16Esto dice el Señor de los ejércitos: «No escuchen las palabras de los profetas: ellos les auguran, les dan falsas esperanzas: cuentan visiones que salen de su fantasía, no de la boca del Señor.
17Persisten en decir a quienes me desprecian:
25»Ya oí lo que dijeron los profetas que vaticinaron mentiras en mi Nombre, diciendo: “¡Yo he tenido un sueño, yo he tenido un sueño!”. 26¿Hasta cuándo sucederá en el corazón de los profetas que vaticinen la mentira, que vaticinen el embuste de su corazón? 27Con los sueños, que se cuentan unos a otros, pretenden que mi pueblo se olvide de mi Nombre, como se olvidaron sus padres de mi Nombre por el de Baal. 28El profeta que tenga un sueño, que exponga su sueño, y el que tenga mi palabra, que exponga mi palabra, siempre con fidelidad.
30»Por eso, aquí estoy contra los profetas —oráculo del Señor— que se plagian mis palabras unos a otros. 31Aquí estoy contra los profetas —oráculo del Señor— que emplean su lengua para declarar: “Oráculo”. 32Aquí estoy contra los que profetizan sueños mentirosos —oráculo del Señor—, y los cuentan y descarrían a mi pueblo con sus mentiras y su jactancia. Yo nos los envié, ni les di ningún mandato, ni sirven en absoluto de provecho a este pueblo —oráculo del Señor—.
33»Si este pueblo, o un profeta, o un sacerdote te preguntaran: “¿Cuál es el encargo del Señor?”, les responderás: “Ustedes son la carga”, y Yo los arrojaré —oráculo del Señor—. 34Y al profeta, al sacerdote y al pueblo que diga: “Encargo del Señor”, Yo le castigaré a ese hombre y a su casa. 35Esto han de decir cada uno a su prójimo y a su hermano: “¿Qué ha respondido el Señor?, ¿qué ha hablado el Señor?” 36Pero “Encargo del Señor” no lo mencionarán más, pues la “carga” será para cada uno su propia palabra. Ustedes han pervertido las palabras del Dios vivo, del Señor de los ejércitos, nuestro Dios. 37Esto dirán al profeta: “¿Qué te ha respondido el Señor?”, y “¿qué te ha hablado el Señor?”. 38Pero si dijeran: “Encargo del Señor”, por eso mismo, así dice el Señor: “Puesto que pronuncian esta palabra ‘Encargo del Señor’, después de que les hubiera dado recado: ‘No digan: Encargo del Señor’, 39por eso, Yo los cargaré en alto, y los arrojaré de mi presencia, a ustedes y a la ciudad que di a sus padres. 40Y echaré sobre ustedes oprobio perpetuo y perenne ignominia, que nunca se olvidarán”».
24Jr1El Señor me mostró dos cestos de higos, colocados delante del Templo del Señor. Fue después de que Nabucodonosor, rey de Babilonia, deportara a Jeconías, hijo de Yoyaquim, rey de Judá, a los nobles de Judá, a los artesanos y los herreros, y los llevara a Babilonia. 2Un cesto era de higos muy buenos, como brevas; el otro, de higos tan malos, que no se podían comer.
—Higos. Los higos buenos son excelentes, y los malos, tan malos, que no se pueden comer.
4La palabra del Señor se dirigió a mí diciendo:
5—Esto dice el Señor, Dios de Israel: «Como a estos higos buenos, así preferiré a los desterrados de Judá, a los que expulsé de este lugar a la tierra de los caldeos. 6Pondré mis ojos en ellos con benevolencia y los haré volver a este país; los reedificaré y no los destruiré, los plantaré y no los arrancaré. 7Les daré un corazón para que me conozcan, pues Yo soy el Señor. Ellos serán mi pueblo, y Yo seré su Dios, porque se convertirán a Mí de todo corazón. 8Pero, como a esos higos malos, que no se pueden comer de malos que son —esto dice el Señor—, así trataré Yo a Sedecías, rey de Judá, a sus nobles, y al resto de Jerusalén que se queden en esta tierra y a los que se asienten en la tierra de Egipto. 9Haré de ellos un espanto, un escarmiento, para todos los reinos de la tierra; un oprobio, un proverbio, una burla, una maldición en cuantos lugares los disperse. 10Enviaré contra ellos la espada, el hambre y la peste, hasta que sean eliminados de la tierra que les di a ellos y a sus padres».
25Jr1Palabra que fue dirigida a Jeremías acerca del pueblo de Judá el año cuarto de Yoyaquim, hijo de Josías, rey de Judá, que es el año primero de Nabucodonosor, rey de Babilonia. 2El profeta Jeremías la comunicó a todo el pueblo de Judá y a todos los habitantes de Jerusalén, diciéndoles:
3—Desde el año trece de Josías, hijo de Amón, rey de Judá, hasta el día de hoy, esto es, durante veintitrés años, se me viene dirigiendo la palabra del Señor. Les he ido hablando continuamente, pero no me han escuchado. 4El Señor les envió continuamente a sus siervos, los profetas, pero no escucharon, ni prestaron atención para escuchar, 5cuando les decían: «Conviértanse cada uno de su mal camino y de la maldad de sus obras, y habitarán en la tierra que les dio el Señor a ustedes y a sus padres por los siglos de los siglos. 6No anden tras otros dioses dándoles culto y postrándose ante ellos, y no me enojen con las obras de sus manos, y no les haré daño. 7Pero no me escucharon —oráculo del Señor—, antes bien, me enojaron con las obras de sus manos, para desgracia suya».
8»Por eso, así dice el Señor de los ejércitos: «Puesto que no escucharon mis palabras, 9Yo envío a buscar a todas las gentes del norte —oráculo del Señor—, y a Nabucodonosor, rey de Babilonia, vasallo mío, los haré venir contra este país, contra sus habitantes y contra todas las naciones de su alrededor. Los destinaré al exterminio, y haré de ellos un espanto, un escarnio y una ruina perpetua. 10Haré cesar entre ellos la voz de alegría y la voz de gozo, la voz de la novia y la voz del novio, el rumor de las piedras de molino y la luz de la lámpara. 11Este país entero se convertirá en ruina, en espanto. Estas naciones servirán al rey de Babilonia setenta años.
