El Padre le habla a sus hijos - Madre Eugenia Elisabetta Ravasio

Mensaje dictado por Dios Padre a la Madre Eugenia Elisabetta Ravasio
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«El Padre le habla a sus hijos»
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Imprimatur:
+ Petrus Canisius van Lierde
Vic. Generalis e Vic. Civit. Vaticanae
Roma, die 13 Martii 1989
Presentación
“Dios es mi Padre”. Este es el grito que hoy se hace cada vez más frecuente en el mundo: los hombres reconocen a Dios como Padre.
Sentimos por lo tanto el deber de publicar este mensaje - reconocido por la Iglesia después de largos y meticulosos exámenes - que Dios Padre ha dado al mundo por medio de una criatura que lo ha amado tanto, Sor Eugenia Elisabetta Ravasio.
Consideramos oportuno comenzar esta publicación con el testimonio de S.E. Mons. Alexandre Caillot, Obispo de Grenoble, que ha dejado a conclusión de los trabajos de la comisión de expertos, convocados de varias partes de Francia, para el proceso diocesano que él mismo empezó en 1935 y que duró diez años. Su testimonio lo podemos encontrar después del informe en el Apéndice.
Hicieron parte de la comisión, entre otros, el Vicario del Obispo de Grenoble Mons. Guerry, teólogo, los hermanos jesuítas Alberto y Augusto Valensin, máximas autoridades en el campo filosófico y teológico, y expertos en valoraciones de casos similares y dos doctores en medicina, uno de los cuales era psiquiatra.
Confiamos a la Virgen María la difusión de este Mensaje y con Ella invocamos al Espíritu Santo para que ayude a los hombres a comprender y a reconocer la profunda ternura que el Padre tiene por cada hombre.
P. Andrés D'Ascanio, OFM Cap
Algunas notas sobre la vida de Madre Eugenia Elisabetta Ravasio
¿Quién era Madre Eugenia? ¿Quién era esta criatura que el Padre llamaba “mi hija predilecta... mi plantita”?
Pensamos que Madre Eugenia es una de las más grandes luces de estos tiempos: es el pequeño profeta de una Iglesia nueva en la cual el Padre está al centro y en el vértice de cada fe, y la Unidad es el máximo ideal de toda espiritualidad. Ella es la luz que el Padre dio al mundo en este tiempo de caos y de oscuridad, para que se conozca el camino que hay que seguir.
Nació en San Gervasio d'Adda, Italia (ahora se llama Capriate San Gervasio), un pequeño lugar en la provincia de Bérgamo, el 4 de Septiembre de 1907, en una familia de origen campesino.
Frecuentó sólo la escuela primaria, y después de trabajar algunos años en una fábrica, ingresó en la Congregación de Nuestra Señora de los Apóstoles, cuando apenas tenía veinte años. Es allí donde desarrolló su gran personalidad carismática. Cuando tenía sólo 25 años, fue elegida como Madre General de la misma Congregación. Si prescindiéramos de su dimensión espiritual, para hacerla entrar en la Historia bastaría sólo su extraordinaria acción en el campo social: a lo largo de doce años de actividad misionera abrió más de setenta centros, con enfermería, escuela e iglesia, en los lugares más abandonados de Africa, Asia y Europa.
Descubrió la primera medicina para curar la lepra, sacándola de la semilla de una planta tropical; medicina que fue después estudiada y elaborada por el Instituto Pasteur de París.
Lanzó al apostolado a Raoul Follereau, que siguiendo sus pasos, y con las bases que ella puso es considerado el apóstol de los leprosos. Ideó, proyectó y realizó en Azopté (Costa de Marfil), durante los años (1939-1941), la “Ciudad de los Leprosos”: un inmenso centro para dar asilo a estos enfermos que se extiende sobre una superficie de 200.000 metros cuadrados y que hasta el momento perdura como un centro de vanguardia en Africa y en el mundo. Por esta obra Francia concedió a la Congregación de las monjas misioneras de Nuestra Señora de los Apóstoles, de la cual la Madre Eugenia había sido Superiora General desde 1935 hasta 1947, la máxima condecoración nacional por obras de carácter social.
Madre Eugenia regresó al Padre el 10 de Agosto de 1990. El legado más importante que Madre Eugenia nos ha dejado ha sido el Mensaje del Padre (“El Padre le habla a sus hijos”), la única revelación hecha personalmente por Dios Padre y reconocida auténtica por la Iglesia después de diez años de rigurosísimos exámenes. Es digno de atención el hecho de que el Padre, en 1932, dictó el Mensaje a Madre Eugenia en latín, un idioma que para ella era totalmente desconocido. En 1981, de manera prodigiosa, conocimos el mensaje y en 1982, en el 50° aniversario, lo publicamos por primera vez en italiano.
Los grandes prodigios de Gracia que de aquí han surgido nos han inducido a difundirlo gratuitamente, especialmente en las cárceles, en los cuarteles y en los hospitales.
Gracias a los colaboradores que el Señor nos ha dado, hemos podido imprimirlo en francés, inglés, alemán, español, portugués, holandés, albanés, polaco, rumano, checo, eslovaco, húngaro, croata, ruso, ucranio, coreano, árabe, chino, tamil, gujarathi, marathi, amárico.
Antes del mensaje, están las conclusiones de S.E. Mons. Alexandre Caillot, Obispo de Grenoble su testimonio completo, se encuentra en el Apéndice de este libro.
Conclusiones de Su Excelencia Mons. Alexander Caillot, Obispo de Grenoble
Sobre la investigación canónica, con duración de diez años sobre la persona de Madre Eugenia y sobre el Mensaje que el Padre le ha dictado
En mi alma y mi conciencia, con el vivísimo sentimiento de mi responsabilidad ante la Iglesia, declaro: que la intervención sobrenatural y divina me parece la única capaz de dar al conjunto de hechos una explicación lógica y satisfactoria.
Liberado de todo lo que lo rodea, este hecho esencial me parece lleno de nobleza, de elevación y de fecundidad sobrenatural.
Una humilde religiosa recordó a las almas el verdadero culto del Padre, como Jesús lo enseñó y como la Iglesia lo fijó en su liturgia.
No hay nada inquietante, nada mas que muy puro y conforme a una sólida doctrina.
Los hechos maravillosos que acompañan este mensaje podrían estar desasociados de aquel acontecimiento central, que conservaría todo su valor. La Iglesia dirá si la idea de la fiesta especial puede ser acojida, separadamente del hecho particular de la hermana y por razones doctrinales.
Considero que la gran prueba de la autenticidad de la misión de la hermana nos es dada por la manera como ella aplica a su vida real, la hermosa doctrina que habría venido a recordar.
Considero conveniente dejarla continuar su obra. Creo que ahí está el dedo de Dios, y después de diez años de búsquedas, de reflexiones y de oraciones, bendigo al Padre por haberse dignado escoger a mi diócesis como el lugar de manifestaciones tan conmovedoras de Su Amor.
+ ALEXANDRE CAILLOT
Obispo de Grenoble
en la época en que fue dado el Mensaje
(El Testimonio completo se encuentra en el Apéndice de este libro)
El Mensaje del Padre

1er Fascículo
En la Fiesta de la Preciosa Sangre de Nuestro Señor Jesucristo
1 de Julio de 1932
¡Por fin el día para siempre bendito de la promesa del Padre Celestial!
Hoy terminan los largos días de preparación y me siento cerca, muy cerca, de la llegada de mi Padre y Padre de todos los hombres.
¡Algunos minutos de oración y después todas las alegrías espirituales! ¡Tengo sed de oírlo y de verlo!
Mi corazón ardiente de amor se abre con una confianza tan grande, que he podido constatar que hasta ahora no había confiado así en nadie.
El pensamiento en mi Padre me arrojaba como en una locura de alegría.
¡Por fin los cantos comienzan a escucharse!
Los ángeles vienen y me anuncian esta feliz llegada. Sus cánticos eran tan bellos que me propuse escribirlos cuando pudiera.
¡Esta armonía cesó por un instante y apareció el cortejo de los elegidos, los querubines al igual que los serafines, con Dios nuestro Creador y Padre!
Postrada, con el rostro en tierra, en el abismo de mi miseria, recité el Magníficat.
Enseguida, el Padre me dijo que me sentara con Él para escribir eso que Él decidió decirle a los hombres.
Toda su Corte que lo había acompañado desapareció.
Sólo el Padre se quedó conmigo y antes de sentarse me dijo:
«¡Ya te lo dije y te lo digo nuevamente: Yo no puedo entregar una vez más a mi Hijo predilecto para demostrar mi amor por los hombres! Ahora es para amarlos y para que conozcan este amor que Yo vengo en medio de ellos, tomando su semejanza, su pobreza.
¡Mira, Yo dejo mi corona y toda mi gloria para tomar la actitud de un hombre común!»
Después que Él tomó la actitud de un hombre común poniendo su corona y su gloria a sus pies, tomó el globo del mundo sobre su corazón sosteniéndolo con la mano izquierda, y se sentó junto a mí.
¡No puedo decir más que algunas palabras sobre su llegada y sobre la actitud que se dignó tomar, así mismo que sobre su amor! En mi ignorancia no encuentro palabras para expresar lo que Él me hizo comprender.
«¡Paz y salvación, dijo, en esta casa y en el mundo entero! ¡Que mi poder, mi amor y mi Espíritu Santo toquen los corazones de los hombres, para que toda la humanidad se encamine hacia la salvación y venga hacia su Padre, que la busca para amarla y salvarla!
Que mi Vicario Pío XI comprenda que estos días son de salvación y de bendición. Que no deje escapar la oportunidad de llamar la atención de los hijos hacia su Padre, que viene en medio de ellos para hacerles el bien en esta vida y prepararles la felicidad eterna.
Escogí este día para comenzar mi obra entre los hombres, porque es la fiesta de la Sangre Preciosa de mi Hijo Jesús. Tengo la intención de bañar en esta Sangre la obra que estoy comenzando, para que dé grandes frutos en la humanidad entera.
Este es el verdadero propósito de mi venida:
1. Vengo para eliminar el temor excesivo que mis criaturas tienen de Mí, y para hacerles comprender que mi alegría está en ser conocido y amado por mis hijos, es decir, por toda la humanidad presente y futura.
2. Vengo para traerles la esperanza a los hombres y a las naciones. ¡Cuántos la han perdido desde hace mucho tiempo! Esta esperanza les hará vivir en paz y seguridad trabajando en su salvación.
3. Vengo para hacerme conocer tal como Yo soy. Para que la confianza de los hombres aumente al mismo tiempo que su amor por Mí, su Padre, que no tiene sino una sola preocupación: velar sobre todos los hombres y amarlos como mis hijos.
¡El pintor se deleita contemplando el cuadro que él pintó; así mismo Yo me complazco y tengo mi gozo, viniendo en medio de los hombres, obra maestra de mi creación!
El tiempo apremia. Yo quiero que el hombre sepa lo más pronto posible que lo amo y que tengo la mayor felicidad estando y conversando con él como un padre con sus hijos.
Yo soy el Eterno y desde que vivía solo, ya había resuelto emplear mi omnipotencia para crear seres a mi imagen. Pero antes se necesitaba la creación material para que estos seres pudieran encontrar su subsistencia: ¡entonces se hizo la creación del mundo! Yo lo llené de lo que sabía sería necesario a los hombres: el aire, el sol y la lluvia, y de tantas otras cosas que Yo sabía eran necesarias en su vida.
¡Finalmente, el hombre es creado! Me complací en mi obra. El hombre comete el pecado, pero ahí es cuando mi infinita bondad se mostrará.
Para vivir entre los hombres que creé, escogí en el Antiguo Testamento los profetas a quienes comuniqué mis deseos, mis penas y mis alegrías, para que los difundieran a todos. Más crecía el mal, más mi bondad me apremiaba a comunicarme con las almas justas para que ellas transmitieran mis órdenes a los que causaban el desorden. También tuve que, a veces, ser severo para reprenderlos, no para castigarlos - lo que sólo hubiera hecho daño - sino para alejarlos del vicio y dirigirlos hacia su Padre y su Creador a Quien habían olvidado y desconocido en su ingratitud. Más tarde, el mal sumergió de tal manera el corazón de los hombres, que me vi obligado a enviar desgracias sobre el mundo para que el hombre fuera purificado por el sufrimiento, la destrucción de sus bienes y hasta la pérdida de la vida; fue el diluvio, la destrucción de Sodoma y de Gomorra, las guerras del hombre contra el hombre, etc.
Siempre he querido permanecer en este mundo entre los hombres. Y así, durante el diluvio, estaba junto a Noé, el único justo de aquel entonces. Así mismo en las otras calamidades siempre encontré un justo en quien morar, y por medio de él permanecí en medio de los hombres de ese tiempo, y siempre ha sido así.
El mundo ha sido a menudo purificado de su corrupción por mi infinita bondad hacia la humanidad. Entonces, continué escogiendo almas en las cuales me complacía, para que por medio de ellas, pudiera complacerme con mis criaturas, los hombres.
Le prometí al mundo el Mesías. ¡Qué no he hecho para preparar su venida mostrándome en las figuras que lo representaban hasta miles y miles de años antes de su venida!
Porque ¿Este Mesías quién es? ¿De dónde viene? ¿Qué hará sobre la tierra? ¿A quién viene a representar?
El Mesías es Dios.
- ¿Quién es Dios? Dios es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
- ¿De dónde viene? o mejor dicho, ¿quién le ordenó venir entre los hombres? Soy Yo, su Padre, Dios.
- ¿A quién representará en la tierra? A su Padre, Dios.
- ¿Qué hará en la tierra? Hará conocer y amar al Padre: Dios.
No dijo Él:
- «¿No sabéis que es necesario que me ocupe de las cosas de mi Padre?» «¿Nesciebatis quia in his, quae Patris mei sunt oportet me esse?» en San Lucas, capítulo 2 versículo 49.
