16Al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; expulsó a los espíritus con su palabra y curó a todos los enfermos, 17para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías:
Él tomó nuestras dolencias
y cargó con nuestras enfermedades.
18Al ver Jesús a la multitud que estaba a su alrededor, ordenó marchar a la otra orilla. 19Y se le acercó un escriba:
—Maestro, te seguiré adonde vayas —le dijo.
20Jesús le contestó:
—Las zorras tienen sus guaridas y los pájaros del cielo sus nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.
21Otro de sus discípulos le dijo:
—Señor, permíteme ir primero a enterrar a mi padre.
22—Sígueme y deja a los muertos enterrar a sus muertos —le respondió Jesús.
23Se subió después a una barca, y le siguieron sus discípulos. 24De repente se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. 25Se le acercaron para despertarle diciendo:
—¡Señor, sálvanos, que perecemos!
26Jesús les respondió:
—¿Por qué se asustan, hombres de poca fe?
Entonces, puesto en pie, increpó a los vientos y al mar y sobrevino una gran calma. 27Los hombres se asombraron y dijeron:
—¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?
28Al llegar a la orilla opuesta, a la región de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados, que salían de los sepulcros, tan furiosos que nadie podía transitar por aquel camino. 29Y en esto, se pusieron a gritar diciendo:
—¿Qué tenemos que ver contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí antes de tiempo para atormentarnos?
30Había no lejos de ellos una gran piara de cerdos paciendo. 31Los demonios le suplicaban:
—Si nos expulsas, envíanos a la piara de cerdos.
32Les respondió:
—Vayan.
Y ellos salieron y entraron en los cerdos. Entonces toda la piara se lanzó corriendo por la pendiente hacia el mar y pereció en el agua. 33Los porqueros huyeron y, al llegar a la ciudad, contaron todas estas cosas, y lo sucedido a los endemoniados. 34Así que toda la ciudad vino al encuentro de Jesús y, cuando le vieron, le rogaron que se alejara de su región.
9Mt1Subió a una barca, cruzó de nuevo el mar y llegó a su ciudad. 2Entonces, le presentaron a un paralítico tendido en una camilla. Al ver Jesús la fe de ellos, le dijo al paralítico:
—Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados.
3Entonces algunos escribas dijeron para sus adentros: «Éste blasfema». 4Conociendo Jesús sus pensamientos, dijo:
—¿Por qué piensan mal en sus corazones? 5¿Qué es más fácil, decir: «Tus pecados te son perdonados», o decir: «Levántate, y anda»? 6Pues para que sepan que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar los pecados —se dirigió entonces al paralítico—, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.
7Él se levantó y se fue a su casa. 8Al ver esto, la gente se atemorizó y glorificó a Dios por haber dado tal potestad a los hombres.
9Al marchar Jesús de allí, vio a un hombre sentado al telonio, que se llamaba Mateo, y le dijo:
—Sígueme.
Él se levantó y le siguió.
10Ya en la casa, estando a la mesa, vinieron muchos publicanos y pecadores y se sentaron también con Jesús y sus discípulos. 11Los fariseos, al ver esto, empezaron a decir a sus discípulos:
—¿Por qué su maestro come con publicanos y pecadores?
12Pero él lo oyó y dijo:
—No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. 13Vayan y aprendan qué sentido tiene: Misericordia quiero y no sacrificio; porque no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores.
14Entonces se le acercaron los discípulos de Juan para decirle:
—¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos con frecuencia y, en cambio, tus discípulos no ayunan?
15Jesús les respondió:
—¿Acaso pueden estar de duelo los amigos del esposo mientras el esposo está con ellos? Ya vendrá el día en que les será arrebatado el esposo; entonces, ya ayunarán.
16»Nadie pone un remiendo de paño nuevo a un vestido viejo, porque lo añadido tira del vestido y se produce un desgarrón peor. 17Ni se echa vino nuevo en odres viejos; porque entonces los odres revientan, y el vino se derrama, y los odres se pierden. El vino nuevo lo echan en odres nuevos y así los dos se conservan.
