1Mt1Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán.
2Abrahán engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos, 3Judá engendró a Farés y a Zara de Tamar, Farés engendró a Esrón, Esrón engendró a Aram, 4Aram engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Naasón, Naasón engendró a Salmón, 5Salmón engendró a Booz de Rahab, Booz engendró a Obed de Rut, Obed engendró a Jesé, 6Jesé engendró al rey David.
David engendró a Salomón de la que fue mujer de Urías, 7Salomón engendró a Roboán, Roboán engendró a Abías, Abías engendró a Asá, 8Asá engendró a Josafat, Josafat engendró a Jorán, Jorán engendró a Ozías, 9Ozías engendró a Joatán, Joatán engendró a Acaz, Acaz engendró a Ezequías, 10Ezequías engendró a Manasés, Manasés engendró a Amón, Amón engendró a Josías, 11Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos cuando la deportación a Babilonia.
12Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel engendró a Zorobabel, 13Zorobabel engendró a Abiud, Abiud engendró a Eliacim, Eliacim engendró a Azor, 14Azor engendró a Sadoc, Sadoc engendró a Aquim, Aquim engendró a Eliud, 15Eliud engendró a Eleazar, Eleazar engendró a Matán, Matán engendró a Jacob, 16Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús llamado Cristo.
17Por lo tanto, son catorce todas las generaciones desde Abrahán hasta David, y catorce generaciones desde David hasta la deportación a Babilonia, y también catorce las generaciones desde la deportación a Babilonia hasta Cristo.
18La generación de Jesucristo fue así: María, su madre, estaba desposada con José, y antes de que conviviesen se encontró con que había concebido en su seno por obra del Espíritu Santo.
19José, su esposo, como era justo y no quería exponerla a infamia, pensó repudiarla en secreto. 20Consideraba él estas cosas, cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo:
—José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que en ella ha sido concebido es obra del Espíritu Santo. 21Dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.
22Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que dijo el Señor por medio del Profeta:
23Miren, la virgen concebirá y dará a luz un hijo,
a quien pondrán por nombre Emmanuel,
que significa Dios–con-nosotros.
24Al despertarse, José hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado, y recibió a su esposa. 25Y, sin que la hubiera conocido, dio ella a luz un hijo; y le puso por nombre Jesús.
2Mt1Después de nacer Jesús en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes, unos Magos llegaron de Oriente a Jerusalén 2preguntando:
—¿Dónde está el Rey de los Judíos que ha nacido? Porque vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle.
3Al oír esto, el rey Herodes se inquietó, y con él toda Jerusalén. 4Y, reuniendo a todos los príncipes de los sacerdotes y a los escribas del pueblo, les interrogaba dónde había de nacer el Mesías.
5—En Belén de Judá —le dijeron—, pues así está escrito por medio del Profeta:
6Y tú, Belén, tierra de Judá,
ciertamente no eres la menor
entre las principales ciudades de Judá;
pues de ti saldrá un jefe
que apacentará a mi pueblo, Israel.
7Entonces, Herodes, llamando en secreto a los Magos, se informó cuidadosamente por ellos del tiempo en que había aparecido la estrella; 8y les envió a Belén, diciéndoles:
—Vayan e infórmense bien acerca del niño; y cuando lo encuentren, avísenme para que también yo vaya a adorarle.
9Ellos, después de oír al rey, se pusieron en marcha. Y entonces, la estrella que habían visto en el Oriente se colocó delante de ellos, hasta pararse sobre el sitio donde estaba el niño. 10Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. 11Y entrando en la casa, vieron al niño con María, su madre, y postrándose le adoraron; luego, abrieron sus cofres y le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. 12Y, después de recibir en sueños aviso de no volver a Herodes, regresaron a su país por otro camino.
13Cuando se marcharon, un ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo:
—Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y quédate allí hasta que yo te diga, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.
14Él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre y huyó a Egipto. 15Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que dijo el Señor por medio del Profeta:
16Entonces, Herodes, al ver que los Magos le habían engañado, se irritó mucho y mandó matar a todos los niños que había en Belén y toda su comarca, de dos años para abajo, con arreglo al tiempo que cuidadosamente había averiguado de los Magos. 17Se cumplió entonces lo dicho por medio del profeta Jeremías:
18Una voz se oyó en Ramá,
llanto y lamento grande:
es Raquel que llora por sus hijos,
y no admite consuelo, porque ya no existen.
