11Jn1Había un enfermo que se llamaba Lázaro, de Betania, la aldea de María y de su hermana Marta. 2María era la que ungió al Señor con perfume y le secó los pies con sus cabellos; su hermano Lázaro había caído enfermo. 3Entonces las hermanas le enviaron este recado:
—Señor, mira, aquel a quien amas está enfermo.
4Al oírlo, dijo Jesús:
—Esta enfermedad no es de muerte, sino para gloria de Dios, a fin de que por ella sea glorificado el Hijo de Dios.
5Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. 6Aun cuando oyó que estaba enfermo, se quedó dos días más en el mismo lugar. 7Luego, después de esto, les dijo a sus discípulos:
—Vamos otra vez a Judea.
8Le dijeron los discípulos:
—Rabbí, hace poco te buscaban los judíos para lapidarte, y ¿vas a volver allí?
9—¿Acaso no son doce las horas del día? —respondió Jesús—. Si alguien camina de día no tropieza porque ve la luz de este mundo; 10pero si alguien camina de noche tropieza porque no tiene luz.
11Dijo esto, y a continuación añadió:
—Lázaro, nuestro amigo, está dormido, pero voy a despertarlo.
12Le dijeron entonces sus discípulos:
—Señor, si está dormido se salvará.
13Jesús había hablado de su muerte, pero ellos pensaron que hablaba del sueño natural.
14Entonces Jesús les dijo claramente:
—Lázaro ha muerto, 15y me alegro por ustedes de no haber estado allí, para que crean; pero vayamos adonde está él.
16Tomás, el llamado Dídimo, les dijo a los otros discípulos:
—Vayamos también nosotros y muramos con él.
17Al llegar Jesús, encontró que ya llevaba sepultado cuatro días. 18Betania distaba de Jerusalén como quince estadios. 19Muchos judíos habían ido a visitar a Marta y María para consolarlas por lo de su hermano.
20En cuanto Marta oyó que Jesús venía, salió a recibirlo; María, en cambio, se quedó sentada en casa. 21Le dijo Marta a Jesús:
—Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano, 22pero incluso ahora sé que todo cuanto pidas a Dios, Dios te lo concederá.
23—Tu hermano resucitará —le dijo Jesús.
24Marta le respondió:
—Ya sé que resucitará en la resurrección, en el último día.
25—Yo soy la Resurrección y la Vida —le dijo Jesús—; el que cree en mí, aunque hubiera muerto, vivirá, 26y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees esto?
27—Sí, Señor —le contestó—. Yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido a este mundo.
28En cuanto dijo esto, fue a llamar a su hermana María, diciéndole en un aparte:
—El Maestro está aquí y te llama.
29Ella, en cuanto lo oyó, se levantó enseguida y fue hacia él. 30Todavía no había llegado Jesús a la aldea, sino que se encontraba aún donde Marta le había salido al encuentro. 31Los judíos que estaban con ella en la casa y la consolaban, al ver que María se levantaba de repente y se marchaba, la siguieron pensando que iba al sepulcro a llorar allí. 32Entonces María llegó donde se encontraba Jesús y, al verlo, se postró a sus pies y le dijo:
—Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano.
33Jesús, cuando la vio llorando y que los judíos que la acompañaban también lloraban, se estremeció por dentro, se conmovió 34y dijo:
—¿Dónde lo han puesto?
Le contestaron:
—Señor, ven a verlo.
35Jesús rompió a llorar. 36Decían entonces los judíos:
—Miren cuánto lo amaba.
37Pero algunos de ellos dijeron:
—Éste, que abrió los ojos del ciego, ¿no podía haber hecho que no muriera?
38Jesús, conmoviéndose de nuevo, fue al sepulcro. Era una cueva tapada con una piedra. 39Jesús dijo:
—Quiten la piedra.
Marta, la hermana del difunto, le dijo:
—Señor, ya huele muy mal, pues lleva cuatro días.
40Le dijo Jesús:
—¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?
41Retiraron entonces la piedra. Jesús, alzando los ojos hacia lo alto, dijo:
—Padre, te doy gracias porque me has escuchado. 42Yo sabía que siempre me escuchas, pero lo he dicho por la muchedumbre que está alrededor, para que crean que Tú me enviaste.
43Y después de decir esto, gritó con voz fuerte:
—¡Lázaro, sal afuera!
44Y el que estaba muerto salió con los pies y las manos atados con vendas, y con el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo:
—Desátenlo y déjenlo andar.
45Muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que hizo Jesús, creyeron en él. 46Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho. 47Entonces los príncipes de los sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín:
—¿Qué hacemos, puesto que este hombre realiza muchos signos? —decían—. 48Si lo dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos y destruirán nuestro lugar y nuestra nación.
49Uno de ellos, Caifás, que aquel año era sumo sacerdote, les dijo:
—Ustedes no saben nada, 50ni se dan cuenta de que les conviene que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca toda la nación 51—pero esto no lo dijo por sí mismo, sino que, siendo sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación; 52y no sólo por la nación, sino para reunir a los hijos de Dios que estaban dispersos.
53Así, desde aquel día decidieron darle muerte. 54Entonces Jesús ya no andaba en público entre los judíos, sino que se marchó de allí a una región cercana al desierto, a la ciudad llamada Efraím, donde se quedó con sus discípulos.
