COMENTARIO
El Discurso de las Parábolas, el tercero de los pronunciados por Jesús según San Mateo, inicia una nueva sección del evangelio. Recoge siete parábolas acerca del Reino de los Cielos. Los tres evangelios sinópticos (cfr Mc 4,1-34; Lc 8,4-18) transmiten este discurso, y los tres refieren el mismo hecho: tras la exposición de la primera parábola, la del sembrador, los discípulos preguntan al Señor por su significado y Jesús, entonces, les explica el «misterio del Reino de los Cielos» (v. 11; cfr Mc 4,11; Lc 8,10). La parábola del sembrador explica cómo acoger la palabra de Dios. Quizá por eso está en el comienzo del discurso en el que se incluyen la parábola de la cizaña, que no viene en Marcos ni Lucas, y la del grano de mostaza, que viene en Marcos (4,30-32), pero que está desplazada en Lucas (13,18-19). Se llaman «Parábolas del crecimiento», pues expresan las condiciones en que crece la semilla, así como la pequeñez del Reino en sus comienzos y el efecto multiplicador que se deriva de la fuerza contenida en él (cfr nota a Mc 4,1-34). Mateo también recoge otras parábolas complementarias: las del tesoro, la perla y la red.
Sorprende el número de ocasiones en que Jesucristo recurre a la enseñanza en parábolas. Los maestros de la época se valían de ellas para explicar frases de la Escritura, pero Jesús las utiliza más abundantemente y con la finalidad de revelar los misterios del Reino de Dios: «Jesús llama a entrar en el Reino a través de las parábolas, rasgo típico de su enseñanza (cfr Mc 4,33-34). Por medio de ellas invita al banquete del Reino (cfr Mt 22,1-14), pero exige también una elección radical para alcanzar el Reino, es necesario darlo todo (cfr Mt 13,44-45); las palabras no bastan, hacen falta obras (cfr Mt 21,28-31). Las parábolas son como un espejo para el hombre: ¿acoge la palabra como un suelo duro o como una buena tierra (cfr Mt 13,3-9)? ¿Qué hace con los talentos recibidos (cfr Mt 25,14-30)? Jesús y la presencia del Reino en este mundo están secretamente en el corazón de las parábolas. Es preciso entrar en el Reino, es decir, hacerse discípulo de Cristo para “conocer los Misterios del Reino de los Cielos” (Mt 13,11). Para los que están “fuera” (Mc 4,11), la enseñanza de las parábolas es algo enigmático (cfr Mt 13,10-15)» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 546).