COMENTARIO

 Lc 9,46-50 

En contraste con el horizonte de entrega y sufrimiento que Jesús ve para sí mismo (9,44), estos dos episodios ponen de manifiesto las miras humanas de los Apóstoles. Jesús contrapone la ambición a la sencillez de un niño (vv. 46-48). La enseñanza sobre la humildad y la sencillez quedó bien grabada en los primeros cristianos: «Serás sencillo de corazón y rico de espíritu. (…) No te enaltecerás a ti mismo, sino que serás humilde en todo. No te arrogarás gloria. No concebirás una determinación perversa contra tu prójimo, ni infundirás a tu alma temeridad» (Epistula Barnabae 19,2-3).

Después (vv. 49-50), el Señor corrige la actitud exclusivista e intolerante de los Apóstoles, invitándoles a tener un corazón grande, donde quepan todos: «Alégrate, si ves que otros trabajan en buenos apostolados. —Y pide, para ellos, gracia de Dios abundante y correspondencia a esa gracia. —Después, tú, a tu camino: persuádete de que no tienes otro» (S. Josemaría Escrivá, Camino, n. 965).

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