55Pronto iba a ser la Pascua de los judíos, y muchos subieron de aquella región a Jerusalén antes de la Pascua para purificarse. 56Los que estaban en el Templo buscaban a Jesús, y se decían unos a otros:
—¿Qué les parece: no vendrá a la fiesta?
57Los príncipes de los sacerdotes y los fariseos habían dado órdenes de que si alguien sabía dónde estaba, lo denunciase, para poderlo prender.
12Jn1Jesús, seis días antes de la Pascua, marchó a Betania, donde estaba Lázaro, al que Jesús había resucitado de entre los muertos. 2Allí le prepararon una cena. Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban a la mesa con él.
3María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se llenó de la fragancia del perfume. 4Dijo Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo iba a entregar:
5—¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?
6Pero esto lo dijo no porque él se preocupara de los pobres, sino porque era ladrón y, como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella. 7Entonces dijo Jesús:
—Déjenlo que lo emplee para el día de mi sepultura, 8porque a los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no siempre me tienen.
9Una gran multitud de judíos se enteró de que estaba allí, y fueron no sólo por Jesús, sino también por ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. 10Y los príncipes de los sacerdotes decidieron dar muerte también a Lázaro, 11porque muchos, por su causa, se apartaban de los judíos y creían en Jesús.
12Al día siguiente las muchedumbres que iban a la fiesta, oyendo que Jesús se acercaba a Jerusalén, 13tomaron ramos de palmas, salieron a su encuentro y se pusieron a gritar:
—¡Hosanna!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor,
el Rey de Israel!
14Jesús encontró un borriquillo y se montó sobre él, conforme a lo que está escrito:
15No temas, hija de Sión.
Mira a tu rey que llega
montado en un borrico de asna.
16Al principio sus discípulos no comprendieron esto, pero cuando Jesús fue glorificado, entonces recordaron que estas cosas estaban escritas acerca de él, y que fueron precisamente éstas las que le hicieron.
17La gente que estaba con él cuando llamó a Lázaro del sepulcro y lo resucitó de entre los muertos, daba testimonio. 18Por eso las muchedumbres le salieron al encuentro, porque oyeron que Jesús había hecho este signo. 19Entonces los fariseos se dijeron unos a otros:
—Ya ven que no adelantan nada; miren cómo todo el mundo se ha ido tras él.
20Entre los que subieron a adorar a Dios en la fiesta había algunos griegos. 21Así que éstos se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y comenzaron a rogarle:
22Vino Felipe y se lo dijo a Andrés, y Andrés y Felipe fueron y se lo dijeron a Jesús. 23Jesús les contestó:
—Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre. 24En verdad, en verdad les digo que si el grano de trigo no muere al caer en tierra, queda infecundo; pero si muere, produce mucho fruto. 25El que ama su vida la perderá, y el que aborrece su vida en este mundo, la guardará para la vida eterna. 26Si alguien me sirve, que me siga, y donde yo estoy allí estará también mi servidor. Si alguien me sirve, el Padre lo honrará.
27»Ahora mi alma está turbada; y ¿qué voy a decir?: «¿Padre, líbrame de esta hora?» ¡Pero si para esto he venido a esta hora! 28¡Padre, glorifica tu nombre!
Entonces vino una voz del cielo:
—Lo he glorificado y de nuevo lo glorificaré.
29La multitud que estaba presente y la oyó decía que había sido un trueno. Otros decían:
—Le ha hablado un ángel.
30Jesús respondió:
—Esta voz no ha venido por mí, sino por ustedes. 31Ahora es el juicio de este mundo, ahora el príncipe de este mundo va a ser arrojado fuera. 32Y yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí.
33Decía esto señalando de qué muerte iba a morir. 34La multitud le replicó:
—Nosotros hemos oído en la Ley que el Cristo permanece para siempre; entonces, ¿cómo dices tú: «Es necesario que sea levantado el Hijo del Hombre»? ¿Quién es este «Hijo del Hombre»?
35Jesús les dijo:
—Todavía estará un poco de tiempo la luz entre ustedes. Caminen mientras tienen la luz, para que las tinieblas no los sorprendan; porque el que camina en tinieblas no sabe adónde va. 36Mientras tienen la luz, crean en la luz para que sean hijos de la luz.
Jesús les dijo estas cosas, y se marchó y se ocultó de ellos.
37Aunque había hecho Jesús tantos signos delante de ellos, no creían en él, 38de modo que se cumplieran las palabras que dijo el profeta Isaías:
Señor, ¿quién ha creído nuestro mensaje?,
y el brazo del Señor, ¿a quién ha sido revelado?
39Por eso no podían creer, porque también dijo Isaías:
40Les ha cegado los ojos
y les ha endurecido el corazón
de modo que no vean con los ojos
ni entiendan con el corazón ni se conviertan,
y yo los sane.
41Isaías dijo esto cuando vio su gloria y habló sobre él.
42Sin embargo, creyeron en él incluso muchos de los judíos principales, pero no lo confesaban a causa de los fariseos, para no ser expulsados de la sinagoga, 43porque amaron más la gloria de los hombres que la gloria de Dios.