18Mientras les decía estas cosas, un hombre importante se acercó, se postró ante él y le dijo:
—Mi hija se acaba de morir, pero ven, pon la mano sobre ella y vivirá.
19Jesús se levantó y le siguió con sus discípulos.
20En esto, una mujer que padecía flujo de sangre hacía doce años, acercándose por detrás, tocó el borde de su manto, 21porque se decía a sí misma: «Con sólo tocar su manto me curaré». 22Jesús se volvió y mirándola le dijo:
—Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado.
Y desde ese mismo momento quedó curada la mujer.
23Cuando llegó Jesús a la casa de aquel hombre y vio a los músicos fúnebres y a la gente alterada, comenzó a decir:
24—Retírense; la niña no ha muerto, sino que duerme.
Pero se reían de él. 25Y, cuando echaron de allí a la gente, entró, la tomó de la mano y la niña se levantó. 26Y esta noticia corrió por toda aquella comarca.
27Al marcharse Jesús de allí, le siguieron dos ciegos diciendo a gritos:
—¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!
28Cuando llegó a la casa se le acercaron los ciegos y Jesús les dijo:
—¿Creen que puedo hacer eso?
—Sí, Señor —le respondieron.
29Entonces les tocó los ojos diciendo:
—Que se haga en ustedes conforme a su fe.
30Y se les abrieron los ojos. Pero Jesús les ordenó severamente:
—Miren que nadie lo sepa.
31Ellos, en cambio, en cuanto salieron divulgaron la noticia por toda aquella comarca.
32Nada más irse, le trajeron un endemoniado mudo. 33Después de expulsar al demonio habló el mudo. Y la multitud se quedó admirada diciendo:
—Jamás se ha visto cosa igual en Israel.
34Pero los fariseos decían:
—Expulsa los demonios por el príncipe de los demonios.
35Jesús recorría todas las ciudades y aldeas enseñando en sus sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias.
36Al ver a las multitudes se llenó de compasión por ellas, porque estaban maltratadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor.
37Entonces les dijo a sus discípulos:
—La mies es mucha, pero los obreros pocos. 38Rueguen, por tanto, al señor de la mies que envíe obreros a su mies.
10Mt1Habiendo llamado a sus doce discípulos, les dio potestad para expulsar a los espíritus impuros y para curar todas las enfermedades y dolencias. 2Los nombres de los doce apóstoles son éstos: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan; 3Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el de Alfeo, y Tadeo; 4Simón el Cananeo y Judas Iscariote, el que le entregó.
5A estos doce los envió Jesús, después de darles estas instrucciones:
—No vayan a tierra de gentiles ni entren en ciudad de samaritanos; 6sino vayan primero a las ovejas perdidas de la casa de Israel. 7Vayan y prediquen: «El Reino de los Cielos está al llegar». 8Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, sanen a los leprosos, expulsen los demonios. Gratuitamente lo recibieron, denlo gratuitamente. 9No lleven oro, ni plata, ni dinero en sus bolsas, 10ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón, porque el que trabaja merece su sustento.
11»En cualquier ciudad o aldea en que entren, infórmense sobre quién hay en ella que sea digno; y quédense allí hasta que se vayan. 12Al entrar en una casa denle su saludo. 13Si la casa fuera digna, venga su paz sobre ella; pero si no fuera digna, que su paz vuelva a ustedes. 14Si alguien no los acoge ni escucha sus palabras, al salir de aquella casa o ciudad, sacúdanse el polvo de los pies. 15En verdad les digo que en el día del Juicio la tierra de Sodoma y Gomorra será tratada con menos rigor que esa ciudad.
