COMENTARIO

 Salmo 97 

Continúa la invitación dirigida a toda la tierra que veíamos en el salmo anterior (cfr Sal 96,1; 97,1). Aquí además se describen la gloria y esplendor que preceden al Señor (cfr Sal 96,6; 97,2-6). Entre las «familias de los pueblos» (Sal 96,7) Sión y las hijas de Judá son las primeras en rendirle gloria y honor (Sal 97,8-9). En la versión de los Setenta este salmo se une al anterior. Como en aquél, también en éste se incluyen bastantes frases de otros salmos, señal del carácter tardío de ambos.

El poema se inicia con la proclamación de que el Señor reina y la invitación a alegrarse (v. 1), y pasa luego a describir su grandiosa manifestación (vv. 2-6). Es la primera parte del salmo. A continuación se introduce, como en un inciso, la imprecación a quienes no le reconocen (v. 7) y, en contraste, se presenta la alegría de Jerusalén (vv. 8-9) y de los fieles que odian el mal (vv. 10-12). Es la segunda parte del salmo. El verbo «alegrarse» da unidad y sentido al conjunto de la composición.

La invitación a la alegría que recorre todo este salmo culmina en la que el ángel desea a la Virgen María al anunciarle la concepción y el nacimiento de Jesús (cfr Lc 1,28). La Virgen escucha palabras semejantes a las que el profeta Sofonías dirigía a Jerusalén, la hija de Sión (cfr So 3,14-15), porque Ella es la que representa al pueblo fiel y justo que siente la alegría de la llegada del Reino de Dios.

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