6Jn1Después de esto partió Jesús a la otra orilla del mar de Galilea, el de Tiberíades. 2Lo seguía una gran muchedumbre porque veían los signos que hacía con los enfermos. 3Jesús subió al monte y se sentó allí con sus discípulos. 4Pronto iba a ser la Pascua, la fiesta de los judíos.
5Jesús, al levantar la mirada y ver que venía hacia él una gran muchedumbre, le dijo a Felipe:
—¿Dónde vamos a comprar pan para que coman éstos? 6—lo decía para probarlo, pues él sabía lo que iba a hacer.
7Felipe le respondió:
—Doscientos denarios de pan no bastan ni para que cada uno coma un poco.
8Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo:
9—Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero, ¿qué es esto para tantos?
10Jesús dijo:
—Manden a la gente que se siente —había en aquel lugar hierba abundante.
Y se sentaron un total de unos cinco mil hombres. 11Jesús tomó los panes y, después de dar gracias, los repartió a los que estaban sentados, e igualmente les dio cuantos peces quisieron.
12Cuando quedaron saciados, les dijo a sus discípulos:
—Recojan los trozos que han sobrado para que no se pierda nada.
13Y los recogieron, y llenaron doce cestos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido.
14Aquellos hombres, viendo el signo que Jesús había hecho, decían:
—Éste es verdaderamente el Profeta que viene al mundo.
15Jesús, conociendo que estaban dispuestos a llevárselo para hacerle rey, se retiró otra vez al monte él solo.
16Cuando estaba atardeciendo, bajaron sus discípulos al mar, 17embarcaron y pusieron rumbo a la otra orilla, hacia Cafarnaún. Ya había oscurecido y Jesús aún no se había reunido con ellos. 18El mar estaba agitado a causa del fuerte viento que soplaba. 19Después de remar unos veinticinco o treinta estadios, vieron a Jesús que andaba sobre el mar y se acercaba hacia la barca, y les entró miedo. 20Pero él les dijo:
—Soy yo, no teman.
21Entonces ellos quisieron que subiera a la barca; y al instante la barca llegó a tierra, al lugar adonde iban.
22Al día siguiente, la multitud que estaba al otro lado del mar vio que no había allí más que una sola barca, y que Jesús no había subido a ella con sus discípulos, sino que éstos se habían marchado solos. 23De Tiberíades otras barcas llegaron cerca del lugar donde habían comido el pan después de haber dado gracias al Señor. 24Cuando la multitud vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún buscando a Jesús. 25Y al encontrarlo en la otra orilla del mar, le preguntaron:
—Maestro, ¿cuándo has llegado aquí?
26Jesús les respondió:
—En verdad, en verdad les digo que ustedes me buscan no por haber visto los signos, sino porque han comido los panes y se han saciado. 27Obren no por el alimento que se consume sino por el que perdura hasta la vida eterna, el que les dará el Hijo del Hombre, pues a éste lo confirmó Dios Padre con su sello.
—¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?
29Jesús les respondió:
—Ésta es la obra de Dios: que crean en quien Él ha enviado.
30Le dijeron:
—¿Y qué signo haces tú, para que lo veamos y te creamos? ¿Qué obras realizas tú? 31Nuestros padres comieron en el desierto el maná, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo.
32Les respondió Jesús:
—En verdad, en verdad les digo que Moisés no les dio el pan del cielo, sino que mi Padre les da el verdadero pan del cielo. 33Porque el pan de Dios es el que ha bajado del cielo y da la vida al mundo.
34—Señor, danos siempre de este pan —le dijeron ellos.
