COMENTARIO
La Pascua (v. 17) era la fiesta nacional israelita por excelencia. Se celebraba en memoria de la liberación de la esclavitud en Egipto (cfr Ex 12). Los ritos prescritos por Moisés consistían en la inmolación de un cordero sin defecto al que no se debía romper ningún hueso, y que debía comerse por entero, y en una comida de acción de gracias. En tiempos del Señor el sacrificio se realizaba en el Templo de Jerusalén, mientras la comida tenía lugar en las casas donde se reunía toda la familia. Los Ácimos son los panes sin levadura que debían comerse durante siete días, en recuerdo del pan sin fermentar que los israelitas tuvieron que tomar al salir apresuradamente de Egipto (cfr Ex 12,34). En aquel tiempo la cena pascual se celebraba el primer día de los Ácimos.
Marcos y Lucas se detienen, más que Mateo, en la descripción pormenorizada de las acciones preparatorias de la cena pascual. Mateo recuerda que Jesús sabía (v. 25) que Judas le había traicionado, pero eso no le detiene en su misión: «Mi tiempo está cerca» dice al dueño de la casa (v. 18). «Este deseo de aceptar el designio de amor redentor de su Padre anima toda la vida de Jesús porque su pasión redentora es la razón de ser de su Encarnación» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 607).