COMENTARIO
Estos ciegos (v. 27) formulan su súplica a Jesús como Hijo de David, es decir, como Mesías esperado. Jesús atiende su ruego y les cura. La posterior curación del endemoniado (v. 33) es un signo más, para aquellas personas y para nosotros, de que Jesús es efectivamente el Mesías que iba a venir (cfr 11,3-5). Jesús se afirma, pues, como Mesías pero prohíbe divulgar la noticia, porque su salvación no es la esperada por una mentalidad nacionalista: su mesianismo es el del siervo humilde que se entrega por los hombres. Puede sorprender la «desobediencia» de los ciegos, que no hacen caso a Jesús y divulgan lo que ha hecho con ellos (v. 31). San Juan Crisóstomo explica su actitud como un no poder contenerse y comenta: «Lo que Él nos quiere enseñar es que jamás hablemos de nosotros mismos ni consintamos que otros nos elogien; mas, si la gloria ha de referirse a Dios, no sólo no hemos de impedirlo, sino que podemos mandarlo» (In Matthaeum 32,1).
Con la curación del mudo, el evangelista deja constancia de cómo se dividen las opiniones ante Jesús: hay quienes con sencillez de corazón reconocen su poder único, y quienes con argumentos retorcidos malinterpretan los signos que realiza.