34Acabaron la travesía y llegaron a tierra a la altura de Genesaret. 35Al reconocerlo los hombres de aquel lugar mandaron aviso a toda la comarca y le trajeron a todos los que se sentían mal, 36y le suplicaban poder tocar aunque sólo fuera el borde de su manto. Y todos los que lo tocaron quedaron sanos.
15Mt1Por entonces unos fariseos y escribas de Jerusalén se acercaron a Jesús y le dijeron:
2—¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de nuestros mayores? Pues, cuando comen pan, no se lavan las manos.
3Él les respondió:
—¿Y por qué ustedes quebrantan el mandamiento de Dios por su tradición? 4Porque Dios dijo: Honra a tu padre y a tu madre. Y el que maldiga a su padre o a su madre, que sea castigado con la muerte. 5Ustedes, en cambio, dicen que si alguien le dice a su padre o a su madre: «Que sea declarada ofrenda cualquier cosa que pudieras recibir de mí», 6ése ya no tiene obligación de honrar a su padre. Así han anulado la palabra de Dios por su tradición. 7Hipócritas, bien profetizó de ustedes Isaías cuando dijo:
8Este pueblo me honra con los labios,
pero su corazón está muy lejos de mí.
9Inútilmente me dan culto,
mientras enseñan doctrinas
que son preceptos humanos.
10Y después de llamar a la multitud les dijo:
—Escuchen y entiéndanlo bien. 11Lo que entra por la boca no hace impuro al hombre, sino lo que sale de la boca: eso sí hace impuro al hombre.
12Entonces se acercaron los discípulos a decirle:
—¿Sabes que los fariseos se han escandalizado al oír tus palabras?
13Pero él les respondió:
—Toda planta que no plantó mi Padre celestial será arrancada. 14Déjenlos, son ciegos, guías de ciegos; y si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en el hoyo.
15Pedro entonces tomó la palabra y le dijo:
—Explícanos esa parábola.
16Él respondió:
—¿También ustedes son todavía incapaces de entender? 17¿No saben que todo lo que entra por la boca pasa al vientre y luego se echa en la cloaca? 18Por el contrario, lo que sale de la boca procede del corazón, y eso es lo que hace impuro al hombre. 19Porque del corazón proceden los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los robos, los falsos testimonios y las blasfemias. 20Estas cosas son las que hacen al hombre impuro; pero comer sin lavarse las manos no hace impuro al hombre.
21Después que Jesús salió de allí, se retiró a la región de Tiro y Sidón. 22En esto una mujer cananea, venida de aquellos contornos, se puso a gritar:
—¡Señor, Hijo de David, apiádate de mí! Mi hija está poseída cruelmente por el demonio.
23Pero él no le respondió palabra. Entonces, se le acercaron sus discípulos para rogarle:
—Atiéndela y que se vaya, porque viene gritando detrás de nosotros.
24Él respondió:
—No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
25Ella, no obstante, se acercó y se postró ante él diciendo:
—¡Señor, ayúdame!
26Él le respondió:
—No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perrillos.
27Pero ella dijo:
—Es verdad, Señor, pero también los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.
28Entonces Jesús le respondió:
—¡Mujer, qué grande es tu fe! Que sea como tú quieres.
Y su hija quedó sana en aquel instante.
29Y cuando Jesús se marchó de aquel lugar, vino junto al mar de Galilea, subió al monte y se sentó allí. 30Acudió a él mucha gente que traía consigo cojos, ciegos, lisiados, mudos y otros muchos enfermos, y los pusieron a sus pies, y él los curó; 31de tal modo que se maravillaba la multitud viendo hablar a los mudos y restablecerse a los lisiados, andar a los cojos y ver a los ciegos. Y glorificaban al Dios de Israel.
32Jesús llamó a sus discípulos y dijo:
—Me da mucha pena la muchedumbre, porque ya llevan tres días conmigo y no tienen qué comer, y no quiero despedirlos en ayunas, no vaya a ser que desfallezcan en el camino.
33Pero le decían los discípulos:
—¿De dónde vamos a sacar en un desierto panes suficientes para alimentar a tan gran muchedumbre?
34Jesús les dijo:
—¿Cuántos panes tienen?
—Siete y unos pocos pececillos —respondieron ellos.