35Jesús les respondió:
—Yo soy el pan de vida; el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá nunca sed. 36Pero se los he dicho: me han visto y no creen. 37Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que viene a mí no lo echaré fuera, 38porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad sino la voluntad de Aquel que me ha enviado. 39Ésta es la voluntad de Aquel que me ha enviado: que no pierda nada de lo que Él me ha dado, sino que lo resucite en el último día. 40Porque ésta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
41Los judíos, entonces, comenzaron a murmurar de él por haber dicho: «Yo soy el pan que ha bajado del cielo». 42Y decían:
—¿No es éste Jesús, el hijo de José, de quien conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo es que ahora dice: «He bajado del cielo»?
—No murmuren entre ustedes. 44Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado, y yo lo resucitaré en el último día. 45Está escrito en los Profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Todo el que ha escuchado al que viene del Padre, y ha aprendido, viene a mí. 46No es que alguien haya visto al Padre, sino que aquel que procede de Dios, ése ha visto al Padre. 47En verdad, en verdad les digo que el que cree tiene vida eterna.
48»Yo soy el pan de vida. 49Sus padres comieron en el desierto el maná y murieron. 50Éste es el pan que baja del cielo, para que si alguien lo come no muera. 51Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. Si alguno come este pan vivirá eternamente; y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.
52Los judíos se pusieron a discutir entre ellos:
—¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?
53Jesús les dijo:
—En verdad, en verdad les digo que si no comen la carne del Hijo del Hombre y no beben su sangre, no tendrán vida en ustedes. 54El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. 55Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. 56El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. 57Igual que el Padre que me envió vive y yo vivo por el Padre, así, aquel que me come vivirá por mí. 58Éste es el pan que ha bajado del cielo, no como el que comieron los padres y murieron: quien come este pan vivirá eternamente.
59Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Cafarnaún.
60Al oír esto, muchos de sus discípulos dijeron:
—Es dura esta enseñanza, ¿quién puede escucharla?
61Jesús, conociendo en su interior que sus discípulos estaban murmurando de esto, les dijo:
—¿Esto los escandaliza? 62Pues, ¿si vieran al Hijo del Hombre subir adonde estaba antes? 63El espíritu es el que da vida, la carne no sirve de nada: las palabras que les he hablado son espíritu y son vida. 64Sin embargo, hay algunos de ustedes que no creen.
En efecto, Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que le iba a entregar.
65Y añadía:
—Por eso les he dicho que ninguno puede venir a mí si no se lo ha concedido el Padre.
66Desde ese momento muchos discípulos se echaron atrás y ya no andaban con él.
67Entonces Jesús les dijo a los doce:
—¿También ustedes quieren marcharse?
68Le respondió Simón Pedro:
—Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; 69nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Santo de Dios.
70Les respondió Jesús:
—¿No los he elegido yo a los doce? Sin embargo, uno de ustedes es un diablo.
71Se refería a Judas, hijo de Simón Iscariote, porque él, aun siendo uno de los doce, era el que lo iba a entregar.
7Jn1Después de esto caminaba Jesús por Galilea, pues no quería andar por Judea, ya que los judíos lo buscaban para matarlo.
2Pronto iba a ser la fiesta judía de los Tabernáculos. 3Entonces le dijeron sus hermanos:
—Márchate de aquí y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces, 4porque nadie hace algo a escondidas si quiere ser conocido. Puesto que haces estas cosas, muéstrate al mundo.
5Ni siquiera sus hermanos creían en él. 6Entonces, Jesús les dijo:
—Mi tiempo aún no ha llegado, pero su tiempo siempre está a punto. 7El mundo no puede odiarlos, pero a mí me odia porque doy testimonio de él, de que sus obras son malas. 8Ustedes suban a la fiesta; yo no subo a esta fiesta porque mi tiempo aún no se ha cumplido.
9Él dijo eso y se quedó en Galilea. 10Pero una vez que sus hermanos subieron a la fiesta, entonces él también subió, no públicamente sino como a escondidas.
11Los judíos lo buscaban durante la fiesta y decían:
—¿Dónde está ése?
12Y la gente hacía muchos comentarios sobre él. Unos decían:
—Es bueno.
Otros, en cambio:
—No, engaña a la gente.