44Jesús clamó y dijo:
—El que cree en mí, no cree en mí, sino en Aquel que me ha enviado; 45y el que me ve a mí, ve al que me ha enviado. 46Yo soy la luz que ha venido al mundo para que todo el que cree en mí no permanezca en tinieblas. 47Y si alguien escucha mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. 48Quien me desprecia y no recibe mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que he hablado, ésa lo juzgará en el último día. 49Porque yo no he hablado por mí mismo, sino que el Padre que me envió, Él me ha ordenado lo que tengo que decir y hablar. 50Y sé que su mandato es vida eterna; por tanto, lo que yo hablo, según me lo ha dicho el Padre, así lo hablo.
13Jn1La víspera de la fiesta de Pascua, como Jesús sabía que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. 2Y mientras celebraban la cena, cuando el diablo ya había sugerido en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, que lo entregara, 3como Jesús sabía que todo lo había puesto el Padre en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, 4se levantó de la cena, se quitó el manto, tomó una toalla y se la puso a la cintura. 5Después echó agua en una jofaina, y empezó a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que se había puesto a la cintura.
6Llegó a Simón Pedro y éste le dijo:
—Señor, ¿tú me vas a lavar a mí los pies?
7—Lo que yo hago no lo entiendes ahora —respondió Jesús—. Lo comprenderás después.
8Le dijo Pedro:
—No me lavarás los pies jamás.
—Si no te lavo, no tendrás parte conmigo —le respondió Jesús.
9Simón Pedro le replicó:
—Entonces, Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.
10Jesús le dijo:
—El que se ha bañado no tiene necesidad de lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos 11—como sabía quién le iba a entregar, por eso dijo: «No todos están limpios».
12Después de lavarles los pies se puso el manto, se recostó a la mesa de nuevo y les dijo:
—¿Comprenden lo que he hecho con ustedes? 13Ustedes me llaman el Maestro y el Señor, y tienen razón, porque lo soy. 14Pues si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. 15Les he dado ejemplo para que, como yo he hecho con ustedes, también lo hagan ustedes. 16En verdad, en verdad les digo: no es el siervo más que su señor, ni el enviado más que quien lo envió. 17Si comprenden esto y lo hacen, serán bienaventurados. 18No lo digo por todos ustedes: yo sé a quienes elegí; sino para que se cumpla la Escritura: El que come mi pan levantó contra mí su talón. 19Se lo digo desde ahora, antes de que suceda, para que cuando ocurra crean que yo soy. 20En verdad, en verdad les digo: quien recibe al que yo envíe, a mí me recibe; y quien a mí me recibe, recibe al que me ha enviado.
21Cuando dijo esto Jesús se conmovió en su espíritu, y declaró:
—En verdad, en verdad les digo que uno de ustedes me va a entregar.
22Los discípulos se miraban unos a otros sin saber a quién se refería. 23Estaba recostado en el pecho de Jesús uno de los discípulos, el que Jesús amaba. 24Simón Pedro le hizo señas y le dijo:
—Pregúntale quién es ése del que habla.
25Él, que estaba recostado sobre el pecho de Jesús, le dice:
—Señor, ¿quién es?
26Jesús le responde:
—Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar.
Y después de mojar el bocado, se lo da a Judas, hijo de Simón Iscariote. 27Entonces, tras el bocado, entró en él Satanás. Y Jesús le dijo:
—Lo que vas a hacer, hazlo pronto.
28Pero ninguno de los que estaban a la mesa entendió con qué fin le dijo esto, 29pues algunos pensaban que, como Judas tenía la bolsa, Jesús le decía: «Compra lo que necesitamos para la fiesta», o «da algo a los pobres». 30Aquél, después de tomar el bocado, salió enseguida. Era de noche.
31Cuando salió, dijo Jesús:
—Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él. 32Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará a él en sí mismo; y pronto lo glorificará.
33»Hijos, todavía estoy un poco con ustedes. Me buscarán y como les dije a los judíos: «Adonde yo voy, ustedes no pueden venir», lo mismo les digo ahora a ustedes. 34Un mandamiento nuevo les doy: que se amen unos a otros. Como yo los he amado, ámense también unos a otros. 35En esto conocerán todos que son mis discípulos, si se tienen amor unos a otros.
36Le dijo Simón Pedro:
—Señor, ¿adónde vas?
Jesús respondió:
—Adonde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, me seguirás más tarde.
37Pedro le dijo:
—Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti.
—¿Tú darás la vida por mí? En verdad, en verdad te digo que no cantará el gallo sin que me hayas negado tres veces.
14Jn1»No se turbe su corazón. Creen en Dios, crean también en mí. 2En la casa de mi Padre hay muchas moradas. De lo contrario, ¿les hubiera dicho que voy a prepararles un lugar? 3Cuando me haya marchado y les haya preparado un lugar, de nuevo vendré y los llevaré junto a mí, para que, donde yo estoy, estén también ustedes. 4Y adonde yo voy, ya saben el camino.
5Tomás le dijo:
—Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podremos saber el camino?
6—Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida —le respondió Jesús—; nadie va al Padre si no es a través de mí. 7Si me han conocido a mí, conocerán también a mi Padre; desde ahora lo conocen y lo han visto.
8Felipe le dijo:
—Señor, muéstranos al Padre y nos basta.