35Entonces ordenó a la multitud que se acomodase en el suelo. 36Tomó los siete panes y los peces y, después de dar gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la multitud.
37Y comieron todos y quedaron satisfechos. Con los trozos sobrantes recogieron siete espuertas llenas. 38Los que comieron eran cuatro mil hombres sin contar mujeres y niños. 39Después de despedir a la muchedumbre, subió a la barca y se fue a los confines de Magadán.
16Mt1Se acercaron los fariseos y saduceos y, para tentarle, le rogaron que les hiciera ver una señal del cielo. 2Él les respondió:
—Al atardecer dicen que va a hacer buen tiempo, porque está el cielo arrebolado; 3y por la mañana, que hoy habrá tormenta, porque el cielo está rojizo y sombrío. ¿Así que saben descubrir el aspecto del cielo y no pueden descubrir los signos de los tiempos? 4Esta generación perversa y adúltera pide una señal, pero no se le dará otra señal que la de Jonás.
Y los dejó y se marchó.
5Al pasar los discípulos a la otra orilla se olvidaron de llevar panes. 6Jesús les dijo:
—Estén alerta y guárdense de la levadura de los fariseos y saduceos.
7Pero ellos comentaban entre sí: «No hemos traído panes». 8Al darse cuenta Jesús, dijo:
—Hombres de poca fe. ¿Por qué van comentando entre ustedes que no tienen panes? 9¿Todavía no entienden? ¿No se acuerdan de los cinco panes para los cinco mil hombres y de cuántos cestos recogieron? 10¿Ni de los siete panes para los cuatro mil hombres y de cuántas espuertas recogieron? 11¿Cómo no entienden que no me refería a los panes? Guárdense de la levadura de los fariseos y saduceos.
12Entonces comprendieron que no se había referido a guardarse de la levadura del pan, sino de la enseñanza de los fariseos y saduceos.
13Cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, comenzó a preguntar a sus discípulos:
—¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?
14Ellos respondieron:
—Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, y otros que Jeremías o alguno de los profetas.
15Él les dijo:
—Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?
16Respondió Simón Pedro:
—Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.
17Jesús le respondió:
—Bienaventurado eres, Simón, hijo de Juan, porque no te ha revelado eso ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. 18Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. 19Te daré las llaves del Reino de los Cielos; y todo lo que ates sobre la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desates sobre la tierra quedará desatado en los cielos.
20Entonces ordenó a los discípulos que no dijeran a nadie que él era el Cristo.
21Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y padecer mucho por causa de los ancianos, de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas, y ser llevado a la muerte y resucitar al tercer día.
22Pedro, tomándolo aparte, se puso a reprenderle diciendo:
—¡Dios te libre, Señor! De ningún modo te ocurrirá eso.
23Pero él se volvió hacia Pedro y le dijo:
—¡Apártate de mí, Satanás! Eres escándalo para mí, porque no sientes las cosas de Dios sino las de los hombres.
24Entonces les dijo Jesús a sus discípulos:
—Si alguno quiere venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que me siga. 25Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará.
26»Porque, ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida?, o ¿qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? 27Porque el Hijo del Hombre va a venir en la gloria de su Padre acompañado de sus ángeles, y entonces retribuirá a cada uno según su conducta. 28En verdad les digo que hay algunos de los aquí presentes que no sufrirán la muerte hasta que vean al Hijo del Hombre venir en su Reino.
17Mt1Seis días después, Jesús se llevó con él a Pedro, a Santiago y a Juan su hermano, y los condujo a un monte alto, a ellos solos. 2Y se transfiguró ante ellos, de modo que su rostro se puso resplandeciente como el sol, y sus vestidos blancos como la luz. 3En esto, se les aparecieron Moisés y Elías hablando con él. 4Pedro, tomando la palabra, le dijo a Jesús:
—Señor, qué bien estamos aquí; si quieres haré aquí tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
5Todavía estaba hablando, cuando una nube de luz los cubrió y una voz desde la nube dijo:
—Éste es mi Hijo, el Amado, en quien me he complacido: escúchenle.
6Los discípulos al oírlo cayeron de bruces llenos de temor. 7Entonces se acercó Jesús y los tocó y les dijo:
—Levántense y no tengan miedo.