13Sin embargo, nadie hablaba abiertamente de él por miedo a los judíos.
14Mediada ya la fiesta, subió Jesús al Templo y se puso a enseñar. 15Los judíos quedaron admirados y comentaban:
—¿Cómo sabe éste de letras sin haber estudiado?
16Entonces Jesús les respondió y dijo:
—Mi doctrina no es mía sino del que me ha enviado. 17Si alguno quiere hacer su voluntad conocerá si mi doctrina es de Dios, o si yo hablo por mí mismo. 18El que habla por sí mismo busca su propia gloria; pero el que busca la gloria del que lo envió, ése es veraz y no hay injusticia en él. 19¿No les dio Moisés la Ley? Sin embargo, ninguno de ustedes la cumple. ¿Por qué quieren matarme?
20Respondió la multitud:
—Estás endemoniado; ¿quién te quiere matar?
21Jesús les contestó:
—Yo hice una sola obra y todos se han extrañado. 22Puesto que les dio Moisés la circuncisión —aunque no es de Moisés sino de los Patriarcas—, incluso el sábado circuncidan a un hombre. 23Si un hombre recibe la circuncisión el sábado para no quebrantar la Ley de Moisés, ¿se indignan contra mí porque he curado por completo a un hombre en sábado? 24No juzguen por las apariencias, sino juzguen con recto juicio.
25Entonces, algunos de Jerusalén decían:
—¿No es éste al que intentan matar? 26Pues miren cómo habla con toda libertad y no le dicen nada. ¿Acaso habrán reconocido las autoridades que éste es el Cristo? 27Sin embargo sabemos de dónde es éste, mientras que cuando venga el Cristo nadie conocerá de dónde es.
28Jesús enseñando en el Templo clamó:
—Me conocen y saben de dónde soy; en cambio, yo no he venido de mí mismo, pero el que me ha enviado, a quien ustedes no conocen, es veraz. 29Yo lo conozco, porque de Él vengo y Él mismo me ha enviado.
30Intentaban detenerle, pero nadie le puso las manos encima porque aún no había llegado su hora.
31Muchos de la multitud creyeron en él y decían:
—Cuando venga el Cristo, ¿hará más signos que los que hace éste?
32Al oír los fariseos que la multitud comentaba esto de él, los príncipes de los sacerdotes y los fariseos enviaron alguaciles para prenderle. 33Entonces Jesús les dijo:
—Aún estaré entre ustedes un poco de tiempo, luego me iré al que me ha enviado. 34Me buscarán y no me encontrarán, porque donde yo estoy ustedes no pueden venir.
35Se dijeron los judíos:
—¿A dónde se irá éste que no podamos encontrarle? ¿Se irá tal vez a los dispersos entre los griegos y enseñará a los griegos? 36¿Qué significan estas palabras que ha dicho: «Me buscarán y no me encontrarán», y «donde yo estoy ustedes no pueden venir»?
37En el último día, el más solemne de la fiesta, estaba allí Jesús y clamó:
—Si alguno tiene sed, venga a mí; y beba 38quien cree en mí. Como dice la Escritura, de sus entrañas brotarán ríos de agua viva.
39Se refirió con esto al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él, pues todavía no había sido dado el Espíritu, ya que Jesús aún no había sido glorificado.
40De entre la multitud que escuchaba estas palabras, unos decían:
—Éste es verdaderamente el profeta.
41Otros:
—Éste es el Cristo.
En cambio, otros replicaban:
—¿Acaso el Cristo viene de Galilea? 42¿No dice la Escritura que el Cristo viene de la descendencia de David y de Belén, la aldea de donde era David?
43Se produjo entonces un desacuerdo entre la multitud por su causa. 44Algunos de ellos querían prenderle, pero nadie puso las manos sobre él.
45Volvieron los alguaciles a los príncipes de los sacerdotes y fariseos, y éstos les dijeron:
—¿Por qué no lo han traído?
