COMENTARIO
Tras el rechazo de los judíos —los príncipes (cfr 14,64) y la gente (cfr 15,11-15)—, el evangelista señala ahora el de los soldados gentiles (cfr nota a Mt 27,27-31). Dentro de la sobriedad del relato, el evangelista ha anotado las burlas en el palacio del sumo sacerdote (14,65), los azotes de Pilato (15,15), y ahora las groserías de los soldados. Éstos se burlan de la realeza de Jesús, pero «sus oprobios han borrado los nuestros, sus ligaduras nos han hecho libres, su corona de espinas nos ha conseguido la diadema del Reino, y sus heridas nos han curado» (S. Jerónimo, en Catena aurea, ad loc.).
Los soldados hacen escarnio de la realeza de Jesús pero, sin saberlo, le confiesan como lo que es: Rey. «Cuando lo vistieron de púrpura para burlarse de Él cumplieron lo profetizado: era Rey. Y aunque lo hicieron para burlarse de Él, consiguieron que se adaptase a Él el símbolo de la dignidad regia. Y aunque le perforaron con una corona de espinas, sin embargo fue una corona, y fue coronado por unos soldados como los reyes son proclamados por los soldados» (S. Cirilo de Jerusalén, Homilia in paralyticum 12).