1Lc1Ya que muchos han intentado poner en orden la narración de las cosas que se han cumplido entre nosotros, 2conforme nos las transmitieron quienes desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra, 3me pareció también a mí, después de haberme informado con exactitud de todo desde los comienzos, escribírtelo de forma ordenada, distinguido Teófilo, 4para que conozcas la indudable certeza de las enseñanzas que has recibido.

I. NACIMIENTO E INFANCIA
DE JUAN BAUTISTA Y DE JESÚS

Anunciación de San Juan Bautista

5Hubo en tiempos de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, del turno de Abías, cuya mujer, descendiente de Aarón, se llamaba Isabel. 6Los dos eran justos ante Dios y caminaban intachables en todos los mandamientos y preceptos del Señor; 7no tenían hijos, porque Isabel era estéril y los dos de edad avanzada.

8Sucedió que, al ejercer él su ministerio sacerdotal delante de Dios, cuando le tocaba el turno, 9le cayó en suerte, según la costumbre del Sacerdocio, entrar en el Templo del Señor para ofrecer el incienso; 10y toda la concurrencia del pueblo estaba fuera orando durante el ofrecimiento del incienso. 11Se le apareció un ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso. 12Y Zacarías se inquietó al verlo y le invadió el temor. 13Pero el ángel le dijo:

—No temas, Zacarías, porque tu oración ha sido escuchada, así que tu mujer Isabel te dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Juan. 14Será para ti gozo y alegría; y muchos se alegrarán con su nacimiento, 15porque será grande ante el Señor. No beberá vino ni licor, estará lleno del Espíritu Santo ya desde el vientre de su madre 16y convertirá a muchos de los hijos de Israel al Señor su Dios; 17e irá delante de Él con el espíritu y el poder de Elías para convertir los corazones de los padres hacia los hijos, y a los desobedientes a la prudencia de los justos, a fin de preparar al Señor un pueblo perfecto.

18Entonces Zacarías le dijo al ángel:

—¿Cómo podré yo estar seguro de esto? Porque ya soy viejo y mi mujer de edad avanzada.

19Y el ángel le respondió:

—Yo soy Gabriel, que asisto ante el trono de Dios, y he sido enviado para hablarte y darte esta buena nueva. 20Desde ahora, pues, te quedarás mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no has creído en mis palabras, que se cumplirán a su tiempo.

21El pueblo estaba esperando a Zacarías y se extrañaba de que se demorase en el Templo. 22Cuando salió no podía hablarles y comprendieron que había tenido una visión en el Templo. Él intentaba explicarse por señas, y permaneció mudo.

23Y cuando se cumplieron los días de su ministerio, se marchó a su casa. 24Después de estos días Isabel, su mujer, concibió y se ocultaba durante cinco meses, diciéndose: 25«Así ha hecho conmigo el Señor, en estos días en los que se ha dignado borrar mi oprobio entre los hombres».

Anunciación y Encarnación del Hijo de Dios

Mt 1,18–25

26En el sexto mes fue enviado el ángel Gabriel de parte de Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, 27a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David. La virgen se llamaba María.

28Y entró donde ella estaba y le dijo:

—Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo.

29Ella se turbó al oír estas palabras, y consideraba qué podía significar este saludo. 30Y el ángel le dijo:

—No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios: 31concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. 32Será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, 33reinará eternamente sobre la casa de Jacob y su Reino no tendrá fin.

34María le dijo al ángel:

—¿De qué modo se hará esto, pues no conozco varón?

35Respondió el ángel y le dijo:

—El Espíritu Santo descenderá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que nacerá Santo será llamado Hijo de Dios. 36Y ahí tienes a Isabel, tu pariente, que en su ancianidad ha concebido también un hijo, y la que llamaban estéril está ya en el sexto mes, 37porque para Dios no hay nada imposible.

38Dijo entonces María:

—He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.

Y el ángel se retiró de su presencia.

