COMENTARIO
Estas palabras son como una ampliación de las que Jesús pronunció en otra ocasión (cfr 11,43). Según las tradiciones judías del momento, recogidas más tarde en el Talmud, los asientos preferentes en la sinagoga se reservaban a los expertos en la Ley y los puestos de honor en las comidas a los mayores en edad o eminencia. La condena del Señor no es por ninguna de las dos cosas, que respetaba, sino porque, al querer aparentar (v. 46), llegaban hasta el atropello (v. 47). Qué duda cabe que tal reproche también podría dirigirse a nosotros: «Huyamos de toda vanidad, odiemos profundamente las obras del mal camino; no viváis aislados, replegados en vosotros mismos, como si ya estuvierais justificados» (Epistula Barnabae 4,10-11).