9—Felipe —le contestó Jesús—, ¿tanto tiempo como llevo con ustedes y no me has conocido? El que me ha visto a mí ha visto al Padre; ¿cómo dices tú: «Muéstranos al Padre»? 10¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Las palabras que yo les digo no las hablo por mí mismo. El Padre, que está en mí, realiza sus obras. 11Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí; y si no, crean por las obras mismas. 12En verdad, en verdad les digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y las hará mayores que éstas porque yo voy al Padre. 13Y lo que pidan en mi nombre eso haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. 14Si me piden algo en mi nombre, yo lo haré.
15»Si me aman, guardarán mis mandamientos; 16y yo rogaré al Padre y les dará otro Paráclito para que esté con ustedes siempre: 17el Espíritu de la verdad, al que el mundo no puede recibir porque no lo ve ni lo conoce; ustedes lo conocen porque permanece a su lado y está en ustedes. 18No los dejaré huérfanos, yo volveré a ustedes. 19Todavía un poco más y el mundo ya no me verá, pero ustedes me verán porque yo vivo y también ustedes vivirán. 20Ese día conocerán que yo estoy en el Padre, y ustedes en mí y yo en ustedes. 21El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama. Y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y yo mismo me manifestaré a él.
22Judas, no el Iscariote, le dijo:
—Señor, ¿y qué ha pasado para que tú te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?
23Jesús le respondió:
—Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. 24El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que escuchan no es mía sino del Padre que me ha enviado. 25Les he hablado de todo esto estando con ustedes; 26pero el Paráclito, el Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, Él les enseñará todo y les recordará todas las cosas que les he dicho.
27»La paz les dejo, mi paz les doy; no se las doy como la da el mundo. No se turbe su corazón ni se acobarde. 28Han escuchado que les he dicho: «Me voy y vuelvo a ustedes». Si me amaran os alegrarían de que vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo. 29Se los he dicho ahora antes de que suceda, para que cuando ocurra crean. 30Ya no hablaré mucho con ustedes, porque viene el príncipe del mundo; contra mí no puede nada, 31pero el mundo debe conocer que amo al Padre y que obro tal y como me ordenó.
»¡Levántense, vámonos de aquí!
15Jn1»Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador. 2Todo sarmiento que en mí no da fruto lo corta, y todo el que da fruto lo poda para que dé más fruto. 3Ustedes ya están limpios por la palabra que les he hablado. 4Permanezcan en mí y yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco ustedes si no permanecen en mí. 5Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí no pueden hacer nada. 6Si alguno no permanece en mí es arrojado fuera, como los sarmientos, y se seca; luego los recogen, los arrojan al fuego y arden. 7Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá. 8En esto es glorificado mi Padre, en que den mucho fruto y sean discípulos míos.
9»Como el Padre me amó, así los he amado yo. Permanezcan en mi amor. 10Si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. 11Les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea completa. 12Éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. 13Nadie tiene amor más grande que el de dar uno la vida por sus amigos. 14Ustedes son mis amigos si hacen lo que les mando. 15Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; a ustedes, en cambio, los he llamado amigos, porque todo lo que oí de mi Padre se los he hecho conocer. 16No me han elegido ustedes a mí, sino que yo los he elegido a ustedes, y los he destinado para que vayan y den fruto, y su fruto permanezca, para que todo lo que pidan al Padre en mi nombre se los conceda. 17Esto les mando: que se amen los unos a los otros.
18»Si el mundo los odia, sepan que antes que a ustedes me ha odiado a mí. 19Si fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya; pero como no son del mundo, sino que yo los escogí del mundo, por eso el mundo los odia. 20Acuérdense de las palabras que les he dicho: no es el siervo más que su señor. Si me han perseguido a mí, también a ustedes los perseguirán. Si han guardado mi doctrina, también guardarán la suya. 21Pero les harán todas estas cosas a causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado. 22Si no hubiera venido y les hubiera hablado, no tendrían pecado. Pero ahora no tienen excusa de su pecado.
23»El que me odia a mí, también odia a mi Padre. 24Si no hubiera hecho ante ellos las obras que ningún otro hizo, no tendrían pecado; sin embargo, ahora las han visto y me han odiado a mí, y también a mi Padre. 25Pero tenía que cumplirse la palabra que estaba escrita en su Ley: Me odiaron sin motivo.
26»Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré de parte del Padre, el Espíritu de la verdad que procede del Padre, Él dará testimonio de mí. 27También ustedes darán testimonio, porque desde el principio están conmigo.
16Jn1»Les he dicho todo esto para que no se escandalicen. 2Los expulsarán de las sinagogas; más aún: llega la hora en la que todo el que les dé muerte pensará que hace un servicio a Dios. 3Y esto se los harán porque no han conocido a mi Padre, ni a mí. 4Pero les he dicho estas cosas para que cuando llegue la hora se acuerden de que ya se las había anunciado. No se las dije al principio porque estaba con ustedes. 5Ahora voy a quien me envió y ninguno de ustedes me pregunta: «¿Adónde vas?» 6Pero porque les he dicho esto, su corazón se ha llenado de tristeza; 7pero yo les digo la verdad: les conviene que me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes. En cambio, si yo me voy, se los enviaré. 8Y cuando venga Él, acusará al mundo de pecado, de justicia y de juicio: 9de pecado, porque no creen en mí; 10de justicia, porque me voy al Padre y ya no me verán; 11de juicio, porque el príncipe de este mundo ya está juzgado.