16»Miren que yo los envío como ovejas en medio de lobos. Por eso, sean sagaces como las serpientes y sencillos como las palomas. 17Guárdense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales, los azotarán en sus sinagogas, 18y serán llevados ante los gobernadores y reyes por causa mía, para que den testimonio ante ellos y los gentiles. 19Pero cuando los entreguen, no se preocupen de cómo o qué deben decir; porque en aquel momento se les comunicará lo que van a decir. 20Pues no son ustedes los que van a hablar, sino que será el Espíritu de su Padre quien hable en ustedes. 21Entonces el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y se levantarán los hijos contra los padres para hacerles morir. 22Y todos los odiarán a causa de mi nombre; pero quien persevere hasta el fin, ése se salvará. 23Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra; en verdad les digo que no acabarán las ciudades de Israel antes que venga el Hijo del Hombre. 24No está el discípulo por encima del maestro, ni el siervo por encima de su señor. 25Al discípulo le basta llegar a ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si al amo de la casa le han llamado Beelzebul, cuánto más a los de su misma casa.
26»No les tengan miedo, porque nada hay oculto que no vaya a ser descubierto, ni secreto que no llegue a saberse. 27Lo que les digo en la oscuridad, díganlo a plena luz; y lo que escucharon al oído, pregónenlo desde los terrados. 28No tengan miedo a los que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma; teman ante todo al que puede hacer perder alma y cuerpo en el infierno. 29¿No se vende un par de pajarillos por un as? Pues bien, ni uno solo de ellos caerá en tierra sin que lo permita su Padre. 30En cuanto a ustedes, hasta los cabellos de su cabeza están todos contados. 31Por tanto, no tengan miedo: ustedes valen más que muchos pajarillos.
32»A todo el que me confiese delante de los hombres, también yo le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. 33Pero al que me niegue delante de los hombres, también yo le negaré delante de mi Padre que está en los cielos.
34»No piensen que he venido a traer la paz a la tierra. No he venido a traer la paz sino la espada. 35Porque he venido a enfrentar
a la hija contra su madre
y a la nuera contra su suegra.
36Y los enemigos del hombre
serán los de su misma casa.
37»Quien ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y quien ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. 38Quien no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. 39Quien encuentre su vida, la perderá; pero quien pierda por mí su vida, la encontrará.
40»Quien a ustedes los recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe al que me ha enviado. 41Quien recibe a un profeta por ser profeta obtendrá recompensa de profeta, y quien recibe a un justo por ser justo obtendrá recompensa de justo. 42Y cualquiera que dé de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por el hecho de ser discípulo, en verdad les digo que no quedará sin recompensa.
11Mt1Cuando terminó Jesús de dar instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí para enseñar y predicar en sus ciudades.
2Entretanto Juan, que en la cárcel había tenido noticia de las obras de Cristo, envió a preguntarle por mediación de sus discípulos:
3—¿Eres tú el que va a venir, o esperamos a otro?
—Vayan y anúncienle a Juan lo que están viendo y oyendo: 5los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio. 6Y bienaventurado el que no se escandalice de mí.
7Cuando ellos se fueron, Jesús se puso a hablar de Juan a la multitud:
—¿Qué salieron a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? 8Entonces, ¿qué salieron a ver? ¿A un hombre vestido con finos ropajes? Dense cuenta de que los que llevan finos ropajes se encuentran en los palacios reales. 9Entonces, ¿qué salieron a ver? ¿A un profeta? Sí, se los aseguro, y más que un profeta. 10Éste es de quien está escrito:
Mira que yo envío a mi mensajero delante de ti,
para que vaya preparándote el camino.
11»En verdad les digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer nadie mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él.
12»Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos padece violencia, y los esforzados lo conquistan. 13Porque todos los Profetas y la Ley profetizaron hasta Juan. 14Y si quiere comprenderlo, él es Elías, el que va a venir. 15El que tenga oídos, que oiga.
16»¿Con quién voy a comparar esta generación? Se parece a unos niños que se sientan en las plazas y les reprochan a sus compañeros:
17«Hemos tocado para ustedes la flauta
y no han bailado;
hemos cantado lamentaciones
y no han hecho duelo».
18»Porque ha venido Juan, que no come ni bebe, y dicen: «Tiene un demonio». 19Ha venido el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: «Miren un hombre comilón y bebedor, amigo de publicanos y pecadores».
