34Los fariseos, al oír que había hecho callar a los saduceos, se pusieron de acuerdo, 35y uno de ellos, doctor de la ley, le preguntó para tentarle:
36—Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?
37Él le respondió:
—Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente. 38Éste es el mayor y el primer mandamiento. 39El segundo es como éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 40De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas.
41Estaban reunidos unos fariseos y Jesús les preguntó:
42—¿Qué piensan del Mesías? ¿De quién es hijo?
—De David —le respondieron.
43Él les dice:
—¿Entonces, cómo David, movido por el Espíritu, le llama Señor al decir:
44Dijo el Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
hasta que ponga a tus enemigos
bajo tus pies»?
45Por lo tanto, si David le llama «Señor», ¿cómo va a ser hijo suyo?
46Y nadie podía responderle una palabra; y desde aquel día ninguno se atrevió a hacerle ya más preguntas.
23Mt1Entonces Jesús habló a las multitudes y a sus discípulos 2diciendo:
—En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. 3Hagan y cumplan todo cuanto les digan; pero no obren como ellos, pues dicen pero no hacen. 4Atan cargas pesadas e insoportables y las echan sobre los hombros de los demás, pero ellos ni con uno de sus dedos quieren moverlas. 5Hacen todas sus obras para que les vean los hombres. Ensanchan sus filacterias y alargan sus franjas. 6Anhelan los primeros puestos en los banquetes, los primeros asientos en las sinagogas 7y que les saluden en las plazas, y que la gente les llame rabbí. 8Ustedes, al contrario, no se hagan llamar rabbí, porque sólo uno es su maestro y todos ustedes son hermanos. 9No llamen padre suyo a nadie en la tierra, porque sólo uno es su Padre, el celestial. 10Tampoco se dejen llamar doctores, porque su doctor es uno sólo: Cristo. 11Que el mayor entre ustedes sea su servidor. 12El que se ensalce será humillado, y el que se humille será ensalzado.
13»¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran el Reino de los Cielos a los hombres! Porque ni ustedes entran, ni dejan entrar a los que quieren entrar. (14)
15»¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que van dando vueltas por mar y tierra para hacer un solo prosélito y, en cuanto lo consiguen, le hacen hijo del infierno dos veces más que ustedes!
16»¡Ay de ustedes, guías ciegos, que dicen: «Jurar por el Templo no es nada; pero si uno jura por el oro del Templo, queda obligado!» 17¡Necios y ciegos! ¿Qué es más: el oro o el Templo que santifica al oro? 18Y: «Jurar por el altar no es nada; pero si uno jura por la ofrenda que está sobre él, queda obligado». 19¡Ciegos! ¿Qué es más: la ofrenda o el altar que santifica la ofrenda? 20Por tanto, quien ha jurado por el altar, jura por él y por todo lo que hay sobre él. 21Y quien ha jurado por el Templo, jura por él y por Aquel que en él habita. 22Y quien ha jurado por el cielo, jura por el trono de Dios y por Aquel que en él está sentado.
23»¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que pagan el diezmo de la menta, del eneldo y del comino, pero han abandonado lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Hay que hacer esto sin abandonar lo otro. 24¡Guías ciegos, que cuelan un mosquito y se tragan un camello!
25»¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera la copa y el plato, mientras por dentro quedan llenos de rapiña y de inmundicia! 26Fariseo ciego, limpia primero lo de dentro de la copa, para que llegue a estar limpio también lo de fuera.
27»¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que se parecen a sepulcros blanqueados, que por fuera aparecen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda podredumbre! 28Así también ustedes por fuera se muestran justos ante los hombres, pero por dentro están llenos de hipocresía y de iniquidad.
29»¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que edifican las tumbas de los profetas y adornan los sepulcros de los justos, 30y dicen: «Si hubiéramos vivido en tiempos de nuestros padres, no habríamos sido sus cómplices en la sangre de los profetas!». 31Así pues, atestigüen contra ustedes mismos que son hijos de los que mataron a los profetas. 32Y ustedes, colmen la medida de sus padres.