12»Todavía tengo que decirles muchas cosas, pero no pueden sobrellevarlas ahora. 13Cuando venga Aquél, el Espíritu de la verdad, los guiará hacia toda la verdad, pues no hablará por sí mismo, sino que dirá todo lo que oiga y les anunciará lo que va a venir. 14Él me glorificará porque recibirá de lo mío y se los anunciará. 15Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso dije: «Recibe de lo mío y se los anunciará».
16»Dentro de un poco ya no me verán, y dentro de otro poco me volverán a ver.
17Sus discípulos se decían unos a otros:
—¿Qué es esto que nos dice: «Dentro de un poco no me verán y dentro de otro poco me volverán a ver», y que «voy al Padre»?
—¿Qué es esto que dice: «Dentro de un poco»? No sabemos a qué se refiere.
19Jesús conoció que se lo querían preguntar y les dijo:
—Intentan averiguar entre ustedes lo que he dicho: «Dentro de un poco no me verán, y dentro de otro poco me volverán a ver». 20En verdad, en verdad les digo que llorarán y se lamentarán, y en cambio el mundo se alegrará; ustedes estarán tristes, pero su tristeza se convertirá en alegría. 21La mujer, cuando va a dar a luz, está triste porque ha llegado su hora, pero una vez que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda del sufrimiento por la alegría de que ha nacido un hombre en el mundo. 22Así pues, también ustedes ahora se entristecen, pero los volveré a ver y se les alegrará el corazón, y nadie les quitará su alegría. 23Ese día no me preguntarán nada. En verdad, en verdad les digo: si le piden al Padre algo en mi nombre, se los concederá. 24Hasta ahora no han pedido nada en mi nombre; pidan y recibirán, para que su alegría sea completa.
25»Les he dicho todo esto con comparaciones. Llega la hora en que ya no hablaré con comparaciones, sino que claramente les anunciaré las cosas acerca del Padre. 26Ese día pedirán en mi nombre, y no les digo que yo rogaré al Padre por ustedes, 27ya que el Padre mismo los ama, porque ustedes me han amado y han creído que yo salí de Dios. 28Salí del Padre y vine al mundo; de nuevo dejo el mundo y voy al Padre.
29Le dicen sus discípulos:
—Ahora sí que hablas con claridad y no usas ninguna comparación; 30ahora vemos que lo sabes todo, y no necesitas que nadie te pregunte; por eso creemos que has salido de Dios.
31—¿Ahora creen? —les dijo Jesús—. 32Miren que llega la hora, y ya llegó, en que los dispersarán cada uno por su lado, y me dejarán solo, aunque no estoy solo porque el Padre está conmigo. 33Les he dicho esto para que tengan paz en mí. En el mundo tendrán sufrimientos, pero confíen: yo he vencido al mundo.
17Jn1Jesús, después de pronunciar estas palabras, elevó sus ojos al cielo y dijo:
—Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo para que tu Hijo te glorifique; 2ya que le diste potestad sobre toda carne, que él dé vida eterna a todos los que Tú le has dado. 3Ésta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien Tú has enviado. 4Yo te he glorificado en la tierra: he terminado la obra que Tú me has encomendado que hiciera. 5Ahora, Padre, glorifícame Tú a tu lado con la gloria que tuve junto a Ti antes de que el mundo existiera.
6»He manifestado tu nombre a los que me diste del mundo. Tuyos eran, Tú me los confiaste y ellos han guardado tu palabra. 7Ahora han conocido que todo lo que me has dado proviene de Ti, 8porque las palabras que me diste se las he dado, y ellos las han recibido y han conocido verdaderamente que yo salí de Ti, y han creído que Tú me enviaste. 9Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo sino por los que me has dado, porque son tuyos. 10Todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío, y he sido glorificado en ellos.
11»Ya no estoy en el mundo, pero ellos están en el mundo y yo voy a Ti. Padre Santo, guarda en tu nombre a aquellos que me has dado, para que sean uno como nosotros. 12Cuando estaba con ellos yo los guardaba en tu nombre. He guardado a los que me diste y ninguno de ellos se ha perdido, excepto el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. 13Pero ahora voy a Ti y digo estas cosas en el mundo, para que tengan mi alegría completa en sí mismos.
14»Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, lo mismo que yo no soy del mundo. 15No pido que los saques del mundo, sino que los guardes del Maligno. 16No son del mundo lo mismo que yo no soy del mundo. 17Santifícalos en la verdad: tu palabra es la verdad. 18Lo mismo que Tú me enviaste al mundo, así los he enviado yo al mundo. 19Por ellos yo me santifico, para que también ellos sean santificados en la verdad.
20»No ruego sólo por éstos, sino por los que van a creer en mí por su palabra: 21que todos sean uno; como Tú, Padre, en mí y yo en Ti, que así ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que Tú me has enviado. 22Yo les he dado la gloria que Tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno. 23Yo en ellos y Tú en mí, para que sean consumados en la unidad, y conozca el mundo que Tú me has enviado y los has amado como me amaste a mí. 24Padre, quiero que donde yo estoy también estén conmigo los que Tú me has confiado, para que vean mi gloria, la que me has dado porque me amaste antes de la creación del mundo. 25Padre justo, el mundo no te conoció; pero yo te conocí, y éstos han conocido que Tú me enviaste. 26Les he dado a conocer tu nombre y lo daré a conocer, para que el amor con que Tú me amaste esté en ellos y yo en ellos.