Visitación de María a Isabel

39Por aquellos días, María se levantó y marchó deprisa a la montaña, a una ciudad de Judá; 40y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. 41Y cuando oyó Isabel el saludo de María, el niño saltó en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; 42y exclamando en voz alta, dijo:

—Bendita tú entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre. 43¿De dónde a mí tanto bien, que venga la madre de mi Señor a visitarme? 44Pues en cuanto llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno; 45y bienaventurada tú, que has creído, porque se cumplirán las cosas que se te han dicho de parte del Señor.

El Cántico de María: Magnificat

46María exclamó:

—Proclama mi alma las grandezas del Señor,

47y se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador:

48porque ha puesto los ojos

en la humildad de su esclava;

por eso desde ahora me llamarán bienaventurada

todas las generaciones.

49Porque ha hecho en mí cosas grandes

el Todopoderoso,

cuyo nombre es Santo;

50su misericordia se derrama de generación

en generación

sobre los que le temen.

51Manifestó el poder de su brazo,

dispersó a los soberbios de corazón.

52Derribó de su trono a los poderosos

y ensalzó a los humildes.

53Colmó de bienes a los hambrientos

y a los ricos los despidió vacíos.

54Protegió a Israel su siervo,

recordando su misericordia,

55como había prometido a nuestros padres,

Abrahán y su descendencia para siempre.

56María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.

Nacimiento y circuncisión de San Juan Bautista

57Entretanto le llegó a Isabel el tiempo del parto, y dio a luz un hijo. 58Y sus vecinos y parientes oyeron la gran misericordia que el Señor le había mostrado y se congratulaban con ella. 59El día octavo fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías. 60Pero su madre dijo:

—De ninguna manera, sino que se llamará Juan.

61Y le dijeron:

—No hay nadie en tu familia que tenga este nombre.

62Al mismo tiempo preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. 63Y él, pidiendo una tablilla, escribió: «Juan es su nombre». Lo cual llenó a todos de admiración. 64En aquel momento recobró el habla, se soltó su lengua y hablaba bendiciendo a Dios. 65Y se apoderó de todos sus vecinos el temor y se comentaban estos acontecimientos por toda la montaña de Judea; 66y cuantos los oían los grababan en su corazón, diciendo:

—¿Qué va a ser, entonces, este niño?

Porque la mano del Señor estaba con él.

El Cántico de Zacarías: Benedictus

67Y Zacarías, su padre, quedó lleno del Espíritu Santo y profetizó diciendo:

68Bendito sea el Señor, Dios de Israel,

porque ha visitado y redimido a su pueblo,

69y ha suscitado para nosotros el poder salvador

en la casa de David su siervo,

70como lo había anunciado desde antiguo

por boca de sus santos profetas;

71para salvarnos de nuestros enemigos

y de la mano de cuantos nos odian:

72ejerciendo su misericordia con nuestros padres,

y acordándose de su santa alianza,

73y del juramento que hizo a Abrahán,

nuestro padre,

74para concedernos

que, libres de la mano de los enemigos,

le sirvamos sin temor,

75con santidad y justicia en su presencia

todos los días de nuestra vida.

76Y tú, niño, serás llamado Profeta del Altísimo:

porque irás delante del Señor

a preparar sus caminos,

77enseñando a su pueblo la salvación

para el perdón de sus pecados;

78por las entrañas de misericordia de nuestro Dios,

el Sol naciente nos visitará desde lo alto,

79para iluminar a los que yacen en tinieblas

y en sombra de muerte,

y guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

80Mientras tanto el niño iba creciendo y se fortalecía en el espíritu, y habitaba en el desierto hasta el tiempo en que debía darse a conocer a Israel.

Nacimiento de Jesús

Mt 1,18–25

2Lc1En aquellos días se promulgó un edicto de César Augusto, para que se empadronase todo el mundo. 2Este primer empadronamiento se hizo cuando Quirino era gobernador de Siria. 3Todos iban a inscribirse, cada uno a su ciudad. 4José, como era de la casa y familia de David, subió desde Nazaret, ciudad de Galilea, a la ciudad de David llamada Belén, en Judea, 5para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. 6Y cuando ellos se encontraban allí, le llegó la hora del parto, 7y dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el aposento.