33»¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo podrán escapar de la condenación del infierno? 34Por eso, miren: les voy a enviar profetas, sabios y escribas; a unos los matarán y crucificarán, y a otros los flagelarán en sus sinagogas y los perseguirán de ciudad en ciudad, 35para que caiga sobre ustedes toda la sangre inocente que ha sido derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, al que mataron entre el Templo y el altar. 36En verdad les digo: todo esto caerá sobre esta generación.
37»¡Jerusalén, Jerusalén!, que matas a los profetas y lapidas a los que te son enviados. Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus polluelos bajo las alas, y no quisiste. 38Miren, su casa se les va a quedar desierta. 39Así pues, les aseguro que ya no me verán hasta que digan: Bendito el que viene en nombre del Señor.
24Mt1Salió Jesús del Templo y, cuando se alejaba, sus discípulos se le acercaron para que se fijara en las construcciones del Templo. 2Pero él les dijo:
—¿Ven todo esto? En verdad les digo que no quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derruida.
3Estando él sentado en el Monte de los Olivos, se le acercaron sus discípulos a solas y le preguntaron:
—Dinos cuándo ocurrirán estas cosas y cuál será la señal de tu venida y del final del mundo.
4Jesús les respondió:
—Miren que no los engañe nadie; 5porque vendrán en mi nombre muchos diciendo: «Yo soy el Cristo», y a muchos los seducirán. 6Van a oír hablar de guerras y de rumores de guerras. Miren, no os inquieten, porque es necesario que ocurra, pero todavía no es el fin. 7Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, y habrá hambres y terremotos en diversos lugares. 8Todo esto será el comienzo de los dolores.
9»Entonces los entregarán al tormento, los matarán y todas las gentes los odiarán a causa de mi nombre. 10Y se escandalizarán muchos, se traicionarán mutuamente y se odiarán unos a otros. 11Surgirán muchos falsos profetas y seducirán a muchos. 12Y, al desbordarse la iniquidad, se enfriará la caridad de muchos. 13Pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará. 14Y se predicará este Evangelio del Reino en todo el mundo en testimonio para todas las gentes, y entonces vendrá el fin.
15»Por eso, cuando vean la abominación de la desolación, que predijo el profeta Daniel, erigida en el lugar santo —quien lea, entienda—, 16entonces los que estén en Judea, que huyan a los montes; 17quien esté en el terrado, que no baje a tomar nada de su casa; 18y quien esté en el campo, que no vuelva atrás para tomar su manto. 19¡Ay de las que estén encintas y de las que estén criando esos días! 20Rueguen para que su huida no ocurra ni en invierno ni en sábado. 21»Habrá entonces una gran tribulación, como no la hubo desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. 22Y de no acortarse esos días, no se salvaría nadie; pero en atención a los elegidos esos días se acortarán.
23»Entonces, si alguien les dijese: «Miren, el Cristo está aquí o allí», no se lo crean. 24Porque surgirán falsos mesías y falsos profetas, y se presentarán con grandes señales y prodigios para engañar, si fuera posible, incluso a los elegidos. 25Miren que se los he predicho. 26Y si les dijeran que está en el desierto, no vayan; o que está en un lugar oculto, no se lo crean. 27De la misma manera que el relámpago sale del oriente y brilla hasta el occidente, así será la venida del Hijo del Hombre. 28Dondequiera que esté el cadáver allí se reunirán los buitres.
29»Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo y las potestades de los cielos se conmoverán. 30Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre, y en ese momento todas las tribus de la tierra romperán en llantos. Y verán al Hijo del Hombre que viene sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria. 31Y enviará a sus ángeles que, con trompeta clamorosa, reunirán a sus elegidos desde los cuatro vientos, de un extremo a otro de los cielos.