18Jn1Dicho esto, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto en el que entraron él y sus discípulos. 2Judas, el que lo iba a entregar, conocía el lugar, porque Jesús se reunía frecuentemente allí con sus discípulos. 3Entonces Judas se llevó con él a la cohorte y a los servidores de los príncipes de los sacerdotes y de los fariseos, y llegaron allí con linternas, antorchas y armas.
4Jesús, que sabía todo lo que le iba a ocurrir, se adelantó y les dijo:
—¿A quién buscan?
5—A Jesús el Nazareno —le respondieron.
Jesús les contestó:
—Yo soy.
Judas, el que lo iba a entregar, estaba con ellos. 6Cuando les dijo: «Yo soy», se echaron hacia atrás y cayeron en tierra. 7Les preguntó de nuevo:
—¿A quién buscan?
—A Jesús el Nazareno —respondieron ellos.
8Jesús contestó:
—Les he dicho que yo soy; si me buscan a mí, dejen marchar a éstos.
9Así se cumplió la palabra que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste».
10Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó, hirió al criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. El criado se llamaba Malco. 11Jesús le dijo a Pedro:
—Envaina tu espada. ¿Acaso no voy a beber el cáliz que el Padre me ha dado?
12Entonces la cohorte, el tribuno y los servidores de los judíos prendieron a Jesús y lo ataron.
13Y lo condujeron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, el sumo sacerdote aquel año. 14Caifás era el que había aconsejado a los judíos: «Conviene que un hombre muera por el pueblo».
15Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este otro discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el atrio del sumo sacerdote. 16Pedro, sin embargo, estaba fuera, en la puerta. Salió entonces el otro discípulo que era conocido del sumo sacerdote, habló con la portera e introdujo a Pedro. 17La muchacha portera le dijo a Pedro:
—¿No eres también tú de los discípulos de este hombre?
—No lo soy —respondió él.
18Estaban allí los criados y los servidores, que habían hecho fuego, porque hacía frío, y se calentaban. Pedro también estaba con ellos calentándose.
19El sumo sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y sobre su doctrina. 20Jesús le respondió:
—Yo he hablado claramente al mundo, he enseñado siempre en la sinagoga y en el Templo, donde todos los judíos se reúnen, y no he dicho nada en secreto. 21¿Por qué me preguntas? Pregunta a los que me oyeron de qué les he hablado: ellos saben lo que he dicho.
22Al decir esto, uno de los servidores que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:
—¿Así es como respondes al sumo sacerdote?
23Jesús le contestó:
—Si he hablado mal, declara ese mal; pero si tengo razón, ¿por qué me pegas?
24Entonces Anás lo envió atado a Caifás, el sumo sacerdote.
25Simón Pedro estaba calentándose y le dijeron:
—¿No eres tú también de sus discípulos?
Él lo negó y dijo:
—No lo soy.
26Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:
—¿No te he visto yo en el huerto con él?
27Pedro volvió a negarlo, e inmediatamente cantó el gallo.
28De Caifás condujeron a Jesús al pretorio. Era muy temprano. Ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse y así poder comer la Pascua. 29Entonces Pilato salió fuera, donde estaban ellos, y dijo:
—¿Qué acusación traen contra este hombre?
30—Si éste no fuera malhechor no te lo habríamos entregado —le respondieron.
31Les dijo Pilato:
—Tómenlo ustedes y júzguenlo según su ley.
Los judíos le respondieron:
—A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie 32—así se cumplía la palabra que Jesús había dicho al señalar de qué muerte iba a morir.
33Pilato entró de nuevo en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
—¿Eres tú el Rey de los judíos?
34Jesús contestó:
—¿Dices esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?
35—¿Acaso soy yo judío? —respondió Pilato—. Tu gente y los príncipes de los sacerdotes te han entregado a mí: ¿qué has hecho?
36Jesús respondió:
—Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores lucharían para que no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí.
—¿O sea, que tú eres Rey?
Jesús contestó:
—Tú lo dices: yo soy Rey. Para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad escucha mi voz.
38Pilato le dijo:
—¿Qué es la verdad?
Y después de decir esto, se dirigió otra vez a los judíos y les dijo:
—Yo no encuentro en él ninguna culpa. 39Ustedes tienen la costumbre de que les suelte a uno por la Pascua, ¿quieren que les suelte al Rey de los judíos?
40Entonces volvieron a gritar:
—¡A ése no, a Barrabás! —Barrabás era un ladrón.
19Jn1Entonces Pilato tomó a Jesús y mandó que lo azotaran. 2Y los soldados le pusieron en la cabeza una corona de espinas que habían trenzado y lo vistieron con un manto de púrpura. 3Y se acercaban a él y le decían:
—Salve, Rey de los judíos.
Y le daban bofetadas.
4Pilato salió otra vez fuera y les dijo:
—Miren, se los voy a sacar para que sepan que no encuentro en él culpa alguna.
5Entonces Jesús salió fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo:
—Aquí tienen al hombre.
6Cuando lo vieron los príncipes de los sacerdotes y los servidores, gritaron:
—¡Crucifícalo, crucifícalo!
Pilato les respondió:
—Tómenlo ustedes y crucifíquenlo porque yo no encuentro culpa en él.
7Los judíos contestaron:
—Nosotros tenemos una Ley, y según la Ley debe morir porque se ha hecho Hijo de Dios.