Anuncio de los ángeles a los pastores

8Había unos pastores por aquellos contornos, que dormían al raso y vigilaban por turno su rebaño durante la noche. 9De improviso un ángel del Señor se les presentó, y la gloria del Señor los rodeó de luz. Y se llenaron de un gran temor. 10El ángel les dijo:

—No teman. Miren que vengo a anunciarles una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: 11hoy les ha nacido, en la ciudad de David, el Salvador, que es el Cristo, el Señor; 12y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre.

13De pronto apareció junto al ángel una muchedumbre de la milicia celestial, que alababa a Dios diciendo:

14«Gloria a Dios en las alturas

y paz en la tierra

a los hombres en los que Él se complace».

15Cuando los ángeles les dejaron, marchándose hacia el cielo, los pastores se decían unos a otros:

—Vayamos a Belén para ver esto que ha ocurrido y que el Señor nos ha manifestado.

16Y fueron presurosos y encontraron a María y a José y al niño reclinado en el pesebre. 17Al verlo, reconocieron las cosas que les habían sido anunciadas sobre este niño. 18Y todos los que lo oyeron se maravillaron de cuanto los pastores les habían dicho. 19María guardaba todas estas cosas ponderándolas en su corazón.

20Y los pastores regresaron, glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, según les fue dicho.

Circuncisión de Jesús

Mt 1,25

21Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, le pusieron por nombre Jesús, como le había llamado el ángel antes de que fuera concebido en el seno materno.

Purificación de María y Presentación del Niño

22Y cumplidos los días de su purificación según la Ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, 23como está mandado en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor; 24y para presentar como ofrenda un par de tórtolas o dos pichones, según lo mandado en la Ley del Señor.

Profecía del anciano Simeón

25Había por entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Este hombre, justo y temeroso de Dios, esperaba la consolación de Israel, y el Espíritu Santo estaba en él. 26Había recibido la revelación del Espíritu Santo de que no moriría antes de ver al Cristo del Señor. 27Así, vino al Templo movido por el Espíritu. Y al entrar los padres con el niño Jesús, para cumplir lo que prescribía la Ley sobre él, 28lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios diciendo:

29—Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo

irse en paz,

según tu palabra:

30porque mis ojos han visto

tu salvación,

31la que has preparado

ante la faz de todos los pueblos:

32luz para iluminar a los gentiles

y gloria de tu pueblo Israel.

33Su padre y su madre estaban admirados por las cosas que se decían de él.

34Simeón los bendijo y le dijo a María, su madre:

—Mira, éste ha sido puesto para ruina y resurrección de muchos en Israel, y para signo de contradicción 35—y a tu misma alma la traspasará una espada—, a fin de que se descubran los pensamientos de muchos corazones.

La profetisa Ana

36Vivía entonces una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era de edad muy avanzada, había vivido con su marido siete años de casada 37y había permanecido viuda hasta los ochenta y cuatro años, sin apartarse del Templo, sirviendo con ayunos y oraciones noche y día. 38Y llegando en aquel mismo momento, alababa a Dios y hablaba de él a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

Infancia de Jesús

39Cuando cumplieron todas las cosas mandadas en la Ley del Señor, regresaron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. 40El niño iba creciendo y fortaleciéndose lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba en él.

El Niño en el Templo

41Sus padres iban todos los años a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. 42Y cuando tuvo doce años, subieron a la fiesta, como era costumbre. 43Pasados aquellos días, al regresar, el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que lo advirtiesen sus padres. 44Suponiendo que iba en la caravana, hicieron un día de camino buscándolo entre los parientes y conocidos, 45y al no encontrarlo, volvieron a Jerusalén en su busca. 46Y al cabo de tres días lo encontraron en el Templo, sentado en medio de los doctores, escuchándoles y preguntándoles. 47Cuantos le oían quedaban admirados de su sabiduría y de sus respuestas. 48Al verlo se maravillaron, y le dijo su madre:

—Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira que tu padre y yo, angustiados, te buscábamos.

49Y él les dijo:

—¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que es necesario que yo esté en las cosas de mi Padre?

50Pero ellos no comprendieron lo que les dijo.