32»Aprendan de la higuera esta parábola: cuando sus ramas están ya tiernas y brotan las hojas, saben que está cerca el verano. 33Así también ustedes, cuando vean todas estas cosas, sepan que es inminente, que está a las puertas. 34En verdad les digo que no pasará esta generación sin que todo esto se cumpla. 35El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
36»Pero nadie sabe de ese día y de esa hora: ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino sólo el Padre. 37Lo mismo que en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. 38Pues, como en los días que precedieron al diluvio comían y bebían, tomaban mujer o marido hasta el día mismo en que entró Noé en el arca, 39y no se dieron cuenta sino cuando llegó el diluvio y los arrebató a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre. 40Entonces estarán dos en el campo: uno será tomado y el otro dejado. 41Dos mujeres estarán moliendo en el molino: una será tomada y la otra dejada.
42»Por eso: velen, porque no saben en qué día vendrá su Señor. 43Sepan esto: si el dueño de la casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, estaría ciertamente velando y no dejaría que se horadase su casa. 44Por tanto, estén también ustedes preparados, porque a la hora que menos piensen vendrá el Hijo del Hombre.
45»¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, a quien el amo puso al frente de la servidumbre, para darles el alimento a la hora debida? 46Dichoso aquel siervo a quien su amo cuando vuelva encuentre obrando así. 47En verdad les digo que le pondrá al frente de toda su hacienda. 48Pero si ese siervo fuese malo y dijera en sus adentros: «Mi amo tarda», 49y comenzase a golpear a sus compañeros y a comer y beber con los borrachos, 50llegará el amo de aquel siervo el día menos pensado, a una hora imprevista, 51lo castigará duramente y le dará el pago de los hipócritas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.
25Mt1»Entonces el Reino de los Cielos será como diez vírgenes, que tomaron sus lámparas y salieron a recibir al esposo. 2Cinco de ellas eran necias y cinco prudentes; 3pero las necias, al tomar sus lámparas, no llevaron consigo aceite; 4las prudentes, en cambio, junto con las lámparas llevaron aceite en sus alcuzas. 5Como tardaba en venir el esposo, les entró sueño a todas y se durmieron. 6A medianoche se oyó una voz: «¡Ya está aquí el esposo! ¡Salgan a su encuentro!» 7Entonces se levantaron todas aquellas vírgenes y aderezaron sus lámparas. 8Y las necias les dijeron a las prudentes: «Dennos aceite del suyo porque nuestras lámparas se apagan». 9Pero las prudentes les respondieron: «Mejor es que vayan a quienes lo venden y compren, no sea que no alcance para ustedes y nosotras». 10Mientras fueron a comprarlo vino el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas y se cerró la puerta. 11Luego llegaron las otras vírgenes diciendo: «¡Señor, señor, ábrenos!» 12Pero él les respondió: «En verdad les digo que no las conozco». 13Por eso: velen, porque no saben el día ni la hora.
14»Porque es como un hombre que al marcharse de su tierra llamó a sus servidores y les entregó sus bienes. 15A uno le dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno sólo: a cada uno según su capacidad; y se marchó. 16El que había recibido cinco talentos fue inmediatamente y se puso a negociar con ellos y llegó a ganar otros cinco. 17Del mismo modo, el que había recibido dos ganó otros dos. 18Pero el que había recibido uno fue, hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. 19Después de mucho tiempo, regresó el amo de dichos servidores e hizo cuentas con ellos. 20Cuando se presentó el que había recibido los cinco talentos, entregó otros cinco diciendo: «Señor, cinco talentos me entregaste; mira, he ganado otros cinco talentos». 21Le respondió su amo: «Muy bien, siervo bueno y fiel; como has sido fiel en lo poco, yo te confiaré lo mucho: entra en la alegría de tu señor». 22Se presentó también el que había recibido los dos talentos y dijo: «Señor, dos talentos me entregaste; mira, he ganado otros dos talentos». 23Le respondió su amo: «Muy bien, siervo bueno y fiel; como has sido fiel en lo poco, yo te confiaré lo mucho: entra en la alegría de tu señor». 24Cuando llegó por fin el que había recibido un talento, dijo: «Señor, sé que eres hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; 25por eso tuve miedo, fui y escondí tu talento en tierra: aquí tienes lo tuyo». 26Su amo le respondió: «Siervo malo y perezoso, sabías que cosecho donde no he sembrado y que recojo donde no he esparcido; 27por eso mismo debías haber dado tu dinero a los banqueros, y así, al venir yo, hubiera recibido lo mío con los intereses. 28Por lo tanto, quítenle el talento y dénselo al que tiene los diez.