12»Pero cuando se cumplan los setenta años, castigaré al rey de Babilonia, a esa nación —oráculo del Señor—, por su iniquidad, y a la tierra de los caldeos, y los convertiré en perenne desolación. 13Haré recaer sobre aquella tierra todas las palabras que pronuncié contra ella y cuanto ha profetizado Jeremías contra todas las naciones y está escrito en el presente libro. 14A saber, que naciones numerosas y grandes reyes los sojuzgarán a su vez a ellos, y que Yo los juzgaré con arreglo a sus acciones y a las obras de sus manos».
15Así me ha dicho el Señor, Dios de Israel:
—Toma de mi mano esta copa de vino del furor y házsela beber a todas las naciones a las que te envíe. 16Que beban, se tambaleen y enloquezcan ante la espada que envíe entre ellos.
17Yo tomé la copa de la mano del Señor y se la hice beber a todas las naciones donde me había enviado el Señor: 18a Jerusalén y a las ciudades de Judá, a sus reyes y a sus nobles, para convertirlos en desolación, espanto, escarnio y maldición, tal como sucede hoy, 19al faraón, rey de Egipto, a sus servidores, a sus nobles y a todo su pueblo, 20a todas las gentes mezcladas, a todos los reyes del país de Us, a todos los reyes del país de los filisteos —a Ascalón, Gaza, Ecrón y los restos de Asdod—, 21a Edom y Moab y los hijos de Amón, 22a todos los reyes de Tiro, a todos los reyes de Sidón y a todos los reyes de las islas de allende el Mar, 23a Dedán, Tema y Buz y a todos los de sienes rapadas, 24a todos los reyes de Arabia y a todos los reyes de las gentes mezcladas que habitan el desierto, 25a todos los reyes de Zimrí, a todos los reyes de Elam y a todos los reyes de Media, 26a todos los reyes del norte, los próximos y los lejanos, uno tras otro, y a todos los reinos que hay sobre la faz de la tierra. Y el rey de Sesac beberá después de ellos.
27—Les dirás:
«Esto dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: “Beban, embriáguense y vomiten, caigan para no levantarse ya ante la espada que Yo envío entre ustedes”. 28Y si rehusaran tomar la copa de tu mano para beber, les dirás: “Esto dice el Señor de los ejércitos: Beban inexorablemente. 29Porque si en la ciudad que lleva mi Nombre empiezo Yo a hacer el mal, ¿ustedes van a quedar impunes? No quedarán impunes, porque Yo conmino la espada contra todos los habitantes de la tierra” —oráculo del Señor de los ejércitos—.
30»Y tú les profetizarás todas estas palabras, diciéndoles:
33»Aquel día habrá víctimas del Señor de un cabo al otro de la tierra. No se les hará duelo, no serán recogidas ni enterradas, servirán de estiércol sobre la superficie del campo.
26Jr1Al principio del reinado de Yoyaquim, hijo de Josías, rey de Judá, fue dirigida esta palabra de parte del Señor:
2—Esto dice el Señor: «Ponte en el atrio del Templo del Señor y di a cuantos vengan de las ciudades de Judá a adorar en el Templo del Señor, todas las palabras que te he ordenado hablarles. No omitirás una sola palabra. 3A ver si escuchan y cada uno se convierte de su mala conducta y Yo me arrepiento del mal que pienso hacerles a causa de la malicia de sus obras. 4Les dirás: “Esto dice el Señor: Si no me obedecen, andando según la Ley que les he propuesto, 5escuchando las palabras de mis siervos los profetas, que les he enviado de continuo y que no han escuchado, 6Yo trataré a esta casa como a Siló, y haré que esta ciudad sea ejemplo de maldición para todas las naciones de la tierra”».
7Los sacerdotes, los profetas y el pueblo entero oyeron a Jeremías pronunciar todas estas palabras en el Templo del Señor. 8Cuando Jeremías terminó de pronunciar cuanto el Señor le había ordenado decir a todo el pueblo, lo prendieron los sacerdotes, los profetas y el pueblo entero, mientras gritaban:
—¡Vas a morir! 9¿Por qué has profetizado en Nombre del Señor diciendo que este Templo va a ser lo mismo que Siló, y que esta ciudad quedará desolada, sin ningún habitante?
Y el pueblo entero se aglomeró en torno a Jeremías en el Templo del Señor.
10Cuando los nobles de Judá se enteraron de estas cosas, subieron desde la casa del rey al Templo del Señor y tomaron asiento a la entrada de la Puerta Nueva del Templo del Señor. 11Entonces, los sacerdotes y los profetas se dirigieron a los nobles y a todo el pueblo diciéndoles:
—¡Sentencia de muerte para este hombre, porque ha profetizado contra esta ciudad como han escuchado con sus oídos!
12Jeremías respondió a todos los nobles y al pueblo entero:
—El Señor me ha enviado a profetizar sobre este Templo y sobre esta ciudad todas las palabras que han oído. 13Ahora, rectifiquen sus caminos y sus obras, y escuchen la voz del Señor, su Dios, y el Señor se arrepentirá del mal que ha dicho contra ustedes. 14En cuanto a mí, en sus manos me tienen: hagan de mí lo que parezca bueno y recto a sus ojos. 15Sin embargo, han de saber que, si ustedes me dan muerte, echarán sangre inocente sobre ustedes mismos, sobre esta ciudad y sobre sus habitantes, porque en verdad el Señor me envió a ustedes para decir en sus oídos todas estas palabras.
16Entonces, los nobles y el pueblo entero dijeron a los sacerdotes y a los profetas:
—Este hombre no merece sentencia de muerte, porque nos ha hablado en Nombre del Señor, nuestro Dios.