- «Sólo he venido para hacer la voluntad de mi Padre».
- «Todo lo que pidáis a mi Padre en mi nombre Él os lo dará».
- «Le rezaréis así: Padre nuestro que estás en los Cielos...»
Y en otros lugares, como Él vino para glorificar al Padre y hacerlo conocer a los hombres, Él dijo:
- «Quien me ve, ve a mi Padre».
- «Yo estoy en el Padre y el Padre está en Mí».
- «Nadie viene al Padre sino por Mí» - «Nemo venit ad Patrem nisi per me», en San Juan, capítulo 14, versículo 6.
- «Quien está conmigo, está también con mi Padre», etc.
Concluyan, oh hombres, que desde toda la eternidad sólo he tenido un deseo, hacerme conocer de los hombres y hacerme amar, deseando permanecer incesantemente junto a ellos.
¿Quieren una prueba auténtica de este deseo que acabo de expresar?
¿Por qué le ordené a Moisés construir el tabernáculo y el Arca de la Alianza, si no es porque Yo tenía el deseo ardiente de venir a vivir, como un padre, un hermano, un amigo de confianza, con mis criaturas, los hombres? A pesar de esto me olvidaron, me ofendieron por medio de faltas innumerables. Y para que se acordaran de su Padre Dios, y del único deseo que Él tiene de salvarlos, le di mis mandamientos a Moisés, para que, estando obligados a observarlos, pudieran acordarse del Padre infinitamente bueno, todo ocupado en su salvación presente y eterna.
Todo esto cayó otra vez en el olvido y los hombres cayeron en el error y en el temor, encontrando difícil guardar los mandamientos tal como se los había transmitido a Moisés, se forjaron otras leyes conforme a sus vicios, para cumplirlas más fácilmente. Poco a poco, con el temor exagerado que Me tenían, Me olvidaron de nuevo y Me abrumaron de ultrajes.
Mi amor por estos hombres, mis hijos, no se detuvo ahí. Sin embargo, cuando constaté que ni los patriarcas, ni los profetas habían podido hacerme conocer y amar por los hombres, decidí ir Yo mismo.
Pero, ¿cómo hacer para encontrarme en medio de los hombres? No había otro medio que ir Yo mismo, en la segunda Persona de mi Divinidad. ¿Los hombres Me conocerán? ¿Me escucharán?
Para Mí nada estaba oculto en el futuro, como respuesta a estas dos preguntas, me respondí Yo mismo:
“Ignorarán mi presencia, estando cerca de Mí. En mi Hijo me maltratarán, a pesar de todo el bien que les hará. En mi Hijo me calumniarán, me crucificarán para hacerme morir”.
¿Me detendré por esto? ¡No, mi amor es demasiado grande por mis hijos, los hombres!
No me detuve allí: pero reconozcan que los he amado, por así decir, más que a mi Hijo predilecto, o mejor dicho, más que a Mí mismo.
Esto que les acabo de decir es tan cierto, que si hubiera bastado una de mis criaturas para expiar los pecados de los otros hombres, por medio de una vida y una muerte semejante a la de mi Hijo, hubiera titubeado. ¿Por qué? Porque habría traicionado mi amor haciendo sufrir a una criatura que amo, en vez de sufrir Yo mismo, en mi Hijo. Nunca hubiera querido hacer sufrir de tal manera a mis hijos.
Este es en resumen el relato de mi Amor hasta mi venida por medio de mi Hijo, en medio de los hombres. Todos estos acontecimientos la mayoría de los hombres los conocen, pero ignoran lo esencial, a saber: ¡que es el amor el que ha guiado todo!
Sí, es el Amor, esto es lo que quiero hacerles notar en el recuento que acaban de leer.
Ahora, este Amor está olvidado. Quiero recordárselos para que aprendan a conocerme tal como Yo soy. Para que no estén atemorizados como esclavos, hacia un Padre que los ama hasta este punto.
Miren, en este relato estamos apenas en el primer día del primer siglo, y quisiera llevarlo hasta nuestros días: al siglo XX.
¡Oh!, ¡cómo mi amor de Padre ha sido olvidado por los hombres! ¡Aún así los amo muy tiernamente! En mi Hijo, es decir, en la Persona de mi Hijo hecho hombre, ¡qué no he hecho! La divinidad, en esta humanidad, está velada, pequeña, pobre y humillada. Yo compartí con mi Hijo Jesús una vida de sacrificio, de trabajo. ¡Recibía sus oraciones para que el hombre tenga un camino trazado para andar siempre en justicia, con el fin de venir con seguridad hasta Mí!
¡Ciertamente, sé comprender la debilidad de mis hijos! Por esto le pedí a mi Hijo que les diera los medios para sostenerse a pesar de sus fracasos. Estos medios les ayudarán a purificarse de su pecado, para que sean todavía los hijos de mi amor. Estos son principalmente los siete Sacramentos y sobre todo el gran medio para salvarse, a pesar de sus caídas: es el Crucifijo, la Sangre de mi Hijo que, en cada instante se derrama sobre ustedes, siempre y cuando lo quieran, ya sea por medio del Sacramento de la Penitencia, ya sea también por medio del Santo Sacrificio de la Misa.
¡Mis queridos hijos, desde hace veinte siglos los lleno con estos bienes por medio de gracias especiales y el resultado es insignificante! ¡Cuántas de mis criaturas, convertidas en hijos de mi amor por medio de mi Hijo, se han lanzado muy rápidamente en el abismo eterno! ¡En verdad, no conocieron mi infinita Bondad, ¡Yo los amo muchísimo! [Expresión preferida de Sor Eugenia y que repite a menudo].
¡Ah! Ustedes al menos, que saben que vengo personalmente para hablarles, para hacerles conocer mi Amor, por piedad con ustedes mismos, no se lancen al precipicio. ¡Yo soy su Padre!
¿Sería posible que después de haberme llamado Padre y de haberme demostrado su amor, encontrarán en Mí un corazón tan duro y tan insensible para dejarlos perecer? ¡No, no, no lo crean! ¡Yo soy el mejor de los padres! ¡Conozco las debilidades de mis criaturas! ¡Vengan, vengan a Mí con confianza y amor! Y Yo los perdonaré a su arrepentimiento. ¡Aunque sus pecados sean repugnantes como el fango, su confianza y su amor me los harían olvidar, así que no serían juzgados! Y que Yo soy justo, es verdad, pero ¡el Amor paga todo!
Escuchen, hijos míos, hagamos una suposición y tendrán la seguridad de mi amor. Para Mí, sus pecados son como el hierro, sus actos de amor son como el oro. ¡Cuando ustedes me envían mil kilos de hierro, no sería tanto como si ustedes me dieran diez kilos de oro! Esto significa que, con un poco de amor, se redimen iniquidades inmensas.
Esta es una comparación muy débil de mi Juicio sobre mis hijos los hombres, todos sin excepción. Es necesario por tanto llegar hasta Mí. ¡Yo estoy tan cerca de ustedes! Es necesario por tanto amarme y honrarme para que no sean juzgados, o a lo sumo, juzgados con amor infinitamente misericordioso!
¡No lo duden! Si mi corazón no fuera así, ya habría exterminado el mundo tantas veces como hubiera cometido el pecado! Mientras que ustedes son testigos, en cada instante mi protección se manifiesta mediante gracias y beneficios.
De esto ustedes pueden concluir que hay un Padre sobre todos los padres, que los ama y que no cesará jamás de amarlos, siempre y cuando lo quieran.
Yo vengo en medio de ustedes por dos caminos: ¡la Cruz y la Eucaristía!
La CRUZ es mi camino para descender en medio de mis hijos, porque es por medio de ella que los hice redimir por mi Hijo. Y para ustedes, la Cruz es su camino para subir hacia mi Hijo y desde mi Hijo hasta Mí. Sin ella ustedes no podrían venir jamás, porque el hombre, por el pecado, atrajo sobre sí el castigo de la separación de Dios.
Por la EUCARISTÍA Yo habito en medio de ustedes, como un Padre en su familia. Quise que mi Hijo instituyera la Eucaristía para hacer de cada tabernáculo la reserva de mis gracias, de mis riquezas y de mi amor, para dárselos a mis hijos los hombres.
Es también por estos dos caminos que Yo desciendo incesantemente, así mismo mi Poder y mi infinita Misericordia.
Ahora que les he mostrado que mi Hijo Jesús Me representa entre los hombres, y que mediante Él, permanezco incesantemente en medio de ellos, quiero mostrarles también que vengo entre ustedes por mi ESPÍRITU SANTO.
La Obra de esta tercera Persona de mi Divinidad se realiza sin ruido, y el hombre no la percibe a menudo. Pero para Mí es un medio muy apropiado para permanecer, no sólo en el Tabernáculo, sino también en el alma de todos aquellos que están en estado de gracia, para establecer mi trono y permanecer siempre como el verdadero Padre que ama, protege y sostiene a su hijo. Nadie puede comprender la alegría que siento cuando estoy a solas con un alma. Nadie hasta ahora ha comprendido los deseos infinitos de mi corazón de Dios Padre, de ser conocido, amado y honrado por todos los hombres, justos y pecadores. Por lo tanto estos son los tres homenajes que deseo recibir del hombre, para que Yo sea siempre misericordioso y bueno, incluso con los más grandes pecadores.
¡Qué no he hecho en mi pueblo desde Adán hasta José, padre adoptivo de Jesús, y desde José hasta hoy día, para que el hombre me rinda un CULTO ESPECIAL que me es debido como Padre, Creador y Salvador! ¡Por tanto, este culto especial que he deseado tanto y que aún deseo, no me ha sido aún dado!
En el Éxodo leen que hay que honrar a Dios con un culto especial. Los salmos de David principalmente, contienen la misma enseñanza. En los mandamientos que Yo mismo le di a Moisés puse en primer lugar: «Un solo Dios adorarás y amarás perfectamente». Pero, amar y honrar a alguien, las dos cosas van juntas. ¡Puesto que los he colmado de tantos beneficios, debo por tanto ser especialmente honrado por ustedes!
¡Al darles la vida he querido crearlos a mi semejanza! ¡Su corazón es por tanto sensible como el mío, el mío como el suyo!
¿Qué no harían si alguien cercano les hiciera un pequeño favor para complacerlos? El hombre más frío conservaría para esa persona un agradecimiento inolvidable. Todo hombre, en general, buscaría también lo que más le complaciera para recompensarlo por el favor recibido. Pues Yo, Yo estaré mucho más agradecido con ustedes, asegurándoles la vida eterna, si me hacen el pequeño favor de honrarme como se los pido.
Yo reconozco que ustedes me honran por medio mi Hijo, y que hay quienes saben hacer que todo suba por medio de mi Hijo hacia Mí, ¡pero es un número muy pequeño! ¡Sin embargo no crean que honrando a mi Hijo, ustedes no Me honran! ¡Claro que sí, ustedes Me honran porque Yo permanezco en mi Hijo! ¡Por lo tanto, todo lo que es gloria para Él, lo es también para Mí!
Pero Yo quisiera ver al hombre honrar a su Padre y su Creador por medio de un culto especial. Más ustedes me honran, más también ustedes honran a mi Hijo, porque, conforme a mi voluntad, Él se hizo VERBO ENCARNADO y Él ha venido en medio de ustedes para hacerles conocer Aquel que lo envió.
Si ustedes Me conocieran, Me amarían y amarían a mi Hijo predilecto, más de lo que lo hacen ahora. Miren cuantas de mis criaturas, convertidas en mis hijos por el misterio de la Redención, no están en los pastizales que Yo establecí mediante mi Hijo para todos los hombres. Miren cuántos otros - y ustedes lo saben - ignoran todavía estos pastizales; y cuántas criaturas salidas de mis manos de las cuales Yo sé su existencia mientras que ustedes la ignoran ¡que no conocen tampoco la mano que las ha creado!
¡Ah, quisiera hacerme conocer como el Padre Todopoderoso que soy para ustedes y que sería también para ellos por mis beneficios! Quisiera hacerles pasar una vida más dulce mediante mi Ley. Quisiera que fueran a ellos en mi Nombre y que ustedes les hablen de Mí. Sí, díganles que tienen un Padre que después de haberlos creado, quiere darles los tesoros que Él posee. Sobre todo, díganles que Yo pienso en ellos, que los amo y que quiero darles la felicidad eterna. ¡Ah! ¡Yo se los prometo: los hombres se convertirán más rápido!
¡Creen que si ustedes hubieran comenzado desde la Iglesia primitiva a honrarme y hacerme honrar con un culto especial, después de veinte siglos transcurridos, habrían quedado muy pocos hombres viviendo en la idolatría, en el paganismo y en tantas sectas falsas y malvadas, en las cuales el hombre corre con los ojos cerrados para lanzarse en el abismo del fuego eterno! ¡Y miren cuánto trabajo queda por hacer!
¡MI HORA HA LLEGADO! ¡Es necesario que Yo sea conocido, amado y honrado por los hombres, para que después de haberlos creado Yo pueda ser su Padre, luego su Salvador y finalmente el Objeto de sus delicias eternas!
Hasta aquí, les he hablado de cosas que ya saben, he querido recordárselas para que ustedes estén siempre más convencidos de que soy un Padre muy bueno y no terrible como ustedes lo creen, y eso que Yo soy el Padre de todos los hombres actualmente vivos, y de aquellos que Yo crearé hasta el fin del mundo.
Sepan también que Yo quiero ser conocido, amado y sobre todo honrado. Que todos reconozcan mis bondades infinitas hacia todos y sobre todo hacia los pecadores, los enfermos, los moribundos y todos los que sufren. Que sepan que Yo tengo un solo deseo: amarlos a todos, darles mis gracias, perdonarlos cuando se arrepienten, y sobre todo no juzgarlos por mi justicia sino por mi misericordia, para que todos sean salvados y incluidos en el número de mis elegidos.