29»Porque a todo el que tiene se le dará y tendrá en abundancia; pero al que no tiene incluso lo que tiene se le quitará. 30En cuanto al siervo inútil, arrójenlo a las tinieblas de afuera: allí habrá llanto y rechinar de dientes».
31»Cuando venga el Hijo del Hombre en su gloria y acompañado de todos los ángeles, se sentará entonces en el trono de su gloria, 32y serán reunidas ante él todas las gentes; y separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, 33y pondrá las ovejas a su derecha, los cabritos en cambio a su izquierda. 34Entonces dirá el Rey a los que estén a su derecha: «Vengan, benditos de mi Padre, tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo: 35porque tuve hambre y me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; era peregrino y me acogieron; 36estaba desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, en la cárcel y vinieron a verme». 37Entonces le responderán los justos: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber?; 38¿cuándo te vimos peregrino y te acogimos, o desnudo y te vestimos?, 39o ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y vinimos a verte?» 40Y el Rey, en respuesta, les dirá: «En verdad les digo que cuanto hicieron a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicieron». 41Entonces dirá a los que estén a la izquierda: «Apártense de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles: 42porque tuve hambre y no me dieron de comer; tuve sed y no me dieron de beber; 43era peregrino y no me acogieron; estaba desnudo y no me vistieron, enfermo y en la cárcel y no me visitaron». 44Entonces le replicarán también ellos: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, peregrino o desnudo, enfermo o en la cárcel y no te asistimos?» 45Entonces les responderá: «En verdad les digo que cuanto dejaron de hacer con uno de estos más pequeños, también dejaron de hacerlo conmigo. 46Y éstos irán al suplicio eterno; los justos, en cambio, a la vida eterna».
26Mt1Cuando terminó Jesús todos estos discursos, les dijo a sus discípulos:
2—Saben que dentro de dos días será la Pascua, y el Hijo del Hombre será entregado para que lo crucifiquen.
3Entonces se reunieron los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo en el palacio del sumo sacerdote, que se llamaba Caifás, 4y acordaron apoderarse de Jesús con engaño y darle muerte. 5Pero decían:
—Que no sea durante la fiesta, para que no se produzca alboroto entre el pueblo.
6Se encontraba Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, 7cuando se acercó a él una mujer que llevaba un frasco de alabastro con perfume de gran valor y, mientras estaba recostado a la mesa, se lo derramó por la cabeza. 8Al ver esto, los discípulos se indignaron y dijeron:
—¿A qué viene este despilfarro? 9Se podía haber vendido por mucho dinero y darlo a los pobres.
10Pero Jesús, que se dio cuenta, les dijo:
—¿Por qué molestan a esta mujer? Ha hecho una obra buena conmigo, 11porque a los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no siempre me tienen. 12Al derramar ella sobre mi cuerpo este perfume, lo ha hecho para preparar mi sepultura. 13En verdad les digo: dondequiera que se predique este Evangelio, en todo el mundo, también lo que ella ha hecho se contará en memoria suya.
14Entonces, uno de los doce, el que se llamaba Judas Iscariote, fue donde los príncipes de los sacerdotes 15a decirles:
—¿Qué me quieren dar a cambio de que se los entregue?
Ellos le ofrecieron treinta monedas de plata. 16Desde entonces buscaba la ocasión propicia para entregárselo.
17El primer día de los Ácimos se acercaron los discípulos a Jesús y le dijeron:
—¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?
18Jesús respondió:
—Vayan a la ciudad, a casa de tal persona, y comuníquenle: «El Maestro dice: “Mi tiempo está cerca; voy a celebrar en tu casa la Pascua con mis discípulos”».