17Se levantaron también algunos hombres, entre los ancianos del país, y se dirigieron a toda la asamblea del pueblo diciendo:
18—Miqueas de Moréset profetizaba en los días de Ezequías, rey de Judá, diciendo a todo el pueblo de Judá:
19»¿Es que Ezequías, rey de Judá, y todo Judá le dieron muerte? ¿Acaso no temieron al Señor y aplacaron el rostro del Señor, y se arrepintió el Señor del mal que había dicho contra ellos? Pero nosotros estamos a punto de cometer un mal enorme contra nosotros mismos.
20También otro hombre profetizó en Nombre del Señor: Urías, hijo de Semaías, de Quiriat–Yearim. Profetizó contra esta ciudad y contra esta tierra las mismas cosas que Jeremías. 21El rey Yoyaquim, toda su guardia y sus nobles oyeron sus palabras, y el rey intentó darle muerte. Pero Urías se enteró, tuvo miedo, huyó y se fue a Egipto. 22Entonces, el rey Yoyaquim envió hombres a Egipto: Elnatán, hijo de Acbor, y algunos hombres con él. 23Y sacaron a Urías de Egipto y lo llevaron al rey Yoyaquim, que mandó matarlo a espada y arrojar su cadáver en las fosas comunes.
24Pero la mano de Ajicam, hijo de Safán, estuvo a favor de Jeremías, para que no fuese entregado en manos del pueblo y le dieran muerte.
27Jr1En el principio del reinado de Sedecías, hijo de Josías, rey de Judá, fue dirigida esta palabra a Jeremías de parte del Señor. 2Esto me dijo el Señor:
—Hazte unas coyundas y yugos y póntelos en tu cuello. 3Luego los enviarás al rey de Edom, al rey de Moab, al rey de los hijos de Amón, al rey de Tiro y al rey de Sidón por medio de los embajadores llegados a Jerusalén ante Sedecías, rey de Judá. 4Mándales que transmitan estas instrucciones para sus señores: «Esto dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel. Así dirán a sus señores: 5“Yo hice la tierra, los hombres y las bestias que hay sobre la faz de la tierra por mi gran poder y por mi brazo extendido, y la doy a quien es recto a mis ojos. 6Ahora, pues, entrego todas esas tierras en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, mi siervo. Incluso las fieras del campo se las doy para que le sirvan. 7Todas las naciones le servirán a él, a su hijo y al hijo de su hijo, hasta que le llegue el tiempo a su propio país. Le servirán naciones numerosas y reyes grandes. 8Y la nación o reino que no sirva a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y que no presente su cuello al yugo del rey de Babilonia, Yo la castigaré con espada, hambre y peste —oráculo del Señor—, hasta que Yo los extermine por medio de él. 9Ustedes no escuchen, pues, a sus profetas, a sus adivinos, a sus visionarios, a sus augures ni a sus hechiceros, que les dicen: ‘No servirán al rey de Babilonia’. 10Porque les vaticinan mentira para alejarlos de su tierra, para que Yo los expulse y ustedes perezcan. 11Pero a la nación que someta su cuello al yugo del rey de Babilonia y le sirva, le daré reposo en su tierra–oráculo del Señor—, la cultivará y la habitará”».
12»En cuanto a Sedecías, rey de Judá, le hablé, según todas estas palabras, diciéndole: «Sometan sus cuellos al yugo del rey de Babilonia, sírvanle a él y a su pueblo y vivirán. 13¿Por qué tienen que morir tú y tu pueblo a espada, de hambre y de peste, como ha dicho el Señor de la nación que no quiera servir al rey de Babilonia? 14No escuchen las palabras de los profetas que les andan diciendo: “No servirán al rey de Babilonia”, pues les vaticinan mentira. 15Porque Yo no los he enviado —oráculo del Señor—, pero ellos vaticinan en mi Nombre mentirosamente para que Yo los expulse y perezcan, tú y los profetas que los vaticinan».
16»A los sacerdotes y a este pueblo entero les hablé diciendo: «Esto dice el Señor: “No escuchen las palabras de sus profetas que les vaticinan diciendo: ‘Muy pronto serán devueltos de Babilonia los vasos del Templo del Señor’. Es mentira lo que les vaticinan. 17No los escuchen. Sométanse al rey de Babilonia y vivirán. ¿Por qué ha de ser esta ciudad una desolación? 18Si son profetas de verdad y si la palabra del Señor está con ellos, que intercedan ante el Señor de los ejércitos para que los vasos que quedan en el Templo del Señor no vayan a parar a Babilonia”. 19Esto dice el Señor de los ejércitos respecto de las columnas, del mar de bronce, de los pedestales y de los demás objetos que quedan en esta ciudad 20y que no arrebató Nabucodonosor, rey de Babilonia, cuando deportó de Jerusalén a Babilonia a Jeconías, hijo de Yoyaquim, rey de Judá, y a todos los notables de Judá y Jerusalén. 21Oigan lo que dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel, acerca de los vasos que quedan en el Templo del Señor, en la casa del rey de Judá y en Jerusalén: 22“Serán llevados a Babilonia y allí estarán hasta el día en que Yo me ocupe de ellos —oráculo del Señor— y los haga portar y devolver a este lugar”».
28Jr1Aconteció aquel mismo año, al principio del reinado de Sedecías, rey de Judá, concretamente el quinto mes del año cuarto, que Ananías, hijo de Azur, profeta de Gabaón, me dijo en el Templo del Señor, a la vista de los sacerdotes y de la multitud del pueblo:
2—Esto dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: «Voy a quebrar el yugo del rey de Babilonia. 3En el plazo de dos años haré que vuelvan a este lugar todos los objetos del Templo del Señor que arrebató Nabucodonosor, rey de Babilonia, llevándoselos de aquí a Babilonia. 4Y también a Jeconías, hijo de Yoyaquim, rey de Judá, y a todos los deportados de Judá que fueron a Babilonia, Yo los haré volver a este lugar —oráculo del Señor—, porque, en efecto, quebraré el yugo del rey de Babilonia».
