COMENTARIO

 Mt 11,20-24 

Corazín (o Corozaín) y Betsaida eran dos ciudades florecientes, situadas en la orilla norte del lago de Genesaret, no lejos de Cafarnaún. Durante su ministerio público Jesús predicó con frecuencia en ellas y obró muchos milagros (v. 20). Tiro y Sidón, dos ciudades de Fenicia, junto con Sodoma y Gomorra —todas célebres por sus vicios—, eran ejemplos clásicos entre los judíos para referirse al castigo de Dios por sus pecados (cfr Ez 26-28; Is 23). Con estas alusiones Jesús resalta la ingratitud de las personas que pudieron conocerle, pero no se convirtieron: en el día del Juicio (vv. 22 y 24) se les pedirá más grave cuenta. Frente a San Lucas, que recoge estas frases como un lamento del Señor (cfr Lc 10,13-16 y nota), San Mateo acentúa el tono de reproche (v. 20) para señalar que siempre queda un espacio para la conversión, «porque lo grave no es caer, sino, después de caídos, quedarnos tendidos y no querernos levantar; lo grave es obstinarse en el mal y, entregados a la desidia, cubrir con pensamientos de desesperación la flaqueza de nuestra voluntad» (S. Juan Crisóstomo, Ad Theodorum lapsum 1,7).

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