46Respondieron los alguaciles:
—Jamás habló así hombre alguno.
47Les replicaron entonces los fariseos:
—¿También ustedes han sido engañados? 48¿Acaso alguien de las autoridades o de los fariseos ha creído en él? 49Pero esta gente, que desconoce la Ley, son unos malditos.
50Nicodemo, aquel que ya había ido antes adonde Jesús y que era uno de ellos, les dijo:
51—¿Es que nuestra Ley juzga a un hombre sin haberlo oído antes y conocer lo que ha hecho?
52Le respondieron:
—¿También tú eres de Galilea? Investiga y te darás cuenta de que ningún profeta surge de Galilea.
53Y se volvió cada uno a su casa.
8Jn1Jesús marchó al Monte de los Olivos. 2Muy de mañana volvió de nuevo al Templo, y todo el pueblo acudía a él; se sentó y se puso a enseñarles.
3Los escribas y fariseos trajeron a una mujer sorprendida en adulterio y la pusieron en medio.
4—Maestro —le dijeron—, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. 5Moisés en la Ley nos mandó lapidar a mujeres así; ¿tú qué dices? 6—se lo decían tentándolo, para tener de qué acusarle.
Pero Jesús, se agachó y se puso a escribir con el dedo en la tierra.
7Como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:
—El que de ustedes esté sin pecado que tire la piedra el primero.
8Y agachándose otra vez, siguió escribiendo en la tierra. 9Al oírlo, empezaron a marcharse uno tras otro, comenzando por los más viejos, y quedó Jesús solo, y la mujer, de pie, en medio. 10Jesús se incorporó y le dijo:
—Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado?
11—Ninguno, Señor —respondió ella.
Le dijo Jesús:
—Tampoco yo te condeno; vete y a partir de ahora no peques más.
12De nuevo les dijo Jesús:
—Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
13Le dijeron entonces los fariseos:
—Tú das testimonio de ti mismo; tu testimonio no es verdadero.
14Jesús les respondió:
—Aunque yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es verdadero porque sé de dónde vengo y adónde voy; pero ustedes no saben de dónde vengo ni adónde voy. 15Ustedes juzgan según la carne, yo no juzgo a nadie; 16y si yo juzgo, mi juicio es verdadero porque no soy yo solo, sino yo y el Padre que me ha enviado. 17En su Ley está escrito que el testimonio de dos personas es verdadero. 18Yo soy el que da testimonio de sí mismo, y el Padre, que me ha enviado, también da testimonio de mí.
19Entonces le decían:
—¿Dónde está tu Padre?
—Ni me conocen a mí ni a mi Padre —respondió Jesús—; si me conocieran a mí conocerían también a mi Padre.
20Estas palabras las dijo Jesús en el gazofilacio, enseñando en el Templo; y nadie lo prendió porque aún no había llegado su hora.
21Jesús les dijo de nuevo:
—Yo me voy y me buscarán, y morirán en su pecado; adonde yo voy ustedes no pueden venir.
22Los judíos decían:
—¿Es que se va a matar y por eso dice: «Adonde yo voy ustedes no pueden venir»?
23Y les decía:
—Ustedes son de abajo; yo soy de arriba. Ustedes son de este mundo; yo no soy de este mundo. 24Les he dicho que morirán en sus pecados, porque si no creen que yo soy, morirán en sus pecados.
25Entonces le decían:
Jesús les respondió:
—Ante todo, lo que les estoy diciendo. 26Tengo muchas cosas que hablar y juzgar de ustedes, pero el que me ha enviado es veraz, y yo, lo que le he oído, eso hablo al mundo.
27Ellos no entendieron que les hablaba del Padre. 28Les dijo por eso Jesús:
—Cuando hayan levantado al Hijo del Hombre, entonces conocerán que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que como el Padre me enseñó así hablo. 29Y el que me ha enviado está conmigo; no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada.