5Respondió el profeta Jeremías al profeta Ananías, a la vista de los sacerdotes y de la multitud del pueblo presentes en el Templo del Señor. 6Esto dijo el profeta Jeremías:
—¡Amén! ¡Que así lo haga el Señor! ¡Que el Señor cumpla las palabras que profetizaste y haga volver de Babilonia a este lugar los objetos del Templo del Señor y a todos los deportados! 7Pero escucha, por favor, esta palabra que yo voy a pronunciar ante tus oídos y los de todo el pueblo: 8«Los profetas que nos precedieron, a ti y a mí, desde antaño profetizaron guerras, desgracias y pestes a muchos países y a grandes reinos. 9Si un profeta vaticinaba la paz, cuando se cumplía la palabra del profeta, se reconocía que verdaderamente lo había enviado el Señor».
10Entonces el profeta Ananías agarró el yugo que estaba puesto en el cuello del profeta Jeremías y lo rompió. 11Y habló Ananías en presencia de todo el pueblo y dijo:
—Esto dice el Señor: «Así quebraré, en el plazo de dos años, el yugo de Nabucodonosor, rey de Babilonia, puesto sobre el cuello de todas las naciones».
Pero el profeta Jeremías, se marchó por su camino.
12Luego, después de que el profeta Ananías quebrara el yugo que estaba puesto en el cuello del profeta Jeremías, fue dirigida la palabra del Señor a Jeremías en estos términos:
13—Vete y habla así a Ananías: «Esto dice el Señor: “Tú has quebrado un yugo de madera, pero Yo lo sustituiré por yugos de hierro”. 14Que así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: “Yugo de hierro he puesto al cuello de todas estas naciones para que sirvan a Nabucodonosor, rey de Babilonia. Y le servirán. Hasta las bestias del campo se las he dado”».
15Entonces el profeta Jeremías le habló al profeta Ananías:
—¡Por favor, Ananías, escucha! El Señor no te ha enviado, pero tú has inducido a este pueblo a una confianza falsa. 16Por eso, así dice el Señor: «Mira que voy a expulsarte de la faz de la tierra. Este año morirás, pues has predicado apostasía contra el Señor».
29Jr1Éstas son las palabras de la carta que el profeta Jeremías envió desde Jerusalén al resto de los ancianos de la deportación, a los sacerdotes, a los profetas y a todo el pueblo que Nabucodonosor había deportado de Jerusalén a Babilonia, 2después de que partieran de Jerusalén el rey Jeconías con la reina madre, los eunucos y los nobles de Judá y Jerusalén, y los herreros y los cerrajeros. 3Fue llevada en mano a Babilonia por Elasá, hijo de Safán, y por Guemarías, hijo de Jilquías, a quienes había enviado Sedecías, rey de Judá, a Nabucodonosor, rey de Babilonia. Decía:
4«Esto dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel, a todos los deportados que he mandado al exilio desde Jerusalén a Babilonia: 5“Construyan casas y habítenlas, planten huertos y coman sus frutos. 6Tomen mujeres y engendren hijos e hijas; tomen mujeres para sus hijos y den en matrimonio a sus hijas para que den a luz hijos e hijas. Multiplíquense ahí y no mermen. 7Busquen la prosperidad de la ciudad adonde los he deportado, y recen por ella al Señor, pues su prosperidad será la suya”.
8»Que esto dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: “No se dejen llevar de los profetas y de los adivinos que hay entre ustedes, ni presten atención a los sueños que ustedes mismos sueñan. 9Porque les vaticinan embustes en mi Nombre, sin que Yo los haya enviado” —oráculo del Señor—.
10»Esto dice el Señor: “Cuando comiencen a cumplirse para Babilonia setenta años, Yo los visitaré y suscitaré cosas buenas para ustedes, y los haré volver a este lugar. 11Bien sé Yo los designios que me he propuesto en favor suyo —oráculo del Señor—: designios de paz y no de desgracia, de darles ventura y esperanza. 12Me invocarán, vendrán a rezarme, y Yo los escucharé. 13Me buscarán y me encontrarán, si me buscan de todo corazón. 14Me dejaré encontrar de ustedes —oráculo del Señor—, haré volver a sus deportados, y los recogeré de todos los pueblos y de todos los lugares adonde los arrojé —oráculo del Señor—, y los haré volver al lugar de donde los deporté”.
15»En cuanto a lo que dicen: “El Señor nos ha suscitado profetas en Babilonia”, 16así habla el Señor al rey que se sienta en el trono de David y a todo el pueblo que habita en esta ciudad, a sus hermanos que no partieron con ustedes a la deportación, 17esto dice el Señor de los ejércitos: “Miren que voy a enviar contra ellos la espada, el hambre y la peste. Los volveré como higos podridos, que no pueden comerse de malos que son. 18Los perseguiré con la espada, el hambre y la peste, y los pondré como objeto de espanto para todos los reinos de la tierra, como maldición, estupor, escarnio y vergüenza, ante todas las naciones adonde los arroje. 19Será en castigo de no haber escuchado mis palabras —oráculo del Señor— cuando les envié a mis siervos los profetas a su debido tiempo, y no quisieron escucharles —oráculo el Señor—. 20Pero ustedes, todos los deportados que envié de Jerusalén a Babilonia, escuchen la palabra del Señor”.
21»Esto dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel, acerca de Ajab, hijo de Colaías, y acerca de Sedecías, hijo de Maasías, que les vaticinan embustes en mi Nombre: “Los voy a entregar en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, que los hará ejecutar ante sus ojos. 22A propósito de ellos tendrá origen la maldición que se extenderá entre todos los deportados de Judá que están en Babilonia: ‘¡Que el Señor haga contigo como con Sedecías y con Ajab, a quienes asó al fuego el rey de Babilonia!’; 23porque cometieron infamia en Israel, adulteraron con las mujeres de sus prójimos, y pronunciaron en mi Nombre palabras embusteras que no les había mandado. Yo lo sé, y lo atestiguo —oráculo del Señor—”.