»Pero la sabiduría queda acreditada por sus propias obras».
20Entonces se puso a reprochar a las ciudades donde se habían realizado la mayoría de sus milagros, porque no se habían convertido:
21—¡Ay de ti, Corazín, ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran realizado los milagros que se han obrado en ustedes, hace tiempo que habrían hecho penitencia en saco y ceniza. 22Sin embargo, les digo que en el día del Juicio Tiro y Sidón serán tratadas con menos rigor que ustedes.
23»Y tú, Cafarnaún, ¿acaso serás exaltada hasta el cielo? ¡Hasta los infiernos vas a descender! Porque si en Sodoma hubieran sido realizados los milagros que se han obrado en ti, perduraría hasta hoy. 24En verdad les digo que en el día del Juicio la tierra de Sodoma será tratada con menos rigor que tú.
25En aquella ocasión Jesús declaró:
—Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y las has revelado a los pequeños. 26Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. 27Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo.
28»Vengan a mí todos los fatigados y agobiados, y yo los aliviaré. 29Lleven mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus almas: 30porque mi yugo es suave y mi carga es ligera.
12Mt1En aquel tiempo pasaba Jesús un sábado por entre unos sembrados; sus discípulos tuvieron hambre y comenzaron a arrancar unas espigas y a comer. 2Los fariseos, al verlo, le dijeron:
—Mira, tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer el sábado.
3Pero él les respondió:
—¿No han leído lo que hizo David y los que le acompañaban cuando tuvieron hambre? 4¿Cómo entró en la Casa de Dios y comió los panes de la proposición, que no les era lícito comer ni a él ni a los que le acompañaban, sino sólo a los sacerdotes? 5¿Y no han leído en la Ley que, los sábados, los sacerdotes en el Templo quebrantan el descanso y no pecan? 6Les digo que aquí está el que es mayor que el Templo. 7Si hubieran entendido qué sentido tiene: Misericordia quiero y no sacrificio, no habrían condenado a los inocentes. 8Porque el Hijo del Hombre es señor del sábado.
9Cuando salió de allí, entró en su sinagoga 10donde había un hombre que tenía una mano seca. Y le interrogaban para acusarle:
—¿Es lícito curar en sábado?
11Él les respondió:
—¿Quién de ustedes, si tiene una oveja, y el sábado se le cae dentro de un hoyo, no la agarra y la saca? 12Pues cuánto más vale un hombre que una oveja. Por tanto, es lícito hacer el bien en sábado.
13Entonces le dijo al hombre:
—Extiende tu mano.
Y la extendió y quedó sana como la otra.
14Al salir, los fariseos se pusieron de acuerdo contra él, para ver cómo perderle.
15Jesús, sabiéndolo, se alejó de allí, y le siguieron muchos y los curó a todos, 16y les ordenó que no le descubriesen, 17para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías:
18Aquí está mi Siervo, a quien elegí,
mi amado, en quien se complace mi alma.
Pondré mi Espíritu sobre él
y anunciará la justicia a las naciones.
19No disputará ni gritará,
nadie oirá su voz en las plazas.
20No quebrará la caña cascada,
ni apagará la mecha humeante,
hasta que haga triunfar la justicia.
21Y en su nombre pondrán su esperanza las naciones.
22Entonces le trajeron un endemoniado ciego y mudo. Y lo curó, de manera que el mudo hablaba y veía. 23Y toda la multitud se asombraba y decía:
—¿No será éste el Hijo de David?
24Pero los fariseos, al oírlo, dijeron:
—Éste no expulsa los demonios sino por Beelzebul, el príncipe de los demonios.
25Jesús, que conocía sus pensamientos, les replicó:
—Todo reino dividido contra sí mismo queda desolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no se sostendrá. 26Si Satanás expulsa a Satanás, está dividido contra sí mismo. ¿Cómo entonces se sostendrá su reino? 27Y si yo expulso los demonios por Beelzebul, sus hijos ¿por quién los expulsan? Por eso, ellos serán sus jueces. 28Pero si yo expulso los demonios por el Espíritu de Dios, es que el Reino de Dios ha llegado a ustedes. 29¿Cómo puede alguien entrar en la casa de uno que es fuerte y arrebatarle sus bienes, si antes no ata al que es fuerte? Sólo entonces podrá arrebatarle su casa. 30El que no está conmigo está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama.