Vida oculta de Jesús en Nazaret

Mt 2,23

51Bajó con ellos, vino a Nazaret y les estaba sujeto. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón. 52Y Jesús crecía en sabiduría, en edad y en gracia delante de Dios y de los hombres.

II. PREPARACIÓN DEL MINISTERIO DE JESÚS

Predicación de San Juan Bautista

Mt 3,1–12    Mc 1,1–8    Jn 1,19–34

3Lc1El año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Filipo tetrarca de Iturea y de la región de Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene, 2bajo el sumo sacerdote Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, el hijo de Zacarías, en el desierto. 3Y recorrió toda la región del Jordán predicando un bautismo de penitencia para remisión de los pecados, 4tal como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías:

Voz del que clama en el desierto:

«Preparen el camino del Señor,

hagan rectas sus sendas.

5Todo valle será rellenado,

y todo monte y colina allanados;

los caminos torcidos serán rectos,

y los caminos escarpados serán llanos.

6Y todo hombre verá la salvación de Dios».

7Y decía a las muchedumbres que acudían para que los bautizara:

—Raza de víboras, ¿quién les ha enseñado a huir de la ira que va a venir? 8Den, por tanto, frutos dignos de penitencia, y no empiecen a decir entre ustedes: «Tenemos por padre a Abrahán». Porque les aseguro que Dios puede hacer surgir de estas piedras hijos de Abrahán. 9Además, ya está el hacha puesta junto a la raíz de los árboles. Por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se arroja al fuego.

10Las muchedumbres le preguntaban:

—Entonces, ¿qué debemos hacer?

11Él les contestaba:

—El que tiene dos túnicas, que le dé al que no tiene; y el que tiene alimentos, que haga lo mismo.

12Llegaron también unos publicanos para bautizarse y le dijeron:

—Maestro, ¿qué debemos hacer?

13Y él les contestó:

—No exijan más de lo que se les ha señalado.

14Asimismo le preguntaban los soldados:

—Y nosotros, ¿qué tenemos que hacer?

Y les dijo:

—No hagan extorsión a nadie, ni denuncien con falsedad, y conténtense con sus pagas.

15Como el pueblo estaba expectante y todos se preguntaban en su interior si acaso Juan no sería el Cristo, 16Juan salió al paso diciéndoles a todos:

—Yo los bautizo con agua; pero viene el que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatarle la correa de las sandalias: él los bautizará en el Espíritu Santo y en fuego. 17Él tiene el bieldo en su mano, para limpiar su era y recoger el trigo en su granero, y quemará la paja con un fuego que no se apaga.

18Con estas y otras muchas exhortaciones anunciaba al pueblo la buena nueva.

Prisión de San Juan Bautista

19Pero el tetrarca Herodes, al ser reprendido por él a causa de Herodías, la mujer de su hermano, y por todas las maldades que había cometido Herodes, 20añadió esta otra a las demás: metió a Juan en la cárcel.

Bautismo de Jesús

Mt 3,13–17    Mc 1,9–11

21Se estaba bautizando todo el pueblo. Y cuando Jesús fue bautizado, mientras estaba en oración, se abrió el cielo 22y bajó el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como una paloma. Y se oyó una voz que venía del cielo:

—Tú eres mi Hijo, el Amado, en ti me he complacido.

