COMENTARIO
Los tres evangelios sinópticos recogen la curación de la suegra de Pedro seguida de otras curaciones aquella misma tarde. Lucas es el único que hace notar el ruego por ella (v. 38); se subraya así la eficacia de la oración por los demás y la actitud misericordiosa del Señor: «En cuanto rogaban al Salvador, enseguida curaba a los enfermos; dando a entender que también atiende las súplicas de los fieles contra las pasiones de los pecados» (S. Jerónimo, en Catena aurea, ad loc.).
Recuerda el evangelista que Jesús curaba particularmente, «poniendo las manos sobre cada uno» (v. 40). Esta atención de Jesús por cada uno es también ejemplo para nosotros. Debemos sentir la preocupación de que todos y cada uno de los hombres conozcan a Cristo: «Ningún hijo de la Iglesia Santa puede vivir tranquilo, sin experimentar inquietud ante las masas despersonalizadas: rebaño, manada, piara, escribí en alguna ocasión. ¡Cuántas pasiones nobles hay, en su aparente indiferencia! ¡Cuántas posibilidades! Es necesario servir a todos, imponer las manos a cada uno —singulis manus imponens, como hacía Jesús—, para tornarlos a la vida, para iluminar sus inteligencias y robustecer sus voluntades, ¡para que sean útiles!» (S. Josemaría Escrivá, Forja, n. 901).