19Muerto Herodes, un ángel del Señor se le apareció en sueños a José en Egipto 20y le dijo:
—Levántate, toma al niño y a su madre y vete a la tierra de Israel; porque han muerto ya los que atentaban contra la vida del niño.
21Se levantó, tomó al niño y a su madre y vino a la tierra de Israel. 22Pero al oír que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, temió ir allá; y avisado en sueños marchó a la región de Galilea. 23Y se fue a vivir a una ciudad llamada Nazaret, para que se cumpliera lo dicho por medio de los Profetas: «Será llamado nazareno».
3Mt1En aquellos días apareció Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea 2y diciendo:
—Conviértanse, porque está al llegar el Reino de los Cielos.
3Éste es aquel de quien habló el profeta Isaías diciendo:
Voz del que clama en el desierto:
«Preparen el camino del Señor,
hagan rectas sus sendas».
4Llevaba Juan una vestidura de pelo de camello con un ceñidor de cuero a la cintura, y su comida eran langostas y miel silvestre.
5Entonces acudía a él Jerusalén, toda Judea y toda la comarca del Jordán, 6y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. 7Al ver que venían a su bautismo muchos fariseos y saduceos, les dijo:
—Raza de víboras, ¿quién les enseñó a huir de la ira que va a venir? 8Den, por tanto, un fruto digno de penitencia, 9y no se justifiquen interiormente pensando: «Tenemos por padre a Abrahán». Porque les aseguro que Dios puede hacer surgir de estas piedras hijos de Abrahán. 10Ya está el hacha puesta junto a la raíz de los árboles. Por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se arroja al fuego.
11»Yo los bautizo con agua para la conversión, pero el que viene después de mí es más poderoso que yo, a quien no soy digno de llevarle las sandalias. Él los bautizará en el Espíritu Santo y en fuego. 12Él tiene en su mano el bieldo y limpiará su era, y recogerá su trigo en el granero; en cambio, quemará la paja con un fuego que no se apaga.
13Entonces vino Jesús al Jordán desde Galilea, para ser bautizado por Juan. 14Pero éste se resistía diciendo:
—Soy yo quien necesita ser bautizado por ti, ¿y vienes tú a mí?
—Déjame ahora, así es como debemos cumplir nosotros toda justicia.
Entonces Juan se lo permitió. 16Inmediatamente después de ser bautizado, Jesús salió del agua; y entonces se le abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios que descendía en forma de paloma y venía sobre él. 17Y una voz desde los cielos dijo:
—Éste es mi Hijo, el amado, en quien me he complacido.
4Mt1Entonces fue conducido Jesús al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. 2Después de haber ayunado cuarenta días con cuarenta noches, sintió hambre. 3Y acercándose el tentador le dijo:
—Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.
4Él respondió:
—Escrito está:
No sólo de pan vivirá el hombre,
sino de toda palabra que procede
5Luego, el diablo lo llevó a la Ciudad Santa y lo puso sobre el pináculo del Templo. 6Y le dijo:
—Si eres Hijo de Dios, arrójate abajo. Pues escrito está:
Dará órdenes a sus ángeles sobre ti,
para que te lleven en sus manos,
no sea que tropiece tu pie contra alguna piedra.
7Y le respondió Jesús:
—Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios.
8De nuevo lo llevó el diablo a un monte muy alto y le mostró todos los reinos del mundo y su gloria, 9y le dijo:
—Todas estas cosas te daré si postrándote me adoras.
10Entonces le respondió Jesús:
—Apártate, Satanás, pues escrito está:
Al Señor tu Dios adorarás
y solamente a Él darás culto.
11Entonces le dejó el diablo, y los ángeles vinieron y le servían.
12Cuando oyó que Juan había sido encarcelado, se retiró a Galilea. 13Y dejando Nazaret se fue a vivir a Cafarnaún, ciudad marítima, en los confines de Zabulón y Neftalí, 14para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías:
15Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí
en el camino del mar,
al otro lado del Jordán,
la Galilea de los gentiles,
16el pueblo que yacía en tinieblas
ha visto una gran luz;
para los que yacían en región
y sombra de muerte
una luz ha amanecido.
17Desde entonces comenzó Jesús a predicar y a decir:
—Conviértanse, porque está al llegar el Reino de los Cielos.