Para concluir esta pequeña exposición, Yo les hago una promesa cuyo efecto será eterno, y aquí está:
Llámenme con el nombre de Padre, con confianza y amor, y recibirán todo de este Padre con amor y misericordia. Que mi hijo, tu padre espiritual, sepa ocuparse de mi gloria y ponga frase por frase lo que Yo te he hecho escribir y también lo que Yo te haré todavía escribir, para que los hombres encuentren fácil y agradable la lectura de lo que quiero que sepan, pero sin añadir nada.
Un poco cada día te hablaré de mis deseos sobre los hombres, de mis alegrías, de mis penas y sobre todo, Yo mostraré a los hombres mis infinitas bondades y la ternura de mi amor compasivo.
Quisiera también que tus superioras te permitieran emplear tus ratos libres para conversar conmigo, y que tú puedas media hora al día, consolarme y amarme y obtener así que los corazones de los hombres, mis hijos, estén bien dispuestos a trabajar en la extensión de este culto, del cual vengo a revelarles la forma, para que ustedes lleguen a una gran confianza en este Padre que quiere ser amado por sus hijos.
Para que esta Obra que Yo quisiera hacer entre los hombres, pueda extenderse en el seno de todas las naciones lo más rápidamente posible, sin que los que serán encargados de extenderla cometan la más mínima imprudencia, Yo te solicito que pases tus jornadas en gran recogimiento. Tu estarás feliz de hablar poco con las criaturas y en lo secreto de tu corazón, también cuando estés en medio de ellas, tú me hablarás y me escucharás.
Esto es lo que quiero que hagas: cuando a veces Yo te hable para tí, tú escribirás mis confidencias, en un pequeño cuaderno especial. Pero aquí, Yo pretendo hablar a los hombres: Yo vivo con los hombres en una intimidad más grande que una madre con sus hijos.
Desde la creación del hombre Yo no he cesado jamás, ni un solo instante, de vivir junto a él. Como Creador y Padre del hombre siento como una necesidad de amarlo. No es que necesite de él, pero mi amor de Padre y Creador me hace sentir esta necesidad de amar al hombre. Yo vivo por tanto cerca del hombre, lo sigo por todas partes, lo ayudo en todo, lo proveo de todo. Yo veo sus necesidades, sus penas, todos sus deseos y mi mayor felicidad es la de socorrerlo y salvarlo.
Los hombres creen que Yo soy el Dios terrible y que precipito a toda la humanidad en el infierno. ¡Que sorpresa al final de los tiempos, cuando vean muchas almas que creían perdidas, gozar de la felicidad eterna en medio de los elegidos!
Yo quisiera que todas mis criaturas tengan la convicción de que hay un Padre que vela sobre ellas y que quiere darles, aún desde aquí abajo, un adelanto de la felicidad eterna.
Una madre no olvida nunca la pequeña criatura que acaba de traer al mundo. ¿No es aún más hermoso, de mi parte, que Yo me acuerde de todas las criaturas que he puesto en el mundo? Ahora, si la madre ama a este pequeño ser que le he dado, Yo, Yo lo amo más que ella porque lo he creado. Aun si alguna vez sucediera que una madre amara menos a su hijo, por causa de un defecto que existiera en él, Yo, al contrario, lo amaré todavía más. Llegaría ella así mismo a olvidarlo, o a no pensarlo casi, sobre todo cuando su edad lo prive de su vigilancia, Yo no lo olvidaré jamás. Yo lo amo siempre, aunque él no se acuerde más de Mí, su Padre y su Creador, Yo me acuerdo de él y lo sigo amando.
Les dije antes que quiero darles, aún aquí abajo, la felicidad eterna, pero ustedes no han comprendido aún esta palabra, y este es el sentido: si ustedes me aman y si me llaman con confianza, con este dulce nombre de Padre, comenzarán desde aquí abajo el amor y la confianza que harán su felicidad en la eternidad y que cantarán en el Cielo en compañía de los elegidos. ¿No es ésta como una anticipación de la felicidad del Cielo que durará eternamente?
Deseo por tanto que el hombre recuerde a menudo que Yo estoy allí donde él está. Que él no podría vivir si Yo no estuviera con él, con vida, como él. A pesar de su incredulidad, no dejo jamás de estar junto a él.
¡Ah! Cómo deseo ver realizarse el proyecto que quiero comunicarles y es este: hasta ahora el hombre no ha pensado para nada en hacer a Dios, su Padre, este favor que voy a decir.
Quisiera ver establecerse una gran confianza entre el hombre y su Padre de los Cielos, un verdadero espíritu de familiaridad y de delicadeza al mismo tiempo, para no abusar de mi gran bondad. Yo conozco sus necesidades, sus deseos y todo lo que está en ustedes. Pero cuán feliz y agradecido estaría si Yo los viera venir a Mí y me hicieran las confidencias de sus necesidades, como un niño muy confiado hace con su padre. ¿Cómo podría Yo negarles sea lo que sea, de poca o gran importancia, si ustedes me lo pidieran? Aunque no me ven, ¿no me sienten muy cerca de ustedes por los acontecimientos que ocurren en ustedes y a su alrededor? ¡Cómo será de meritorio para ustedes un día, haberme creído sin haberme visto!
También ahora que estoy aquí, en persona en medio de todos ustedes, que les hablo, repitiéndoles sin cesar, en todas las formas que Yo los amo y que quiero ser conocido, amado y honrado con un culto especial, ustedes no me ven, excepto una sola persona, ¡aquella a quien dicto este mensaje! ¡Una sola en toda la humanidad! Por tanto aquí que Yo les hablo y en aquella que veo y a quien hablo, ¡Yo los veo a todos y les hablo a todos y a cada uno, y los amo como si ustedes me vieran!
¡Yo deseo por tanto que los hombres puedan conocerme y sentir que estoy al lado de cada uno de ellos! Recuerden oh hombres, que quiero ser la esperanza de la humanidad, ¿no la soy ya? ¡Si Yo no fuera la esperanza del hombre, el hombre estaría perdido! ¡Pero es necesario que Yo sea conocido como tal, para que la paz, la confianza y el amor entren en el corazón de los hombres y lleguen a ponerlo en contacto con su Padre del Cielo y de la tierra!
¡No crean que Yo soy ese terrible viejo que los hombres representan en sus imágenes y en sus libros! No, no, Yo no soy ni más joven ni más viejo que mi Hijo y mi Santo Espíritu. Es por esto que quiero que todos, desde el niño hasta el anciano, me llamen con el nombre familiar de Padre y de amigo, porque estoy siempre con ustedes y de hermano, porque me hago semejante a ustedes, para hacerlos semejantes a Mí. ¡Cuán grande sería mi alegría al ver que los padres enseñan a sus hijos a llamarme a menudo con el nombre de Padre como Yo lo soy! ¡Cómo deseo infundir en esas jóvenes almas una confianza, un amor totalmente filial hacia Mí! Yo he hecho todo por ustedes. ¿No harían esto por Mí?
Yo quisiera establecerme en cada familia como en mi dominio para que todos puedan decir con toda seguridad: «Tenemos un Padre que es infinitamente bueno, inmensamente rico y abundantemente misericordioso. El piensa en nosotros, está cerca de nosotros, nos ama, nos mira, El mismo nos sostiene y nos dará todo lo que nos falte, si se lo pedimos. Todas sus riquezas son nuestras, nosotros tendremos todo lo que nos haga falta». Yo estoy aquí expresamente para que me pidan lo que necesiten: «Pedid y recibiréis». En mi paternal bondad les daré todo, provisto que todos sepan considerarme como un verdadero Padre viviendo en medio de los míos, como verdaderamente lo hago.
Deseo también que cada familia exponga a la vista de todos la imagen que más tarde le haré conocer a mi “pequeña hija”. Deseo que cada familia se ponga bajo mi protección muy especial, para que puedan honrarme más fácilmente. Allí cada día la familia me hará parte de sus necesidades, de sus trabajos, de sus penas, de sus sufrimientos, de sus deseos y también de sus alegrías, porque un Padre debe conocer todo lo concerniente a sus hijos. Yo lo sé indudablemente, dado que estoy allí, pero amo tanto la simplicidad. Sé someterme a su condición. Yo me hago pequeño con los pequeños, me hago mediano con los hombres de edad mediana, con los ancianos me hago semejante a ellos para que todos comprendan eso que quiero decirles para su santificación y para mi gloria. La prueba de esto que acabo de decirles ¿no la tienen en mi Hijo que se hizo pequeño y débil como ustedes? ¿No la tienen también ahora, viéndome aquí hablándoles? Y, para que ustedes puedan comprender lo que quiero decirles ¿no he tomado para hablarles a una pobre criatura como ustedes? Es que ahora, ¿no me hago semejante a ustedes?
Miren, he puesto mi corona a mis pies y el mundo sobre mi corazón. He dejado mi gloria en el cielo y he venido aquí, haciéndome todo a todos, pobre con los pobres y rico con los ricos. Yo quiero proteger la juventud, como un tierno padre. ¡Hay tanto mal en el mundo! Estas pobres almas inexpertas se dejan seducir por los actractivos del vicio que, poco a poco, los conducen a la ruina total. Oh, ustedes que, especialmente tienen necesitad de alguien que los cuide en la vida, para que puedan evitar el mal, ¡vengan a Mí! ¡Yo soy su Padre que los ama más de lo que cualquier otra criatura los amará jamás! Refúgiense muy cerca de Mí, confíenme sus pensamientos y deseos. Yo los amaré tiernamente. Yo les daré las gracias para el presente y bendeciré su porvenir. Estén seguros que no los olvido, después de quince o veinte o veinticinco o treinta años desde que los haya creado. ¡Vengan! Veo que ustedes tienen mucha necesitad de un Padre dulce e infinitamente bueno tal como YO.
Sin extenderme en muchas cosas que sería importante a propósito decir aquí pero que podré decir más tarde, quiero ahora hablar muy particularmente a las almas de aquellos que me he escogido, sacerdotes y religiosos: a ustedes, los hijos queridos de mi amor, les tengo grandes designios.
AL PAPA
Antes que a todos los demás, me dirijo a ti, mi hijo predilecto, a ti mi Vicario, para colocar en tus manos esta Obra que debería ser la primera de todas y que, por el temor que el demonio ha inspirado al hombre, no se cumplirá sino en este tiempo.
¡Ah! Quisiera que tú comprendieras la extensión de esta Obra, su grandeza, su longitud, su profundidad, su altura. ¡Quisiera que tú comprendieras los deseos inmensos que tengo sobre la humanidad presente y futura!
¡Si tu supieras como deseo ser conocido, amado y honrado por los hombres, por medio de un culto especial! Este deseo lo tengo en Mí desde toda la eternidad y desde la creación del primer hombre. Este deseo lo he manifestado muchas veces a los hombres, sobre todo en el Antiguo Testamento. Pero el hombre no lo ha comprendido jamás. Ahora este deseo me hace olvidar todo el pasado, provisto que sea realizado ahora en mis criaturas del mundo entero.
¡Yo me abajo hasta la más pobre de mis criaturas con el fin de poder, en su ignorancia hablarle y, por medio de ella, poder hablar a los hombres, sin que ella se de cuenta de la grandeza de la Obra que quisiera hacer entre ellos!
Yo no puedo hablar de teología con ella, estoy seguro de que fallaría, ella no comprendería. Yo permito que ella sea así para que Yo pueda hacer mi Obra por medio de la simplicidad y la inocencia. Pero, te toca a ti ahora poner esta Obra en estudio y llevarla rápidamente a ejecución.
Para ser conocido, amado y honrado con un culto especial no pido nada extraordinario. Lo que solamente deseo es esto:
1. Que un día o por lo menos un domingo, sea consagrado a honrarme particularmente bajo el nombre de Padre de toda la humanidad. Yo quisiera para esta fiesta, una Misa y un oficio propio. No es difícil encontrar los textos en la Sagrada Escritura. Si prefieren rendirme este culto especial un domingo, Yo escojo el primer domingo de Agosto, si escogen un día de la semana, Yo prefiero que sea siempre el día 7 de ese mismo mes.
2. Que todo el clero se comprometa al desarrollo de este culto y sobre todo que me haga conocer por los hombres tal como soy y tal como seré siempre al lado de ellos, es decir el Padre más tierno y el más amoroso de todos los padres.
3. Yo deseo que me haga entrar en todas las familias, en los hospitales, también en los talleres y las fábricas, en los cuarteles, en las salas de deliberación de los ministros de las naciones, en todas partes en fin donde se encuentren mis criaturas, ¡aunque hubiera una sola! Que el signo sensible de mi presencia invisible sea una imagen mostrando que Yo estoy realmente presente allí. Así todos los hombres harán todas sus acciones bajo la mirada de su Padre y Yo mismo tendré ante mis ojos la criatura que Yo adopté después de haberla creado, así todos mis hijos estarán como bajo la mirada de su tierno Padre.
Indudablemente estoy en todas partes también ahora, pero Yo quisiera estar representado de una manera sensible.
4. Que durante el año el clero y los fieles adopten algunos ejercicios de piedad en mi honor, sin perjudicar sus ocupaciones ordinarias.
Que sin temor mis sacerdotes vayan por todas partes, en medio de todas las naciones, para llevarles a los hombres la llama de mi amor paternal. Entonces las almas serán iluminadas, ganadas - no sólo entre los infieles - sino en todas las sectas que no son de la verdadera Iglesia.
Sí, que esos hombres también, que son mis hijos, vean brillar esta llama delante de ellos, que ellos conozcan la verdad, que la abracen y practiquen todas las virtudes cristianas.
5. Yo quisiera ser honrado particularmente en los seminarios, en los noviciados, en las escuelas y en los internados. Que todos desde el más pequeño hasta el más grande, puedan conocerme y amarme como su Padre, su Creador y su Salvador.