8Cuando oyó Pilato estas palabras tuvo más miedo. 9Y volvió a entrar en el pretorio y le dijo a Jesús:
—¿De dónde eres tú?
Pero Jesús no le dio respuesta alguna. 10Pilato le dijo:
—¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo potestad para soltarte y potestad para crucificarte?
11Jesús respondió:
—No tendrías potestad alguna sobre mí, si no se te hubiera dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene mayor pecado.
12Desde entonces Pilato buscaba cómo soltarlo. Pero los judíos gritaban diciendo:
—¡Si sueltas a ése no eres amigo del César! ¡Todo el que se hace rey va contra el César!
13Pilato, al escuchar estas palabras, condujo fuera a Jesús y se sentó en el tribunal, en el lugar llamado Litóstrotos, en hebreo Gabbatá. 14Era la Parasceve de la Pascua, más o menos la hora sexta, y les dijo a los judíos:
—Aquí está su Rey.
15Pero ellos gritaron:
Pilato les dijo:
—¿A su Rey voy a crucificar?
—No tenemos más rey que el César —respondieron los príncipes de los sacerdotes.
16Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Y se llevaron a Jesús.
17Y, cargando con la cruz, salió hacia el lugar que se llama la Calavera, en hebreo Gólgota. 18Allí lo crucificaron con otros dos, uno a cada lado y Jesús en medio. 19Pilato mandó escribir el título y lo hizo poner sobre la cruz. Estaba escrito: «Jesús Nazareno, el Rey de los judíos». 20Muchos de los judíos leyeron este título, pues el lugar donde Jesús fue crucificado se hallaba cerca de la ciudad. Y estaba escrito en hebreo, en latín y en griego. 21Los príncipes de los sacerdotes de los judíos decían a Pilato:
—No escribas: «El Rey de los judíos», sino que él dijo: «Yo soy Rey de los judíos».
22—Lo que he escrito, escrito está —contestó Pilato.
23Los soldados, después de crucificar a Jesús, recogieron sus ropas e hicieron cuatro partes, una para cada soldado, y además la túnica. La túnica no tenía costuras, estaba toda ella tejida de arriba abajo. 24Se dijeron entonces entre sí:
—No la rompamos. Mejor, la echamos a suertes a ver a quién le toca —para que se cumpliera la Escritura cuando dice:
Se repartieron mis ropas
y echaron suertes sobre mi túnica.
Y los soldados así lo hicieron.
25Estaban junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María de Cleofás, y María Magdalena. 26Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, le dijo a su madre:
—Mujer, aquí tienes a tu hijo.
27Después le dice al discípulo:
—Aquí tienes a tu madre.
Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa.
28Después de esto, como Jesús sabía que todo estaba ya consumado, para que se cumpliera la Escritura, dijo:
—Tengo sed.
29Había por allí un vaso lleno de vinagre. Sujetaron una esponja empapada en el vinagre a una caña de hisopo y se la acercaron a la boca. 30Jesús, cuando probó el vinagre, dijo:
—Todo está consumado.
E inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
31Como era la Parasceve, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día grande, los judíos rogaron a Pilato que les rompieran las piernas y los retirasen. 32Vinieron los soldados y rompieron las piernas al primero y al otro que había sido crucificado con él. 33Pero cuando llegaron a Jesús, al verle ya muerto, no le quebraron las piernas, 34sino que uno de los soldados le abrió el costado con la lanza. Y al instante brotó sangre y agua. 35El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice la verdad para que también ustedes crean. 36Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: No le quebrantarán ni un hueso. 37Y también otro pasaje de la Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.
38Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque a escondidas por temor a los judíos, le rogó a Pilato que lo dejara retirar el cuerpo de Jesús. Y Pilato se lo permitió. Así que fue y retiró su cuerpo. 39Nicodemo, el que había ido antes a Jesús de noche, fue también llevando una mixtura de mirra y áloe, de unas cien libras. 40Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos, con los aromas, como es costumbre dar sepultura entre los judíos. 41En el lugar donde fue crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo en el que todavía no había sido colocado nadie. 42Como era la Parasceve de los judíos y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.
20Jn1El día siguiente al sábado, muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio quitada la piedra del sepulcro. 2Entonces echó a correr, llegó hasta donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, el que Jesús amaba, y les dijo:
—Se han llevado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto.
3Salió Pedro con el otro discípulo y fueron al sepulcro.
4Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó antes al sepulcro. 5Se inclinó y vio allí los lienzos plegados, pero no entró. 6Llegó tras él Simón Pedro, entró en el sepulcro y vio los lienzos plegados, 7y el sudario que había sido puesto en su cabeza, no plegado junto con los lienzos, sino aparte, todavía enrollado, en un sitio. 8Entonces entró también el otro discípulo que había llegado antes al sepulcro, vio y creyó. 9No entendían aún la Escritura según la cual era preciso que resucitara de entre los muertos. 10Y los discípulos se marcharon de nuevo a casa.
11María estaba fuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, 12y vio a dos ángeles de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies, donde había sido colocado el cuerpo de Jesús. 13Ellos dijeron:
—Mujer, ¿por qué lloras?
—Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto —les respondió.
14Dicho esto, se volvió hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. 15Le dijo Jesús:
—Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?
Ella, pensando que era el hortelano, le dijo:
—Señor, si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré.
16Jesús le dijo:
—¡María!