18Mientras caminaba junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón el llamado Pedro y Andrés su hermano, que echaban la red al mar, pues eran pescadores. 19Y les dijo:
—Síganme y los haré pescadores de hombres.
20Ellos, al momento, dejaron las redes y le siguieron. 21Pasando adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y Juan su hermano, que estaban en la barca con su padre Zebedeo remendando sus redes; y los llamó. 22Ellos, al momento, dejaron la barca y a su padre, y le siguieron.
23Recorría Jesús toda la Galilea enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia del pueblo.
24Su fama se extendió por toda Siria; y le traían a todos los que se sentían mal, aquejados de diversas enfermedades y dolores, a los endemoniados, lunáticos y paralíticos, y los curaba. 25Y le seguían grandes multitudes de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y del otro lado del Jordán.
5Mt1Al ver Jesús a las multitudes, subió al monte; se sentó y se le acercaron sus discípulos; 2y abriendo su boca les enseñaba diciendo:
3—Bienaventurados los pobres de espíritu, porque suyo es el Reino de los Cielos.
4»Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados.
5»Bienaventurados los mansos, porque heredarán la tierra.
6»Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque quedarán saciados.
7»Bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia.
8»Bienaventurados los limpios de corazón, porque verán a Dios.
9»Bienaventurados los pacíficos, porque serán llamados hijos de Dios.
10»Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque suyo es el Reino de los Cielos.
11»Bienaventurados cuando los injurien, los persigan y, mintiendo, digan contra ustedes todo tipo de maldad por mi causa. 12Alégrense y regocíjense, porque su recompensa será grande en el cielo: de la misma manera persiguieron a los profetas de antes de ustedes.
13»Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa ¿con qué se salará? No vale más que para tirarla fuera y que la pisotee la gente.
14»Ustedes son la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en lo alto de un monte; 15ni se enciende una luz para ponerla debajo de un celemín, sino sobre un candelero para que alumbre a todos los de la casa. 16Alumbre así su luz ante los hombres, para que vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre, que está en los cielos.
17»No piensen que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolirlos sino a darles su plenitud. 18En verdad les digo que mientras no pasen el cielo y la tierra, de la Ley no pasará ni la más pequeña letra o trazo hasta que todo se cumpla. 19Así, el que quebrante uno solo de estos mandamientos, incluso de los más pequeños, y enseñe a los hombres a hacer lo mismo, será el más pequeño en el Reino de los Cielos. Por el contrario, el que los cumpla y enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos. 20Les digo, pues, que si la justicia de ustedes no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.
21»Han oído que se dijo a los antiguos: No matarás, y el que mate será reo de juicio. 22Pero yo les digo: todo el que se llene de ira contra su hermano será reo de juicio; y el que insulte a su hermano será reo ante el Sanedrín; y el que le maldiga será reo del fuego del infierno. 23Por lo tanto, si al llevar tu ofrenda al altar recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, 24deja allí tu ofrenda delante del altar, vete primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve después para presentar tu ofrenda. 25Ponte de acuerdo cuanto antes con tu adversario mientras vas de camino con él; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al alguacil y te metan en la cárcel. 26Te aseguro que no saldrás de allí hasta que restituyas la última moneda.
27»Han oído que se dijo: No cometerás adulterio. 28Pero yo les digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio en su corazón. 29Si tu ojo derecho te escandaliza, arráncatelo y tíralo; porque más te vale que se pierda uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. 30Y si tu mano derecha te escandaliza, córtala y arrójala lejos de ti; porque más te vale que se pierda uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo acabe en el infierno.
31»Se dijo también: Cualquiera que repudie a su mujer, que le dé el libelo de repudio. 32Pero yo les digo que todo el que repudia a su mujer —excepto en el caso de fornicación— la expone a cometer adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio.
33»También han oído que se dijo a los antiguos: No jurarás en vano, sino que cumplirás los juramentos que le hayas hecho al Señor. 34Pero yo les digo: no juren de ningún modo; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; 35ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del Gran Rey. 36Tampoco jures por tu cabeza, porque no puedes volver blanco o negro ni un solo cabello. 37Que su modo de hablar sea: «Sí, sí»; «no, no». Lo que exceda de esto, viene del Maligno.
38»Han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. 39Pero yo les digo: no repliquen al malvado; por el contrario, si alguien te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la otra. 40Al que quiera entrar en pleito contigo para quitarte la túnica, déjale también el manto. 41A quien te fuerce a andar una milla, vete con él dos. 42A quien te pida, dale; y no rehúyas al que quiera de ti algo prestado.
