COMENTARIO

 Lc 1,5-25 

Como en otras ocasiones (cfr 2,1ss.; 3,1ss.), Lucas, conocedor de las formas de la historia, comienza su relato inscribiendo los hechos en el marco de la historia profana (v. 5). Con referencia al acontecimiento que ahora narra, situará después la Anunciación a la Virgen, ocurrida seis meses más tarde (cfr 1,26).

El evangelista presenta a Zacarías y a Isabel como ejemplo de judíos piadosos (v. 6). Dios interviene de manera extraordinaria en sus vidas. Pero lo que anuncia el ángel sobrepasa el ámbito de la intimidad familiar (v. 14). Isabel, ya anciana, va a tener un hijo que se llamará Juan (v. 13) —nombre que significa «Dios es misericordioso»— y que tendrá una santidad eximia (v. 15), ya que su misión como precursor del Mesías esperado (v. 17) le llevará a ser instrumento de la salvación de Dios (v. 16). Por lo demás, la escena, tanto en la forma —intervención divina, turbación, anuncio, dificultad, señal— como en los contenidos, parece concebida en paralelo y como preparación de la Anunciación a María, que queda así resaltada. En efecto, Zacarías quería tener descendencia (v. 13) pero no podía; la Virgen, en cambio, no la pedía (cfr 1,34) pero Dios se la da; tanto Zacarías como María se turban ante el saludo del ángel (1,12.29), pero con diferente actitud: Zacarías no cree (v. 20) y pide una señal (v. 18), mientras que María cree (1,38) y se le ofrece una señal que no había pedido (1,36).

En el Evangelio de San Lucas, la historia de Jesús comienza en el Templo de Jerusalén y termina también en el Templo (24,53). De esta manera se expresa asimismo la continuidad entre la salvación prometida a Israel y la obrada en Jesucristo: «No sin razón apareció el ángel en el Templo, porque con ello se anunciaba la cercana venida del Verdadero Salvador y se preparaba el Sacrificio Celestial al cual habían de servir los ángeles: no se dude, pues, que los ángeles asistirán cuando Cristo sea inmolado» (S. Ambrosio, Expositio Evangelii secundum Lucam, ad loc).

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