Ella, volviéndose, exclamó en hebreo:
—¡Rabbuni! —que quiere decir: «Maestro».
17Jesús le dijo:
—Suéltame, que aún no he subido a mi Padre; pero vete donde están mis hermanos y diles: «Subo a mi Padre y a su Padre, a mi Dios y a su Dios».
18Fue María Magdalena y anunció a los discípulos:
—¡He visto al Señor!, y me ha dicho estas cosas.
19Al atardecer de aquel día, el siguiente al sábado, con las puertas del lugar donde se habían reunido los discípulos cerradas por miedo a los judíos, vino Jesús, se presentó en medio de ellos y les dijo:
—La paz esté con ustedes.
20Y dicho esto les mostró las manos y el costado.
Al ver al Señor, los discípulos se alegraron. 21Les repitió:
—La paz esté con ustedes. Como el Padre me envió, así los envío yo.
22Dicho esto sopló sobre ellos y les dijo:
—Reciban el Espíritu Santo; 23a quienes les perdonen los pecados, les son perdonados; a quienes se los retengan, les son retenidos.
24Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. 25Los otros discípulos le dijeron:
—¡Hemos visto al Señor!
Pero él les respondió:
—Si no le veo en las manos la marca de los clavos, y no meto mi dedo en esa marca de los clavos y meto mi mano en el costado, no creeré.
26A los ocho días, estaban otra vez dentro sus discípulos y Tomás con ellos. Aunque estaban las puertas cerradas, vino Jesús, se presentó en medio y dijo:
—La paz esté con ustedes.
27Después le dijo a Tomás:
—Trae aquí tu dedo y mira mis manos, y trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente.
28Respondió Tomás y le dijo:
29Jesús contestó:
—Porque me has visto has creído; bienaventurados los que sin haber visto hayan creído.
30Muchos otros signos hizo también Jesús en presencia de sus discípulos, que no han sido escritos en este libro. 31Sin embargo, éstos han sido escritos para que crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida en su nombre.
21Jn1Después volvió a aparecerse Jesús a sus discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Se apareció así: 2estaban juntos Simón Pedro y Tomás —el llamado Dídimo—, Natanael —que era de Caná de Galilea—, los hijos de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. 3Les dijo Simón Pedro:
—Voy a pescar.
Le contestaron:
—Nosotros también vamos contigo.
Salieron y subieron a la barca. Pero aquella noche no pescaron nada.
4Cuando ya amaneció, se presentó Jesús en la orilla, pero sus discípulos no se dieron cuenta de que era Jesús. 5Les dijo Jesús:
—Muchachos, ¿tienen algo de comer?
—No —le contestaron.
6Él les dijo:
—Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán.
La echaron, y casi no eran capaces de sacarla por la gran cantidad de peces. 7Aquel discípulo a quien amaba Jesús le dijo a Pedro:
Al oír Simón Pedro que era el Señor se ató la túnica, porque estaba desnudo, y se echó al mar. 8Los otros discípulos vinieron en la barca, pues no estaban lejos de tierra, sino a unos doscientos codos, arrastrando la red con los peces.
9Cuando descendieron a tierra vieron unas brasas preparadas, un pez encima y pan. 10Jesús les dijo:
—Traigan algunos de los peces que han pescado ahora.
11Subió Simón Pedro y sacó a tierra la red llena de ciento cincuenta y tres peces grandes. Y a pesar de ser tantos no se rompió la red. 12Jesús les dijo:
—Vengan a comer.
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Tú quién eres?», pues sabían que era el Señor.
13Vino Jesús, tomó el pan y lo distribuyó entre ellos, y lo mismo el pez. 14Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos, después de resucitar de entre los muertos.
15Cuando acabaron de comer, le dijo Jesús a Simón Pedro:
—Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?
Le respondió:
—Sí, Señor, tú sabes que te quiero.
Le dijo:
—Apacienta mis corderos.
16Volvió a preguntarle por segunda vez:
—Simón, hijo de Juan, ¿me amas?
Le respondió:
—Sí, Señor, tú sabes que te quiero.
Le dijo:
—Pastorea mis ovejas.
17Le preguntó por tercera vez:
—Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?
Pedro se entristeció porque le preguntó por tercera vez: «¿Me quieres?», y le respondió:
—Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que te quiero.
Le dijo Jesús:
—Apacienta mis ovejas. 18En verdad, en verdad te digo: cuando eras más joven te ceñías tú mismo y te ibas adonde querías; pero cuando envejezcas extenderás tus manos y otro te ceñirá y llevará adonde no quieras 19—esto lo dijo indicando con qué muerte había de glorificar a Dios.
Y dicho esto, añadió:
—Sígueme.
20Se volvió Pedro y vio que lo seguía aquel discípulo que Jesús amaba, el que en la cena se había recostado en su pecho y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?» 21Y Pedro, al verlo, le dijo a Jesús:
—Señor, ¿y éste qué?
22Jesús le respondió:
—Si yo quiero que él permanezca hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? Tú sígueme.
23Por eso surgió entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: «Si yo quiero que él permanezca hasta que yo vuelva, ¿a ti qué?»
24Éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas y las ha escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero. 25Hay, además, otras muchas cosas que hizo Jesús y que, si se escribieran una por una, pienso que ni aun el mundo podría contener los libros que se tendrían que escribir.