COMENTARIO
Ahora, con un milagro, Jesús corrobora su enseñanza sobre el sábado y su potestad sobre él. El lector capta enseguida la desproporción entre la acción valiente del Señor y la mezquindad de los que le acechan: «Manda salir en medio al enfermo intentando conmoverlos con su vista, a ver si, compadecidos del espectáculo alejaban su malicia, y, por consideración a aquel desgraciado, ponían fin a su fiereza. Pero aquellos hombres (…) prefieren que sufra la reputación de Cristo, que no que sea curado aquel pobre hombre. Con lo cual ponen al descubierto doblemente su malicia: primero con su guerra declarada a Cristo y luego, porque se la hacen con tal encarnizamiento que no vacilan en perjudicar la salud de los demás» (S. Juan Crisóstomo, In Matthaeum 40,1).