COMENTARIO
El episodio, situado significativamente poco después de la parábola del sembrador, viene a resaltar la dignidad de los oyentes de la palabra. El discípulo es el que oye la palabra, la conserva, y da fruto (8,15), pero ahora, por oír la palabra y cumplirla, se le da un nuevo título: es como el hermano y como la Madre de Cristo (v. 21). Para Jesús, y para el lector del evangelio, es evidente que esas palabras se refieren primeramente a María, que es modelo del discípulo, ya que Ella fue la que de modo eminente acogió la palabra del Señor y dio fruto con ella (1,38): «De ahí que María es dichosa también porque escuchó la palabra de Dios y la cumplió; llevó en su seno el cuerpo de Cristo, pero más aún guardó en su mente la verdad de Cristo. Cristo es la verdad, Cristo tuvo un cuerpo: en la mente de María estuvo Cristo, la verdad; en su seno estuvo Cristo hecho carne, un cuerpo. Y es más importante lo que está en la mente que lo que se lleva en el seno» (S. Agustín, Sermones 25,7).
Acerca del significado de «hermanos», cfr notas a Mt 12,46-50 y Mc 3,31-35.