COMENTARIO
El texto recoge dos episodios. El primero (vv. 31-33) parece haber ocurrido en la región de Perea, territorio de la jurisdicción de Herodes Antipas (cfr 3,1) más cercano a Jerusalén. El segundo (vv. 34-35) parece situarse cerca de Jerusalén. El conjunto es muy revelador del sentido que dio Jesús a su vida (v. 33): «Aceptó libremente su pasión y su muerte por amor a su Padre y a los hombres que el Padre quiere salvar: “Nadie me quita la vida; yo la doy voluntariamente” (Jn 10,18). De aquí la soberana libertad del Hijo de Dios cuando Él mismo se encamina hacia la muerte» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 609). Jesús sabe, además, que el fracaso de su misión a los judíos es sólo transitorio, pues llegará el momento en que le confiesen como el Mesías que iba a venir (v. 35).
La advertencia de los fariseos (v. 31) deja notar aquí, como en otros pasajes (7,36; 11,37; etc.), que Jesús tenía un trato asiduo con ellos, y que, con las acusaciones que dirigía a su conducta, sólo quería poner al descubierto lo que estaba corrompido para que pudieran corregirse.
Después (vv. 34-35), el Señor deja ver el profundo dolor de su alma ante la resistencia de Jerusalén al amor de Dios, tantas veces manifestado. Con la imagen de la gallina y los polluelos, Jesús manifiesta que sus acciones son las de Dios (cfr Mt 23,37-39 y nota). San Agustín describía así el sentido entrañable de la imagen: «Vosotros, hermanos míos, sabéis bien cómo enferma la gallina al tener polluelos. Ningún ave manifiesta la maternidad como ella. (…) La gallina enferma de tal manera al tener sus polluelos que, aunque no vayan tras ella, aunque no la sigan sus hijos, te das cuenta de que es madre. Así lo indican sus alas caídas, y sus plumas erizadas, y su peculiar cloqueo, y todos su miembros laxos y abatidos; todo eso, como digo, indica que es madre aunque no se vean sus polluelos. Así es como está enfermo Jesús» (In Ioannis Evangelium 15,7).