COMENTARIO

 Mt 2,19-23 

No sabemos cuánto tiempo permaneció la Sagrada Familia en Egipto. Mateo es el único que nos habla de ello, sin datos precisos. Herodes murió, probablemente, en marzo o abril del año 4 antes de la era cristiana. Su hijo Arquelao ejerció como etnarca, en Judea y Samaría, hasta el año 6 d.C., cuando fue depuesto y exiliado por las quejas ante sus brutalidades. Por tanto, no tenía jurisdicción en Galilea, donde estaba situada Nazaret. De la actitud de José (v. 22) se sacan provechosas consecuencias: «En las diversas circunstancias de su vida, el Patriarca no renuncia a pensar, ni hace dejación de su responsabilidad. Al contrario: coloca al servicio de la fe toda su experiencia humana. Cuando vuelve de Egipto oyendo que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, temió ir allá. Ha aprendido a moverse dentro del plan divino y, como confirmación de que efectivamente Dios quiere eso que él entrevé, recibe la indicación de retirarse a Galilea» (S. Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, n. 42).

Jesús era conocido por todos como procedente de Nazaret, «el Nazareno». Para las autoridades judías este nombre tuvo sentido despectivo (cfr Jn 1,46; 19,19). Aún en tiempos de San Pablo, los judíos que no creían intentaban humillar a los cristianos dándoles el nombre de nazarenos (cfr Hch 24,5). No hay ningún texto de los profetas que recoja explícitamente la expresión que cita San Mateo (v. 23). Lo más probable es que el evangelista se refiera a Is 11,1 donde anuncia un descendiente de David —el retoño, neser, de Jesé— sobre el que reposarán todos los dones del Espíritu del Señor.

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