30Al decir estas cosas, muchos creyeron en él.
31Decía Jesús a los judíos que habían creído en él:
—Si ustedes permanecen en mi palabra, son en verdad discípulos míos, 32conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.
33Le respondieron:
—Somos linaje de Abrahán y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo es que tú dices: «Se harán libres»?
34Jesús les respondió:
—En verdad, en verdad les digo: todo el que comete pecado, esclavo es del pecado. 35El esclavo no se queda en casa para siempre; mientras que el hijo se queda para siempre; 36por eso, si el Hijo les da la libertad, serán verdaderamente libres. 37Yo sé que son linaje de Abrahán y, sin embargo, intentan matarme porque mi palabra no tiene cabida en ustedes.
38»Yo hablo lo que vi en mi Padre, y ustedes hacen lo que oyeron a su padre.
39Le respondieron:
—Nuestro padre es Abrahán.
—Si fuesen hijos de Abrahán —les dijo Jesús— harían las obras de Abrahán. 40Pero ahora quieren matarme, a mí, que les he dicho la verdad que oí de Dios; Abrahán no hizo esto. 41Ustedes hacen las obras de su padre.
Le respondieron:
—Nosotros no hemos nacido de fornicación, tenemos un solo padre, que es Dios.
42—Si Dios fuese su padre, me amarían —les dijo Jesús—; pues yo he salido de Dios y he venido aquí. Yo no he salido de mí mismo sino que Él me ha enviado. 43¿Por qué no entienden mi lenguaje? Porque no pueden oír mi palabra. 44Ustedes tienen por padre al diablo y quieren cumplir las apetencias de su padre; él era homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla la mentira, de lo suyo habla, porque es mentiroso y el padre de la mentira. 45Sin embargo, a mí, que digo la verdad, no me creen. 46¿Quién de ustedes podrá acusarme de que he pecado? Si digo la verdad, ¿por qué no me creen? 47El que es de Dios escucha las palabras de Dios; por eso ustedes no las escuchan, porque no son de Dios.
48Los judíos le respondieron:
—¿No tenemos razón cuando decimos que tú eres samaritano y estás endemoniado?
49Jesús respondió:
—Yo no estoy endemoniado, sino que honro a mi Padre; y ustedes me deshonran a mí. 50Yo no busco mi gloria; hay quien la busca y juzga. 51En verdad, en verdad les digo: si alguno guarda mi palabra jamás verá la muerte.
52Los judíos le dijeron:
—Ahora sabemos que estás endemoniado. Abrahán murió y también los profetas, y tú dices: «Si alguno guarda mi palabra, jamás experimentará la muerte». 53¿Es que tú eres más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron. ¿Por quién te tienes tú?
54Jesús respondió:
—Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria nada vale. Mi Padre es el que me glorifica, el que dicen que es su Dios, 55y no lo conocen; yo, sin embargo, lo conozco. Y si dijera que no lo conozco mentiría como ustedes, pero lo conozco y guardo su palabra. 56Abrahán, su padre, se llenó de alegría porque iba a ver mi día; lo vio y se alegró.
57Los judíos le dijeron:
—¿Aún no tienes cincuenta años y has visto a Abrahán?
58Jesús les dijo:
—En verdad, en verdad les digo: antes de que Abrahán naciese, yo soy.
59Entonces recogieron piedras para tirárselas; pero Jesús se escondió y salió del Templo.
9Jn1Y al pasar vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento. 2Y le preguntaron sus discípulos:
—Rabbí, ¿quién pecó: éste o sus padres, para que naciera ciego?
3Respondió Jesús:
—Ni pecó éste ni sus padres, sino que eso ha ocurrido para que las obras de Dios se manifiesten en él. 4Es necesario que nosotros hagamos las obras del que me ha enviado mientras es de día, porque llega la noche cuando nadie puede trabajar. 5Mientras estoy en el mundo soy luz del mundo.
