COMENTARIO
Los Apóstoles colaboran en la misión de Cristo y la continúan. Lucas ha ido describiendo el poder y la autoridad con que Jesús proclamaba el Evangelio y curaba a los enfermos; ahora descubre que esas mismas cualidades (v. 1) y esa misma misión (v. 2) se las entregó el Señor a los Doce. Éstos la cumplieron (v. 6) y la transmitieron a la Iglesia: «Cristo Jesús, nuestro Señor, durante su vida terrena, iba enseñando por sí mismo quién era Él, qué había sido desde siempre, cuál era el designio del Padre que Él realizaba en el mundo, cuál ha de ser la conducta del hombre para que sea conforme con este mismo designio. Lo enseñaba unas veces abiertamente ante el pueblo, otras aparte a sus discípulos, principalmente a los doce que había elegido para que estuvieran junto a Él, y a los que había destinado como maestros de las naciones. (…) Los Apóstoles (…) dieron primero en Judea testimonio de la fe en Jesucristo e instituyeron allí iglesias, después fueron por el mundo para proclamar a las naciones la misma doctrina y la misma fe. De modo semejante, continuaron fundando iglesias en cada población, de manera que las demás iglesias fundadas posteriormente, para ser verdaderas iglesias, tomaron y siguen tomando de aquellas primeras iglesias el retoño de su fe y la semilla de su doctrina. Por esto también aquellas iglesias son consideradas apostólicas, en cuanto que son descendientes de las iglesias apostólicas. Es norma general que toda cosa debe ser referida a su origen. Y, por esto, toda la multitud de iglesias son una con aquella primera Iglesia fundada por los apóstoles, de la que proceden todas las otras» (Tertuliano, De praescriptione haereticorum 20-21).