24»A Semaías, el nejlamita, habrás de decirle: 25“Esto dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel, porque tú has enviado en tu nombre cartas a todo el pueblo de Jerusalén y al sacerdote Sofonías, hijo de Maasías, y a todos los sacerdotes, diciéndoles: 26‘El Señor te ha constituido sacerdote en lugar del sacerdote Yehoyadá, para ejercer las inspecciones en el Templo del Señor frente a cualquier hombre loco que se las dé de profeta, para ponerle el cepo y la argolla, 27¿por qué ahora no castigas a Jeremías de Anatot, que se hace pasar ante ustedes por profeta? 28Pues, en efecto, nos ha enviado una carta a Babilonia, en la que dice: Será para largo. Construyan casas y habítenlas, planten huertos y coman sus frutos’”».
29El sacerdote Sofonías le leyó esta carta al profeta Jeremías.
30Luego fue dirigida la palabra del Señor a Jeremías, diciéndole:
31—Envía a decir a todos los deportados: «Esto dice el Señor con respecto a Semaías, el nejlamita: “Por haberles profetizado Semaías sin que Yo lo haya enviado, haciéndoles concebir esperanzas con embustes, 32por eso, así habla el Señor: ‘Miren que voy a castigar a Semaías, el nejlamita, y a su descendencia. No tendrá varón que viva en medio de este pueblo, ni verá el bien que haré a mi pueblo —oráculo del Señor—, porque ha predicado apostasía contra el Señor’”».
30Jr1Palabra que fue dirigida a Jeremías de parte del Señor. 2Esto dice el Señor, Dios de Israel:
—Escríbete en un libro todas las palabras que te he dicho. 3Porque vienen días —oráculo del Señor— en que restableceré la situación de mi pueblo Israel y Judá —dice el Señor—, y los haré volver a la tierra que di en posesión a sus padres.
4Éstas son las palabras que habló el Señor acerca de Israel y de Judá. 5Que así dice el Señor:
8Y es que en ese día —oráculo del Señor de los ejércitos— quebraré el yugo de tu cuello, y romperé tus coyundas, y no lo esclavizarán más los extranjeros, 9antes bien servirán al Señor, su Dios, y a David, el rey que les suscitaré.
31Jr1«En aquel tiempo —oráculo del Señor— seré el Dios de todas las familias de Israel y ellos serán mi pueblo».
23Esto dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: «Todavía se dirá esto en la tierra de Judá y en sus ciudades, cuando Yo haga volver a los deportados: “¡Que el Señor te bendiga, sede de justicia, monte santo!”. 24Allí habitarán concordes Judá y los de todas sus ciudades, los agricultores y los que pastorean rebaños. 25Porque Yo apagaré la sed de gargantas resecas, y restauraré toda alma agotada».
26En este punto me desperté, miré y mi sueño me fue dulce.
27«Miren que vienen días —oráculo del Señor— en que sembraré la casa de Israel y la casa de Judá con simiente de hombres y simiente de animales. 28Y así como los vigilé para arrancar y abatir, para arruinar y hacer daño, lo mismo los vigilaré para construir y plantar —oráculo del Señor—. 29En aquellos días no se dirá más:
31»Miren que vienen días —oráculo del Señor— en que pactaré una nueva alianza con la casa de Israel y la casa de Judá. 32No será como la alianza que pacté con sus padres el día en que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto, porque ellos rompieron mi alianza, aunque Yo fuera su señor —oráculo del Señor—. 33Sino que ésta será la alianza que pactaré con la casa de Israel después de aquellos días —oráculo del Señor—: pondré mi Ley en su pecho y la escribiré en su corazón, y Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. 34Ya no tendrán que enseñar el uno a su prójimo y el otro a su hermano, diciendo: “Conozcan al Señor”, pues todos ellos me conocerán, desde el menor al mayor —oráculo del Señor—, porque habré perdonado su culpa y no me acordaré más de su pecado».
36«Cuando cesen esas leyes
ante Mí —oráculo del Señor—,
38»Miren que vienen días —oráculo del Señor—, en que será reconstruida la ciudad para el Señor, desde la Torre de Jananel hasta la Puerta del Ángulo. 39La cinta de medir seguirá derecha hasta la colina de Gareb y torcerá hasta Goá. 40Todo el valle de los cadáveres y de la ceniza y todos los terrenos hasta el torrente Cedrón y hasta el ángulo de la Puerta de los Caballos, a oriente, serán consagrados al Señor. No serán arrasados ni destruidos jamás.
32Jr1Palabra que fue dirigida a Jeremías de parte del Señor, el año décimo de Sedecías, rey de Judá, esto es, el año decimoctavo de Nabucodonosor.
2En aquel tiempo, el ejército del rey de Babilonia estaba asediando Jerusalén. El profeta Jeremías se encontraba preso en el atrio del puesto de guardia del palacio real de Judá. 3Sedecías, rey de Judá, lo había apresado, acusándole:
—¿Por qué has profetizado tú: «Oráculo del Señor: “Yo voy a entregar esta ciudad en manos del rey de Babilonia, para que la tome. 4Sedecías, rey de Judá, no escapará de las manos de los caldeos, sino que será entregado irremisiblemente en poder del rey de Babilonia, que le hablará cara a cara, con la mirada fija en sus ojos. 5Y mandará llevar a Sedecías a Babilonia, donde estará hasta que Yo le visite —oráculo del Señor—. Si combaten contra los caldeos, no tendrán éxito?”».