6Dicho esto, escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva, lo aplicó en sus ojos 7y le dijo:
—Anda, lávate en la piscina de Siloé —que significa: «Enviado».
Entonces fue, se lavó y volvió con vista. 8Los vecinos y los que lo habían visto antes, cuando era mendigo, decían:
—¿No es éste el que estaba sentado y pedía limosna?
9Unos decían:
—Sí, es él.
Otros en cambio:
—De ningún modo, sino que se le parece.
Él decía:
—Soy yo.
10Y le preguntaban:
—¿Cómo se te abrieron los ojos?
11Él respondió:
—Ese hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos y me dijo: «Vete a Siloé y lávate». Así que fui, me lavé y comencé a ver.
12Le dijeron:
—¿Dónde está ése?
Él respondió:
—No lo sé.
13Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. 14El día en que Jesús hizo el lodo y le abrió los ojos era sábado. 15Y los fariseos empezaron otra vez a preguntarle cómo había comenzado a ver. Él les respondió:
—Me puso lodo en los ojos, me lavé y veo.
16Entonces algunos de los fariseos decían:
—Ese hombre no es de Dios, porque no guarda el sábado.
Pero otros decían:
—¿Cómo es que un hombre pecador puede hacer semejantes prodigios?
Y había división entre ellos. 17Le dijeron, pues, otra vez al ciego:
—¿Tú qué dices de él, puesto que te ha abierto los ojos?
—Que es un profeta —respondió.
18No creyeron los judíos que aquel hombre habiendo sido ciego hubiera llegado a ver, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista, 19y les preguntaron:
—¿Es éste su hijo que dicen que nació ciego? ¿Entonces cómo es que ahora ve?
20Respondieron sus padres:
—Nosotros sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego. 21Lo que no sabemos es cómo es que ahora ve. Tampoco sabemos quién le abrió los ojos. Pregúntenselo a él, qué edad tiene. Él podrá decir de sí mismo.
22Sus padres dijeron esto porque tenían miedo de los judíos, pues ya habían acordado que si alguien confesaba que él era el Cristo fuese expulsado de la sinagoga. 23Por eso sus padres dijeron: «Edad tiene, pregúntenselo a él».
24Y llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron:
—Da gloria a Dios; nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.
25Él les contestó:
—Yo no sé si es un pecador. Sólo sé una cosa: que yo era ciego y que ahora veo.
26Entonces le dijeron:
—¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?
27—Ya se los dije y no lo escucharon —les respondió—. ¿Por qué lo quieren oír de nuevo? ¿Es que también ustedes quieren hacerse discípulos suyos?
28Ellos lo insultaron y dijeron:
—Discípulo suyo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. 29Sabemos que Dios habló a Moisés, pero ése no sabemos de dónde es.
30Aquel hombre les respondió:
—Esto es precisamente lo asombroso: que ustedes no sepan de dónde es y que me haya abierto los ojos. 31Sabemos que Dios no escucha a los pecadores. En cambio, si uno honra a Dios y hace su voluntad, a ése lo escucha. 32Jamás se ha oído decir que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. 33Si éste no fuera de Dios no hubiese podido hacer nada.
34Ellos le replicaron:
—Has nacido en pecado y ¿nos vas a enseñar tú a nosotros?
Y lo echaron fuera.
35Oyó Jesús que lo habían echado fuera, y cuando se encontró con él le dijo:
—¿Crees tú en el Hijo del Hombre?
36—¿Y quién es, Señor, para que crea en él? —respondió.
37Le dijo Jesús:
—Si lo has visto: el que está hablando contigo, ése es.
38Y él exclamó:
—Creo, Señor —y se postró ante él.
39Dijo Jesús:
—Yo he venido a este mundo para un juicio, para que los que no ven vean, y los que ven se vuelvan ciegos.
40Algunos de los fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron:
—¿Es que nosotros también somos ciegos?
