COMENTARIO

 Jn 5,1-18 

«Betzata» (v. 2). A esta piscina, situada en las afueras de Jerusalén, se la llama también «probática» por estar cerca de la puerta Probática o de las Ovejas (en griego, próbata). Dicha puerta se encontraba en la sección nororiental de la muralla (cfr Ne 3,1-32; 12,39), y por ella entraba el ganado que se destinaba a los sacrificios del Templo. A finales del siglo XIX se encontraron vestigios de la piscina: excavada en roca, era de forma trapezoidal y estaba rodeada de cuatro galerías o porches; un quinto pórtico dividía el estanque en dos mitades.

La edición Sixto-Clementina de la Vulgata recoge, como segunda parte del v. 3 y constituyendo todo el v. 4, un pasaje que traducido dice así: «que aguardaban el movimiento del agua. Pues un ángel del Señor descendía de vez en cuando a la piscina y movía el agua. El primero que se metiera en la piscina después del movimiento del agua quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese». La Neovulgata, en cambio, omite en su texto todo este pasaje, consignándolo sólo en nota a pie de página. Tal omisión se funda en que no viene en importantes códices y papiros griegos, ni en muchas versiones antiguas.

En la curación del paralítico, Jesús manifiesta que obra con el poder de Dios, y que en virtud de ese poder está por encima de la ley del sábado y otorga a los hombres el perdón de sus pecados. El posterior encuentro de Jesús en el Templo con el hombre que había quedado curado (v. 14) muestra que la curación física era señal del perdón recibido. Las palabras de Jesús se sitúan dentro de la mentalidad sobre la relación entre pecado y enfermedad que existía entre los judíos de aquel tiempo y que Él corrige (cfr 9,3). Si, como era habitual entonces, el paralítico pensaba que su enfermedad había tenido origen en el pecado, Jesús enseña que el verdadero mal no es la enfermedad sino el pecado, y que una vez recibido el perdón divino, el hombre se ha de esforzar en no volver a pecar.

La Ley de Moisés señalaba el sábado como el día de descanso semanal (Ex 20,8-11). Guardándolo los judíos pensaban imitar la manera de obrar de Dios en la creación. Observa Santo Tomás de Aquino que Jesús rechaza la estrecha interpretación que daban los judíos: «Éstos, queriendo imitar a Dios, no hacían nada en sábado, como si Dios en este día hubiera dejado de actuar en absoluto. Es verdad que en sábado descansó de la creación de nuevas criaturas, pero siempre y de forma continua actúa, conservándolas en el ser… Dios es causa de todas las cosas en el sentido de que también las hace subsistir; porque si en un momento dado se interrumpiera su poder, al instante dejarían de existir todas las cosas que la naturaleza contiene» (Super Evangelium Ioannis, ad loc.). Ésta es la razón por la que Jesús dice: «Mi Padre no deja de trabajar, y yo también trabajo» (v. 17). Dios no deja de actuar después de la creación. Como el Hijo actúa junto con el Padre, que con el Espíritu Santo son un solo Dios, por esta razón Nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, puede decir que no deja de trabajar. Esas palabras de Jesús hacen referencia implícita a su naturaleza divina, y así lo entendieron los judíos, quienes, considerándolas una blasfemia, querían darle muerte (v. 18).

Volver a Jn 5,1-18