43»Han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. 44Pero yo les digo: amen a sus enemigos y recen por los que los persigan, 45para que sean hijos de su Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre buenos y malos, y hace llover sobre justos y pecadores. 46Porque si aman a los que los aman, ¿qué recompensa tienen? ¿No hacen eso también los publicanos? 47Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de más? ¿No hacen eso también los paganos? 48Por eso, sean ustedes perfectos como su Padre celestial es perfecto.
6Mt1»Guárdense de hacer su justicia delante de los hombres con el fin de que los vean; de otro modo no tendrán recompensa de su Padre que está en los cielos.
2»Por lo tanto, cuando des limosna no lo vayas pregonando, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, con el fin de que los alaben los hombres. En verdad les digo que ya recibieron su recompensa. 3Tú, por el contrario, cuando des limosna, que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu mano derecha, 4para que tu limosna quede en lo oculto; de este modo, tu Padre, que ve en lo oculto, te recompensará.
5»Cuando oren, no sean como los hipócritas, que son amigos de orar puestos de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para exhibirse delante de los hombres; en verdad les digo que ya recibieron su recompensa. 6Tú, por el contrario, cuando te pongas a orar, entra en tu aposento y, con la puerta cerrada, ora a tu Padre, que está en lo oculto; y tu Padre, que ve en lo oculto, te recompensará. 7Y al orar no empleen muchas palabras como los gentiles, que piensan que por su locuacidad van a ser escuchados. 8Así pues, no sean como ellos, porque bien sabe su Padre de qué tienen necesidad antes de que se lo pidan. 9Ustedes, en cambio, oren así:
Padre nuestro, que estás en los cielos,
santificado sea tu Nombre;
10venga tu Reino;
hágase tu voluntad,
como en el cielo, también en la tierra;
11danos hoy nuestro pan cotidiano;
12y perdónanos nuestras deudas,
como también nosotros perdonamos
a nuestros deudores;
13y no nos pongas en tentación,
sino líbranos del mal.
14»Porque si les perdonan a los hombres sus ofensas, también los perdonará su Padre celestial. 15Pero si no perdonan a los hombres, tampoco su Padre les perdonará sus pecados.
16»Cuando ayunen no se finjan tristes como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres noten que ayunan. En verdad les digo que ya recibieron su recompensa. 17Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lávate la cara, 18para que no adviertan los hombres que ayunas, sino tu Padre, que está en lo oculto; y tu Padre, que ve en lo oculto, te recompensará.
19»No amontonen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los corroen y donde los ladrones socavan y los roban. 20Amontonen en cambio tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre corroen, y donde los ladrones no socavan ni roban. 21Porque donde está tu tesoro allí estará tu corazón.
22»La lámpara del cuerpo es el ojo. Por eso, si tu ojo es sencillo, todo tu cuerpo estará iluminado. 23Pero si tu ojo es malicioso, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Y si la luz que hay en ti es tinieblas, ¡qué grande será la oscuridad!
24»Nadie puede servir a dos señores, porque o tendrá odio a uno y amor al otro, o prestará su adhesión al primero y menospreciará al segundo: no pueden servir a Dios y a las riquezas.
25»Por eso les digo: no estén preocupados por su vida: qué van a comer; o por su cuerpo: con qué se van a vestir. ¿Es que no vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? 26Miren las aves del cielo: no siembran, ni siegan, ni almacenan en graneros, y su Padre celestial las alimenta. ¿Es que no valen ustedes mucho más que ellas? 27¿Quién de ustedes, por mucho que cavile, puede añadir un solo codo a su estatura? 28Y sobre el vestir, ¿por qué se preocupan? Fíjense en los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan ni hilan, 29y yo les digo que ni Salomón en toda su gloria pudo vestirse como uno de ellos. 30Y si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios la viste así, ¿cuánto más a ustedes, hombres de poca fe? 31Así pues, no anden preocupados diciendo: ¿qué vamos a comer, qué vamos a beber, con qué nos vamos a vestir? 32Por todas esas cosas se afanan los paganos. Bien sabe su Padre celestial que de todo eso están necesitados.
33»Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas se les añadirán. 34Por tanto, no se preocupen por el mañana, porque el mañana traerá su propia preocupación. A cada día le basta su contrariedad.
