COMENTARIO
Como en el caso del sordomudo (cfr 7,31-37), también aquí Jesús se sirve de unos gestos simbólicos para realizar este milagro. La curación del ciego de Betsaida representa, en el curso del evangelio, la culminación de los signos mesiánicos de Cristo (cfr nota a 7,31-37); por eso no es extraño que venga seguida por la confesión de Pedro (8,29). Por otra parte, la curación progresiva del ciego puede simbolizar el camino que recorrieron Pedro y los discípulos, y que recorre también todo hombre: el Señor con sus signos va curando nuestra ceguera hasta que vemos «con claridad todas las cosas» (v. 25) y nos atrevemos a confesar a Cristo como Hijo de Dios y Salvador nuestro: «Dadnos, Señor, luz; mirad que es más menester que al ciego (…), que éste deseaba ver la luz y no podía; ahora, Señor, no se quiere ver. ¡Oh, qué mal tan incurable! Aquí, Dios mío, se ha de mostrar vuestro poder, aquí vuestra misericordia» (Sta. Teresa de Jesús, Exclamaciones 8).