6. Que los sacerdotes se dediquen a buscar en las Sagradas Escrituras lo que dije en otro tiempo, y que ha permanecido hasta ahora ignorado, en relación al culto que deseo recibir de los hombres. Que trabajen también para transmitir mis deseos y mi voluntad a todos los fieles y a todos los hombres, especificando lo que diré para el conjunto de todos los hombres y para los sacerdotes, los religiosos y religiosas en particular. Estas son las almas que escojí para que me rindan grandes homenajes más que a los hombres del mundo.
Ciertamente se necesitará tiempo para llegar a una completa realización de estos deseos que he concebido sobre la humanidad y que te he dado conocer! Pero un día con las oraciones y los sacrificios de las almas generosas que se inmolarán por esta Obra de mi amor, sí un día estaré complacido. Yo te bendeciré, mi hijo predilecto y te daré el céntuplo de todo lo que hagas por mi gloria.
AL OBISPO
Quiero decirte unas palabras a ti también, hijo mío Alejandro, para que mis deseos se realicen en el mundo.
Es necesario que con el padre espiritual de la “plantita” de mi hijo Jesús, ustedes sean los promotores de esta Obra, es decir, de este culto especial que espero de los hombres. Es a ustedes hijos míos que confío esta Obra y su futuro tan importante.
Hablen, insistan, hagan conocer lo que diré para que Yo sea conocido, amado y honrado por todas mis criaturas, y así habrán hecho lo que espero de ustedes, es decir mi voluntad, y habrán realizado los deseos que desde hace tiempo he conservado en el silencio.
De todo lo que hagan por mi gloria, Yo haré el doble para su salvación y por su santificación. En fin esto será en el cielo, y solamente en el cielo, que ustedes verán la gran recompensa que Yo les daré, a todos ustedes particularmente y a todos aquellos que trabajarán con este mismo objetivo.
Yo creé al hombre para Mí y es muy justo que Yo sea TODO para el hombre. El hombre no saboreará las verdaderas alegrías afuera de su Padre y su Creador, porque su corazón está hecho sólo para Mí. Por mi parte también, mi amor por mis criaturas es tan grande que no disfruto de ninguna alegría como la de estar entre los hombres. Mi gloria en el cielo es infinitamente grande, pero mi gloria es todavía más grande cuando me encuentro entre mis hijos: los hombres del mundo entero. Su cielo, mis criaturas, está en el Paraíso con mis elegidos, porque es allá arriba en el cielo, que ustedes me contemplarán en una perpetua visión, y que ustedes gozarán de una gloria eterna. ¡Mi cielo para Mi está sobre la tierra con todos ustedes, oh hombres! Sí, es sobre la tierra y en sus almas que Yo busco mi felicidad y mi alegría. Ustedes pueden darme esta alegría y es también un deber para ustedes hacerla por su Creador y Padre, que la desea y la espera de ustedes.
Mi alegría de estar entre ustedes no es inferior de la que sentía cuando estaba con mi Hijo Jesús durante su vida mortal; mi Hijo, era Yo quien lo enviaba. Él fue concebido por mi Espíritu Santo, que también soy Yo, en una palabra, era siempre Yo.
A ustedes mis criaturas, amándolas, como a mi Hijo que soy Yo, les digo como a Él: ustedes son mis hijos predilectos, en quienes tengo mis complacencias; es por esto que gozo en su compañía y deseo quedarme con ustedes. Mi presencia entre ustedes es como el sol sobre el mundo terrestre. Si ustedes están bien dispuestos a recibirme, Yo vendré muy cerca de ustedes, entraré en ustedes, los iluminaré, los calentaré con mi Amor infinito.
Para ustedes, almas en estado de pecado o ignorantes de la verdad religiosa, Yo no podré entrar en ustedes, pero Yo estaré también a su lado porque no dejo jamás de llamarlos, de invitarlos a desear recibir los bienes que les traigo para que vean la luz y se curen del pecado.
A veces los miro con compasión por el miserable estado en el que se encuentran, a veces los miro con amor para disponerlos a ceder a los atractivos de la gracia. Paso a veces los días, los años, también al lado de ciertas almas para poder asegurarles la felicidad eterna. Ellas ignoran que Yo estoy allí, que las espero, que las llamo a cada instante del día. Sin embargo, no me canso y pongo igualmente mi alegría estando junto a ustedes, siempre con la esperanza de que un día ustedes regresarán a su Padre y me harán al menos algunos actos de amor antes de morir.
He aquí por ejemplo, un alma que va a morir en un rato: esta alma ha estado siempre para Mí como el hijo pródigo [Nota de Sor Eugenia: «Este ejemplo yo lo he visto realizarse tal como nuestro Padre nos lo dice y yo lo escribo»]. Yo la llenaba de bienes, ella andaba despilfarrando todos estos bienes, estos dones gratuitos de su Padre muy amoroso, y adicionalmente, ella me ofendía gravemente. Yo la esperaba; la seguía por todas partes, le daba nuevos favores tales como la salud y los bienes que hacía producir de sus trabajos tanto así que tenía hasta lo que era superfluo. A veces mi providencia también la proveía de nuevo. Ella estaba por tanto en la abundancia pero ella no veía mas que el triste resplandor de sus vicios, y toda su vida fue una tela de extravios, por el pecado mortal de costumbre. Pero mi amor no se cansó jamás. Yo la seguía de todos modos, la amaba; y sobre todo, a pesar de los rechazos que ella me oponía, estaba contento de vivir pacientemente al lado de ella, con la esperanza de que quizás un día ella escucharía mi amor y regresaría a Mí, su Padre y Salvador.
En fin, su último día se acerca: Yo le envío una enfermedad para que pueda recogerse y regresar a Mí, su Padre. Pero el tiempo pasa y aquí está mi pobre hijo de 74 años en su última hora. Yo estoy también allí, como siempre: Yo le hablo con más bondad que nunca. Insisto, llamo a mis elegidos para que oren por él para que él pida el perdón que Yo le ofrezco... En este instante, antes de dar el último suspiro, él abre los ojos, reconoce sus extravíos y cuanto él se ha alejado del verdadero camino que conduce a Mí. Entra en sí mismo, después de su débil voz que nadie a su alrededor logra escuchar, él me dice: «Oh mi Dios, yo veo ahora cómo tu amor por mí ha sido grande, y yo, yo te he ofendido continuamente con una vida muy mala. Yo no he pensado jamás en Ti, mi Padre y mi Salvador. Ahora Tú ves todo y por todo este mal que Tú ves en mi y que reconozco en mi confusión, te pido perdón y te amo ¡oh mi Padre y mi Salvador!».
Murió en ese mismo instante y aquí está delante de Mí. Yo lo juzgo con el amor de un Padre como él me llamó; y él se salvó. Permanecerá por un tiempo en el lugar de la expiación, después será feliz por toda la eternidad. Y Yo, después de complacerme al haber estado a su lado durante su vida con la esperanza de salvarlo por su arrepentimiento, gozo todavía más con mi corte celestial por haber realizado mi deseo y de ser su Padre por toda la eternidad.
En cuanto a las almas que viven en la justicia y en la gracia santificante, tengo mi felicidad al establecerme en ellas. Yo me doy a ellas. ¡Les confío el uso de mi PODER, y por mi AMOR ellas encuentran una anticipación del Paraíso en Mí, su Padre y su Salvador!»
Así termina el primer fascículo del Mensaje.
2do Fascículo
El segundo fascículo comienza el 12 de Agosto de 1932.
Un día el demonio se apoderó del mismo y le laceró la cabezo con unas tijeras.
«Yo vengo a abrir una fuente de agua viva que desde hoy hasta el final de los tiempos no se secará jamás. Es a ustedes, mis criaturas, que Yo vengo para descubrirles mis entrañas paternales apasionadas de Amor por ustedes, hijos míos. Quiero que ustedes sean testigos de mi Amor infinito y misericordioso. No me basta haberles mostrado mi amor, Yo quiero incluso abriles mi Corazón, de donde saldrá una fuente refrescante donde todos los hombres saciarán su sed. Entonces saborearán las alegrías que no habían conocido hasta ahora a causa de ese peso inmenso del temor exagerado que tenían de Mí, su tierno Padre.
Es después que Yo prometí un Salvador a los hombres - que hice brotar esta fuente [Nota de Sor Eugenia: «Esta fuente, desde que Él me habló de ella, yo la veo todos los días»] - y la hice pasar a través del Corazón de mi Hijo para que llegara hasta ustedes. Pero mi inmenso amor por ustedes me empuja a hacer más todavía abriendo mi pecho de donde brotará esta agua de salvación para mis hijos y, Yo les permito sacar libremente toda la que les sea necesaria para el tiempo y para la eternidad.
Si quieren probar el poder de esta fuente de la cual les hablo, aprendan primero a conocerme mejor y a amarme hasta el punto que Yo deseo; es decir, no solamente como su Padre sino como su amigo y su confidente.
¿Por qué se sorprenden de lo que les digo? ¿No los he creado a mi imagen? Yo los hice a mi imagen para que no encuentren nada extraño cuando hablen y se familiaricen con su Padre, su Creador, su Dios, dado que se han vuelto por mi misericordiosa bondad, los hijos de mi Amor paternal y divino.
Mi Hijo Jesús está en Mí y Yo estoy en Él, en nuestro mutuo amor que es el Espíritu Santo, que nos tiene unidos por medio de este vínculo de caridad que hace que Nosotros no seamos sino UNO.
Él, mi Hijo, es el pozo de esta fuente, para que los hombres puedan ir a sacar de su Corazón que está siempre lleno de Agua de Salvación ¡hasta desbordarse! ¡Pero deben asegurarse de esta fuente que mi Hijo les abre, para que se convenzan que ella es refrescante y agradable! Entonces, vengan a Mí por medio de mi Hijo y, cuando estén cerca de Mí, confíenme sus deseos. Les mostraré esta fuente haciéndome conocer tal como Yo soy. Cuando ustedes Me conozcan serán saciados, refrescados, sus males serán curados, sus temores serán disipados; su alegría será grande y su amor encontrará un descanso que no habían experimentado jamás hasta ahora.
¿Pero cómo, me dirán, podemos ir nosotros a Ustedes? ¡Ah! vengan por la vía de la confianza, llámenme Padre suyo, ámenme en espíritu y en verdad y esto será suficiente para que esta agua refrescante y todopoderosa llegue a saciarlos.
Pero si verdaderamente quieren que les dé todo lo que les falta para conocerme y amarme, y si ustedes se encuentran fríos e indiferentes, llámenme solamente con el dulce nombre de Padre y Yo vendré a ustedes. Mi fuente les dará el Amor, la confianza y todo lo que les falta para ser siempre amados por su Padre y Creador.
Dado que deseo sobre todo hacerme conocer por todos ustedes para que puedan gozar, también aquí abajo de mi bondad y de mi ternura, háganse apóstoles hacia aquellos que no me conocen, que no me conocen todavía y Yo, ¡Yo bendeciré sus trabajos y sus esfuerzos preparándoles para ustedes una gran gloria Junto a Mí, en la eternidad!
Yo soy el océano de la Caridad; hijos míos, aquí está otra prueba del amor paternal que Yo tengo por todos ustedes sin excepción, cualquiera que sea su edad, su estado, su país. Yo no excluyo ni siquiera las sociedades diversas, las sectas, fieles, infieles, creyentes, indiferentes, Yo encierro en este Amor a todas las criaturas racionales cuyo conjunto forma la humanidad.
Esta es la prueba: Yo soy el océano de la caridad. Les he hecho conocer la fuente que mana de mi pecho para saciar su sed y ahora, para que prueben cuán bueno soy con todos, voy a mostrarles el océano de mi caridad universal para que ustedes se lancen con los ojos cerrados: ¿por qué? porque zambulléndose en este océano, las almas que se habían vuelto gotas amargas por los vicios y los pecados, perderán el exceso de amargura en este baño de Caridad. Saldrán mejores, felices por haber aprendido a ser buenas y llenas de caridad. Si ustedes mismos, por ignorancia o por debilidad, vuelven a caer en el estado de gota amarga, sigo siendo todavía un océano de caridad listo para recibir esta gota amarga y para cambiarla en caridad, en bondad y para hacer de ustedes unos santos como lo soy Yo, Yo su Padre.
¿Quieren ustedes, hijos míos, pasar aquí abajo su vida en paz y alegría? Vengan a lanzarse en este inmenso océano y quédense allí siempre, mientras utilizan su vida en el trabajo, esa misma vida será santificada por la Caridad.
En cuanto a mis hijos que no están en la verdad, quiero con mayor razón, cubrirlos con mis más paternales predilecciones para que abran los ojos a la luz que, en este tiempo, resplandece más sensiblemente que nunca.
¡Es el tiempo de las gracias previsto y esperado por toda la eternidad! Yo estoy allá en persona para hablarles; Yo vengo como el más tierno y más amoroso de los padres. Yo me rebajo, me olvido para elevarlos a Mí y asegurarles la salvación. Todos ustedes que viven hoy y también ustedes que están en la nada, pero que vivirán de siglo en siglo hasta el fin del mundo, piensen que no viven solos, sino que un Padre por encima de todos los padres, vive junto a ustedes, vive incluso en ustedes, piensa en ustedes y les ofrece participar en las incomprensibles prerrogativas de su Amor. Acérquense a la fuente que manará siempre de mi pecho paternal. Prueben la dulzura de esta agua saludable y cuando hayan probado todo su delicioso poder sobre sus almas para satisfacer a todas sus necesidades, vengan a zambullirse en el océano de mi caridad, para no vivir mas que en Mí y morir a ustedes mismos para vivir eternamente en Mí.
Nota de Sor Eugenia: «Nuestro Padre me ha dicho en un coloquio íntimo: La fuente es el símbolo de mi conocimiento y el océano es el de mi caridad y de su confianza. Cuando quieran beber en esta fuente, estúdienme para conocerme y cuando Me conozcan, arrójense en el océano de mi Caridad confiando en Mí con una confianza que los transforme, y a la cual Yo no me pueda resistir, entonces Yo perdonaré sus faltas y Yo los llenaré con las mayores gracias»
Yo estoy entre ustedes. Felices los que creen en esta verdad y aprovechan este tiempo del cual las Escrituras han hablado en estos términos: «Habrá un tiempo en el que Dios debe ser honrado y amado por los hombres como Él lo desea».
