COMENTARIO

 Lc 6,17-19 

Se inicia aquí un discurso equivalente al Discurso de la Montaña de San Mateo (Mt 5,1-7,29), aunque éste es mucho más breve: 30 versículos frente a los 111 que ocupa el de Mateo. Ambos evangelistas recuerdan que los oyentes eran una multitud, aunque San Lucas lo sitúa en un lugar llano, tras descender del monte, y San Mateo, en una montaña (v. 17; cfr Mt 5,1). Es posible que en ese gesto el primer evangelista evocara la donación de la Ley que Dios hizo a su pueblo en el monte Sinaí (Ex 19,1ss.); en cambio, Lucas, al recordar que Jesús predicaba en lugares llanos y fácilmente accesibles a la muchedumbre, quiere poner de relieve la cercanía del Señor a la gente y el carácter universal de su enseñanza.

Como en otros lugares de los evangelios, las diferencias entre ellos no merman su historicidad, pues como enseña la Iglesia, estos escritos no son una mera crónica contemporánea de los acontecimientos, ya que «los autores sagrados compusieron los cuatro Evangelios escogiendo datos de la tradición oral o escrita, reduciéndolos a síntesis, adaptándolos a la situación de las diversas Iglesias, conservando el estilo de proclamación: así nos transmitieron siempre datos auténticos y genuinos acerca de Jesús» (Conc. Vaticano II, Dei Verbum, n. 19). En este caso, de la comparación con Mt 5,1-7,29, podemos deducir la existencia de una fuente común a los dos evangelios —oral o, más probablemente, escrita— que recogió el recuerdo de una sesión de predicación importante de Jesús, cerca del Mar de Galilea.

En el texto de Lucas, pueden distinguirse tres partes: las Bienaventuranzas e imprecaciones (6,20-26), el amor a los enemigos (6,27-38) y las enseñanzas sobre la rectitud de corazón (6,39-49).

Volver a Lc 6,17-19