8Al alzar sus ojos no vieron a nadie: sólo a Jesús. 9Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó:
—No cuenten a nadie la visión hasta que el Hijo del Hombre haya resucitado de entre los muertos.
10Sus discípulos le preguntaron:
—¿Por qué entonces dicen los escribas que Elías debe venir primero?
11Él les respondió:
—Elías ciertamente vendrá y restablecerá todas las cosas. 12Pero yo les digo que Elías ya ha venido y no lo han reconocido, sino que han hecho con él lo que han querido. Así también el Hijo del Hombre va a padecer a manos de ellos.
13Entonces comprendieron los discípulos que les hablaba de Juan el Bautista.
14Al llegar donde la multitud, se acercó a él un hombre, se puso de rodillas 15y le suplicó:
—Señor, ten compasión de mi hijo, porque está lunático y sufre mucho; muchas veces se cae al fuego y otras al agua. 16Lo he traído a tus discípulos y no lo han podido curar.
17Jesús contestó:
—¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganmelo aquí.
18Le increpó Jesús y salió de él el demonio, y quedó curado el muchacho desde aquel momento.
19Luego los discípulos se acercaron a solas a Jesús y le dijeron:
—¿Por qué nosotros no hemos podido expulsarlo?
20—Por su poca fe —les dijo—. Porque les aseguro que si tuvieran fe como un grano de mostaza, podrían decir a este monte: «Trasládate de aquí allá», y se trasladaría, y nada les sería imposible. (21)
22Cuando estaban en Galilea les dijo Jesús:
—El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, 23y lo matarán, pero al tercer día resucitará.
Y se pusieron muy tristes.
24Al llegar a Cafarnaún, se acercaron a Pedro los recaudadores del tributo y le dijeron:
—¿No va a pagar su Maestro el tributo?
25—Sí —respondió.
Al entrar en la casa se anticipó Jesús y le dijo:
—¿Qué te parece, Simón? ¿De quiénes reciben tributo o censo los reyes de la tierra: de sus hijos o de los extraños?
26Al responderle que de los extraños, le dijo Jesús:
—Luego los hijos están exentos; 27pero para no escandalizarlos, vete al mar, echa el anzuelo y el primer pez que pique sujétalo, ábrele la boca y encontrarás un estáter; lo tomas y lo das por mí y por ti.
18Mt1En aquella ocasión se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
—¿Quién piensas que es el mayor en el Reino de los Cielos?
2Entonces llamó a un niño, lo puso en medio de ellos 3y dijo:
—En verdad les digo: si no se convierten y se hacen como los niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. 4Pues todo el que se humille como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos; 5y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe. 6Pero al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgasen al cuello una piedra de molino, de las que mueve un asno, y lo hundieran en el fondo del mar. 7¡Ay del mundo por los escándalos! Es inevitable que vengan los escándalos. Sin embargo, ¡ay del hombre por cuya culpa se produce el escándalo! 8Si tu mano o tu pie te escandaliza, córtatelo y arrójalo lejos de ti. Más te vale entrar en la Vida manco o cojo, que con las dos manos o los dos pies ser arrojado al fuego eterno. 9Y si tu ojo te escandaliza, arráncatelo y tíralo lejos de ti. Más te vale entrar tuerto en la Vida, que con los dos ojos ser arrojado al fuego del infierno.
10»Guárdense de despreciar a uno de estos pequeños, porque les digo que sus ángeles en los cielos están viendo siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos. (11)
12»¿Qué les parece? Si a un hombre que tiene cien ovejas se le pierde una de ellas, ¿no dejará las noventa y nueve en el monte y saldrá a buscar la que se le había perdido? 13Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se habían perdido. 14Del mismo modo, no es voluntad de su Padre que está en los cielos que se pierda ni uno solo de estos pequeños.
15»Si tu hermano peca contra ti, vete y corrígele a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. 16Si no escucha, toma entonces contigo a uno o dos, para que cualquier asunto quede firme por la palabra de dos o tres testigos. 17Pero si no quiere escucharlos, díselo a la Iglesia. Si tampoco quiere escuchar a la Iglesia, tenlo por pagano y publicano.
18»Les aseguro que todo lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo.
19»Les aseguro también que si dos de ustedes se ponen de acuerdo en la tierra sobre cualquier cosa que quieran pedir, mi Padre que está en los cielos se lo concederá. 20Pues donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
21Entonces, se acercó Pedro a preguntarle:
—Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano cuando peque contra mí? ¿Hasta siete?
