COMENTARIO

 Mc 14,1-16,20 

Los dos últimos capítulos de San Marcos son de gran intensidad. Se destaca la actuación de las personas que intervinieron en el drama: las autoridades de Israel que, con tenacidad, llevaron a la muerte a Jesús, y los discípulos, testigos impotentes, que no sólo no entendían el sentido de los gestos de Cristo, sino que le dejaron solo en tan doloroso trance. Pero en ese marco se levanta la majestad de Jesús: Él sabe lo que le va a ocurrir y sabe que conviene que ocurra. Por eso es Él quien toma la iniciativa en los acontecimientos. Con alusiones a diversos textos del Antiguo Testamento revela a los Apóstoles el sentido de cuanto está sucediendo: la muerte en la cruz ha de consumarse, pero es sólo el camino hacia la resurrección.

Estos episodios de la pasión han sido objeto frecuente de meditación por parte de los santos. Leerlos es vivirlos y extraer propósitos para nuestra vida diaria: «Imitemos su pasión con nuestros padecimientos, honremos su sangre con nuestra sangre, subamos decididamente a su cruz. Si eres Simón Cireneo, coge tu cruz y sigue a Cristo. Si estás crucificado con Él como un ladrón, como el buen ladrón confía en tu Dios. Si por ti y por tus pecados Cristo fue tratado como un malhechor, lo fue para que tú llegaras a ser justo. Adora al que por ti fue crucificado, e, incluso si estás crucificado por tu culpa, saca provecho de tu mismo pecado y compra con la muerte tu salvación. Entra en el paraíso con Jesús y descubre de qué bienes te habías privado. Contempla la hermosura de aquel lugar y deja que, fuera, quede muerto el murmurador con sus blasfemias. Si eres José de Arimatea, reclama el cuerpo del Señor a quien lo crucificó, y haz tuya la expiación del mundo. Si eres Nicodemo, el que de noche adoraba a Dios, ven a enterrar el cuerpo, y úngelo con ungüentos. Si eres una de las dos Marías, o Salomé, o Juana, llora desde el amanecer; procura ser el primero en ver la piedra quitada, y verás también quizá a los ángeles o incluso al mismo Jesús» (S. Gregorio Nacianceno, In Sanctum Pascha 45,23-24).

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