COMENTARIO

 Jn 18,1-12 

Al otro lado del torrente Cedrón (v. 1) se encuentra lo que los sinópticos llaman Getsemaní. Es el primero de los cinco escenarios en los que acontecen los padecimientos de Jesús. Juan no recoge la oración del Señor en el huerto de los olivos, pero sí es el único que recuerda que los que van a prender a Jesús retroceden y caen en tierra ante sus palabras (vv. 4-6). El texto evoca el Salmo 56,10: «Retrocederán mis enemigos, el día en que yo invoque», y hace resplandecer la majestad de Cristo que se entrega voluntaria y libremente. «Si Él no lo hubiera permitido, nunca hubieran realizado su intento de apresarle, pero tampoco Él hubiera cumplido su misión. Ellos buscaban con odio al que querían matar; Jesús, en cambio, nos buscaba con amor queriendo morir» (S. Agustín, In Ioannis Evangelium 112,3).

Emociona contemplar a Jesús pendiente de la suerte de sus discípulos, cuando era Él quien corría peligro (v. 8). Había prometido que ninguno de los suyos se perdería, excepto Judas Iscariote (cfr 6,39; 17,12): aunque aquella promesa se refería más bien a preservarlos de la condenación eterna, el Señor se preocupa aquí también de la suerte inmediata de sus discípulos, que todavía no estaban preparados para afrontar el martirio.

Una vez más se manifiesta el temperamento impetuoso y la lealtad de Pedro que, con riesgo de su vida, defiende al Maestro (vv. 10-11). Pedro, sin embargo, no había entendido aún los planes salvíficos de Dios; sigue resistiéndose a la idea del sacrificio de Cristo, como ya lo había hecho en el momento del primer anuncio de la pasión (cfr Mt 16,21-22). Cristo no aceptó aquella defensa violenta (v. 11). Sus palabras aluden a la oración en el huerto (cfr Mt 26,39), en la que había aceptado libremente la voluntad del Padre, entregándose sin resistencia a llevar a cabo la Redención por la cruz. El pasaje nos enseña que hemos de acatar la voluntad de Dios con la docilidad y prontitud con que Jesús afronta la pasión.

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