6Jeremías respondió:
—La palabra del Señor se dirigió a mí diciendo: 7«Mira, Janamel, hijo de tu tío Salum, viene de camino a ti para proponerte: “Cómprame el campo que tengo en Anatot, pues a ti te corresponde el derecho de rescate por compra”». 8En efecto, conforme a la palabra del Señor, Janamel, hijo de mi tío, vino a mí, en el atrio del puesto de guardia, y me propuso: «Cómprame el campo que tengo en Anatot, en la tierra de Benjamín, pues a ti te corresponde el derecho de herencia y de rescate: cómpramelo». Yo entendí que aquélla era palabra del Señor. 9Y compré a Janamel, hijo de mi tío, el campo que hay en Anatot. Le pesé el dinero: diecisiete siclos de plata. 10Luego escribí el acta, la firmé, hice testimoniar a los testigos y pesé la plata en la balanza. 11Tomé el acta de compra, sellada según las normas legales, y la copia pública 12y di el acta de compra a Baruc, hijo de Nerías, hijo de Majseías, en presencia de Janamel, hijo de mi tío, a la vista de los testigos que habían firmado el acta de compra y a la vista de cuantos judíos se encontraban en el atrio del puesto de guardia. 13Y di a Baruc la siguiente orden en presencia de ellos: 14«Esto dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: “Toma estos documentos, este acta de compra sellada y la copia pública, y mételos en una jarra de barro para que se conserven por mucho tiempo. 15Que esto dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: ‘Todavía se comprarán casas, campos y viñas en esta tierra’”».
16»Después de entregar el acta de compra a Baruc, hijo de Nerías, supliqué al Señor, diciéndole: 17«¡Ay, mi Señor Dios! Tú hiciste los cielos y la tierra con tu gran poder y con tu brazo extendido. Nada hay imposible para Ti. 18Tú tienes misericordia a millares y haces recaer la culpa de los padres en las entrañas de los hijos que les suceden. ¡Oh, Dios, el Grande, el Fuerte, cuyo Nombre es Señor de los ejércitos, 19grande en designios y magnánimo en hazañas, cuyos ojos están vigilantes sobre todos los caminos de los hijos de Adán, para retribuir a cada uno según su conducta y el fruto de sus obras! 20Tú obraste señales y portentos en la tierra de Egipto, y hasta el día de hoy en Israel y entre los hombres, y te has hecho un Nombre como se aprecia hoy. 21Sacaste a tu pueblo Israel de la tierra de Egipto con señales y portentos, con mano fuerte, brazo extendido y gran terror, 22y les diste esta tierra que habías jurado dar a sus padres, una tierra que mana leche y miel. 23Ellos entraron y tomaron posesión de ella, pero no escucharon tu voz ni caminaron según tu Ley, ni obraron cuanto les mandaste que hicieran; por eso les has enviado todas estas desgracias.
24»Mira, los terraplenes de asedio alcanzan la ciudad para tomarla, y la ciudad va a ser entregada en mano de los caldeos, que la atacan con la espada, el hambre y la peste. Lo que anunciaste está sucediendo y Tú lo ves. 25Pero Tú, mi Señor Dios, me has dicho: “¡Cómprate el campo a precio de plata y haz que testimonien los testigos, mientras la ciudad está a punto de ser entregada a los caldeos!”».
26La palabra del Señor se dirigió a Jeremías diciendo:
27—Yo soy el Señor, el Dios de toda carne. ¿Es que hay algo imposible para Mí? 28Por eso, así dice el Señor: «Mira, Yo voy a entregar esta ciudad en manos de los caldeos y de Nabucodonosor, rey de Babilonia, que la tomará. 29Los caldeos que atacan esta ciudad entrarán, prenderán fuego a la ciudad, la incendiarán, con las casas en cuyas azoteas se quemaba incienso a Baal y se hacían libaciones a otros dioses para exasperarme. 30Porque los hijos de Israel y los hijos de Judá han estado haciendo el mal ante mis ojos desde su juventud. Sí, los hijos de Israel me han exasperado con las obras de sus manos —oráculo del Señor—. 31Esta ciudad ha estado provocando mi ira y mi furor desde que la edificaron hasta el día de hoy. Así que la apartaré de mi presencia, 32por causa de todas la maldades que hicieron para irritarme los hijos de Israel y los hijos de Judá, ellos, sus reyes, sus nobles, sus sacerdotes y sus profetas, los hombres de Judá y los habitantes de Jerusalén. 33Me dieron la espalda en vez de la cara. Aunque Yo los adoctrinaba sin cesar, ellos no quisieron escuchar para no aceptar la instrucción. 34Han puesto sus ídolos abominables en el Templo en que es invocado mi Nombre para mancillarlo. 35Edificaron los lugares altos del Baal que hay en el valle de Ben–Hinom, para pasar por el fuego a sus hijos y a sus hijas en culto a Moloc —aunque esto no se lo había mandado, ni había pasado por mi pensamiento que cometieran tal abominación para hacer pecar a Judá».
36»Por eso, ahora, así dice el Señor, Dios de Israel, acerca de esta ciudad, de la que ustedes dicen que va a ser entregada en manos del rey de Babilonia por la espada, el hambre y la peste: 37«Miren que Yo los reuniré desde todos los países donde los expulsé en mi ira, mi furor y mi gran indignación, y los haré volver a este lugar, y los haré habitar con tranquilidad. 38Y ellos serán mi pueblo, y Yo seré su Dios. 39Les daré un solo corazón y un solo camino, para que me teman todos los días, para bien suyo y de los hijos que les sucedan. 40Pactaré con ellos una alianza eterna, por la que no cesaré de seguir haciéndoles el bien, y pondré en sus corazones mi temor para que no se aparten de Mí. 41Me gozaré haciéndoles el bien. Con todo mi corazón y con toda mi alma haré que echen raíces firmes en esta tierra». 42Porque esto dice el Señor: «Así como hice recaer desgracias tan grandes sobre este pueblo, así haré Yo que venga a ellos toda la felicidad que les prometo. 43Se comprarán campos en esta tierra, de la que ustedes dicen: “Es una desolación, sin hombres ni ganados, entregada en manos de los caldeos”. 44Pues comprarán campos por dinero, y se escribirán en acta, y se sellará, y darán testimonio los testigos en la tierra de Benjamín, en los alrededores de Jerusalén, en las ciudades de Judá, en las ciudades de la Sierra, en las de la Sefelá y en las del Négueb, porque haré volver a los deportados» —oráculo del Señor—.