19Los discípulos lo hicieron tal y como les había mandado Jesús, y prepararon la Pascua.
20Al anochecer se recostó a la mesa con los doce. 21Y cuando estaban cenando, dijo:
—En verdad les digo que uno de ustedes me va a entregar.
22Y, muy entristecidos, comenzaron a decirle cada uno:
—¿Acaso soy yo, Señor?
23Pero él respondió:
—El que moja la mano conmigo en el plato, ése me va a entregar. 24Ciertamente el Hijo del Hombre se va, según está escrito sobre él; pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado el Hijo del Hombre! Más le valdría a ese hombre no haber nacido.
25Tomando la palabra Judas, el que iba a entregarlo, dijo:
—¿Acaso soy yo, Rabbí?
—Tú lo has dicho —le respondió.
26Mientras cenaban, Jesús tomó pan y, después de pronunciar la bendición, lo partió, se lo dio a sus discípulos y dijo:
—Tomen y coman, esto es mi cuerpo.
27Y tomando el cáliz y habiendo dado gracias, se lo dio diciendo:
—Beban todos de él; 28porque ésta es mi sangre de la nueva alianza, que es derramada por muchos para remisión de los pecados. 29Les aseguro que desde ahora no beberé de ese fruto de la vid hasta aquel día en que lo beba con ustedes de nuevo, en el Reino de mi Padre.
30Después de recitar el himno, salieron hacia el Monte de los Olivos. 31Entonces les dijo Jesús:
—Todos ustedes se escandalizarán esta noche por mi causa, pues escrito está:
Heriré al pastor
y se dispersarán las ovejas del rebaño.
32»Pero, después de que haya resucitado, iré delante de ustedes a Galilea.
33Pedro le respondió:
—Aunque todos se escandalicen por tu causa, yo nunca me escandalizaré.
34Jesús le replicó:
—En verdad te digo que esta misma noche, antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces.
35Pedro contestó:
—Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré.
Todos los discípulos dijeron lo mismo.
36Entonces llega Jesús con ellos a un lugar llamado Getsemaní, y les dice a los discípulos:
—Siéntense aquí mientras me voy allí a orar.
37Y se llevó a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, y comenzó a entristecerse y a sentir angustia. 38Entonces les dice:
—Mi alma está triste hasta la muerte. Quédense aquí y velen conmigo.
39Y adelantándose un poco, se postró rostro en tierra mientras oraba diciendo:
—Padre mío, si es posible, aleja de mí este cáliz; pero que no sea tal como yo quiero, sino como quieres tú.
40Vuelve junto a sus discípulos y los encuentra dormidos; entonces le dice a Pedro:
—¿Ni siquiera han sido capaces de velar una hora conmigo? 41Velen y oren para no caer en tentación; el espíritu está pronto, pero la carne es débil.
42De nuevo se apartó, por segunda vez, y oró diciendo:
—Padre mío, si no es posible que esto pase sin que yo lo beba, hágase tu voluntad.
43Al volver los encontró dormidos, pues sus ojos estaban cargados de sueño. 44Y, dejándolos, se apartó una vez más, y oró por tercera vez repitiendo las mismas palabras. 45Finalmente, va junto a sus discípulos y les dice:
—Ya pueden dormir y descansar… Miren, ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. 46Levántense, vamos; ya llega el que me va a entregar.
47Todavía estaba hablando, cuando llegó Judas, uno de los doce, acompañado de un gran tropel de gente con espadas y palos, enviados por los príncipes de los sacerdotes y por los ancianos del pueblo. 48El que le entregó les había dado esta señal: «Al que yo bese, ése es: préndanlo». 49Y enseguida se acercó a Jesús y le dijo:
—Salve, Rabbí —y le besó.
—Amigo, ¡haz lo que has venido a hacer!
Entonces, se acercaron, echaron mano a Jesús y lo apresaron.