Las Escrituras ponen después la pregunta: ¿Por qué? Y ellas responden: «¡Porque sólo Él es digno de honor, de amor y de alabanza por siempre!»
Moisés recibió de Mí por primero de los diez mandamientos, esta orden para comunicarla a los hombres: «¡Amad y adorad a Dios!»
Los hombres que son ya cristianos podrían decirme: «Nosotros amamos desde que vinimos al mundo o desde nuestra conversión; porque decimos a menudo en la oración dominical: ¡Padre nuestro que estás en los cielos!» Sí, hijos míos, es verdad ustedes me aman y me honran cuando dicen la primera solicitud del Pater. Pero continúen las otras solicitudes y verán:
«¡Santificado sea tu Nombre!» ¿Mi Nombre es santificado?
Continúen: «¡Venga a nosotros tu Reino!» ¿Mi Reino ha venido?
¡Es verdad que ustedes honran con todo su fervor la majestad de mi Hijo Jesús, y en Él, es a Mí a quien honran! Pero ¿negarían a su Padre esta gran gloria de proclamarlo «Rey» o por lo menos hacerme reinar para que todos los hombres puedan conocerme y amarme?
Deseo que celebren esta fiesta de la majestad de mi Hijo en reparación de los insultos que Él recibió ante Pilatos, y también de parte de los soldados que flagelaban su santa e inocente humanidad. Solicito que no suspendan esta fiesta, por el contrario, celébrenla con entusiasmo y fervor; ¡pero para que todos puedan conocer verdaderamente a este Rey se debe también conocer su Reino!
Ahora, para llegar a este doble conocimiento de manera perfecta es necesario conocer también al Padre de este Rey, al Creador de este Reino.
Verdaderamente, hijos míos, la Iglesia, esta Sociedad que he hecho fundar por mi Hijo, completará Mi Obra haciendo honrar a Aquel que es su autor: su Padre y su Creador. Entre ustedes, hijos míos, algunos podrían decirme: «La Iglesia ha crecido incesantemente, los cristianos son cada vez más numerosos; ¡esta es una prueba suficiente de que nuestra Iglesia es completa!» Sepan, hijos míos, que su Padre ha velado siempre sobre la Iglesia desde su nacimiento y que, de acuerdo con mi Hijo y con el Espíritu Santo, Yo he querido que fuera infalible por medio de mi Vicario el Santo Padre. Sin embargo, no sería cierto que si los cristianos Me conocieran tal como Yo soy, es decir como el Padre tierno y misericordioso, bueno y generoso, ¡practicarían así mismo con mayor virilidad y sinceridad esta religión Santa!
¡Hijos míos, no sería cierto que si supieran que tienen un Padre que piensa en ustedes y que los ama con un amor infinito, se esforzarían, en ser recíprocos, en ser más fieles a sus deberes cristianos, así mismo de ciudadanos, para ser justos y para rendir justicia a Dios y a los hombres!
No sería cierto también que si conocieran a este Padre que los ama a todos sin distinciones y que, sin distinciones, los llama a todos con el hermoso nombre de hijos, me amarían como hijos afectuosos y el amor que me darían no se convertiría, con mi impulso, un amor activo que se extendería al resto de la humanidad que no conoce todavía esta Sociedad de Cristianos, y mucho menos a Quién los ha creado y que es su Padre.
Si alguien fuera a hablarles a todas estas almas abandonadas en sus supersticiones, o a tantas otras que llaman Dios porque saben que existo sin saber que Yo estoy cerca de ellas, si les dijeran que su Creador es también su Padre que piensa en ellas y que se ocupa de ellas, que los envuelve con un amor cercano en medio de tantos sufrimientos y padecimientos, obtendrían la conversión, aún de los más obstinados y estas conversiones serían más numerosas y también más sólidas, es decir, más perseverantes.
Algunos, examinando la Obra de Amor que Yo estoy haciendo en medio de los hombres encontrarán algo que criticar y dirán así: pero los misioneros no les hablan a los infieles de otra cosa más que de Dios, de su bondad, de su misericordia, desde que llegaron a esos países lejanos ¿qué podrían más decir de Dios si siempre hablan de Él?
Los misioneros han hablado y hablan todavía de Dios de acuerdo a como Me conocen ellos mismos, pero les aseguro que no Me conocen tal como Yo soy, por esto vengo para proclamarme Padre de todos y el más tierno de los padres para corregir el amor que me dan y que está distorsionado por el miedo.
Yo vengo para volverme semejante a mis criaturas para corregir la idea que tienen de un Dios terriblemente justo, pues veo que todos los hombres transcurren su vida sin confiarse a su único Padre, que quisiera hacerles conocer su único deseo, que es el de facilitarles el recorrido de su vida terrena para darles después en el cielo, una vida totalmente divina.
Tengo allá una prueba de que las almas no me conocen más de lo que ustedes me conocen, sin sobrepasar la medida de la idea que tienen de Mí. Pero ahora que Yo les doy esta luz, permanezcan en la Luz y lleven la Luz a todos, este será un medio poderoso para obtener conversiones y así mismo cerrar, si es posible, la puerta del infierno, pues Yo renuevo aquí mi promesa, que no podrá nunca faltar, y es esta:
Todos los que me llamen con el nombre de Padre, aunque fuera una sola vez, no perecerán, sino que estarán seguros de su vida eterna en compañía de los elegidos.
Y a los que trabajen por mi gloria y se empeñen en hacerme conocer, honrar y amar, a ustedes les aseguro que su recompensa será grande pues contaré todo, aún el mas mínimo esfuerzo que hagan y se los devolveré todo centuplicado en la eternidad.
Ya se los he dicho, en la Santa Iglesia es necesario completar el culto honrando de manera particular al Autor de esta Sociedad, a Aquel que vino a fundarla también, a Aquel que es el Alma, Dios en tres Personas: Padre, Hijo, y Espíritu Santo.
Mientras que las Tres Personas no sean honradas con un culto particularmente especial, en la Iglesia y en la humanidad entera, algo le faltará a esta sociedad. Ya he hecho sentir esta deficiencia a algunas almas, pero la mayor parte de ellas, demasiado tímidas, no han respondido a mi llamado. Otras han tenido la energía de hablar a quien corresponde, pero ante sus dificultades no han insistido.
Ahora mi hora ha llegado. Yo mismo vengo para hacer conocer a los hombres, hijos míos, lo que hasta hoy no habían entendido completamente. Yo mismo vengo a traer el Fuego Ardiente de la Ley del Amor para que, con este medio, Yo pueda fundir y destruir la enorme capa de hielo que envuelve la humanidad.
Oh, querida humanidad, oh hombres que son mis hijos: ¡salgan, salgan de los lazos con los cuales el demonio los ha encadenado hasta hoy, con el miedo de un Padre que no es otra cosa que Amor! Vengan, acérquense, todos tienen el derecho de acercarse a su Padre, expandan sus corazones, rueguen a mi Hijo para que los haga conocer cada vez mejor mis bondades hacia ustedes.
Oh ustedes que son prisioneros de las supersticiones y de las leyes diabólicas, salgan de esa tiránica esclavitud y vengan a la Verdad de las verdades. Reconozcan a Aquel que los ha creado y que es su Padre. No pretendan usar sus derechos adorando y homenajando a los que los han conducido a llevar hasta aquí una vida inútil, vengan a Mí, los espero a todos porque todos ustedes son mis hijos.
Y ustedes que están en la verdadera luz, díganles ¡cuán dulce es vivir en la verdad! Digan nuevamente a esos cristianos, a esas queridas criaturas mías, hijos míos, cuán dulce es pensar que hay un Padre que ve todo, que sabe todo, que provee todo, que es infinitamente bueno, que sabe perdonar fácilmente, que no castiga sino con renuencia y lentamente. Díganles en fin, que no quiero abandonarlos en las desgracias de la vida, solos y sin méritos, que vengan a Mí, Yo los ayudaré, Yo les aligeraré su carga, Yo endulzaré sus vidas tan duras y Yo los embriagaré con mi amor paternal, para hacerlos felices en el tiempo y en la eternidad.
Y ustedes, hijos míos, que habiendo perdido la fe viven en las tinieblas, levanten los ojos y verán los rayos luminosos venir a iluminarlos.
Yo soy el sol que ilumina, que calienta y recalienta, miren y reconozcan que Yo soy su Creador, su Padre, su sólo y único Dios. Es porque los amo, que Yo vengo para hacerme amar y para que sean todos salvados.
Me dirijo a todos los hombres del mundo entero haciendo resonar esta llamada de mi amor paternal; este amor infinito, que quiero que conozcan es una realidad permanente.
Amen, amen, amen siempre, pero también hagan amar a este Padre para que desde hoy, Yo pueda mostrar a todos el Padre más apasionado de amor por ustedes.
Y ustedes, mis hijos predilectos, sacerdotes y religiosos, los exhorto a hacer conocer este amor paternal que Yo concibo para los hombres y para ustedes en especial. Ustedes están obligados a trabajar para que mi voluntad se realice en los hombres y en ustedes. Ahora, esta voluntad es que Yo sea conocido, honrado y amado. ¡No dejen por tanto tiempo inactivo mi amor, porque estoy sediento del deseo de ser amado!
Este es el siglo privilegiado entre todos, ¡no dejen pasar este privilegio, por el temor de que les sea quitado! Las almas necesitan ciertos toques divinos y el tiempo apremia; no teman nada, Yo soy su Padre; les ayudaré en sus esfuerzos y en sus trabajos, los sostendré siempre y les haré gustar, también desde aquí abajo, la paz y la alegría del alma haciendo producir frutos a su ministerio y a sus obras realizadas con celo; don inestimable porque el alma que está en paz y alegría, goza anticipadamente del cielo, esperando la recompensa eterna.
A mi Vicario, el Sumo Pontífice, mi representante en la tierra, ya le comuniqué una atracción muy particular para el apostolado de las misiones en los países lejanos, y sobre todo, un celo grandísimo para hacer mundial la devoción al Sagrado Corazón de mi Hijo Jesús. Ahora, Yo le confío la Obra que el mismo Jesús vino a cumplir sobre la tierra; glorificarme haciéndome conocer tal como soy, como acabo de decirles a todos los hombres, mis hijos y mis criaturas.
¡Si los hombres supieran penetrar el Corazón de Jesús con todos sus deseos y su gloria reconocerían que su deseo más ardiente es el de glorificar al Padre, a Aquel que lo envió, y sobre todo no dejarle una gloria disminuida como se ha hecho hasta hoy, sino una gloria total, tal que el hombre pueda y deba dármela como Padre y Creador, y aún más, como Autor de su redención!
Esto que le solicito, es lo que él puede darme, su confianza, su amor y su reconocimiento. No es porque Yo necesite de mi criatura o de sus adoraciones que deseo ser conocido, honrado y amado, es únicamente para salvarlo y darle mi gloria en participación, por eso me rebajo hasta ella. ¡Es también porque mi bondad y mi amor se dan cuenta que los seres que Yo he sacado de la nada y adopté como verdaderos hijos caerán, en gran número, en la desgracia eterna con los demonios, perdiendo así la finalidad de su creación, su tiempo y su eternidad!
Si Yo deseo algo, sobre todo en el momento actual, es simplemente un mayor fervor de parte de los justos, una gran facilidad para la conversión de los pecadores, una conversión sincera y perseverante, el regreso de los hijos pródigos a la casa paterna, en particular el regreso de los judíos y de todos los otros que son también mis criaturas y mis hijos, como los cismáticos, los heréticos, los masones, los pobres infieles, los impíos y las sectas diversas y secretas; quieran o no, todo este mundo sepa que hay un Dios y un Creador, lo quieran o no. Este Dios, que hablará doblemente a su ignorancia, les es desconocido; ellos no saben que Yo soy su Padre.
Créanme, ustedes que me escuchan leyendo estas palabras, si todos los hombres que están lejos de nuestra Iglesia Católica, oyeran hablar de este Padre que los ama, que es su Creador y su Dios, de este Padre que desea darles la vida eterna, una gran parte de esos hombres, aún entre los más obstinados, vendrían a este Padre del que ustedes les hablen.
Si ustedes no pueden ir directamente a hablarles así, busquen los medios: hay miles de maneras directas o indirectas, pónganlas en práctica con un verdadero espíritu de continuidad y un gran fervor y Yo les prometo que sus esfuerzos serán pronto, por una gracia, coronados con grandes éxitos. Vuélvanse apóstoles de mi bondad paternal y, por el celo que Yo les daré a todos, ustedes serán fuertes y poderosos sobre las almas.
Yo estaré siempre junto a ustedes y en ustedes: si son dos los que hablan, Yo estaré entre los dos; si son más numerosos, Yo estaré en medio de ustedes; así dirán lo que Yo les inspire y daré a sus oyentes las disposiciones deseadas; así los hombres serán vencidos por el amor y salvados por toda la eternidad.
En cuanto a los medios para honrarme como lo deseo, no les solicito otra cosa que una gran confianza. No crean que espero de ustedes austeridad, mortificaciones, ayunos, disciplinas, que deseo hacerlos caminar descalzos o postrar el rostro en el polvo, hacerlos cubrir de cenizas, etc. ¡No, no! Yo quiero y me encanta que ustedes permanezcan conmigo en su lugar de hijos, con sencillez y confianza en Mí!
Con ustedes me volveré todo para todos como el Padre más tierno y más amoroso. Me familiarizaré con todos ustedes, dándome a todos, haciéndome pequeño para hacerlos crecer para la eternidad.
