COMENTARIO
El modo de dirigirse a Jesús de los personajes que le encuentran puede ser para cada uno un buen modelo de oración: «Jesús escucha la oración de fe expresada en palabras, o en silencio. (…) Sanando enfermedades o perdonando pecados Jesús siempre responde a la plegaria del que le suplica con fe: “Ve en paz, ¡tu fe te ha salvado!”» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2616).
Los Santos Padres vieron en esta curación un significado más profundo: la lepra, por su fealdad y repugnancia, por su facilidad de contagio, por la dificultad de su curación, es una imagen impresionante del pecado. Todos somos pecadores y necesitamos del perdón y de la gracia de Dios (cfr Rm 3,23-24). Con humildad y confianza, cuántas veces podremos dirigirnos a Cristo con la misma oración del leproso: «Señor, si quieres, puedes limpiarme».
Aquí (v. 16) y en otros muchos lugares del tercer evangelio se resalta que Jesús se retiraba, solo, a orar (cfr 6,12; 9,18; 11,1; etc.). El Maestro nos enseña así la necesidad de la oración personal y frecuente en las diversas circunstancias de la vida.