COMENTARIO

 Mt 17,1-13 

En la Transfiguración, Jesús muestra anticipadamente a los discípulos la gloria que merecerá por su pasión (cfr nota a Lc 9,28-36). El vínculo del episodio con la confesión de Pedro y el primer anuncio de la pasión, no sólo es temporal —ocurrió «seis días después» (v. 1)— sino también lógico: desde el cielo se confirma que Jesús es el Hijo de Dios (v. 5), tal como lo había confesado Pedro (16,16), y que su muerte y resurrección (16,21) son el cumplimento de la Ley y los Profetas representados por Moisés y Elías (v. 3). Los discípulos reaccionan con alegría (v. 4) y temor (vv. 6-7), sin acabar de entender el significado (cfr nota a Mc 9,2-13).

Moisés y Elías son los dos representantes máximos del Antiguo Testamento: de la Ley y los Profetas. En la imagen de Jesús hablando con ellos (v. 3), la Tradición ha visto dos enseñanzas: de un lado, que Jesús es el centro de la revelación porque «toda la Escritura divina forma un solo libro, y ese único libro es Cristo, ya que toda la Escritura divina habla de Cristo y toda ella se realiza en Cristo» (Hugo de San Víctor, De Arca Noe morali 2,8); de otro, que los libros del Antiguo Testamento son necesarios para comprender a Jesucristo, porque «si, como dice el apóstol Pablo, Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios, y el que no conoce las Escrituras no conoce el poder de Dios ni su sabiduría, de ahí se sigue que ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo» (S. Jerónimo, Commentarii in Isaiam, prol. 1).

El episodio es también una descripción de la personalidad de Jesús: es Señor (v. 4), Hijo de Dios, en quien Dios se complace (v. 5; cfr Is 42,1), a quien debemos escuchar (v. 5) porque es el revelador de Dios: «Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad. Porque le podría responder Dios de esta manera, diciendo: “Si te tengo ya habladas todas las cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y no tengo otra, ¿qué te puedo yo ahora responder o revelar que sea más que eso? Pon los ojos sólo en Él, porque en Él te lo tengo todo dicho y revelado, y hallarás en Él aún más de lo que pides y deseas (…); oídle a Él, porque yo no tengo más fe que revelar, ni más cosas que manifestar”» (S. Juan de la Cruz, Subida al Monte Carmelo 2,22,5).

Finalmente, al bajar del monte, en una explicación que está presente en varios lugares del primer evangelio (cfr nota a 11,1-15), el Señor esclarece a los discípulos la relación entre Elías y Juan Bautista.

Volver a Mt 17,1-13