la multiplicación anterior (cfr 6,43), etc. Jesús, que antes se había presentado como el Mesías Pastor del nuevo pueblo de Israel, ahora sugiere que también los gentiles tienen su lugar en ese pueblo. El sentido de las multiplicaciones de los panes queda así más claro: tal como le explica Jesús a la mujer sirofenicia con la imagen del pan (cfr 7,24-30), la salvación, dirigida en primer lugar a Israel, tiene como destinatarios a todos los pueblos (cfr Hch 2,39; 3,26; 11,18; etc.): «Todos los hombres, por tanto, están invitados a esta unidad católica del Pueblo de Dios. (…) A esta unidad pertenecen de diversas maneras y a ella están destinados los católicos, los demás cristianos e incluso todos los hombres en general llamados a la salvación por la gracia de Dios» (Conc. Vaticano II, Lumen gentium, n. 13).
El milagro muestra también cómo premia Cristo la perseverancia en su seguimiento, ya que la muchedumbre ha estado pendiente de su palabra, olvidándose de todo lo demás. Es fácil entender que la piedad cristiana haya referido este afán de estar con Jesús a la Comunión sacramental por la que Le recibimos como alimento: «Date, Señor, a mí y me basta: porque sin Ti ningún consuelo me satisface. Sin Ti no puedo existir y sin tu visitación no puedo vivir. Por eso me conviene llegarme muchas veces hasta Ti y recibirte para remedio de mi salud, para no desmayar en el camino si fuere privado de este manjar celestial. (…) Tú eres suave alimento del alma y quien te comiere dignamente será partícipe y heredero de la gloria eterna» (De imitatione Christi 4,3,2).
«Dalmanuta» (v. 10). Es la única vez que se menciona en la Sagrada Escritura. Es difícil darle una localización, aunque habrá que situarla en las cercanías del lago de Genesaret. La dificultad ya fue notada por San Agustín: «Mateo (…) no pone Dalmanuta sino Magadán. No cabe duda de que se trata del mismo lugar con doble nombre, pues la mayor parte de los códices, incluso en el evangelio de San Marcos, sólo traen Magadán» (De consensu Evangelistarum 2,51,106).