COMENTARIO

 Mt 17,14-20 

Con la curación de este muchacho, Jesús nos enseña la importancia de la fe en la oración. La fuerza de la comparación del Señor (v. 20) estriba en que la simiente de la mostaza es un granito sumamente pequeño que, sin embargo, produce una gran planta que puede alcanzar más de tres metros de altura. Así, los cristianos, en virtud de nuestra unión con Cristo, participamos, de alguna manera, de la misma omnipotencia de Dios. El giro «trasladar montañas» probablemente era una manera proverbial de decir, pero, en cualquier caso, expresa la fuerza de la oración sincera.

El episodio, leído a continuación de la Transfiguración, nos enseña también que en «la montaña» (cfr 17,1-5), cuando se percibe la gloria del Señor, es fácil creer; en cambio, en el ajetreo de la vida cotidiana es más difícil y a veces tenemos poca fe (cfr v. 20). Por eso, la fe exige un ejercicio continuo de vida de fe. Creer es vivir de fe, y esa fe robustecida nos hace capaces de obrar por encima de nuestras fuerzas: «La fe, aunque por su nombre es una, tiene dos realidades distintas. Hay, en efecto, una fe por la que se cree en los dogmas y que exige que el espíritu atienda y la voluntad se adhiera a determinadas verdades. (…) La otra clase de fe es aquella que Cristo concede a algunos como don gratuito, (…) capaz de realizar obras que superan toda posibilidad humana. (…) Procura, pues, llegar a aquella fe que de ti depende y que conduce al Señor a quien la posee, y así el Señor te dará también aquella otra que actúa por encima de las fuerzas humanas» (S. Cirilo de Jerusalén, Catecheses 5,10-11).

Muchos manuscritos añaden (v. 21): «Esta raza no puede ser expulsada por ningún medio, sino con la oración y el ayuno», que también se encuentra en Mc 9,29.

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