COMENTARIO

 Mt 26,47-56 

La escena, rica en contrastes, manifiesta la grandeza del Señor. Judas, con un beso, signo de amistad y veneración, le traiciona (v. 49); en cambio, para Jesús, Judas es el amigo que no conoce siquiera su verdadera función en el drama (v. 50). Jesús es apresado a escondidas (v. 55), por un gran gentío armado (v. 47), aunque una sola petición suya al Padre echaría por tierra aquellos planes (v. 53). Los discípulos estaban aprestados para la ocasión (cfr 26,35) y uno de ellos —Pedro, según recuerda Jn 18,10— desenvaina la espada (v. 51). Pero Jesús no ofrece resistencia, se entrega porque quiere, porque su decisión de cumplir las Escrituras (vv. 54.56) es irrevocable aunque sea con la entrega de su vida (cfr 26,42): «Porque, siendo Dios, se hizo hombre y con su voluntad humana se sometió, haciéndose obediente a ti, Dios, su Padre» (S. Juan Damasceno, Declaratio et expositio fidei 1).

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