31»Por lo tanto, les digo que todo pecado y blasfemia se les perdonará a los hombres; pero la blasfemia contra el Espíritu Santo no será perdonada. 32A cualquiera que diga una palabra contra el Hijo del Hombre se le perdonará; pero al que hable contra el Espíritu Santo no se le perdonará ni en este mundo ni en el venidero.
33»O hacen bueno el árbol y bueno su fruto, o hacen malo el árbol y malo su fruto; porque por el fruto se conoce el árbol. 34Raza de víboras, ¿cómo pueden decir cosas buenas, siendo malos? Pues de la abundancia del corazón habla la boca. 35El hombre bueno saca del buen tesoro cosas buenas, pero el hombre malo saca del tesoro malo cosas malas. 36Les digo que de toda palabra vana que hablen los hombres darán cuenta en el día del Juicio. 37Por tus palabras, pues, serás justificado, y por tus palabras serás condenado.
38Entonces algunos escribas y fariseos se dirigieron a él:
—Maestro, queremos ver de ti una señal.
39Él les respondió:
—Esta generación perversa y adúltera pide una señal, pero no se le dará otra señal que la del profeta Jonás. 40Igual que estuvo Jonás en el vientre de la ballena tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en las entrañas de la tierra tres días y tres noches. 41Los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación en el Juicio y la condenarán: porque se convirtieron ante la predicación de Jonás, y dense cuenta de que aquí hay algo más que Jonás. 42La reina del Sur se levantará contra esta generación en el Juicio y la condenará: porque vino de los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y dense cuenta de que aquí hay algo más que Salomón.
43»Cuando el espíritu impuro ha salido de un hombre, vaga por lugares áridos en busca de descanso, pero no lo encuentra. 44Entonces dice: «Volveré a mi casa, de donde salí». Y al llegar la encuentra desocupada, bien barrida y en orden. 45Entonces va, toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrando se instalan allí, con lo que la situación final de aquel hombre resulta peor que la primera. Lo mismo le ocurrirá a esta generación perversa.
46Aún estaba él hablando a las multitudes, cuando su madre y sus hermanos se hallaban fuera intentando hablar con él. 47Alguien le dijo entonces:
—Mira, tu madre y tus hermanos están ahí fuera intentando hablar contigo.
48Pero él respondió al que se lo decía:
—¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?
49Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo:
—Éstos son mi madre y mis hermanos. 50Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.
13Mt1Aquel día salió Jesús de casa y se sentó a la orilla del mar. 2Se reunió en torno a él una multitud tan grande, que tuvo que subir a sentarse en una barca, mientras toda la multitud permanecía en la playa. 3Y se puso a hablarles muchas cosas con parábolas:
—Salió el sembrador a sembrar. 4Y al echar la semilla, parte cayó junto al camino y vinieron los pájaros y se la comieron. 5Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra y brotó pronto por no ser hondo el suelo; 6pero al salir el sol, se agostó y se secó porque no tenía raíz. 7Otra parte cayó entre espinos; crecieron los espinos y la ahogaron. 8Otra, en cambio, cayó en buena tierra y comenzó a dar fruto, una parte el ciento, otra el sesenta y otra el treinta. 9El que tenga oídos, que oiga.
10Los discípulos se acercaron a decirle:
—¿Por qué les hablas con parábolas?
11Él les respondió:
—A ustedes se les ha concedido el conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no se les ha concedido. 12Porque al que tiene se le dará y tendrá en abundancia; pero al que no tiene incluso lo que tiene se le quitará. 13Por eso les hablo con parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. 14Y se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice:
Con el oído oirán, pero no entenderán;
con la vista mirarán, pero no verán.