Genealogía de Jesús

Mt 1,1–17

23Tenía Jesús al comenzar unos treinta años, y era, según se pensaba, hijo de José, hijo de Helí, 24hijo de Matat, hijo de Leví, hijo de Melquí, hijo de Jannaí, hijo de José, 25hijo de Matatías, hijo de Amós, hijo de Naúm, hijo de Eslí, hijo de Nangaí, 26hijo de Maaz, hijo de Matatías, hijo de Semeín, hijo de Josec, hijo de Jodá, 27hijo de Joanán, hijo de Resá, hijo de Zorobabel, hijo de Salatiel, hijo de Neri, 28hijo de Melquí, hijo de Addí, hijo de Cosán, hijo de Elmadán, hijo de Er, 29hijo de Jesús, hijo de Eliezer, hijo de Jorín, hijo de Matat, hijo de Leví, 30hijo de Simeón, hijo de Judá, hijo de José, hijo de Jonán, hijo de Eliaquín, 31hijo de Meleá, hijo de Menná, hijo de Mattatá, hijo de Natán, hijo de David, 32hijo de Jesé, hijo de Obed, hijo de Booz, hijo de Sala, hijo de Naasón, 33hijo de Aminadab, hijo de Admín, hijo de Arní, hijo de Esrón, hijo de Farés, hijo de Judá, 34hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abrahán, hijo de Taré, hijo de Nacor, 35hijo de Seruc, hijo de Ragau, hijo de Falec, hijo de Eber, hijo de Sala, 36hijo de Cainán, hijo de Arfaxad, hijo de Sem, hijo de Noé, hijo de Lamec, 37hijo de Matusalén, hijo de Henoc, hijo de Jaret, hijo de Maleel, hijo de Cainán, 38hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adán, hijo de Dios.

Ayuno y tentaciones de Jesús

Mt 4,1–11    Mc 1,12–13

4Lc1Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto, 2donde estuvo cuarenta días y fue tentado por el diablo. No comió nada en estos días, y al final sintió hambre. 3Entonces le dijo el diablo:

—Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.

4Y Jesús le respondió:

—Escrito está:

No sólo de pan vivirá el hombre.

5Después el diablo lo llevó a un lugar elevado y le mostró todos los reinos de la superficie de la tierra en un instante 6y le dijo:

—Te daré toda esta potestad y su gloria, porque me ha sido entregada y la doy a quien quiero. 7Por tanto, si me adoras, todo será tuyo.

8Y Jesús le respondió:

—Escrito está:

Adorarás al Señor tu Dios

y solamente a Él darás culto.

9Entonces lo llevó a Jerusalén, lo puso sobre el pináculo del Templo 10y le dijo:

—Si eres Hijo de Dios, arrójate abajo desde aquí, porque escrito está:

Dará órdenes a sus ángeles sobre ti

para que te protejan

11y te lleven en sus manos,

no sea que tropiece tu pie contra alguna piedra.

12Y Jesús le respondió:

—Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios.

13Y terminada toda tentación, el diablo se apartó de él hasta el momento oportuno.

PRIMERA PARTE:
MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA

III. COMIENZOS DEL MINISTERIO DE JESÚS

14Entonces, por impulso del Espíritu, volvió Jesús a Galilea y se extendió su fama por toda la región. 15Y enseñaba en sus sinagogas y era honrado por todos.

Predicación en Nazaret

Mt 13,53–58    Mc 6,1–6

16Llegó a Nazaret, donde se había criado, y según su costumbre entró en la sinagoga el sábado y se levantó para leer. 17Entonces le entregaron el libro del profeta Isaías y, abriendo el libro, encontró el lugar donde estaba escrito:

18El Espíritu del Señor está sobre mí,

por lo cual me ha ungido

para evangelizar a los pobres,

me ha enviado para anunciar la redención

a los cautivos

y devolver la vista a los ciegos,

para poner en libertad a los oprimidos

19y para promulgar el año de gracia del Señor.

20Y enrollando el libro se lo devolvió al ministro y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. 21Y comenzó a decirles:

—Hoy se ha cumplido esta Escritura que acaban de oír.

22Todos daban testimonio en favor de él y se maravillaban de las palabras de gracia que procedían de su boca, y decían:

—¿No es éste el hijo de José?

23Entonces les dijo:

—Sin duda me aplicarán aquel proverbio: «“Médico, cúrate a ti mismo”. Cuanto hemos oído que has hecho en Cafarnaún, hazlo también aquí en tu tierra».

24Y añadió:

—En verdad les digo que ningún profeta es bien recibido en su tierra. 25Les digo de verdad que muchas viudas había en Israel en tiempos de Elías, cuando durante tres años y seis meses se cerró el cielo y hubo gran hambre por toda la tierra; 26y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón. 27Muchos leprosos había también en Israel en tiempo del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue curado, más que Naamán el Sirio.

28Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira 29y se levantaron, le echaron fuera de la ciudad y lo llevaron hasta la cima del monte sobre el que estaba edificada su ciudad para despeñarle. 30Pero él, pasando por medio de ellos, se marchó.

Jesús en la sinagoga de Cafarnaún

Mc 1,21–28

31Bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y el sábado se puso a enseñarles. 32Y se quedaron admirados de su enseñanza, porque su palabra iba acompañada de potestad.

33Se encontraba en la sinagoga un hombre que tenía el espíritu de un demonio impuro, que gritó con gran voz:

34—¡Déjanos!, ¿qué tenemos que ver contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a perdernos? ¡Sé quién eres: el Santo de Dios!

35Y Jesús le conminó:

—¡Cállate, y sal de él!

Entonces el demonio, arrojándolo al suelo, allí en medio, salió de él, sin hacerle daño alguno. 36Y todos se llenaron de estupor y se decían unos a otros:

—¿Qué palabra es ésta, que con potestad y fuerza manda a los espíritus impuros y salen?

37Y se divulgaba su fama por todos los lugares de la región.

Curación de la suegra de San Pedro

Mt 8,14–15    Mc 1,29–31

38Saliendo Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón. La suegra de Simón tenía una fiebre muy alta, y le rogaron por ella. 39E inclinándose hacia ella, conminó a la fiebre, y la fiebre desapareció. Y al instante, ella se levantó y se puso a servirles.

Otras curaciones

Mt 8,16–17    Mc 1,32–34

40Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos con diversas dolencias se los traían. Y él, poniendo las manos sobre cada uno, los curaba. 41De muchos salían demonios gritando y diciendo:

—¡Tú eres el Hijo de Dios!

Y él, increpándoles, no les dejaba hablar porque sabían que él era el Cristo.

Predicación en otras ciudades de Judea

Mc 1,35–39

42Cuando se hizo de día, salió hacia un lugar solitario, y la multitud le buscaba. Llegaron hasta él, e intentaban detenerlo para que no se alejara de ellos. 43Pero él les dijo:

—Es necesario que yo anuncie también a otras ciudades el Evangelio del Reino de Dios, porque para esto he sido enviado.

44E iba predicando por las sinagogas de Judea.

Pesca milagrosa y vocación de los primeros discípulos

Mt 4,18–25    Mc 1,16–20    Jn 1,35–51

5Lc1Estaba Jesús junto al lago de Genesaret y la multitud se agolpaba a su alrededor para oír la palabra de Dios. 2Y vio dos barcas que estaban a la orilla del lago; los pescadores habían bajado de ellas y estaban lavando las redes. 3Entonces, subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que la apartase un poco de tierra. Y, sentado, enseñaba a la multitud desde la barca.

4Cuando terminó de hablar, le dijo a Simón:

—Guía mar adentro, y echen sus redes para la pesca.

5Simón le contestó:

—Maestro, hemos estado bregando durante toda la noche y no hemos pescado nada; pero sobre tu palabra echaré las redes.

6Lo hicieron y recogieron gran cantidad de peces. Tantos, que las redes se rompían. 7Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que vinieran y les ayudasen. Vinieron, y llenaron las dos barcas, de modo que casi se hundían. 8Cuando lo vio Simón Pedro, se arrojó a los pies de Jesús, diciendo:

—Apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador.

9Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos estaban con él, por la gran cantidad de peces que habían pescado. 10Lo mismo sucedía a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Entonces Jesús le dijo a Simón:

—No temas; desde ahora serán hombres los que pescarás.

11Y ellos, sacando las barcas a tierra, dejadas todas las cosas, le siguieron.

Curación de un leproso

Mt 8,1–4    Mc 1,40–45

12Cuando estaba en una de las ciudades, un hombre cubierto de lepra, al ver a Jesús, se postró en tierra y le suplicó diciendo:

—Señor, si quieres, puedes limpiarme.

13Y extendiendo Jesús la mano le tocó diciendo:

—Quiero, queda limpio.

Y al instante desapareció de él la lepra. 14Y él le mandó que no lo dijese a nadie; pero añadió:

—Anda, preséntate al sacerdote, y lleva la ofrenda por tu curación, como ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio.