7Mt1»No juzguen para no ser juzgados. 2Porque con el juicio con que juzguen se les juzgará, y con la medida con que midan se les medirá.
3»¿Por qué te fijas en la mota del ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en el tuyo? 4O ¿cómo vas a decir a tu hermano: «Deja que saque la mota de tu ojo», cuando tú tienes una viga en el tuyo? 5Hipócrita: saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás con claridad cómo sacar la mota del ojo de tu hermano.
6»No den las cosas santas a los perros, ni echen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen con sus patas y al revolverse los despedacen.
7»Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá. 8Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá.
9»¿Quién de entre ustedes, si un hijo suyo le pide un pan, le da una piedra? 10¿O si le pide un pez le da una serpiente? 11Pues si ustedes, siendo malos, saben dar a sus hijos cosas buenas, ¿cuánto más su Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se lo pidan?
12»Todo lo que quieran que hagan los hombres con ustedes, háganlo también ustedes con ellos: ésta es la Ley y los Profetas.
13»Entren por la puerta angosta, porque amplia es la puerta y ancho el camino que conduce a la perdición, y son muchos los que entran por ella. 14¡Qué angosta es la puerta y estrecho el camino que conduce a la Vida, y qué pocos son los que la encuentran!
15»Guárdense bien de los falsos profetas, que se les acercan disfrazados de oveja, pero por dentro son lobos voraces. 16Por sus frutos los conocerán: ¿es que se recogen uvas de los espinos o higos de las zarzas? 17Así, todo árbol bueno da frutos buenos, y todo árbol malo da frutos malos. 18Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. 19Todo árbol que no da buen fruto se corta y se arroja al fuego. 20Por tanto, por sus frutos los conocerán.
21»No todo el que me dice: «Señor, Señor», entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos. 22Muchos me dirán aquel día: «Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y hemos expulsado los demonios en tu nombre, y hemos hecho prodigios en tu nombre?» 23Entonces yo declararé ante ellos: «Jamás los he conocido: apártense de mí, los que obran la iniquidad».
24»Por lo tanto, todo el que oye estas palabras mías y las pone en práctica, es como un hombre prudente que edificó su casa sobre roca; 25y cayó la lluvia y llegaron las riadas y soplaron los vientos: irrumpieron contra aquella casa, pero no se cayó porque estaba cimentada sobre roca.
26»Pero todo el que oye estas palabras mías y no las pone en práctica es como un hombre necio que edificó su casa sobre arena; 27y cayó la lluvia y llegaron las riadas y soplaron los vientos: se precipitaron contra aquella casa, y se derrumbó y fue tremenda su ruina.
28Cuando terminó Jesús estos discursos las multitudes quedaron admiradas de su enseñanza, 29porque les enseñaba como quien tiene potestad y no como los escribas.
8Mt1Al bajar del monte le seguía una gran multitud. 2En esto, se le acercó un leproso, se postró ante él y dijo:
—Señor, si quieres, puedes limpiarme.
3Y extendiendo Jesús la mano, le tocó diciendo:
Y al instante quedó limpio de la lepra.
4Entonces le dijo Jesús:
—Mira, no lo digas a nadie; pero anda, preséntate al sacerdote y lleva la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio.
5Al entrar en Cafarnaún se le acercó un centurión que le rogó:
6—Señor, mi criado yace paralítico en casa con dolores muy fuertes.
—Yo iré y le curaré.
8Pero el centurión le respondió:
—Señor, no soy digno de que entres en mi casa. Pero basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. 9Pues también yo soy un hombre que se encuentra bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes. Le digo a uno: «Vete», y va; y a otro: «Ven», y viene; y a mi siervo: «Haz esto», y lo hace.
10Al oírlo Jesús se admiró y les dijo a los que le seguían:
—En verdad les digo que en nadie de Israel he encontrado una fe tan grande. 11Y les digo que muchos de oriente y occidente vendrán y se sentarán a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el Reino de los Cielos, 12mientras que los hijos del Reino serán arrojados a las tinieblas de afuera: allí habrá llanto y rechinar de dientes.
13Y le dijo Jesús al centurión:
—Vete y que se haga conforme has creído.
Y en aquel momento quedó sano el criado.
14Al llegar Jesús a casa de Pedro vio a la suegra de éste en cama, con fiebre. 15La tomó de la mano y le desapareció la fiebre; entonces ella se levantó y se puso a servirle.