15Porque se ha embotado el corazón
de este pueblo,
han hecho duros sus oídos,
y han cerrado sus ojos;
no sea que vean con los ojos,
y entiendan con el corazón y se conviertan,
y yo los sane.
16»Bienaventurados, en cambio, sus ojos porque ven y sus oídos porque oyen. 17Porque en verdad les digo que muchos profetas y justos ansiaron ver lo que están viendo y no lo vieron, y oír lo que están oyendo y no lo oyeron.
18»Escuchen, pues, ustedes la parábola del sembrador. 19A todo el que oye la palabra del Reino y no entiende, viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: esto es lo sembrado junto al camino. 20Lo sembrado sobre terreno pedregoso es el que oye la palabra, y al momento la recibe con alegría; 21pero no tiene en sí raíz, sino que es inconstante y, al venir una tribulación o persecución por causa de la palabra, enseguida tropieza y cae. 22Lo sembrado entre espinos es el que oye la palabra, pero las preocupaciones de este mundo y la seducción de las riquezas ahogan la palabra y queda estéril. 23Y lo sembrado en buena tierra es el que oye la palabra y la entiende, y fructifica y produce el ciento, o el sesenta, o el treinta.
24Les propuso otra parábola:
—El Reino de los Cielos es como un hombre que sembró buena semilla en su campo. 25Pero, mientras dormían los hombres, vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue. 26Cuando brotó la hierba y echó espiga, entonces apareció también la cizaña. 27Los siervos del amo de la casa fueron a decirle: «Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?» 28Él les dijo: «Algún enemigo lo habrá hecho». Le respondieron los siervos: «¿Quieres que vayamos a arrancarla?» 29Pero él les respondió: «No, no vaya a ser que, al arrancar la cizaña, arranquen también con ella el trigo. 30Dejen que crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega les diré a los segadores: “Arranquen primero la cizaña y átenla en gavillas para quemarla; el trigo, en cambio, almacénenlo en mi granero”».
—El Reino de los Cielos es como un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo; 32es, sin duda, la más pequeña de todas las semillas, pero cuando ha crecido es la mayor de las hortalizas, y llega a hacerse como un árbol, hasta el punto de que los pájaros del cielo acuden a anidar en sus ramas.
33Les dijo otra parábola:
—El Reino de los Cielos es como la levadura que tomó una mujer y la mezcló con tres medidas de harina, hasta que fermentó todo.
34Todas estas cosas habló Jesús a las multitudes con parábolas y no les solía hablar nada sin parábolas, 35para que se cumpliese lo dicho por medio del Profeta:
Abriré mi boca con parábolas,
proclamaré las cosas que estaban ocultas
desde la creación del mundo.
36Entonces, después de despedir a las multitudes, entró en la casa. Y se acercaron sus discípulos y le dijeron:
—Explícanos la parábola de la cizaña del campo.
Él les respondió:
37—El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre; 38el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del Maligno. 39El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del mundo; los segadores son los ángeles. 40Del mismo modo que se reúne la cizaña y se quema en el fuego, así será al fin del mundo. 41El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles y apartarán de su Reino a todos los que causan escándalo y obran la maldad, 42y los arrojarán en el horno del fuego. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. 43Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. Quien tenga oídos, que oiga.
44»El Reino de los Cielos es como un tesoro escondido en el campo que, al encontrarlo un hombre, lo oculta y, en su alegría, va y vende todo cuanto tiene y compra aquel campo.
45»Asimismo el Reino de los Cielos es como un comerciante que busca perlas finas 46y, cuando encuentra una perla de gran valor, va y vende todo cuanto tiene y la compra.
47»Asimismo el Reino de los Cielos es como una red barredera que se echa en el mar y recoge toda clase de cosas. 48Y cuando está llena la arrastran a la orilla, y se sientan para echar lo bueno en cestos, y lo malo tirarlo fuera. 49Así será al fin del mundo: saldrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos 50y los arrojarán al horno del fuego. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.
51»¿Han entendido todo esto?
—Sí —le respondieron.
