COMENTARIO

 Mt 24,29-31 

Con las últimas palabras (24,27-28), el Señor ya ha anunciado lo que será su venida gloriosa. La señal del «Hijo del Hombre» (v. 30) será eso, su venida; el fin del mundo no será una sucesión de catástrofes, sino su venida triunfante. Ciertamente, no será un acontecimiento ordinario: ante su luz, todo el cosmos parecerá una sombra (v. 29): «No por la disminución de su luz, sino que, en comparación con la verdadera luz, todo parece tenebroso» (S. Jerónimo, Commentarii in Matthaeum 24,29); ante su verdad, las gentes reconocerán cuánto les falta para ser dignas de Él (v. 30), por eso, que «caiga la arrogancia de aquellos que, considerándose santos, no temen la presencia del juez» (ibidem). Pero, para sus elegidos, la venida del Hijo del Hombre no es algo terrible, sino un acontecimiento consolador: serán convocados ante Él desde los extremos de la tierra (v. 31). Muchos Padres y comentaristas antiguos pensaron que la «señal» del Hijo del Hombre (v. 30) es la cruz: «Por esta señal entendemos aquí la cruz para que, según Zacarías y Juan, los judíos vean a aquel a quien traspasaron, o bien el estandarte de la victoria triunfante» (ibidem 24,30).

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