15Se extendía su fama cada vez más, y concurrían numerosas muchedumbres para oírle y para ser curados de sus enfermedades. 16Pero él se retiraba a lugares apartados y hacía oración.

Curación de un paralítico

Mt 9,1–8    Mc 2,1–12

17Estaba Jesús un día enseñando. Y estaban sentados algunos fariseos y doctores de la Ley, que habían venido de todas las aldeas de Galilea, de Judea y de Jerusalén. Y la fuerza del Señor le impulsaba a curar. 18Entonces, unos hombres, que traían en una camilla a un paralítico, intentaban meterlo dentro y colocarlo delante de él. 19Y como no encontraban por dónde introducirlo a causa del gentío, subieron al terrado, y por entre las tejas lo descolgaron en la camilla hasta ponerlo en medio, delante de Jesús. 20Al ver Jesús la fe de ellos, dijo:

—Hombre, tus pecados te son perdonados.

21Entonces los escribas y fariseos empezaron a pensar: «¿Quién es éste que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?»

22Pero conociendo Jesús sus pensamientos, les dijo:

—¿Qué están pensando en sus corazones? 23¿Qué es más fácil, decir: «Tus pecados te son perdonados», o decir: «Levántate, y anda»? 24Pues para que sepan que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar los pecados —se dirigió al paralítico—, a ti te digo: levántate, toma tu camilla y marcha a tu casa.

25Y al instante se levantó en presencia de ellos, tomó la camilla en que yacía y se fue a su casa glorificando a Dios.

26El asombro se apoderó de todos y glorificaban a Dios. Y llenos de temor decían:

—Hoy hemos visto cosas maravillosas.

La vocación de Mateo

Mt 9,9–13    Mc 2,13–17

27Después de esto, salió y vio a un publicano, llamado Leví, sentado al telonio, y le dijo:

—Sígueme.

28Y, dejadas todas las cosas, se levantó y le siguió.

29Y Leví preparó en su casa un gran banquete para él. Había un gran número de publicanos y de otros que le acompañaban a la mesa. 30Y los fariseos y sus escribas empezaron a murmurar y a decir a los discípulos de Jesús:

¿Por qué comen y beben con publicanos y pecadores?

31Y respondiendo Jesús les dijo:

—No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. 32No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a la penitencia.

Cuestión sobre el ayuno

Mt 9,14–17    Mc 2,18–22

33Pero ellos le dijeron:

—¿Por qué los discípulos de Juan ayunan con frecuencia y hacen oraciones, y lo mismo los de los fariseos; y en cambio, los tuyos comen y beben?

34Jesús les respondió:

—¿Acaso pueden hacer ayunar a los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? 35Ya vendrán los días en que les será arrebatado el esposo; entonces, en aquellos días, ayunarán.

36Y les decía también una parábola:

—Nadie pone a un vestido viejo un remiendo cortado de un vestido nuevo, porque entonces, además de romper el nuevo, el remiendo del vestido nuevo no le iría bien al viejo. 37Tampoco echa nadie vino nuevo en odres viejos; porque entonces el vino nuevo reventará los odres, y se derramará, y los odres se perderán. 38El vino nuevo debe echarse en odres nuevos. 39Y ninguno acostumbrado a beber vino añejo quiere del nuevo, porque dice: «El añejo es mejor».

Cuestión sobre el sábado

Mt 12,1–8    Mc 2,23–28

6Lc1Un sábado pasaba él por entre unos sembrados, y sus discípulos arrancaban espigas, las desgranaban con las manos y se las comían. 2Algunos fariseos les dijeron:

—¿Por qué hacen en sábado lo que no es lícito?

3Y Jesús respondiéndoles dijo:

—¿No han leído lo que hizo David, cuando tuvieron hambre él y los que le acompañaban? 4¿Cómo entró en la Casa de Dios, tomó los panes de la proposición y comió y dio a los que le acompañaban, a pesar de que sólo a los sacerdotes les es lícito comerlos?

5Y les decía:

—El Hijo del Hombre es señor del sábado.

