COMENTARIO

 Lc 9,37-43 

A propósito de este milagro los otros evangelistas han señalado la enseñanza de Jesús sobre el valor de la fe (cfr Mt 17,14-20 y nota) y de la oración (cfr Mc 9,14-29 y nota). Lucas, por su parte, señala la tribulación del padre ante su único hijo (v. 38) y la misericordia de Jesús que devuelve el hijo a su padre (v. 42). En ese sentido, el milagro recuerda a la resurrección del hijo de la viuda de Naín, que también era un hijo único (7,12) y también fue entregado a su madre por Jesús (7,15). La reacción de los presentes es asimismo muy semejante: si antes las gentes glorificaban a Dios porque había «visitado a su pueblo» (7,16), ahora se asombran ante la «grandeza de Dios» (v. 43; cfr 4,32; 8,25; 11,14). Jesús no obra milagros para su propia gloria, sino para manifestar la misericordia de Dios: «En Cristo y por Cristo, se hace también particularmente visible Dios en su misericordia. (…) No sólo habla de ella y la explica usando semejanzas y parábolas, sino que además, y ante todo, Él mismo la encarna y personifica. Él mismo es, en cierto sentido, la misericordia» (S. Juan Pablo II, Dives in misericordia, n. 2).

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