La mayor parte de los incrédulos, de los impíos y de las diversas sociedades permamecen en su maldad e incredulidad porque creen que les pido lo imposible; que deben someterse a mis órdenes como los esclavos bajo un patrón tirano, que se mantiene envuelto en su poder y permanece en su orgullo, distante de sus súbditos, para obligarlos al respeto y a la devoción. ¡No, no, hijos míos!
Yo sé volverme pequeño mil veces más de lo que ustedes suponen, Sin embargo, lo que Yo exijo es observar fielmente mis mandamientos que he dado a mi Iglesia, para que ustedes sean criaturas racionales y no se asemejen a los animales por su indisciplina y sus malas inclinaciones, para que por fin puedan conservar este tesoro que es su alma que les he dado con la plena belleza divina con la que la revestí!
Después hagan, como Yo deseo, lo que ya les he indicado para honrarme con un culto especial. Que esto los haga comprender mi voluntad de darles mucho y de hacerlos participar ampliamente de mi poder y mi gloria, únicamente para que sean felices y para salvarlos, para manifestarles mi único deseo de amarlos y de ser a cambio, amado por ustedes.
Si me aman con un amor filial y confiado llevarán también un respeto lleno de amor y sumisión a mi Iglesia y a mis representantes. No un respeto como el que tienen ahora y que los mantiene lejos de Mí porque Yo los atemorizo; este falso respeto que tienen ahora es una injusticia que le hacen a la Justicia, es una herida a la parte más sensible de mi corazón, es un olvido, un desprecio a mi amor paternal por ustedes.
Lo que más me ha afligido de mi pueblo Israel, y que me aflige aún de la humanidad actual, es este respeto mal entendido hacia Mí. El enemigo de los hombres se ha servido de esto, en efecto, para hacerlos caer en la idolatría y en los cismas. Él se sirve todavía y se servirá de esto siempre contra ustedes, para alejarlos de la verdad, de mi Iglesia y de Mí. ¡Ah! no se dejen arrastrar más por el enemigo; crean en la verdad que acaba de serles revelada y caminen en la luz de esta verdad.
Ustedes, hijos míos, que se encuentran fuera de la Iglesia Católica, sepan que no están excluidos de mi Amor Paternal. ¡Les dirijo un tierno llamado, ya que ustedes también son hijos míos! Si han vivido hasta ahora en las insidias que el demonio les ha tendido, reconozcan que los ha engañado, ¡vengan a Mí, su Padre y Yo los recibiré con gozo y amor!
También ustedes que no conocen otra religión que aquella con la cual nacieron, una religión que no es la verdadera, abran los ojos: aquí está su Padre, aquel que los ha creado y que quiere salvarlos. Vengo hasta ustedes para traerles la verdad y con ella, la salvación. Veo que ustedes me ignoran y que no saben que no deseo otra cosa de ustedes sino que me conozcan como Padre, Creador y también como Salvador. Es por esa ignorancia que no pueden amarme; ¡sepan por tanto que no estoy tan lejos de ustedes como creen!
¿Cómo podría dejarlos solos después de haberlos creado y adoptado por mi amor? Yo los sigo por todas partes, los protejo en todo, para que todo sea una constatación de mi gran generosidad hacia ustedes, a pesar de que han olvidado a menudo mis infinitas bondades, olvidos que les hacen decir: “Es la naturaleza la que nos da todo, la que nos hace vivir y nos hace morir” ¡Este es el tiempo de gracia y de luz! ¡Por tanto, reconozcan que Yo soy el único verdadero Dios!
Para darles la verdadera felicidad en esta vida y en la otra, deseo que hagan lo que les propongo en esta luz. El tiempo es propicio, no dejen escapar el amor que se ofrece a su corazón de una manera tan sensible. ¡A todos les solicito como medio escuchar la Santa Misa según la liturgia: esto me agrada mucho! Después, les diré con el tiempo, otras pequeñas oraciones, ¡pero no quiero sobrecargarlos! Lo esencial será honrarme como les he dicho, estableciendo una fiesta en mi honor y sirviéndome en la simplicidad de los verdaderos hijos de Dios su Padre, Creador y Salvador del género humano.
¡He aquí otro testimonio de mi amor paternal hacia los hombres: hijos míos, no les hablaré de toda la grandeza de mi Amor infinito, porque les basta abrir los libros santos, mirar el Crucifijo, el Tabernáculo y el Santísimo Sacramento, para que puedan comprender hasta que punto los he amado!
¡Sin embargo, para mostrarles la necesitad en que están de satisfacer mi Voluntad en ustedes y para que Yo desde ahora sea más conocido y mejor amado, quiero, antes de terminar estas pocas palabras que no son sino la base de mi Obra de Amor entre los hombres, señalarles algunos de los innumerables testimonios de mi Amor por ustedes!
Mientras que el hombre no se encuentre en la verdad, no probará ni siquiera la verdadera libertad: creen que están en la alegría y en la paz, ustedes, hijos míos, que están afuera de la verdadera Ley para cuya obediencia los he creado, pero en el fondo de su corazón sienten que en ustedes no hay ni la verdadera paz, ni la verdadera alegría y que no están en la verdadera libertad de Quien los ha creado y que es su Dios, su Padre!
Pero ustedes que están en la verdadera Ley, o más bien, que han prometido seguir esta Ley que les he dado para asegurar su salvación, he aquí que el vicio los ha conducido hacia el mal. Se han alejado de la Ley por su conducta malvada. ¿Creen que son felices? No. Sienten que su corazón está inquieto. ¿Piensan que buscando su placer y otras alegrías humanas su corazón se sentirá al fin satisfecho? No. ¡Dejen que les diga que ustedes no se estarán jamás en la verdadera libertad, ni en la verdadera felicidad, hasta que no me reconozcan como Padre y no se sometan a mi yugo, para ser verdaderos hijos de Dios, su Padre! ¿Por qué? ¡Porque los he creado con un solo fin que es el de conocerme, amarme y servirme, como el niño sencillo y confiado sirve a su Padre!
En otro tiempo, en el Antiguo Testamento, los hombres se comportaban como animales, no conservaban ninguna señal que indicara su dignidad de hijos de su Padre, Dios. Y así, para hacerles conocer que Yo quería elevarlos a la gran dignidad de hijos de Dios tuve que mostrarme con una severidad a veces aterredora. Más tarde, cuando vi que algunos eran lo suficientemente razonables para comprender al fin que había que establecer algunas diferencias entre ellos y los animales, comencé entonces a llenarlos de beneficios, a concederles la victoria sobre los que todavía no reconocían y conservaban su dignidad. Como su número aumentaba les envié a mi Hijo, adornado con todas las perfecciones divinas, dado que era el Hijo de un Dios perfecto. Él, es quien viene a trazarles los caminos de la perfección, por Él Yo los he adoptado en mi amor infinito, como verdaderos hijos, y después no los he llamado más con el simple nombre de “criaturas” sino con el nombre de “hijos”.
Los he investido con el verdadero espíritu de la nueva Ley que los distingue, no sólo de los animales como a los hombres de la antigua Ley, sino que los eleva por encima de aquellos hombres del Antiguo Testamento. A todos los he elevado a la dignidad de hijos de Dios, sí, ustedes son mis hijos y deben decirme que Yo soy su Padre; pero vengan a confiarse en Mí como tales porque sin esta confianza no obtendrán nunca la verdadera libertad.
Todo esto que les he dicho es para que reconozcan que vengo por medio de esta Obra de Amor, para ayudarlos poderosamente a sacudir la tiránica servidumbre que cautiva su alma y hacerlos gustar la verdadera libertad de la cual brota la verdadera felicidad, en comparación con ella todas las alegrías de la tierra no son nada. Levántense hacia esta dignidad de hijos de Dios y sepan respetar su grandeza, y Yo seré más que nunca su Padre, el más amoroso y el más misericordioso.
Yo he venido para traer la paz con esta Obra de Amor, si alguien Me honra y confía en Mí, haré descender sobre él un rayo de paz en todas sus adversidades, en todos sus problemas, sufrimientos y aflicciones de cualquier tipo, sobre todo si Me invoca y Me ama como su Padre. Si las familias Me honran y Me aman como su Padre, Yo les enviaré mi paz y con ella mi providencia. Si los trabajadores, los industriales y los otros artesanos diversos Me invocan y Me honran, Yo les daré mi paz, mi fuerza, Me mostraré como Padre bueno y misericordioso. Si en toda sociedad cristiana Me invocan y Me honran, Yo daré mi Paz, Me mostraré como Padre amorosísimo y por mi poder aseguraré la salvación eterna de las almas.
Si toda la humanidad Me invoca y Me honra haré descender sobre toda la humanidad el espíritu de paz, como rocío bienhechor.
Si todas las naciones, como tales, Me invocan y Me honran, no tendrán nunca más tribulaciones ni guerras, porque Yo soy el Dios de la paz y allá en donde Yo estoy, no habrá guerra.
¿Quieren obtener la victoria sobre su enemigo? Invóquenme y triunfarán victoriosamente sobre él mismo.
En fin, ustedes saben que Yo puedo todo con mi poder. Pues bien, este poder Yo se los ofrezco a todos para que se sirvan de él en el tiempo y en la eternidad. Yo Me mostraré siempre como su Padre, siempre que ustedes se muestren como mis hijos.
¿Qué deseo con esta Obra de Amor si no es encontrar corazones que Me puedan comprender?
Yo soy la santidad, de la cual poseo la perfección y la plenitud, y esta santidad, de la cual soy el Autor, se la doy a través de mi Espíritu Santo, y por los méritos de mi Hijo la restauro en sus almas.
Es por mi Hijo y el Espíritu Santo que Yo vengo hacia ustedes, en ustedes, y en ustedes Yo busco mi reposo.
Para algunas almas estas palabras: «Yo vengo en ustedes», les parecerán un misterio, pero ¡no hay ningún misterio! ¡Porque después de que le ordené a mi Hijo instituir la santa Eucaristía me propuse venir en ustedes cada vez que reciben la santa Hostia!
¡Nada me impedía en el tiempo antes de la Eucaristía venir a ustedes porque nada me es imposible! Pero recibir este sacramento es una acción fácil de comprender y que les explica cómo Yo vengo en ustedes!
Cuando estoy en ustedes, les doy más fácilmente lo que poseo, siempre y cuando me lo pidan.
Por este Sacramento se unen conmigo íntimamente y es en esta intimidad que la efusión de mi Amor propaga en sus almas la santidad que Yo poseo.
Yo los inundo con mi Amor, y entonces no tienen que hacer otra cosa que pedirme las virtudes y la perfección que necesitan, y pueden estar seguros de que, en esos momentos de reposo de Dios en el corazón de su criatura, nada les será negado.
Puesto que comprenden cuál es el lugar de mi reposo, ¿no quisieran dármelo? Yo soy su Padre y su Dios, ¿osarán negarme esto? ¡Ah! no me hagan sufrir por su crueldad hacia un Padre que les pide esta única gracia para Él.
Antes de terminar este mensaje, quiero expresar un deseo a un cierto número de almas consagradas a mi servicio. Estas almas son ustedes, sacerdotes, religiosas y religiosos. Ustedes están destinados a mi servicio, ya sea en la contemplación, ya sea en las obras de caridad y de apostolado. De mi parte es un privilegio de mi bondad, de su parte es la fidelidad a la vocación por su buena voluntad.
Este es mi deseo: ustedes que comprenden más fácilmente lo que espero de la humanidad, oren para que Yo pueda realizar la Obra de mi Amor en todas las almas. ¡Ustedes conocen todas las dificultades que hay que vencer para ganar un alma! Pues bien, he aquí el medio eficaz que les facilitará ganar para mi una gran multitud de almas: precisamente es hacerme conocer, amar y honrar por los hombres.
Antes que nada, deseo que sean ustedes los primeros en comenzar.
¡Qué alegría para Mí, entrar en primer lugar en las casas de los sacerdotes, los religiosos y las religiosas!
¡Qué alegría encontrarme como Padre, entre los hijos de mi amor! ¡Con ustedes, Yo conversaré como con amigos íntimos! ¡Yo seré para ustedes el más discreto de los confidentes! ¡Yo seré su todo, que les bastará para todo! Yo seré sobre todo el Padre acogedor de sus deseos, llenándolos de su amor, de sus beneficios de su ternura universal.
¡No me nieguen este gozo que deseo disfrutar entre ustedes! Se los devolveré al céntuplo, y porque ustedes me honran, ¡también Yo los honraré preparándoles una gran gloria en mi reino!
Yo soy la Luz de las luces, allí en donde ella penetre habrá la vida, el pan y la felicidad. Esta luz iluminará al peregrino, al escéptico, al ignorante, ella los iluminará a todos, oh hombres que viven en este mundo lleno de tinieblas y de vicios; ¡si no tuvieran mi Luz, caerían en el abismo de la muerte eterna!
En fin, esta luz iluminará los caminos que conducen a la verdadera Iglesia Católica, para sus pobres hijos que son víctimas aún de supersticiones. ¡Yo me mostraré Padre de aquellos que más sufren en la tierra, los pobres leprosos!
Yo me mostraré Padre de todos estos hombres que son abandonados, excluidos de toda sociedad humana. Yo me mostraré Padre de los afligidos, Padre de los enfermos, sobre todo de los agonizantes. Yo me mostraré Padre de todas las familias, de los huérfanos, de las viudas, de los prisioneros, de los obreros y de la juventud. Yo me mostraré Padre en todas las necesidades. ¡En fin, Yo me mostraré Padre de los reyes, de sus naciones! ¡Y todos sentirán mis bondades, sentirán mi protección y verán mi poder!
¡Reciban todos mi paternal y divina bendición, Amén!
¡Especialmente mi hijo y Representante, Amén!
¡Especialmente mi hijo el Obispo, Amén!
¡Especialmente mi hijo tu Padre espiritual, Amén!
¡Especialmente mis hijas, tus Madres, Amén!
¡Y toda la Congregación de mi amor, Amén!
¡Y toda la Iglesia y todo el Clero, Amén!
