COMENTARIO
El Evangelio de Juan presenta la pasión y muerte de Jesús como una glorificación. Con numerosos detalles destaca que en la pasión se realiza la suprema manifestación de Jesús como el Mesías Rey. Así, cuando dice «yo soy», los que van a prenderle retroceden y caen por tierra (18,5-8); ante Pilato se declara Rey (18,33-37; cfr 19,2-3.19-22) y, en todo momento, con actitud de serena majestad, manifiesta su pleno conocimiento y dominio de los acontecimientos (18,4; 19,28), en los que se cumple la voluntad del Padre (18,11; 19,30).
La pasión es, por otra parte, la hora en que culmina el odio de sus adversarios y del mundo hacia Jesús: la hora del poder de las tinieblas que alcanza incluso a sus discípulos, pues le abandonan o le niegan (18,25-27). Pero al pie de la cruz se da también la suprema confesión de fe en Él: la fe de la Santísima Virgen, a la que el Señor entrega como Madre de los hombres representados en el discípulo amado (19,25-27). Cristo es el nuevo Cordero Pascual, que con su muerte redentora quita el pecado del mundo (19,31-42; cfr 1,29.36). Junto con la sangre, del costado del Señor brota agua, símbolo del Bautismo y del Espíritu Santo prometido (cfr 7,37-39), es decir, brota la Iglesia.