41Les dijo Jesús:
—Si fueran ciegos no tendrían pecado, pero ahora dicen: «Nosotros vemos»; por eso su pecado permanece.
10Jn1»En verdad, en verdad les digo: el que no entra por la puerta del redil de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es un ladrón y un salteador. 2Pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. 3A éste le abre el portero y las ovejas atienden a su voz, llama a sus propias ovejas por su nombre y las conduce fuera. 4Cuando las ha sacado todas, va delante de ellas y las ovejas le siguen porque conocen su voz. 5Pero a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él porque no conocen la voz de los extraños.
6Jesús les propuso esta comparación, pero ellos no entendieron qué era lo que les decía.
7Entonces volvió a decir Jesús:
—En verdad, en verdad les digo: yo soy la puerta de las ovejas. 8Todos cuantos han venido antes que yo son ladrones y salteadores, pero las ovejas no los escucharon. 9Yo soy la puerta; si alguno entra a través de mí, se salvará; y entrará y saldrá y encontrará pastos. 10El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.
11»Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por sus ovejas. 12El asalariado, el que no es pastor y al que no le pertenecen las ovejas, ve venir el lobo, abandona las ovejas y huye —y el lobo las arrebata y las dispersa—, 13porque es asalariado y no le importan las ovejas. 14Yo soy el buen pastor, conozco las mías y las mías me conocen. 15Como el Padre me conoce a mí, así yo conozco al Padre, y doy mi vida por las ovejas. 16Tengo otras ovejas que no son de este redil, a ésas también es necesario que las traiga, y oirán mi voz y formarán un solo rebaño, con un solo pastor. 17Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida para tomarla de nuevo. 18Nadie me la quita, sino que yo la doy libremente. Tengo potestad para darla y tengo potestad para recuperarla. Éste es el mandato que he recibido de mi Padre.
19Se produjo de nuevo una disensión entre los judíos a causa de estas palabras. 20Muchos de ellos decían:
—Está endemoniado y loco, ¿por qué lo escuchan?
21Otros decían:
—Cosas así no las dice uno que está endemoniado. ¿Es que puede un demonio abrir los ojos de los ciegos?
22Se celebraba por aquel tiempo en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno. 23Paseaba Jesús por el Templo, en el pórtico de Salomón. 24Entonces lo rodearon los judíos y comenzaron a decirle:
—¿Hasta cuándo nos vas a tener en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo claramente.
25Les respondió Jesús:
—Se los he dicho y no lo creen; las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí. 26Pero ustedes no creen porque no son de mis ovejas. 27Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y me siguen. 28Yo les doy vida eterna; no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mi mano. 29Mi Padre, que me las dio, es mayor que todos; y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. 30Yo y el Padre somos uno.
31Los judíos recogieron otra vez piedras para lapidarlo. 32Jesús les replicó:
—Les he mostrado muchas obras buenas de parte del Padre, ¿por cuál de ellas quieren lapidarme?
33—No queremos lapidarte por ninguna obra buena, sino por blasfemia; y porque tú, siendo hombre, te haces Dios —le respondieron los judíos.
34Jesús les contestó:
—¿No está escrito en su Ley: Yo dije: «Son dioses»? 35Si llamó dioses a quienes se dirigió la palabra de Dios, y la Escritura no puede fallar, 36¿a quien el Padre santificó y envió al mundo, dicen ustedes que blasfema porque dije que soy Hijo de Dios? 37Si no hago las obras de mi Padre, no me crean; 38pero si las hago, crean en las obras, aunque no me crean a mí, para que conozcan y sepan que el Padre está en mí y yo en el Padre.
39Intentaban entonces prenderlo otra vez, pero se escapó de sus manos. 40Y se fue de nuevo al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba al principio, y allí se quedó. 41Y muchos acudieron a él y decían:
—Juan no hizo ningún signo, pero todo lo que Juan dijo de él era verdad.
42Y muchos allí creyeron en él.