COMENTARIO
Tiro y Sidón son dos ciudades fenicias, en la costa del Mediterráneo, hoy día pertenecientes al Líbano. Nunca formaron parte de Galilea, pero se encuentran cerca de su frontera noroeste. Por tanto, en tiempos de Jesús caían fuera de los dominios de Herodes Antipas. Allí se retira el Señor tal vez para evitar la persecución de éste y de los judíos, y atender de modo más intenso a la formación de sus Apóstoles. En la región de Tiro y Sidón la mayoría de los habitantes eran paganos. San Mateo llama a esta mujer «cananea» ya que según el Génesis (10,15) esta zona fue una de las primeras colonias de los cananeos; San Marcos la llama «sirofenicia» (Mc 7,26). Ambos evangelios resaltan su condición de pagana, con lo que adquiere mayor relieve su fe en el Señor. Pero esta fe tan grande se compone de actos puntuales y audaces: la mujer pide aunque parezca inoportuna (v. 23), insiste aunque se tenga por indigna (vv. 24-26), persevera ante las dificultades (v. 27) y al fin logra lo que quiere (v. 28). «Vemos muchas veces que el Señor no nos concede enseguida lo que pedimos; esto lo hace para que lo deseemos con más ardor, o para que apreciemos mejor lo que vale. Tal retraso no es una negativa sino una prueba que nos dispone a recibir más abundantemente lo que pedimos» (S. Juan B. María Vianney, Sermón sobre la oración).