52Él les dijo:
—Por eso, todo escriba instruido en el Reino de los Cielos es como un hombre, amo de su casa, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas.
53Cuando terminó Jesús estas parábolas se marchó de allí. 54Y al llegar a su ciudad se puso a enseñarles en su sinagoga, de manera que se quedaban admirados y decían:
—¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos poderes? 55¿No es éste el hijo del artesano? ¿No se llama su madre María y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? 56Y sus hermanas ¿no viven todas entre nosotros? ¿Pues de dónde le viene todo esto?
57Y se escandalizaban de él. Pero Jesús les dijo:
—No hay profeta que no sea menospreciado en su tierra y en su casa.
58Y no hizo allí muchos milagros por su incredulidad.
14Mt1En aquel entonces oyó el tetrarca Herodes la fama de Jesús, 2y les dijo a sus cortesanos:
—Éste es Juan el Bautista, que ha resucitado de entre los muertos, y por eso actúan en él esos poderes.
3Herodes, en efecto, había apresado a Juan, lo había encadenado y lo había metido en la cárcel a causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, 4porque Juan le decía: «No te es lícito tenerla». 5Y aunque quería matarlo, tenía miedo del pueblo porque lo consideraban un profeta.
6El día del cumpleaños de Herodes salió a bailar la hija de Herodías y le gustó tanto a Herodes, 7que juró darle cualquier cosa que pidiese. 8Ella, instigada por su madre, dijo:
—Dame aquí, en esta bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.
9El rey se entristeció, pero por el juramento y por los comensales ordenó dársela. 10Y mandó decapitar a Juan en la cárcel. 11Trajeron su cabeza en la bandeja y se la dieron a la muchacha, que la entregó a su madre. 12Acudieron luego sus discípulos, tomaron el cuerpo muerto, lo enterraron y fueron a dar la noticia a Jesús.
13Al oírlo Jesús se alejó de allí en una barca hacia un lugar apartado él solo. Cuando la gente se enteró le siguió a pie desde las ciudades. 14Al desembarcar vio una gran muchedumbre y se llenó de compasión por ella y curó a los enfermos. 15Al atardecer se acercaron sus discípulos y le dijeron:
—Éste es un lugar apartado y ya ha pasado la hora; despide a la gente para que vayan a las aldeas a comprarse alimentos.
16Pero Jesús les dijo:
—No hace falta que se vayan, denles ustedes de comer.
17Ellos le respondieron:
—Aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.
18Él les dijo:
—Tráiganmelos aquí.
19Entonces mandó a la gente que se acomodara en la hierba. Tomó los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los dio a los discípulos y los discípulos a la gente. 20Comieron todos hasta que quedaron satisfechos, y de los trozos que sobraron recogieron doce cestos llenos. 21Los que comieron eran unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.
22Y enseguida Jesús mandó a los discípulos que subieran a la barca y que se adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. 23Y, después de despedirla, subió al monte a orar a solas. Cuando se hizo de noche seguía él solo allí. 24Mientras tanto, la barca ya se había alejado de tierra muchos estadios, sacudida por las olas, porque el viento le era contrario. 25En la cuarta vigilia de la noche vino hacia ellos caminando sobre el mar. 26Cuando le vieron los discípulos andando sobre el mar, se asustaron y dijeron:
—¡Es un fantasma! —y llenos de miedo empezaron a gritar.
27Pero al instante Jesús les habló:
—Tengan confianza, soy yo, no tengan miedo.
28Entonces Pedro le respondió:
—Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas.
29—Ven —le dijo él.
Y Pedro se bajó de la barca y comenzó a andar sobre las aguas en dirección a Jesús. 30Pero al ver que el viento era muy fuerte se atemorizó y, al empezar a hundirse, se puso a gritar:
—¡Señor, sálvame!
31Al instante Jesús alargó la mano, lo sujetó y le dijo:
—Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?
32Y cuando subieron a la barca se calmó el viento. 33Los que estaban en la barca le adoraron diciendo:
—Verdaderamente eres Hijo de Dios.