22Jesús le respondió:
—No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. 23Por eso el Reino de los Cielos viene a ser como un rey que quiso arreglar cuentas con sus siervos. 24Puesto a hacer cuentas, le presentaron uno que le debía diez mil talentos. 25Como no podía pagar, el señor mandó que fuese vendido él con su mujer y sus hijos y todo lo que tenía, y que así pagase. 26Entonces el siervo, se echó a sus pies y le suplicaba: «Ten paciencia conmigo y te pagaré todo». 27El señor, compadecido de aquel siervo, lo mandó soltar y le perdonó la deuda. 28Al salir aquel siervo, encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándole, lo ahogaba y le decía: «Págame lo que me debes». 29Su compañero, se echó a sus pies y se puso a rogarle: «Ten paciencia conmigo y te pagaré». 30Pero él no quiso, sino que fue y lo hizo meter en la cárcel, hasta que pagase la deuda. 31Al ver sus compañeros lo ocurrido, se disgustaron mucho y fueron a contar a su señor lo que había pasado. 32Entonces su señor lo mandó llamar y le dijo: «Siervo malvado, yo te he perdonado toda la deuda porque me lo has suplicado. 33¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo la he tenido de ti?» 34Y su señor, irritado, lo entregó a los verdugos, hasta que pagase toda la deuda. 35Del mismo modo hará con ustedes mi Padre celestial, si cada uno no perdona de corazón a su hermano.
19Mt1Cuando terminó Jesús estos discursos, partió de Galilea y fue a la región de Judea, al otro lado del Jordán. 2Y le siguieron grandes multitudes, y allí les curó. 3Se acercaron entonces a él unos fariseos y le preguntaron para tentarle:
—¿Le es lícito a un hombre repudiar a su mujer por cualquier motivo?
4Él respondió:
—¿No han leído que al principio el Creador los hizo hombre y mujer, 5y que dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne? 6De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.
7Ellos le replicaron:
—¿Por qué entonces Moisés mandó dar el libelo de repudio y despedirla?
8Él les respondió:
—Moisés les permitió repudiar a sus mujeres a causa de la dureza de su corazón; pero al principio no fue así. 9Sin embargo, yo les digo: cualquiera que repudie a su mujer —a no ser por fornicación— y se case con otra, comete adulterio.
10Le dicen los discípulos:
—Si esa es la condición del hombre con respecto a su mujer, no trae cuenta casarse.
11—No todos son capaces de entender esta doctrina —les respondió él—, sino aquellos a quienes se les ha concedido. 12En efecto, hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre; también hay eunucos que han quedado así por obra de los hombres; y los hay que se han hecho eunucos a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien sea capaz de entender, que entienda.
13Entonces le presentaron unos niños para que les impusiera las manos y orase; pero los discípulos les reñían. 14Ante esto, Jesús dijo:
—Dejen a los niños y no les impidan que vengan conmigo, porque de los que son como ellos es el Reino de los Cielos.
15Y después de imponerles las manos, se marchó de allí.
16Y se le acercó uno, y le dijo:
—Maestro, ¿qué obra buena debo hacer para alcanzar la vida eterna?
17Él le respondió:
—¿Por qué me preguntas sobre lo bueno? Uno sólo es el bueno. Pero si quieres entrar en la Vida, guarda los mandamientos.
18—¿Cuáles? —le preguntó.
Jesús le respondió:
—No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no dirás falso testimonio, 19honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo.
20—Todo esto lo he guardado —le dijo el joven—. ¿Qué me falta aún?
21Jesús le respondió:
—Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes y dáselos a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos. Luego, ven y sígueme.
22Al oír el joven estas palabras se marchó triste, porque tenía muchas posesiones.
23Jesús les dijo entonces a sus discípulos:
—En verdad les digo: difícilmente entrará un rico en el Reino de los Cielos. 24Es más, les digo que es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios.
25Cuando oyeron esto sus discípulos, se quedaron muy asombrados y decían:
—Entonces, ¿quién puede salvarse?
26Jesús, con la mirada fija en ellos, les dijo:
—Para el hombre esto es imposible; para Dios, sin embargo, todo es posible.
27Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo:
—Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido, ¿qué recompensa tendremos?
28Jesús les respondió:
—En verdad les digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en su trono de gloria, ustedes, los que me han seguido, también se sentarán sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. 29Y todo el que haya dejado casa, hermanos o hermanas, padre o madre, o hijos, o campos, por causa de mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará la vida eterna. 30Porque muchos primeros serán últimos y muchos últimos serán primeros.
20Mt1»El Reino de los Cielos es como un hombre, dueño de una propiedad, que salió al amanecer a contratar obreros para su viña. 2Después de haber convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. 3Salió también hacia la hora tercia y vio a otros que estaban en la plaza parados, 4y les dijo: «Vayan también ustedes a mi viña y les daré lo que sea justo». 5Ellos marcharon. De nuevo salió hacia la hora sexta y de nona e hizo lo mismo. 6Hacia la hora undécima volvió a salir y todavía encontró a otros parados, y les dijo: «¿Cómo es que están aquí todo el día ociosos?» 7Le contestaron: «Porque nadie nos ha contratado». Les dijo: «Vayan también ustedes a mi viña». 8A la caída de la tarde le dijo el amo de la viña a su administrador: «Llama a los obreros y dales el jornal, empezando por los últimos hasta llegar a los primeros». 9Vinieron los de la hora undécima y percibieron un denario cada uno. 10Y cuando llegaron los primeros pensaron que cobrarían más, pero también ellos recibieron un denario cada uno. 11Al recibirlo, se pusieron a murmurar contra el dueño: 12«A estos últimos que han trabajado sólo una hora los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado el peso del día y del calor». 13Él le respondió a uno de ellos: «Amigo, no te hago ninguna injusticia; ¿acaso no conviniste conmigo en un denario? 14Toma lo tuyo y vete; quiero dar a este último lo mismo que a ti. 15¿No puedo yo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O es que vas a ver con malos ojos que yo sea bueno?» 16Así los últimos serán primeros y los primeros últimos.
17Cuando subía Jesús camino de Jerusalén tomó aparte a sus doce discípulos y les dijo:
18—Miren, subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los príncipes de los sacerdotes y a los escribas, le condenarán a muerte, 19y le entregarán a los gentiles para burlarse de él y azotarlo y crucificarlo, pero al tercer día resucitará.
20Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró ante él para hacerle una petición. 21Él le preguntó:
—¿Qué quieres?
Ella le dijo:
—Di que estos dos hijos míos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y otro a tu izquierda.
22Jesús respondió:
—No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que yo he de beber?
—Podemos —le dijeron.
23Él añadió:
—Beberán mi cáliz; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde concederlo, sino que es para quienes está dispuesto por mi Padre.
24Al oír esto, los diez se indignaron contra los dos hermanos. 25Pero Jesús les llamó y les dijo:
—Saben que los que gobiernan las naciones las oprimen y los poderosos las avasallan. 26No tiene que ser así entre ustedes; al contrario: quien entre ustedes quiera llegar a ser grande, que sea su servidor; 27y quien entre ustedes quiera ser el primero, que sea su esclavo. 28De la misma manera que el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en redención de muchos.
29Al salir de Jericó le seguía una gran multitud. 30En esto, dos ciegos sentados al lado del camino, en cuanto oyeron que pasaba Jesús, se pusieron a gritar:
—¡Señor, Hijo de David, ten piedad de nosotros!
31La multitud les reprendía para que se callaran, pero ellos gritaban más fuerte diciendo:
—¡Señor, Hijo de David, ten piedad de nosotros!
32Jesús se paró, los llamó y les dijo:
—¿Qué quieren que les haga?
33—Señor, que se abran nuestros ojos —le respondieron.
34Jesús, compadecido, les tocó los ojos y al instante recobraron la vista y le siguieron.
21Mt1Al acercarse a Jerusalén y llegar a Betfagé, junto al Monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos, 2diciéndoles:
—Vayan a la aldea que tienen enfrente y encontrarán enseguida un asna atada, con un borrico al lado; desátenlos y tráiganmelos. 3Si alguien les dice algo, le responderán que el Señor los necesita y que enseguida los devolverá.
4Esto sucedió para que se cumpliera lo dicho por medio del Profeta:
5Digan a la hija de Sión:
«Mira, tu Rey viene hacia ti
con mansedumbre, sentado sobre un asna,
sobre un borrico, hijo de animal de carga».