51De pronto, uno de los que estaban con Jesús se llevó la mano a la espada, la desenvainó, e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja. 52Entonces le dijo Jesús:
—Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que recurren a la espada, a espada perecerán. 53¿O piensas que no puedo acudir a mi Padre y al instante pondría a mi disposición más de doce legiones de ángeles? 54Entonces, ¿cómo se van a cumplir las Escrituras, según las cuales tiene que suceder así?
55En aquel momento le dijo Jesús a la gente:
—¿Como contra un ladrón han salido con espadas y palos a prenderme? Todos los días me sentaba a enseñar en el Templo, y no me prendieron.
56Todo esto sucedió para que se cumplieran las Escrituras de los Profetas.
Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.
57Los que habían prendido a Jesús le condujeron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se habían reunido los escribas y los ancianos. 58Pedro, por su parte, le seguía de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote; y, una vez dentro, se sentó con los sirvientes para ver el desenlace. 59Los príncipes de los sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un falso testimonio contra Jesús para darle muerte; 60pero no lo encontraron a pesar de los muchos falsos testigos presentados. Por último, se presentaron dos 61que declararon:
—Éste ha dicho: «Yo puedo destruir el Templo de Dios y edificarlo de nuevo en tres días».
62Y el sumo sacerdote se puso de pie para decirle:
—¿No respondes nada? ¿Qué es lo que éstos testifican contra ti?
63Pero Jesús permanecía en silencio. Entonces el sumo sacerdote le dijo:
—Te conjuro por Dios vivo que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios.
64—Tú lo has dicho —le respondió Jesús—. Además les digo que en adelante verán al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo.
65Entonces el sumo sacerdote se rasgó las vestiduras diciendo:
—¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ya lo ven, acaban de oír la blasfemia. 66¿Qué les parece?
—Es reo de muerte —respondieron ellos.
67Entonces comenzaron a escupirle en la cara y a darle bofetadas. Los que le abofeteaban 68decían:
—Profetízanos, Cristo, ¿quién es el que te ha pegado?
69Pedro estaba sentado fuera, en el atrio; se le acercó una sirvienta y le dijo:
—Tú también estabas con Jesús el Galileo.
70Pero él lo negó delante de todos:
—No sé de qué hablas.
71Al salir al portal le vio otra, y les dijo a los que había allí:
—Éste estaba con Jesús el Nazareno.
72De nuevo lo negó con juramento:
—No conozco a ese hombre.
73Un poco después se acercaron los que estaban allí y le dijeron a Pedro:
—Desde luego tú también eres de ellos, porque tu acento lo manifiesta.
74Entonces comenzó a imprecar y a jurar:
—¡No conozco a ese hombre!
Y al momento cantó un gallo. 75Y Pedro se acordó de las palabras que Jesús le había dicho: «Antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces». Y salió afuera y lloró amargamente.
27Mt1Al llegar el amanecer, todos los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo se pusieron de acuerdo contra Jesús para darle muerte. 2Y atándolo, lo llevaron y lo entregaron al procurador Pilato.
3Entonces Judas, el que le entregó, al ver que había sido condenado, movido por el remordimiento, devolvió las treinta monedas de plata a los príncipes de los sacerdotes y ancianos:
4—He pecado entregando sangre inocente —dijo.
—¿A nosotros qué nos importa? Tú verás —dijeron ellos.
5Y, después de arrojar las monedas de plata en el Templo, fue y se ahorcó. 6Los príncipes de los sacerdotes recogieron las monedas de plata y dijeron:
—No es lícito echarlas al tesoro del Templo, porque son precio de sangre.
7Y, después de ponerse de acuerdo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para sepultura de peregrinos; 8por lo cual ese campo se ha llamado, hasta el día de hoy, «Campo de sangre». 9Así se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías: Y tomaron las treinta monedas de plata, precio en que fue valorado aquel a quien tasaron los hijos de Israel; 10y las dieron para el campo del alfarero, tal como me lo ordenó el Señor.
