COMENTARIO
De nuevo, tras el momento de gloria, Jesús insiste en su pasión y muerte. Los discípulos, sin embargo, no entienden sus palabras: «Nadie se escandalice de ver tan imperfectos a los apóstoles. Todavía no se había consumado el misterio de la Cruz, todavía no se les había dado la gracia del Espíritu Santo» (S. Juan Crisóstomo, In Matthaeum 65,2). Además, de manera distinta a lo que ocurre en otros anuncios, aquí sólo se menciona la humillación, no la glorificación; la entrega del Señor en manos de los hombres, no el triunfo de la resurrección. Una señal más de que el amor a la cruz es signo de identificación con Jesucristo. Es lo que los santos han denominado la «ciencia» de la cruz: «Pasar con Él por la muerte de cruz, crucificando como Él la propia naturaleza con una vida de mortificación y de renuncia, abandonándose en una crucifixión llena de dolor y que desembocará en la muerte como Dios disponga y permita. Cuanto más perfecta sea tal crucifixión activa y pasiva, tanto más intensa resultará su unión con el Crucificado y tanto más rica su participación en la vida divina» (Sta. Teresa Benedicta de la Cruz, Ciencia de la cruz 53).