COMENTARIO

 Mt 11,16-19 

Las palabras del Señor son continuación necesaria del pasaje anterior. El Bautista y sus discípulos han comprobado que las obras de Jesús son las obras del Mesías (11,2-6), pero los jefes del pueblo siguen en sus trece acusando a Jesús. Por ello, Jesucristo se remite nuevamente a las «obras» (v. 19): son ellas las que atestiguan la verdad de su ser y de su misión.

Con la alusión a alguna canción popular, o a un juego de los niños de entonces (v. 17), el Señor reprocha a quienes se resisten a reconocerle la sinrazón de sus excusas. Los niños tercos, como en otros textos bíblicos, son vistos aquí no en su ingenuidad sino en su falta de juicio maduro: «La necedad está atada al corazón del muchacho, la vara de la instrucción la alejará de él» (Pr 22,15). Por el contexto, la reprensión se dirige a los jefes del pueblo que acusan a Jesús de comilón y bebedor, amigo de publicanos y pecadores (v. 19; cfr 9,9-17). Las palabras del Señor son también una advertencia para nuestra insensatez, pues corremos el riesgo de no darnos cuenta de la grandeza de la plenitud de vida que Dios nos ha dado con Jesucristo: «Llegaremos a la consumación cuando llegue el tiempo prefijado por el Padre, cuando, dejando de ser niños, alcancemos la medida del hombre perfecto. Así le agradó al Padre de los siglos, que lo determinó de esta forma para que no volviéramos a recaer en la insensatez infantil, y no se perdieran de nuevo sus dones» (S. Anastasio de Antioquía, Sermones 5,7).

Volver a Mt 11,16-19