COMENTARIO
Subiendo a Jerusalén, para cumplir el designio divino, Jesús, obediente, afronta el riesgo de la muerte y la predice por tercera vez. Además, prepara el ánimo de sus Apóstoles para que cuando llegue la prueba recuerden que Él la había profetizado y este recuerdo les ayude a superarla.
El tercer anuncio de la pasión es descrito con más detalle por Mateo que por los otros dos sinópticos, ya que Jesús no sólo habla de su muerte sino que describe al vivo de qué manera va a ser denigrado. Quizás de esa manera prepara el próximo episodio cuando asocia a Santiago y a Juan en su destino: el trecho hasta la resurrección es largo y costoso: «No recorramos, sin embargo, demasiado deprisa ese camino; no dejemos caer en el olvido algo muy sencillo, que quizá, a veces, se nos escapa: no podremos participar de la Resurrección del Señor, si no nos unimos a su Pasión y a su Muerte. Para acompañar a Cristo en su gloria, (…) es necesario que penetremos antes en su holocausto, y que nos sintamos una sola cosa con Él, muerto sobre el Calvario» (S. Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, n. 95).