¡Bendición muy especial a la Iglesia del Purgatorio! ¡Amén! ¡Amén!»
Apéndice
Testimonio de Su Excelencia Mons. Alexandre Caillot
Obispo de Grenoble
después del informe redactado durante la encuesta canónica hecha en relación con Madre Eugenia
Han pasado diez años desde que, como Obispo de Grenoble, decidí abrir una investigación sobre el caso de madre Eugenia. Poseo ahora elementos suficientes para llevar a la Iglesia mi testimonio de Obispo.
1) La primera certeza se desprende claramente de la investigación: aquella de las virtudes sólidas de Madre Eugenia.
Desde el inicio de su vida religiosa la hermana llamaba la atención de sus superioras por su piedad, su obediencia y su humildad.
Las superioras confundidas por el carácter extraordinario de los hechos que se habían verificado durante el noviciado de la hermana, estaban decididas a no tenerla en el convento. Dudaron y tuvieron que renunciar al proyecto ante la vida ejemplar de la religiosa.
A lo largo de la investigación, Sor Eugenia dio pruebas de gran paciencia y de una perfecta docilidad, sometiéndose sin quejarse a todos los exámenes médicos, respondiendo a los interrogatorios de las comisiones teológicas y médicas, a menudo largos y penosos, y aceptando las contradicciones y las pruebas. Todos los investigadores elogiaron sobre todo su simplicidad.
Varias circunstancias permitieron también descubrir, que la hermana era capaz de practicar las virtudes hasta el punto heroico, según el testimonio de los teólogos, especialmente la obediencia en la investigación del Rev. P. Auguste Valensin, en Junio de 1934, y la humildad en la dolorosa jornada del 20 de Diciembre de 1934.
Puedo certificar que, en sus funciones de Superiora General, la encontré muy dedicada a su deber, consagrándose a su tarea, que tenía que parecerle muy difícil dado que no estaba preparada para ello, con amor por las almas, por la Congregación y por la Iglesia. Los que viven cerca de ella están impresionados, como lo estoy también yo, por su fortaleza de ánimo durante las dificultades.
No son sólo las virtudes las que me impresionan, ¡son las cualidades que la Madre revela en el ejercicio de la autoridad que una religiosa poco instruida, al llegar a ocupar la más alta función en su Congregación! Ya en esto hay algo de extraordinario y, desde este punto de vista, la investigación hecha el día de la elección por mi Vicario General, Mons. Guerry, es muy sugestiva. Las respuestas de las capitulares, todas Superioras o Delegadas de las diversas misiones, mostraron que a pesar de su joven edad y de los obstáculos canónicos que normalmente habrían dejado a un lado la idea de su nombramiento, elegían a Madre Eugenia como Superiora General, por sus cualidades de juicio, de equilibrio, de energía y de firmeza. En realidad parece haber sobrepasado por mucho las expectativas que las electoras ponían en aquella que escogían.
Lo que más he notado en ella es, ante todo, su inteligencia clara, viva y penetrante. He dicho que su instrucción había sido deficiente, además, por razones externas y ajenas a ella: la larga enfermedad de su madre la obligó, desde muy joven aocuparse de la casa y ausentarse frecuentemente de la escuela. Hasta su ingreso en el convento, vivió duros años como tejedora de una fábrica. A pesar de estas lagunas de base, cuyas consecuencias se hacen evidentes en la composición y en la ortografía, Madre Eugenia da a su comunidad numerosas conferencias. Ella misma redactó notablemente las circulares para su congregación y los contratos celebrados con las municipalidades o los consejos de administración, para los Establecimientostos hospitalarios confiados a las Hermanas de Nuestra Señora de los Apóstoles. Compuso un largo directorio.
Ve clara y justamente en una situación, como en los casos de conciencia. Sus directivas son exactas, precisas y especialmente prácticas. Conoce a cada una de sus mil cuatrocientas hijas, con sus aptitudes y virtudes, y es así, capaz de escoger a aquellas más calificadas en los nombramientos de las diversas tareas. También tiene un exacto y personal conocimiento de las necesidades y de los recursos de su Congregación, y de la situación de cada casa. Ha visitado todas sus misiones.
Queremos subrayar también su espíritu de previsión. Tomó todas las disposiciones necesarias para que en el futuro, cada establecimiento hospitalario o escolar, tenga monjas graduadas y todo lo necesario para vivir y desarrollarse. Me parece especialmente interesante y en fin es de notar que Madre Eugenia parece estar dotada de un espíritu de decisión, de sentido de la realidad y de la voluntad para realizar las cosas. En seis años abrió 67 fundaciones y supo aportar muchas mejorías útiles a la Congregación.
Si manifiesto sus cualidades de inteligencia, de juicio, de voluntad y sus aptitudes de administración, es porque me parecen que descartan definitivamente todas esas hipótesis que hubo que considerarse en un momento en el curso de la investigación, y resultaron sin fuerza para dar una explicación satisfactoria: hipótesis de alucinaciones, ilusiones, espiritismo, histerismo y delirio.
La vida de la Madre es una constante demostración de su equilibrio mental y general, y este equilibrio le parece también a los observadores, siendo la nota dominante de su personalidad. Las otras hipótesis de ser sugestionable y manipulable, que habían empujado a los investigadores a preguntarse si no estarían en presencia de una naturaleza muy impresionable, verdadero espejo de facetas sometido a influencias y sugestiones, fueron igualmente desmentidas por la realidad cotidiana. Madre Eugenia, aunque dotada de una naturaleza sensible y de un temperamento emotivo, dio pruebas de que no hacía acepción de personas, y que lejos de dejarse influenciar por las consideraciones humanas, sabía determinar sus proyectos, su actividad, sus realizaciones, e imponerse a los demás con su encanto personal. Un simple hecho aclarará más que todas las apreciaciones: al día siguiente de su elección como Superiora General, tuvo que proceder al nombramiento de Superioras; bien, no titubeó en sustituir a una de las que habían votado por ella: desembarcando en Egipto, ésta Superiora local supo del cambio, notificada por correo aéreo.
2) Sobre el propósito de su misión.
El propósito de la misión que habría sido confiado a Madre Eugenia es preciso, y desde el punto de vista doctrinal, me parece legítimo y oportuno.
Propósito preciso: hacer conocer y honrar al Padre, particularmente con la institución de una fiesta especial solicitada a la Iglesia. La investigación ha establecido que una fiesta litúrgica en honor del Padre estaría en la línea de todo el culto católico, conforme al movimiento tradicional de la oración católica, que es una ascensión hacia el Padre, por medio del Hijo, en el Espíritu, como lo prueban las oraciones de la Misa y la oblación litúrgica al Padre en el Santo Sacrificio. Por otra parte, sin embargo, es un hecho que no exista ninguna fiesta especial en honor del Padre: la Trinidad está honrada como tal, el
Verbo y el Espíritu Santo están honrados en sus misiones y en sus manifestaciones exteriores, sólo el Padre no tiene una fiesta propia, que atraiga la atención del pueblo cristiano sobre Su Persona. Hay que atribuir a esta ausencia de una fiesta litúrgica en Su honor el hecho que una encuesta muy extendida entre numerosos fieles ha revelado dentro de las diversas clases sociales, así mismo entre numerosos sacerdotes y religiosos: "el Padre no es conocido, no se le reza, no se piensa en El". El investigador descubre también con asombro que un gran número de cristianos se alejan del Padre porque ven en Él un Juez terrible. ¡Prefieren dirigirse a la humanidad de Cristo, y cuántos le piden a Jesús que los proteja contra la cólera del Padre!
Una fiesta especial tendría como primer efecto, restablecer el orden en la piedad de muchos cristianos, y devolverlos a la consigna del divino Salvador: «Todo lo que pidiereis al Padre en mi Nombre...» y en seguida: «Desde ahora rezaréis así: Padre nuestro...».
Una fiesta litúrgica en honor al Padre tendría también como efecto de elevar la mirada hacia Aquel que el Apóstol Santiago llamaba: «El Padre de la Luz desde el Cual nos llegan todos los dones ...». Acostumbraría a las almas a considerar la Bondad divina, los beneficios de Dios, su Providencia paternal, y ciertamente esta Providencia es precisamente la de Dios Trinidad; y es por su naturaleza divina común a las Tres Personas, que Dios expande sobre el mundo los tesoros inagotables de su Misericordia infinita.
Parece, pues, a primera vista, que no hay ninguna razón especial para honrar al Padre en particular, sin embargo, ¿no es el Padre el que envió a Su Hijo al mundo? y si es soberanamente justo rendir inculto al Hijo y al Espíritu por sus manifestaciones exteriores, ¿no sería justo y debido dar gracias a Dios Padre, como lo solicitan los prefacios de la Misa, por el don que Él nos ha hecho de su Hijo?
El objeto propio de esta fiesta especial se desprende así claramente: honrar al Padre, agradecerle, alabarlo por habernos dado a Su Hijo; en una sola palabra, como dice exactamente el mensaje, como Autor de la Redención.
Darle gracias a Aquel que ha amado tanto al mundo que le dio a Su Hijo unigénito para que todos los hombres, reunidos en el Cuerpo Místico de Cristo, recapitulando este Hijo, lleguen a ser hijos en Él. En el momento en el que el mundo perdido por las doctrinas del laicismo, del ateísmo y por las filosofías modernas, no conoce mas a Dios, al verdadero Dios, ¿esta fiesta no haría conocer a muchos al Padre vivo que Jesús nos ha revelado, al Padre de misericordia y bondad? ¿No contribuiría a aumentar el número de los adoradores del Padre “en espíritu y en verdad” que Jesús anunció? En un momento en que el mundo, desgarrado por guerras asesinas, sentirá la necesidad de buscar un principio sólido de unión para un acercamiento entre los pueblos, esta fiesta traería una gran luz, enseñando a los hombres que todos ellos tienen en el Cielo el mismo Padre: ¡Aquél que Jesús les dio y hacia quien Él los arrastra, como miembros de Su Cuerpo místico, en unidad del mismo Espíritu de Amor! Al momento en que tantas almas extenuadas y cansadas por las pruebas de la guerra podrían estar ávidas para encaminarse hacia una profunda vida interior, ¿esta fiesta no sería capaz de llamarlas “desde adentro” para adorar al Padre que está en lo secreto, y para entregarse en una oblación filial y generosa al Padre, única fuente de la vida de la Santa Trinidad en ellos? Tal fiesta ¿no conservaría el hermoso movimiento de la vida sobrenatural que arrastra lógicamente a las almas hacia la infancia espiritual y hacia la vida filial con el Padre, mediante la confianza, el abandono a la Voluntad divina y al espíritu de fe?
Por otra parte, distinto de la cuestión de una fiesta especial y cualquiera que sea la decisión de la Iglesia sobre este punto, se plantea un problema de doctrina. Eminentes teólogos estiman que la doctrina de las relaciones del alma con la Trinidad Santa requiere ser profundizada, y que ella podría ser para las almas una fuente de luz sobre la vida en sociedad entre el Padre y el Hijo, de la cual nos habla San Juan, y sobre la participación a la vida de Jesús, Hijo del Padre, por la disposición común de Cristo, íntima de su Sagrado Corazón, en particular a su caridad filial por su Padre.
Cualquier cosa que resulte de estos problemas teológicos, lo que quiero subrayar aquí es este hecho: una pobre ignorante en teología declara haber tenido comunicaciones divinas que podrían ser muy ricas en doctrina.
Las construcciones imaginarias de una visionaria son pobres, estériles, incoherentes. Por el contrario, el mensaje que la Madre Eugenia dice que le confió el Padre, es fecundo, con una mexcla armoniosa de dos caracteres que lo hacen más seguro: por una parte se presenta como tradicional en la Iglesia, sin ningún aspecto de novedad que podría hacerlo calificar de sospechoso, porque repite incesantemente que ya todo se ha dicho desde la revelación de Cristo sobre su Padre, y que todo está en el Evangelio. Pero por otra parte declara que esta gran verdad sobre el conocimiento del Padre pide ser reflexionada, profundizada y vivida.
La desproporción entre la debilidad del instrumento, incapaz por sí mismo de descubrir una doctrina de tal naturaleza, y la profundidad del mensaje que la Madre trae, ¿no deja entrever el hecho de que una causa superior, sobrenatural, divina, intervino para confiarle este mensaje?
No veo cómo humanamente se podría explicar el descubrimiento, por la Madre, de una idea de la cual los investigadores teólogos han entrevisto sólo poco a poco la originalidad y la fecundidad.
Otro hecho me parece igualmente muy sugestivo: cuando Sor Eugenia anunció que había recibido las apariciones del Padre, los teólogos investigadores replicaron que las apariciones del Padre eran, por sí mimas, imposibles, que nunca se habían producido en la historia; a estas objeciones la hermana resistió declarando simplemente: «El Padre me dijo que describiera lo que veía. El le pide a sus hijos teólogos que busquen». La hermana nunca cambió sus explicaciones, ella mantuvo sus afirmaciones por largos meses. Fue sólo en Enero de 1934 que los teólogos descubrieron, en el mismo Santo Tomás de Aquino, la respuesta a la objeción que ellos se ponían.
La respuesta del gran doctor sobre la distinción entre la aparición y la misión fue luminosa y eliminó el obstáculo que paralizaba toda la investigación. Contra los teólogos emditos la pequeña ignorante había tenido razón. ¿Cómo explicar humanamente, también en este caso, la luz, la sabiduría, la perseverancia de la hermana? Una falsa visionaria habría tratado de adaptarse a las explicaciones de los teólogos. La hermana se mantuvo firme: he aquí nuevas razones por las cuales su testimonio nos parece digno de ser apoyado con confianza.
De todos modos, lo que me parece digno de resaltar es esta actitud de reserva tomada e indicada con relación a lo maravilloso. Mientras que las falsas místicas hacen pasar a primer plan o incluso no ven otra cosa sino las cosas extraordinarias, éstas están, en el caso de la hermana, relegadas en segundo plano, a título de pmebas y de medios. Hay una ausencia de exaltación, un equilibro de valores que dan buena impresión.