6Los discípulos marcharon e hicieron como Jesús les había ordenado. 7Trajeron el asna y el borrico, pusieron sobre ellos los mantos y él se montó encima. 8Una gran multitud extendió sus propios mantos por el camino; otros cortaban ramas de árboles y las echaban por el camino. 9Las multitudes que iban delante de él y las que seguían detrás gritaban diciendo:
—¡Hosanna al Hijo de David!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Hosanna en las alturas!
10Al entrar en Jerusalén, se conmovió toda la ciudad y se preguntaban:
—¿Quién es éste?
11—Éste es el profeta Jesús, el de Nazaret de Galilea —decía la multitud.
12Entró Jesús en el Templo y expulsó a todos los que vendían y compraban en el Templo; volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas, 13mientras les decía:
—Escrito está: Mi casa será llamada casa de oración, pero ustedes la están convirtiendo en una cueva de ladrones.
14Mientras estaba en el Templo, se acercaron a él ciegos y cojos y los curó.
15Los príncipes de los sacerdotes y los escribas, al ver los milagros que hacía y a los niños que aclamaban en el Templo y decían: «Hosanna al Hijo de David», se indignaron 16y le dijeron:
—¿Oyes lo que dicen éstos?
—Sí —les respondió Jesús—. ¿No han leído nunca: De la boca de los pequeños y de los niños de pecho te preparaste la alabanza?
17Y los dejó, salió fuera de la ciudad, a Betania, y allí pasó la noche.
18Muy de mañana, cuando volvía a la ciudad, sintió hambre. 19Viendo una higuera junto al camino, se acercó, pero no encontró en ella nada más que hojas. Y le dijo:
—Que nunca jamás brote de ti fruto alguno.
Y al instante se secó la higuera. 20Al ver esto los discípulos se maravillaron y dijeron:
—¿Cómo tan de repente se ha secado la higuera?
—En verdad les digo que si tienen fe y no dudan, no sólo harán lo de la higuera, sino que incluso si le dicen a este monte: «Arráncate y échate al mar», se hará. 22Y todo cuanto pidan con fe en la oración lo recibirán.
23Llegó al Templo, y mientras estaba enseñando se le acercaron los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo, y le preguntaron:
—¿Con qué potestad haces estas cosas? ¿Y quién te ha dado tal potestad?
24Jesús les respondió:
—También yo les voy a hacer una pregunta; si me la contestan, entonces yo les diré con qué potestad hago estas cosas. 25El bautismo de Juan ¿de dónde era?, ¿del cielo o de los hombres?
Ellos deliberaban entre sí: «Si decimos que del cielo, nos replicará: “¿Por qué, pues, no le creyeron?” 26Si decimos que de los hombres, tememos a la gente; pues todos tienen a Juan por profeta». 27Y respondieron a Jesús:
—No lo sabemos.
Entonces él les dijo:
—Pues tampoco yo les digo con qué potestad hago estas cosas.
28»¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos; dirigiéndose al primero, le mandó: «Hijo, vete hoy a trabajar en la viña». 29Pero él le contestó: «No quiero». Sin embargo se arrepintió después y fue. 30Se dirigió entonces al segundo y le dijo lo mismo. Éste le respondió: «Voy, señor»; pero no fue. 31¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?
—El primero —dijeron ellos.
Jesús prosiguió:
—En verdad les digo que los publicanos y las meretrices van a estar por delante de ustedes en el Reino de Dios. 32Porque vino Juan a ustedes con un camino de justicia y no le creyeron; en cambio, los publicanos y las meretrices le creyeron. Pero ustedes, ni siquiera viendo esto se arrepintieron después para poder creerle.
33Escuchen otra parábola:
—Había un hombre, dueño de una propiedad, que plantó una viña, la rodeó de una cerca y cavó en ella un lagar, edificó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó lejos de allí. 34Cuando se acercó el tiempo de los frutos, envió a sus siervos a los labradores para recibir sus frutos. 35Pero los labradores agarraron a los siervos y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y a otro lo lapidaron. 36De nuevo envió a otros siervos, más numerosos que los primeros, pero les hicieron lo mismo. 37Por último les envió a su hijo, pensando: «A mi hijo lo respetarán». 38Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: «Éste es el heredero. Vamos, lo mataremos y nos quedaremos con su heredad». 39Y lo agarraron, lo sacaron fuera de la viña y lo mataron. 40Cuando venga el amo de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?
