COMENTARIO

 Lc 5,17-26 

El poder de Jesús y de su palabra (cfr nota a 4,31-37) se ilustra con este milagro donde muestra a las claras que su potestad en la tierra (v. 24) tiene un origen que trasciende lo terreno (v. 17): «La medicina, según Demócrito, cura las enfermedades del cuerpo, pero la sabiduría libera el alma de sus pasiones. Nuestro buen Pedagogo, que es la sabiduría, el Logos del Padre, creador del hombre, cuida solícito de la criatura entera: médico de la humanidad, y capaz de sanarlo todo, cuida tanto del alma como del cuerpo. El Salvador dijo al paralítico: levántate, toma tu camilla y marcha a tu casa, y, al punto, sanó el enfermo» (Clemente de Alejandría, Paedagogus 1,6,2).

El pasaje enseña la fe del paralítico que se deja transportar y la fe, demostrada con obras, de sus amigos: «¡Qué grande es el Señor, que por los méritos de unos perdona a otros, y que mientras alaba a los primeros absuelve a los segundos! (…). Aprende, tú que juzgas, a perdonar; aprende, tú que estás enfermo, a implorar perdón. Y si la gravedad de tus pecados te hace dudar de poder recibir el perdón, recurre a unos intercesores, recurre a la Iglesia, que rezará por ti, y el Señor te concederá, por amor de Ella, lo que a ti podría negarte» (S. Ambrosio, Expositio Evangelii secundum Lucam, ad loc.).

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