Curación del hombre de la mano seca

Mt 12,9–14    Mc 3,1–6

6Otro sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Y había allí un hombre que tenía seca la mano derecha. 7Los escribas y los fariseos le observaban a ver si curaba en sábado, para encontrar de qué acusarle. 8Pero él conocía sus pensamientos y le dijo al hombre que tenía la mano seca:

—Levántate y ponte en medio.

Y se levantó y se puso en medio. 9Entonces Jesús les dijo:

—Yo les pregunto: ¿es lícito en sábado hacer el bien o hacer el mal, salvar la vida de un hombre o perderla?

10Entonces, mirando a todos los que estaban a su alrededor, le dijo al que tenía la mano seca:

—Extiende tu mano.

Él lo hizo, y su mano quedó curada. 11Ellos se llenaron de rabia y comenzaron a discutir entre sí qué harían contra Jesús.

IV. MILAGROS Y ACTIVIDAD DE JESÚS EN GALILEA

Elección de los Doce Apóstoles

Mt 10,1–4    Mc 3,13–19

12En aquellos días salió al monte a orar y pasó toda la noche en oración a Dios. 13Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y de entre ellos eligió a doce, a los que denominó apóstoles: 14a Simón, a quien también llamó Pedro, y a su hermano Andrés, a Santiago, a Juan, a Felipe, a Bartolomé, 15a Mateo, a Tomás, a Santiago de Alfeo, a Simón, llamado Zelotes, 16a Judas de Santiago y a Judas Iscariote, que fue el traidor.

El Discurso en el llano

17Bajando con ellos, se detuvo en un lugar llano. Y había una multitud de sus discípulos, y una gran muchedumbre del pueblo procedente de toda Judea y de Jerusalén y del litoral de Tiro y Sidón, 18que vinieron a oírle y a ser curados de sus enfermedades. Y los que estaban atormentados por espíritus impuros quedaban curados. 19Toda la multitud intentaba tocarle, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos.

Las Bienaventuranzas e imprecaciones

Mt 5,1–12

20Y él, alzando los ojos hacia sus discípulos, comenzó a decir:

—Bienaventurados los pobres, porque suyo es el Reino de Dios.

21»Bienaventurados los que ahora tienen hambre, porque quedarán saciados.

»Bienaventurados los que ahora lloran, porque reirán.

22»Bienaventurados cuando los hombres los odien, cuando los expulsen, los injurien y proscriban su nombre como maldito, por causa del Hijo del Hombre. 23Alégrense en aquel día y regocíjense, porque su recompensa será grande en el cielo; pues de este modo se comportaban sus padres con los profetas.

24»Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya han recibido su consuelo!

25»¡Ay de ustedes los que ahora están hartos, porque tendrán hambre!

»¡Ay de ustedes los que ahora ríen, porque gemirán y llorarán!

26»¡Ay cuando los hombres hablen bien de ustedes, pues de este modo se comportaban sus padres con los falsos profetas!

Amor a los enemigos

Mt 5,38–48

27»Pero a ustedes que me escuchan les digo: amen a sus enemigos, hagan bien a los que los odian; 28bendigan a los que los maldicen y rueguen por los que los calumnian. 29Al que te pegue en una mejilla ofrécele también la otra, y al que te quite el manto no le niegues tampoco la túnica. 30Da a todo el que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames. 31Como quieran que hagan los hombres con ustedes, háganlo de igual manera con ellos.

32»Si aman a los que los aman, ¿qué mérito tendrán?, pues también los pecadores aman a quienes les aman. 33Y si hacen el bien a quienes les hacen el bien, ¿qué mérito tendrán?, pues también los pecadores hacen lo mismo. 34Y si prestan a aquellos de quienes esperan recibir, ¿qué mérito tendrán?, pues también los pecadores prestan a los pecadores para recibir otro tanto. 35Por el contrario, amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada por ello; y será grande su recompensa, y serán hijos del Altísimo, porque Él es bueno con los ingratos y con los malos. 36Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso.

37»No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados. Perdonen y serán perdonados; 38den y se les dará; echarán en su regazo una buena medida, apretada, colmada, rebosante: porque con la misma medida con que midan se les medirá.