33Jr1La palabra del Señor se dirigió de nuevo a Jeremías, mientras él seguía preso en el atrio del puesto de guardia, diciéndole:
2—Esto dice el Señor, el que hizo la tierra, el que la formó afirmándola, cuyo Nombre es el Señor: 3«Llámame y te responderé, y te anunciaré cosas grandes e inaccesibles, que no conoces. 4Sí, esto dice el Señor, Dios de Israel, acerca de las casas de esta ciudad, y acerca de los palacios reales de Judá, derruidos para hacer baluartes y espadas: 5van a combatir contra los caldeos, sólo para llenarlos de cadáveres de los hombres que herí en mi ira y mi furor, a causa de todas sus maldades, pues he escondido mi faz de esta ciudad.
6»Yo mismo les traeré remedio y medicina, los curaré y les mostraré sobreabundancia de paz y seguridad. 7Haré volver a los deportados de Judá y de Israel, y los restableceré como al principio. 8Los purificaré de todas las culpas con que pecaron contra Mí, les perdonaré de todas las iniquidades que obraron conmigo y con las que me fueron infieles. 9Y será para Mí motivo de honra, de alegría, de alabanza y de gloria ante todas las naciones de la tierra cuando oigan todo el bien que Yo les haga, y temblarán y se turbarán del bien y la paz tan grandes que Yo les voy a conceder».
10»Esto dice el Señor: «En este lugar del que ustedes dicen que es una desolación, sin hombres y sin ganados, y en las ciudades de Judá y en las plazas de Jerusalén, aún se han de oír 11la voz de alegría y la voz de gozo, la voz de la novia y la voz del novio, las voces de los que claman:
y de los que traen sus ofrendas al Templo del Señor, porque Yo haré volver a los deportados de la tierra, como en el principio, dice el Señor».
12»Esto dice el Señor de los ejércitos: «En este lugar desolado, sin hombres y sin ganados, y en todas sus ciudades, aún habrá majadas de pastores que hagan sestear sus rebaños. 13En las ciudades de la Sierra, de la Sefelá y del Négueb, en la tierra de Benjamín, en los alrededores de Jerusalén y en las ciudades de Judá, aún ha de pasar el ganado por las manos del que recuenta, dice el Señor.
14»Miren que vienen días —oráculo del Señor—, en que cumpliré la buena promesa que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá. 15En aquellos días y en aquel tiempo suscitaré a David un brote justo, que ejerza el derecho y la justicia en la tierra. 16En aquellos días Judá será salvada y Jerusalén habitará en seguridad, y éste será el nombre con que la llamarán: “El Señor, nuestra Justicia”. 17Pues esto dice el Señor: “No se le privará a David de varón que se siente en el trono de la casa de Israel. 18Y a los sacerdotes levitas no se les privará de varón que ofrezca holocaustos en mi Presencia, inciense la oblación y haga el sacrificio todos los días”».
19La palabra del Señor se dirigió a Jeremías diciendo:
—Esto dice el Señor: 20«Si fueran capaces de romper mi alianza con el día y con la noche, de modo que no hubiera día ni noche a su debido tiempo, 21entonces podría ser rota mi alianza con David, mi siervo, de que tendrá un hijo que reine en su trono, y con los levitas sacerdotes, mis ministros. 22Así como son incontables las estrellas de los cielos e innumerables las arenas del mar, así multiplicaré la descendencia de David, mi siervo, y de los levitas, mis ministros».
23La palabra del Señor se dirigió a Jeremías diciendo:
24—¿No has visto lo que este pueblo anda diciendo: «Las dos familias que eligió el Señor, las ha rechazado», y desdeñan que mi pueblo sea una nación ante ellos? 25Esto dice el Señor: «Si Yo no hubiera establecido mi alianza con el día y la noche ni las leyes de los cielos y la tierra, 26en ese caso rechazaría a la descendencia de Jacob y de David, mi siervo, y no tomaría de su estirpe los gobernantes para la posteridad de Abrahán, Isaac y Jacob, cuando haga volver a sus deportados y me compadezca de ellos».
34Jr1Palabra que fue dirigida a Jeremías de parte del Señor, mientras Nabucodonosor, rey de Babilonia, con todo su ejército y todos los reinos de la tierra sometidos a su dominio y todos los pueblos, atacaban Jerusalén y todas sus ciudades:
2—Esto dice el Señor, Dios de Israel: «Vete a hablar a Sedecías, rey de Judá, y dile: “Esto dice el Señor: ‘Mira, voy a entregar esta ciudad en manos del rey de Babilonia, y le prenderá fuego. 3Tú no escaparás de sus manos, sino que serás apresado y entregado en sus manos. Tus ojos verán los ojos del rey de Babilonia, que te hablará cara a cara. E irás a Babilonia’”. 4Sin embargo, escucha la palabra del Señor, oh Sedecías, rey de Judá: “Esto dice el Señor acerca de ti: ‘No morirás a espada. 5Morirás en paz’. Y lo mismo que quemaron incienso por tus padres los reyes que te precedieron, lo quemarán también por ti y plañirán: ‘¡Ay, Señor!’. Porque ésta es la palabra que he pronunciado” —oráculo del Señor—».
6El profeta Jeremías dijo a Sedecías, rey de Judá, todas estas palabras en Jerusalén, 7mientras el ejército del rey de Babilonia hacía la guerra a Jerusalén y al resto de las ciudades de Judá: Laquís y Azecá, pues éstas eran las ciudades fortificadas que quedaban.
8Palabra que fue dirigida a Jeremías de parte del Señor, después del pacto que hizo el rey Sedecías con todo el pueblo que había en Jerusalén, proclamando una manumisión, 9para que cada uno dejara libres a su esclavo hebreo y a su esclava hebrea, de modo que nadie tuviese como esclavo a un judío, hermano suyo. 10Todos los nobles y todo el pueblo que habían aceptado el pacto de que cada uno dejara libres a su esclavo y a su esclava, de modo que no los tuviesen más como esclavos, obedecieron y los dejaron libres. 11Pero luego se echaron atrás, e hicieron volver a los esclavos y a las esclavas que habían dejado libres, y los sometieron como esclavos y esclavas.