11Hicieron comparecer a Jesús ante el procurador. El procurador le interrogó:
—¿Eres tú el Rey de los Judíos?
—Tú lo dices —contestó Jesús.
12Y aunque le acusaban los príncipes de los sacerdotes y los ancianos, no respondió nada. 13Entonces le dijo Pilato:
—¿No oyes cuántas cosas alegan contra ti?
14Y no le respondió a pregunta alguna, de tal manera que el procurador quedó muy admirado.
15En el día de la fiesta, el procurador tenía costumbre de conceder a la gente la libertad de uno de los presos, el que quisieran. 16Había por aquel entonces un preso famoso que se llamaba Barrabás. 17Así que cuando ellos se reunieron, les dijo Pilato:
—¿A quién quieren que les suelte: a Barrabás o a Jesús, el llamado Cristo? 18—pues sabía que lo habían entregado por envidia.
19Mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer mandó decirle:
—No te mezcles en el asunto de ese justo; porque hoy en sueños he sufrido mucho por su causa.
20Pero los príncipes de los sacerdotes y los ancianos persuadieron a la multitud para que pidiese a Barrabás e hiciese morir a Jesús. 21El procurador les preguntó:
—¿A quién de los dos quieren que les suelte?
—A Barrabás —respondieron ellos.
22Pilato les dijo:
—¿Y entonces qué voy a hacer con Jesús, el llamado Cristo?
Todos contestaron:
—¡Que lo crucifiquen!
23Les preguntó:
—¿Y qué mal ha hecho?
Pero ellos gritaban más fuerte:
—¡Que lo crucifiquen!
24Al ver Pilato que no adelantaba nada, sino que el tumulto iba a más, tomó agua y se lavó las manos ante el pueblo diciendo:
—Soy inocente de esta sangre; ustedes verán.
25Y todo el pueblo gritó:
—¡Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!
26Así que les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, se lo entregó para que fuera crucificado.
27Entonces los soldados del procurador condujeron a Jesús al pretorio y reunieron en torno a él a toda la cohorte. 28Le desnudaron, le cubrieron con una túnica roja, 29y le pusieron en la cabeza una corona de espinas que habían trenzado y en la mano derecha una caña. Se arrodillaban ante él y se burlaban diciendo:
—Salve, Rey de los Judíos.
30Le escupían, y le quitaban la caña y lo golpeaban en la cabeza. 31Después de reírse de él, lo despojaron de la túnica, le colocaron sus vestidos y lo llevaron a crucificar.
32Cuando salían encontraron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón, y lo forzaron a que le llevara la cruz. 33Llegaron al lugar llamado Gólgota, es decir, «lugar de la Calavera». 34Y le dieron a beber vino mezclado con hiel; y lo probó pero no quiso beber. 35Después de crucificarlo, se repartieron sus ropas echando suertes. 36Y allí, sentados, le custodiaban. 37Sobre su cabeza pusieron por escrito la causa de su condena: «Éste es Jesús, el Rey de los Judíos». 38Luego fueron crucificados con él dos ladrones: uno a la derecha y otro a la izquierda.
39Los que pasaban le injuriaban moviendo la cabeza 40y diciendo:
—Tú que destruyes el Templo y en tres días lo edificas de nuevo, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz.
41Del mismo modo, los príncipes de los sacerdotes se burlaban a una con los escribas y ancianos, y decían:
42—Salvó a otros, y a sí mismo no puede salvarse. Es el Rey de Israel, que baje ahora de la cruz y creeremos en él. 43Confió en Dios, que le salve ahora si lo quiere de verdad, porque dijo: «Soy Hijo de Dios».
44Incluso los ladrones que habían sido crucificados con él le insultaban de la misma manera.
45Toda la tierra se cubrió de tinieblas desde la hora sexta hasta la hora nona. 46Hacia la hora nona Jesús clamó con fuerte voz:
—Elí, Elí, ¿lemá sabacthaní? —es decir, Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?
47Algunos de los allí presentes, al oírlo, decían:
—Éste llama a Elías.