De la investigación de los teólogos diré sólo pocas cosas. Los reverendos padres Alberto y Augusto Valensin son reconocidos por su autoridad filosófica y teológica, también por sus conocimientos de la vida espiritual. Ya habían tenido que intervenir en otras circunstancias por hechos del mismo tipo que habían sido sometidos, esta vez, a su examen.
Sabemos que lo hicieron con mucha prudencia. Estas son las razones por las cuales los hemos escogido.
Estamos muy agradecidos por esa colaboración que fue dedicada y verdaderamente a conciencia. Sus testimonios en favor de la hermana y en favor de una explicación sobrenatural de los hechos en su totalidad tienen mucho más valor porque han demorado mucho tiempo, siendo primero hostiles y escépticos y después vacilantes. Se convencieron poco a poco después de haber puesto toda clase de objeciones, y de haberle impuesto a la hermana duras pruebas.
Conclusiones
En mi alma y mi conciencia, con el vivísimo sentimiento de mi responsabilidad ante la Iglesia, declaro: que la intervención sobrenatural y divina me parece la única capaz de dar al conjunto de hechos una explicación lógica y satisfactoria.
Liberado de todo lo que lo rodea, este hecho esencial me parece lleno de nobleza, de elevación y de fecundidad sobrenatural.
Una humilde religiosa recordó a las almas el verdadero culto del Padre, como Jesús lo enseñó y como la Iglesia lo fijó en su liturgia.
No hay nada inquietante, nada mas que muy puro y conforme a una sólida doctrina.
Los hechos maravillosos que acompañan este mensaje podrían estar desasociados de aquel acontecimiento central, que conservaría todo su valor. La Iglesia dirá si la idea de la fiesta especial puede ser acojida, separadamente del hecho particular de la hermana y por razones doctrinales.
Considero que la gran prueba de la autenticidad de la misión de la hermana nos es dada por la manera como ella aplica a su vida real, la hermosa doctrina que habría venido a recordar.
Considero conveniente dejarla continuar su obra. Creo que ahí está el dedo de Dios, y después de diez años de búsquedas, de reflexiones y de oraciones, bendigo al Padre por haberse dignado escoger a mi diócesis como el lugar de manifestaciones tan conmovedoras de Su Amor.
+ ALEXANDRE CAILLOT
Obispo de Grenoble
en la época en la cual fue donado el Mensaje
Oraciones al Padre
“Per Ipsum, cum Ipso et in Ipso”
Dio é mió Padre
Padre mío que estás en los cielos, ¡qué dulce y suave es saber que Tu eres mi Padre y que o soy tu hijo!
Sobre todo cuando está oscuro el cielo de mi alma y más pesada es mi cruz, es cuando siento la necesidad de repetirte: ¡Padre, creo en tu amor por mí!
Sí ¡creo que tú eres para mí Padre en cada momento de la vida y que yo soy tu hijo!
¡Creo que me amas con amor infinito!
¡Creo que velas día y noche sobre mí y que ni siquiera un cabello se cae de mi cabeza sin Tu permiso!
¡Creo que, infinitamente Sabio, sabes mejor que yo, aquello que me conviene!
¡Creo que infinitamente Potente, puedes traer el bien a pesar del mal!
Creo que, infinitamente Bueno, haces que todo sirva para el beneficio de los que Te aman: ¡y aún, bajo las manos que golpean, yo beso Tu mano que sana!
Creo,... ¡Pero aumenta en mí la fe, la esperanza y la caridad!
Enséñame a ver siempre tu amor como guía en cada evento de mi vida.
Enséñame a abandonarme a Ti como un niño en los brazos de la mamá.
Padre, Tu sabes todo, Tu ves todo, Tu me conoces mejor de lo que me conozco yo mismo: ¡Tu puedes todo y Tu me amas!
Padre mío, dado que Tu quieres que siempre recurramos a Ti, heme aquí con confianza para pedirte, con Jesús y María,... (pedir la gracia que deseas).
Por esta intención, uniéndome a Sus Sacratísimos Corazones, Te ofrezco todas mis oraciones, mis sacrificios y mortificaciones, todas mis acciones y una mayor fidelidad a mis deberes.
Si se reza esta oración como Novena añadir: «Te prometo ser más generoso, especialmente en estos nueve días, en tal circunstancia... con tal persona...»
¡Dame la luz, la gracia y la fuerza del Espíritu Santo!
Confírmame en este Espíritu, de modo que yo no lo pierda nunca, ni lo entristezca, ni lo debilite en mí.
Padre mío, ¡es en nombre de Jesús, Tu Hijo, que te lo pido! Y tu, oh Jesús, abre Tu Corazón y mételo adentro el mío, junto con el de María ¡ofrécelo a nuestro Padre Divino!... ¡Obtenme la gracia que necesito!
Padre Divino, llama hacia Ti a todos los hombres. ¡Que el mundo entero proclame Tu Paternal Bondad y Tu Divina Misericordia! Sé para mí tierno Padre, y protégeme por todas partes como la pupila de Tus ojos. Haz que yo siempre sea digno hijo Tuyo: ¡ten piedad de mí!
Padre Divino, dulce esperanza de nuestras almas
¡Qué Tú seas conocido, alabado y amado por todos los hombres!
Padre Divino, bondad infinita que se infunde sobre todos los pueblos! ¡Qué Tú seas conocido, alabado y amado por todos los hombres!
Padre Divino, rocío beneficioso de la humanidad
¡Qué Tú seas conocido, alabado y anuido por todos los hombres!
Madre Eugenia
Indulgencia parcial
+ Mons. Girard
Vic. Apost. Cairo, Egipto
9 de Octubre de 1935
+ Jean Card. Verdier
Arzobispo de París, France
8 de Mayo de 1936
El Rosario del Padre
El Rosario del Padre, con sus cinco misterios es una oración que la Providencia nos ha dado. En él está toda la historia del hombre guiada por el Amor del Padre que - desde el inicio de la Creación hasta la redención final -ha llevado y llevará adelante Su plan de Vida.
Este Rosario es un signo de los tiempos, de estos tiempos que ven el regreso de Jesús a la tierra “con gran poder” (Mt 24,30). El “poder” es por excelencia el atributo del Padre (“Creo en Dios Padre todo poderoso”): es el Padre que viene en Jesús, y nosotros tenemos que apremiarlo para que acelere los tiempos de la nueva creación tan esperada (Rm 8,19).
Pero no tenemos que sustituir el Rosario de María con el Rosario del Padre; después de haber rezado el Rosario Mariano, tenemos que pedirle a la Madre que rece con nosotros el Rosario del Padre para que El venga pronto a traer Su Reino a la tierra. (Lc 11,2)
El Padre promete que por cada Padre nuestro que se recite, decenas de almas se salvarán de la condenación eterna y decenas de almas serán libradas de las penas del Purgatorio.
El Padre concederá gracias particularísimas a las familias en las cuales se recite este rosario y las gracias se transmitirán de generación en generación. A todos aquellos que lo reciten con fe, hará grandes milagros, tantos y tan grandes como no se han visto nunca en la historia de la Iglesia.
¿Como se reza el Rosario del Padre?
En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo Dios mío ven en mi auxilio, Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos, Amén.
Padre mío, Padre bueno, a Ti me ofrezco, a Ti me doy.
Angel del Señor, fiel custodio mío, a quién me ha encomendado la Divina Bondad, ilumíname, protégeme, dirígeme y gobiérname siempre. Amen.
Primer misterio:
Contemplamos el triunfo del Padre en el jardín del Edén cuando, después del pecado de Adán y Eva, promete la venida del Salvador.
«Entonces Yahvé Dios dijo a la serpiente: - Por haber hecho esto, maldita seas entre todas las bestias y entre todos los animales del campo. Sobre tu vientre caminarás, y polvo comerás todos los días de tu vida. Enemistad pondré entre ti y la mujer, entre tu linaje y su linaje: ella te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar» (Gn 3,14-15).
1 Ave María, 10 Padre Nuestro, Gloria, Padre mío..., Ángel del Señor.
Segundo misterio:
Contemplamos el triunfo del Padre en el momento del “Fiat” de María durante la Anunciación.
«El Angel le dijo: — No temas. María, porque has hallado gracia delante de Dios: vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús. El será grande y se le llamará Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin. Dijo María: - He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,30ss).
1 Ave María, 10 Padre Nuestro, Gloria, Padre mío..., Ángel del Señor.
Tercer misterio:
Contemplamos el triunfo del Padre en el huerto del Getsemaní cuando da toda su potencia al Hijo.
«Jesús rezaba diciendo: - Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz, pero no sea como yo quiero, sino como quieres tú. Entonces, se le apareció un ángel venido del cielo que le confortaba. Y sumido en agonía oraba más intensamente, y su sudor se volvió como gotas espesas de sangre que caían en tierra (Lc 22,42-44). Después se acercó a los discípulos y les dice: - ¡Ahora ya podéis dormir y reposar. Mirad ha llegado la hora en la cual el Hijo del hombre será entregado en manos de pecadores. ¡Levantaos, vamos! Mirad que el que me va a entregar está cerca (Mt 26,45-46). Jesús se adelanta y les pregunta: -¿A quién buscáis? Le respondieron: - A Jesús el Nazareno. Les dice Jesús: - ¡YO SOY! Apenas dijo: ¡YO SOY! retrocedieron y cayeron en tierra.» (Jn 18,4-6).
1 Ave María, 10 Padre Nuestro, Gloria, Padre mío..., Ángel del Señor.
Cuarto misterio:
Contemplamos el triunfo del Padre al momento de cada juicio particular.
Estando él todavía lejos, le vio su padre, y conmovido corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: - Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo. Pero el padre dijo a sus siervos: - Traed aprisa el mejor vestido y revestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido hallado (Lc 15,20-24).
Quinto misterio:
Contemplamos el triunfo del Padre en el momento del juicio universal.
«Luego vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron y el mar no existe ya. Y vi la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de Dios engalanada como una novia ataviada para su esposo. Y oí una fuerte voz que decía desde el trono: - ¡Esta es la morada de Dios con los hombres! Pondrá su morada entre ellos y ellos serán su pueblo, y él, “Dios-con-ellos”, será su Dios. Y enjugará las lágrimas de sus ojos; no habrá ya muerte, ni habrá llanto, ni gritos, ni fatiga, porque el mundo viejo ha pasado” (Ap 21,1-4).
1 Ave María, 10 Padre Nuestro, Gloria, Padre mío..., Angel del Señor.
Salve Reina... Padre Nuestro, Ave María, Gloria al Padre por el Papa.
Letanías del Padre
Padre de infinita majestad
R/. Ten piedad de nosotros
Padre de infinita potencia
Padre de infinita bondad
Padre de infinita ternura
Padre, abismo de Amor
Padre, potencia de gracia
Padre, esplendor de resurrección
Padre, Luz de paz
Padre, regocijo de salvación
Padre, siempre más Padre
Padre de infinita misericordia
Padre de infinito esplendor
Padre, salvación de los desesperados
Padre, esperanza de quien reza
Padre, tierno ante cualquier dolor
Padre, por los hijos más débiles
R/. Te imploramos
Padre, por los hijos más desesperados
Padre, por los hijos menos amados
Padre, por los hijos que no te han conocido
Padre, por los hijos más desolados
Padre, por los hijos más abandonados
Padre, por los hijos más sufridos
Padre, por los hijos que luchan para que venga tu reino
Oremos:
Padre, por los hijos, por cada hijo, por todos los hijos, te imploramos: danos paz y salvación en nombre de la Sangre de tu Hijo Jesús y en nombre del sufrido Corazón de nuestra Mamá María. Amén.
Padre mío, me abandono a Ti
Haz de mí lo que quieras.
Lo que hagas de mí te lo agradezco, estoy dispuesto a todo, lo acepto todo.
Con tal que Tu voluntad se haga en mí y en todas tus criaturas, no deseo nada más, Dios mío.
Pongo mi vida en Tus manos.
Te la doy, Dios mío,
con todo el amor de mi corazón,
porque te amo,
y porque para mí amarte es darme, entregarme en Tus manos sin medida, con infinita confianza, porque Tu eres mi Padre.
(Charles de Foucauld)
Padre la tierra te necesita
Padre, la tierra te necesita; el hombre, cada hombre, te necesita; el aire, pesado y contaminado, te necesita; te ruego, Padre,
vuelve a caminar por los caminos del mundo;
vuelve a vivir en medio de tus hijos;
vuelve a gobernar las naciones;
vuelve a traer la paz, y con ella la justicia;
vuelve a hacer brillar el fuego del amor,
para que -redimidos del dolor-
Podamos volvemos criaturas nuevas.
(María Teresa d'Abenante)
Con aprobación eclesiástica
+ Giuseppe Casale
Arzobispo de Foggia 23.11.1988
Oración al Padre
Padre,
dóname un profundo deseo de amar continuamente;
hazme sentir que cada instante que pasa
no podré vivirlo sino en Amor;
hazme probar un profundo sufrimiento
por todo el tiempo perdido
y por todo el tiempo que pueda perder.
Padre Celestial,
ordena a mi espíritu vivir cada instante en el Amor
y aunque mi cuerpo esté distraído,
mi espíritu pueda amarte continuamente;
y en Ti, Contigo y por Ti,
pueda amar al universo entero
y a cada criatura que pasa a mi lado.
Padre,
sólo esto quiero,
y quiero que ninguna sombra de desamor
ofusque mi espíritu,
de forma que, al momento de mi muerte,
yo quede extasiado
mirándolo resplandecer de Tu misma Luz.
Amén.
(María Teresa d’Abenante)
Fecha de impresión agosto 2021
Distribución Gratuita - Prohibida la Venta
Tomado de: https://www.dioepadre.org/es/download-mensaje-de-dios-padre/