COMENTARIO

 Mt 20,29-34 

Los tres evangelios sinópticos recuerdan tanto el milagro de Jesús en Jericó como el título mesiánico —«Hijo de David»— que los ciegos le dan en la antesala de su manifestación en Jerusalén. Sobre esos hechos, cada evangelista subraya un aspecto peculiar. Los tres anotan la fe, que se manifiesta en los gritos de auxilio (vv. 30-31), y el agradecimiento que se expresa en el seguimiento (v. 34). San Mateo, como otras veces (cfr 8,28-34; 9,27-31), apunta que los ciegos eran dos y también es el único en ver la causa de la curación en la compasión de Jesús (v. 34): «Que estos ciegos eran dignos de la curación bien lo mostraron; primero por sus gritos y porque, después de recibir la gracia, no se apartaron del Señor, que es lo que hacen muchos ingratos después de recibir los beneficios. No así estos ciegos. Ellos, antes de la dádiva, se mostraron constantes, y después de la dádiva, agradecidos, pues fueron siguiendo al Señor» (S. Juan Crisóstomo, In Matthaeum 66).

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