48E inmediatamente uno de ellos corrió, tomó una esponja, la empapó en vinagre, la sujetó en una caña y se lo dio a beber. 49Los demás decían:
—¡Déjalo! Vamos a ver si viene Elías a salvarle.
50Pero Jesús, dando de nuevo una fuerte voz, entregó el espíritu.
51Y en esto el velo del Templo se rasgó en dos de arriba abajo y la tierra tembló y las piedras se partieron; 52se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de los santos, que habían muerto, resucitaron. 53Y saliendo de los sepulcros, después de que él resucitara, entraron en la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos.
54El centurión y los que estaban con él custodiando a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, se llenaron de gran temor y dijeron:
—En verdad éste era Hijo de Dios.
55Había allí muchas mujeres mirando desde lejos, las que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle. 56Entre ellas estaban María Magdalena, María —la madre de Santiago y de José— y la madre de los hijos de Zebedeo.
57Al atardecer vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también él se había hecho discípulo de Jesús. 58Éste se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato, entonces, ordenó que se lo entregaran. 59Y José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia 60y lo puso en su sepulcro, que era nuevo y que había mandado excavar en la roca. Hizo rodar una gran piedra a la puerta del sepulcro y se marchó. 61Estaban allí María Magdalena y la otra María sentadas frente al sepulcro.
62Al día siguiente de la Parasceve se reunieron los príncipes de los sacerdotes y los fariseos ante Pilato 63y le dijeron:
—Señor, nos hemos acordado de que ese impostor dijo en vida: «Al tercer día resucitaré». 64Manda, por eso, custodiar el sepulcro hasta el tercer día, no vaya a ser que vengan sus discípulos, lo roben y digan al pueblo: «Ha resucitado de entre los muertos», y sea la última impostura peor que la primera.
65Pilato les respondió:
—Ahí tienen la guardia; vayan a custodiarlo como les parezca bien.
66Ellos se fueron a asegurar el sepulcro sellando la piedra y poniendo la guardia.
28Mt1Pasado el sábado, al alborear el día siguiente, marcharon María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. 2Y de pronto se produjo un gran terremoto, porque un ángel del Señor descendió del cielo, se acercó, removió la piedra y se sentó sobre ella. 3Su aspecto era como de un relámpago, y su vestidura blanca como la nieve. 4Los guardias temblaron de miedo ante él y se quedaron como muertos. 5El ángel tomó la palabra y les dijo a las mujeres:
—Ustedes no tengan miedo; ya sé que buscan a Jesús, el crucificado. 6No está aquí, porque ha resucitado como había dicho. Vengan a ver el sitio donde estaba puesto. 7Marchen enseguida y digan a sus discípulos que ha resucitado de entre los muertos; irá delante de ustedes a Galilea: allí le verán. Miren que se los he dicho.
8Ellas partieron al instante del sepulcro con temor y una gran alegría, y corrieron a dar la noticia a los discípulos. 9De pronto Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas se acercaron, abrazaron sus pies y le adoraron. 10Entonces Jesús les dijo:
—No tengan miedo; vayan a anunciar a mis hermanos que vayan a Galilea: allí me verán.
11Mientras ellas se iban, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los príncipes de los sacerdotes todo lo sucedido. 12Se reunieron con los ancianos, se pusieron de acuerdo y dieron una buena suma de dinero a los soldados 13diciéndoles:
—Tienen que decir: «Sus discípulos han venido de noche y lo robaron mientras nosotros estábamos dormidos». 14Y en el caso de que esto llegue a oídos del procurador, nosotros le calmaremos y nos encargaremos de la seguridad de ustedes.
15Ellos aceptaron el dinero y actuaron según las instrucciones recibidas. Así se divulgó este rumor entre los judíos hasta el día de hoy.
16Los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. 17Y en cuanto lo vieron le adoraron; pero otros dudaron. 18Y Jesús se acercó y les dijo:
—Se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra. 19Vayan, pues, y hagan discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; 20y enseñándoles a guardar todo cuanto les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo.