Letanía de la humildad
Que el Cardenal Merry del Val solía recitar después de celebrar la Santa Misa.
Oh Jesús, manso y humilde de corazón,
R/. Escucha mi plegaria.
Del deseo de sentirme apreciado,
R/. Líbrame Jesús.
Del deseo de sentirme amado,
R/. Líbrame Jesús.
Del deseo de ser ensalzado,
R/. Líbrame Jesús.
Del deseo de ser elogiado,
R/. Líbrame Jesús.
Del deseo de ser alabado,
R/. Líbrame Jesús.
Del deseo de ser preferido,
R/. Líbrame Jesús.
Del deseo de ser consultado,
R/. Líbrame Jesús.
Del deseo de ser aplaudido,
R/. Líbrame Jesús.
Del temor a la humillación,
R/. Líbrame Jesús.
Del temor al desprecio,
R/. Líbrame Jesús.
Del temor al reproche,
R/. Líbrame Jesús.
Del temor a la calumnia,
R/. Líbrame Jesús.
Del temor al olvido,
R/. Líbrame Jesús.
Del temor al ridículo,
R/. Líbrame Jesús.
Del temor al agravio,
R/. Líbrame Jesús.
Del temor al recelo,
R/. Líbrame Jesús.
Que los demás sean más amados que yo,
R/. Ayúdame, Jesús, a desearlo.
Que los demás sean más apreciados que yo,
R/. Ayúdame, Jesús, a desearlo.
Que los demás crezcan y yo disminuya a los ojos del mundo,
R/. Ayúdame, Jesús, a desearlo.
Que los demás sean alabados y yo pase oculto,
R/. Ayúdame, Jesús, a desearlo.
Que los demás sean preferidos a mí en todo,
R/. Ayúdame, Jesús, a desearlo.
Que los demás sean más santos que yo, siempre que yo alcance la santidad que Tú quieres,
R/. Ayúdame, Jesús, a desearlo.