12La palabra del Señor se dirigió a Jeremías de parte del Señor diciendo:
13—Esto dice el Señor, Dios de Israel: «Yo pacté alianza con sus padres el día que los saqué de la tierra de Egipto, de la casa de la esclavitud, diciéndoles: 14“Al cabo de siete años cada uno dejará libre a su hermano hebreo que le haya sido vendido. Él te servirá seis años, luego lo dejarás libre de estar junto a ti”. Pero sus padres no me escucharon ni me prestaron oído. 15Últimamente ustedes se habían convertido y hecho lo recto a mis ojos proclamando cada uno la manumisión de su prójimo, y habían hecho pacto en mi Presencia, en el Templo donde se invoca mi Nombre. 16Sin embargo, después se han echado atrás y han profanado mi Nombre: cada cual ha hecho volver a su esclavo y a su esclava, a quienes había dejado libres, y los han forzado a que les sirvan como esclavos y esclavas».
17»Por eso, así dice el Señor: «Ustedes no me han obedecido en lo relativo a que cada uno diera la libertad a su hermano y a su prójimo. Pues miren: Yo doy contra ustedes —oráculo del Señor— la libertad a la espada, a la peste y al hambre, y voy a hacer de ustedes un escarmiento para todos los reinos de la tierra. 18A los hombres que hayan infringido mi alianza, que no hayan cumplido las condiciones de la alianza a que se habían comprometido ante Mí, haré con ellos como con el becerro que partieron en dos para pasar entre sus trozos. 19A las autoridades de Judá y de Jerusalén, a los eunucos y a los sacerdotes, y a todo el pueblo llano que pasaron entre los trozos del becerro, 20los entregaré en manos de sus enemigos, en manos de los que atentan contra sus vidas. Sus cadáveres serán pasto de las aves del cielo y de las bestias de la tierra. 21También a Sedecías, rey de Judá, y a sus príncipes los entregaré en manos de sus enemigos y en manos de los que atentan contra sus vidas, en manos del ejército del rey de Babilonia que se ha retirado de ustedes. 22Miren que Yo voy a dar una orden —oráculo del señor— para hacerles volver contra esta ciudad y que la ataquen, la conquisten y le prendan fuego. Y a las ciudades de Judá las convertiré en desolación, sin nadie que las habite».
35Jr1Palabra que fue dirigida a Jeremías de parte del Señor, en los días de Yoyaquim, hijo de Josías, rey de Judá, diciéndole:
2—Vete a la familia de los recabitas para hablar con ellos; tráelos al Templo del Señor, a una de las salas, y dales a beber vino.
3Yo tomé a Yazanías, hijo de Jeremías, hijo de Habasinías, a sus hermanos, a todos sus hijos y a toda la familia de los recabitas. 4Los conduje al Templo del Señor, a la sala de los hijos de Hanan, hijo de Yigdalías, hombre de Dios, que está junto a la sala de las autoridades, encima de la sala de Maasías, hijo de nobles, el guardián del vestíbulo. 5Ofrecí a los hijos de la familia de los recabitas jarras llenas de vino y copas, y les dije:
6Ellos contestaron:
—No bebemos vino, porque Yonadab, hijo de Recab, nuestro padre, nos ordenó: «No beberán vino jamás, ustedes ni sus hijos. 7No construirán casas, no sembrarán semillas; no plantarán viñas ni las tendrán en propiedad, sino que habitarán en tiendas toda su vida, para que vivan muchos días sobre la faz de la tierra, donde ustedes son peregrinos». 8Nosotros hemos obedecido a la voz de Yonadab, hijo de Recab, nuestro padre, en todo cuanto nos ordenó, de modo que no bebemos vino en toda nuestra vida, nosotros, nuestras mujeres, nuestros hijos y nuestras hijas. 9Tampoco construimos casas para morada nuestra, ni tenemos viñas ni campos sembrados, 10sino que habitamos en tiendas, y escuchamos y hacemos todo lo que nos mandó Yonadab, nuestro padre. 11Y cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, subió contra el país, nos dijimos: «Vayamos y entremos en Jerusalén para escapar del ejército de los caldeos, del ejército de los arameos. Por eso estamos viviendo en Jerusalén».
12La palabra del Señor se dirigió a Jeremías diciendo:
13—Esto dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: «Vete y diles a los hombres de Judá y a los habitantes de Jerusalén: “¿Es que no aprenderán la lección y obedecerán a mis palabras?” —oráculo del Señor—. 14Las palabras de Yonadab, hijo de Recab, han sido cumplidas: él ordenó a sus hijos no beber vino y ellos no lo han bebido hasta hoy, porque han obedecido el mandato de su padre. En cambio, Yo les he hablado tantas veces y no me han obedecido. 15Yo les he enviado una y otra vez a tantos siervos míos, los profetas, a decirles: “Conviértanse cada uno de su mal camino, enmienden sus obras y no anden tras dioses extranjeros dándoles culto, y así habitarán la tierra que les di a ustedes y a sus padres”. Pero no prestaron oído ni me obedecieron. 16En efecto, los hijos de Yonadab, hijo de Recab, han cumplido el mandato que su padre les dio, pero este pueblo no me ha obedecido. 17Por eso, así dice el Señor, Dios de los ejércitos, Dios de Israel: “Voy a traer sobre Judá y sobre cuantos habitan en Jerusalén todas las desgracias que les he predicho, porque le hablé y no me escucharon, les llamé y no me respondieron”».
18En cuanto a la familia de los recabitas, dijo Jeremías:
—Esto dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: «Porque han obedecido al mandato de Yonadab, su padre, y han guardado todos sus preceptos y han hecho cuanto les ordenó, 19por eso, así dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: “No faltarán a Yonadab, hijo de Recab, descendientes que estén siempre en mi Presencia”».