41Le contestaron:
—A esos malvados les dará una mala muerte, y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo.
42Jesús les dijo:
—¿Acaso no han leído en las Escrituras:
La piedra que rechazaron los constructores,
ésta ha llegado a ser la piedra angular.
Es el Señor quien ha hecho esto
y es admirable a nuestros ojos?
43Por esto les digo que se les quitará el Reino de Dios y se entregará a un pueblo que rinda sus frutos. 44Y quien caiga sobre esta piedra se despedazará, y al que le caiga encima lo aplastará.
45Al oír los príncipes de los sacerdotes y los fariseos sus parábolas, comprendieron que se refería a ellos.
46Y aunque querían prenderlo, tuvieron miedo a la multitud, porque lo tenían como profeta.
22Mt1Jesús les habló de nuevo con parábolas y dijo:
2—El Reino de los Cielos es como un rey que celebró las bodas de su hijo, 3y envió a sus siervos a llamar a los invitados a las bodas; pero éstos no querían acudir. 4Nuevamente envió a otros siervos diciéndoles: «Digan a los invitados: miren que tengo preparado ya mi banquete, se ha hecho la matanza de mis terneros y mis reses cebadas, y todo está a punto; vengan a las bodas». 5Pero ellos, sin hacer caso, se marcharon: quien a su campo, quien a su negocio. 6Los demás echaron mano a los siervos, los maltrataron y los mataron. 7El rey se encolerizó, y envió a sus tropas a acabar con aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad. 8Luego les dijo a sus siervos: «Las bodas están preparadas pero los invitados no eran dignos. 9Así que marchen a los cruces de los caminos y llamen a las bodas a cuantos encuentren». 10Los siervos salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos; y se llenó de comensales la sala de bodas. 11Entró el rey para ver a los comensales, y se fijó en un hombre que no vestía traje de boda; 12y le dijo: «Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin llevar traje de boda?» Pero él se calló. 13Entonces el rey les dijo a los servidores: «Átenlo de pies y manos y échenlo a las tinieblas de afuera; allí habrá llanto y rechinar de dientes». 14Porque muchos son los llamados, pero pocos los elegidos.
15Entonces los fariseos se retiraron y se pusieron de acuerdo para ver cómo podían cazarle en alguna palabra. 16Y le enviaron a sus discípulos, con los herodianos, a que le preguntaran:
—Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas de verdad el camino de Dios, y que no te dejas llevar por nadie, pues no haces acepción de personas. 17Dinos, por tanto, qué te parece: ¿es lícito dar tributo al César, o no?
18Conociendo Jesús su malicia, respondió:
—¿Por qué me tientan, hipócritas? 19Enséñenme la moneda del tributo.
Y ellos le mostraron un denario.
20Él les dijo:
—¿De quién es esta imagen y esta inscripción?
21—Del César —contestaron.
Entonces les dijo:
—Den, pues, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
22Al oírlo se quedaron admirados, lo dejaron y se fueron.
23Aquel mismo día se le acercaron unos saduceos —que niegan la resurrección— y le preguntaron:
24—Maestro, Moisés dijo: Si alguien muere sin tener hijos, su hermano se casará con la mujer y dará descendencia a su hermano. 25Pues bien, había entre nosotros siete hermanos. El primero se casó y falleció, y, al no tener descendencia, dejó su mujer a su hermano. 26Lo mismo sucedió con el segundo y el tercero, hasta el séptimo. 27Después de todos ellos, murió la mujer. 28Entonces, en la resurrección, ¿de cuál de los siete será esposa?, porque la tuvieron todos.
29Jesús les respondió:
—Están equivocados por no entender las Escrituras ni el poder de Dios: 30porque en la resurrección no se casarán ni ellas ni ellos, sino que serán en el cielo como los ángeles. 31Y sobre la resurrección de los muertos, ¿no han leído lo que les dejó dicho Dios: 32Yo soy el Dios de Abrahán y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? No es Dios de muertos sino de vivos.
33Y la muchedumbre, al oírlo, quedaba admirada de su enseñanza.